PAPEL Y TAREAS DE LA Cuarta INTERNACIONAL

(Resolución del 15º Congreso mundial, febrero 2003)

 

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6. Construir amplios Partidos anticapitalistas del proletariado

(1) Nuestro objetivo es construir partidos proletarios que

- sean anticapitalistas, internacionalistas, ecologistas y feministas

- sean amplios, pluralistas y representativos

- que estén profundamente vinculados a la cuestión social y defiendan consistentemente las reivindicaciones inmediatas y las aspiraciones del mundo del trabajo,

- expresen la combatividad de los trabajadores / as, la voluntad de emancipación de las mujeres, la revuelta de la juventud, la solidaridad internacional, y asuman la lucha contra todas las injusticias,

- fundamenten su estrategia en el combate extraparlamentario y la autoactividad y autoorganización del proletariado y de l@s oprimid@s y

- asuman una clara posición a favor de la expropiación del capital y por el socialismo (democrático y autogestivo).

Para el caso de América Latina, nuestro objetivo es construir partidos y/o reagrupamientos anticapitalistas amplios, pluralistas y con una real implantación en el proletariado y los movimientos sociales que articulan la resistencia anti-neoliberal en el cuadro de la lucha contra la mundialización capitalista. Como corriente marxista revolucionaria, estamos por la construcción del “núcleo duro” de la izquierda. Esta perspectiva no se puede construir suplantando el pensamiento estratégico, la acción radical, y las iniciativas audaces, por una actitud sectaria de “autoafirmación” y  conservadora de “nuestra identidad”.

(2) La lucha por tales partidos pasará por etapas, tácticas y formas organizativas que serán específicas en cada país. Semejante recomposición anticapitalista persigue de entrada un objetivo clave: promover una efectiva y visible polarización entre ella y todas las fuerzas adictas al neoliberalismo social (socialdemocracia, post-estalinismo, ecologistas, populistas) a fin de acelerar su crisis y darle una salida positiva.

Esto requiere:

- La presencia de fuerzas políticas significativas donde las corrientes marxistas revolucionarias colaboran con corrientes o representantes importantes o emblemáticos que rompen con los partidos reformistas sin alcanzar por ello posiciones marxistas revolucionarias.

- Una relación respetuosa pero estrecha con el movimiento social, cuya recomposición alterne las demandas y la acción

- Una representatividad reconocida en la sociedad que rompa el monopolio de los partidos adeptos al social-neoliberalismo, gracias a una presencia en las asambleas elegidas mediante el sufragio universal, a nivel local, regional e internacional (Europa).

- Un funcionamiento pluralista que, más allá de la simple democracia interna, favorezca al mismo tiempo la convergencia y el debate y que posibilite el mantenimiento y el funcionamiento de una corriente marxista como parte de un todo más amplio.

(3) La experiencia de los últimos diez años muestra que la izquierda revolucionaria no sectaria puede jugar un papel clave para mantener el rumbo impulsando una orientación a la vez radical y unitaria, que combine la acción extraparlamentaria con la representatividad electoral. Para ello, deberá atravesar un camino complejo que comprende etapas y rodeos que le permitan acumular fuerzas, clarificar paso a paso las posturas, reactivar los medios militantes y construir pacientemente los vínculos con el movimiento social.

Cuatro elementos importantes del último decenio deben incorporarse en la táctica en el inicio de una nueva fase política:

-Ninguna corriente de izquierda amplia en los partidos establecidos se ha organizado y pronunciado por una recomposición anticapitalista

-Las tendencias de izquierda socialdemócrata son timoratas, poco confiables y poco coherentes.

-Los (grandes) partidos comunistas “sobrevivientes” se acercan a su fin. Sus posiciones contra el neoliberalismo y el imperialismo no han desembocado en un proyecto político anticapitalista y un modo de funcionamiento democrático-pluralista (con la excepción de Rifondazione) y no ha surgido ninguna tendencia de izquierda no estalinista vertebrada nacionalmente;

-Los (grandes) partidos verdes no han logrado encarnar una verdadera alternativa política y social. Algunos (como los Grünen alemanes) pasan francamente al lado del estado burgués. La oposición interna en esos partidos no desemboca en la organización de una verdadera oposición de izquierda social-ecologista.

(4) Eso no significa que en esos partidos y en el movimiento social no exista interés y disponibilidad por una recomposición anticapitalista. Esta toma formas diversas. Nuestra conclusión no debe ser darle la espalda a esos partidos y sus militantes. Al contrario, una amplia recomposición en esta dirección, mediante una política sistemática de colaboración y de convergencia es indispensable para crear un polo de atracción muy amplio capaz de abatir al neoliberalismo. La conclusión fundamental que se desprende de nuestra experiencia es que la recomposición dependerá, mucho más que en el pasado, del desarrollo de un fuerte y autónomo polo de atracción y de una correlación de fuerzas externa capaz de atraer y organizar esas simpatías.

En esta etapa, solamente la izquierda revolucionaria está en posibilidad de tomar la iniciativa de la recomposición anticapitalista y mantener el rumbo hacia un proyecto radical y pluralista, socialmente enraizado, con carácter de masas. Pero esto implica una ruptura profunda, razonada y práctica con el sectarismo. Implica también que los acercamientos en el seno de la izquierda revolucionaria no pueden contemplarse más que en el marco y a través de la experiencia común de esta recomposición anticapitalista.

(5) No obstante, esos procesos ponen firmemente a la orden del día el tema del reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias, ya que la izquierda revolucionaria no puede ser un catalizador de reagrupamientos amplios si no se aplica a la resolución de sus propias divisiones.

(6) A la vez que la Cuarta Internacional  contribuye a una basta organización del movimiento obrero, social y popular a nivel internacional, con la perspectiva de crear una nueva fuerza pluralista, internacionalista, revolucionaria, militante, con un impacto sobre las masas, también debemos reforzar nuestra propia organización. No con objeto de hacer la competencia  y vencer a las otras corrientes revolucionarias internacionales, sino para contribuir tanto como sea posible a la construcción de esa nueva fuerza y a la vez clarificar las principales lecciones teóricas y sacar las experiencias de las revoluciones del siglo XX.

 

7. Refundar el programa de transición

(1) El nuevo periodo histórico del capitalismo y de combate socialista-revolucionario exigirá una verdadera refundación programática a la medida de los sacudimientos estructurales sociales y culturales del capitalismo y al interior de las clases explotadas y capas oprimidas. Ese programa ha de incorporar el balance crítico de 150 años de movimiento obrero y de la experiencia de las primeras revoluciones socialistas victoriosas y su degeneración. Tomará debida cuenta de la conciencia actual de las masas populares y se vinculará a sus reivindicaciones y sus modos de acción y de organización. A esto contribuiremos al máximo, sabiendo que semejante programa transitorio para el siglo veintiuno no será privativo de un grupo o corriente particular. No se trata de un rápido ejercicio libresco. Al igual que los programas de transición que se sucedieron a partir de Marx, hará falta una vasta discusión libre, una elaboración colectiva, una colaboración mundializada, un debate crítico y autocrítico y una apertura a las experiencias sociales en curso así como las futuras. Se trata de un verdadero desafío en la medida en que la lucha política entre corrientes y organizaciones no cesa y que toda organización activista tiene necesidad, ante las apremiantes exigencias del trabajo de militancia, de ofrecer sus respuestas inmediatas.

(2) En el debate programático estratégico que envuelve al conjunto de los problemas de la lucha por el socialismo, alimentaremos la discusión sobre:

(i) La necesidad de formular un programa universal sobre las necesidades sociales y los derechos humanos a partir de la crisis ecológica mundial, de la regresión social generalizada, de la extrema pobreza de la mayoría de la humanidad y de las desigualdades sociales en el mundo del trabajo.

(ii) La necesidad de un programa ecosocialista, completamente integrado en el combate anticapitalista, como la sola alternativa radical para las catástrofes ecológicas de la lógica destructora del sistema capitalista (contra el efecto invernadero y “el mercado de derechos a la polución”, para la salida de la energía nuclear y un moratorio sobre los OGMs).

(iii) La existencia de la propiedad privada de las riquezas y de los medios de producción y de intercambio, que constituye la base de una clase dominante y poseedora, como obstáculo a la realización de ese programa social. La expropiación de esa clase a favor de la colectividad humana es, por tanto, una necesidad insoslayable.

(iv) Ante los discursos superficiales y moralistas sobre pobres contra ricos y los excluidos, ponemos en el centro de nuestro análisis la explotación de hombres y mujeres como trabajadores industriales y de cuello blanco, administradores asalariados, desempleados, marginados y excluidos, es decir, la clase asalariada obligada a vender su fuerza de trabajo a un patrono.

(v) El rol decisivo para una estrategia anticapitalista y socialista de la clase asalariada global, de la cual debemos desarrollar un análisis renovado y concreto que contribuya a su unidad ante la explotación y opresión capitalista. Ese análisis debe incluir la multiplicidad de sus situaciones concretas, sus métodos de lucha, sus reivindicaciones inmediatas, sus formas de organización.

(vi) El rol decisivo del derecho a la autoorganización de las mujeres y los homosexuales y lesbianas

(vii) La exigencia de democracia, de transparencia y de control como principio y práctica, entendidos como intervención activa de la sociedad y en particular de su parte explotada y oprimida, como elemento crítico de la experiencia estalinista y como cuestionamiento radical de la democracia burguesa.

(viii) Una concepción de partido que tenga en cuenta la experiencia histórica y las nuevas condiciones sociales y culturales de las sociedades y de las clases explotadas y

(ix) La necesidad de la lucha por el poder, quien asumirá tal lucha y cuales son sus características fundamentales.

(3) En América Latina en particular ese « programa transitorio », pasa por cuestiones como:

- el carácter que asume la recolonización económica y la cuestión de la soberanía nacional (antiimperialismo concreto);

- la reformulación de los procesos de integración regional como alternativa al ALCA (propuestas de un real desarrollo);

- el no pago de la deuda ;

- la lucha de los movimientos campesinos por la tierra y por una reforma agraria radical, la lucha de las comunidades indígenas por sus derechos o por la autonomía y el papel de los movimientos campesinos e indígenas en la constitución de nuevas fuerzas políticas anticapitalistas en México, Bolivia, Ecuador o en otros lugares ;

- la lucha contra las privatizaciones ;

- la cuestión de la democracia política, de re-apropiación de los derechos confiscados, tanto como el carácter, alcance y límites de una orientación de democracia participativa a nivel local o municipal (la izquierda latinoamericana gobierna ciudades capitales tanto como pequeños pueblos en Brasil, Uruguay, México, El Salvador, Ecuador, Perú, Colombia);

- la relación entre luchas urbanas y rurales ;

- la relación entre la resistencia social y la organización política ;

- las nuevas formas que adquieren los « sujetos » que se reproducen al calor de la fragmentación de la clase obrera (piqueteros, asambleas populares, ocupantes de tierras y cooperativas de viviendas;

- experiencias de autodefensa, barrios que pelean por los servicios públicos, espacios juveniles, mujeres que organizan la auto-subsistencia, las distintas experiencias de economía de trueque);

- las políticas de alianzas sociales y políticas.

 

8. Hacia una nueva internacional revolucionaria de masas

(1) La construcción de las internacionales que han existido históricamente ha estado vinculada a desarrollos sociales y políticos de gran alcance. El nuevo ciclo de reorganización política plantea desde el principio el problema de una nueva internacional revolucionaria anti-capitalista y anti-imperialista de masas. Un nuevo internacionalismo ha surgido con gran fuerza a partir de "Seattle". Diversos impulsos lo habían preparado, desde el viraje de los años 1989-91: el surgimiento del neo-zapatismo, el Llamado de la Bastilla que inaugura la larga campaña por la anulación de la deuda del tercer mundo, las Euromarchas, la serie de contra-cumbres en oposición a las instituciones de la globalización capitalista, FMI/BM, la larga serie de reuniones en las que la sociedad civil (frecuentemente ONGs) enfrentan a las cumbres oficiales (sobre la Tierra en Río, la Mujeres en Pekín, la Cumbre Social de Copenhague). Luego de dos reuniones del Foro Social Mundial en Porto Alegre y una proyectada tercera reunión, junto a foros regionales, se ha iniciado un proceso de consolidación organizativa y programática.  A la misma vez ha surgido un proceso de clarificación y diferenciación bajo el impacto de los más importantes eventos políticos mundiales.

(2) A diferencia del periodo internacionalista de los años 60 y 70, no se trata prioritariamente de una solidaridad y de un apoyo político a un proceso social o democrático-revolucionario. Su fuerza proviene de un movimiento de resistencia, necesariamente internacional, contra una nueva etapa de la internacionalización del capitalismo, su política y sus instituciones. Aparece en esta etapa como un movimiento social nuevo dotado de gran legitimidad, impulsado por fuerzas sociales-políticas que escapan al control de las burocracias tradicionales del movimiento obrero y popular. Se sitúa igualmente al margen de las organizaciones revolucionarias internacionales y, en general, rechaza la integración de los partidos políticos. Al mismo tiempo, este movimiento es profundamente político. Ha generado una espectacular polarización frente a las clases dominantes, reabriendo una perspectiva anticapitalista y una esperanza de emancipación, creando un espacio público a la vez centralizado y descentralizado en el que se combinan reflexión analítica, confrontación política y compromiso militante, un terreno en el que las corrientes políticas organizadas existen de hecho.

En esta etapa, estas significativas y diversas fuerzas no pueden constituirse en una nueva organización política internacional, pero pueden fortalecerse políticamente a través de un proceso de experiencia y clarificación y a través de la intervención en estos debates de fuerzas revolucionarias, en particular la CI.

(3) Los reagrupamientos pluralistas de izquierda, anticapitalistas y anti-imperialistas, todavía son débiles e informales, pues, en ausencia de un poderoso ascenso social, se les hace difícil escapar de la inercia histórica y a su cultura política totalmente ineficaz para abordar la nueva etapa de la lucha de clases (la izquierda socialdemócrata es débil, las corrientes salidas de los PCs están en un impasse programático y tienden hacia comportamientos estalinistas y la mayoría de las organizaciones revolucionarias padecen un sectarismo congénito). Los progresos iniciales se ubican ante todo al nivel de una región / continente: en América Latina, el Foro de Sao Paulo cuya dinámica inicial se esfumó, la importancia mantenida por el PT brasileño; en Europa, las modestas Conferencias de la Izquierda Anticapitalista y algunos encuentros en Asia. Ante la UE, la perspectiva de un partido “anti-capitalista” europeo está sobre el tapete.

Solamente el enfrentamiento directo entre la clase dominante y el proletariado, sólo la lucha de las masas en defensa de sus condiciones de trabajo y de vida, podrán trastornar la relación de fuerzas, lograr un arraigamiento social y proveer militantes para construir, a nivel nacional, una nueva fuerza política anti-capitalista, internacionalista, feminista en la perspectiva de construir una nueva Internacional.

El movimiento anti-globalización ha creado una esperanza, un referente y un punto de apoyo importantes, pero, como existe actualmente, no constituye la fuerza motriz para una nueva Internacional. Las discusiones políticas y estratégicas que reflejan las diferencias políticas existentes se harán cada vez más presentes en el seno de este movimiento y harán al siguiente periodo mucho más complejo.

(4) En tercer lugar, existe una evolución importante en el seno y entre algunas corrientes provenientes o que se reclaman del “trotskismo”. Todas las organizaciones, incluida la CI, han debido realizar un importante esfuerzo para estar a la altura de la nueva situación mundial, en los terrenos del análisis, de la orientación y de la actividad. La capacidad de respuesta, a tiempo y en buenas condiciones, ha tenido un impacto sobre la continuidad de todas las corrientes. Existe hoy una gran diversidad de grupos salidos o que se reclaman del “trotskismo”, algunos han mantenido una organización internacional relativamente coherente, otros han estallado en grupos nacionales o federados. Esto vale todavía más para las organizaciones ex “maoístas”. La unificación de los “trotskistas” o de ex “maoístas”, en nombre de un programa o de una política vuelta hacia una época superada del movimiento obrero revolucionario y apoyada en la defensa del record de una organización no puede de ninguna manera servir para el reagrupamiento, ni una fusión. Un acercamiento entre agrupaciones que se reclaman del marxismo y de la revolución socialista, no puede tener sentido más que respecto a las batallas, el movimiento real y las tareas actuales y futuras.

Constatamos que en la actualidad coexisten tres desarrollos políticos y organizativos de tipo internacionalista: el “movimiento real” contra la globalización y sus corrientes socio-políticas; la convergencia de corrientes anti-capitalistas y políticas pluralistas; las corrientes de la izquierda revolucionaria. Esta situación podría prolongarse durante todo un periodo. Sin embargo, allí donde los acercamientos sean posibles, tomaremos iniciativas unitarias para avanzar hacia reagrupamientos serios.

 

9. La CI, ayer, hoy y mañana

(1) La CI nació en resistencia a las más grandes derrotas del proletariado y del movimiento obrero internacional: el fascismo, el estalinismo y la guerra mundial. Nuestras secciones eran pequeñas minorías en el movimiento obrero internacional y fueron reprimidas por todas las fuerzas contrarrevolucionarias (socialdemócratas, estalinistas, los estados burgueses fascistas o democráticos). No lograron transformarse en verdaderos partidos (revolucionarios). A pesar de su compromiso destacado en todos los grandes combates revolucionarios y cotidianos, fueron reducidas demasiadas veces a comentar los acontecimientos y a defender las conquistas del marxismo revolucionario ante las falsificaciones burocráticas. En los años 70, los ascensos revolucionarios en el mundo hicieron pensar que la hora había llegado para el avance hacia una Internacional de masas. La CI participaba, entonces, en una disputa con los otros reagrupamientos internacionales trotskistas (lambertistas, morenistas, la corriente “Militant”, el corriente “capitalismo de Estado” / SWP) sobre cual era la corriente “trotskista” legítima (sucedió lo mismo en el seno de la CI con el SWP norteamericano frente a la mayoría de la internacional). Incluso si la CI nunca cayó en los delirios sectarios de otros reagrupamientos, se consideraba no obstante la vanguardia política legítima, el núcleo alrededor del cual se realizaría la recomposición de una Internacional revolucionaria.

(2) El cambio de periodo, patente en los años 80, la crisis de la CI y la caída del Muro provocaron una oscilación pendular que acarreó el riesgo de poner en entredicho la existencia de la CI. Nuestra resistencia a la enorme ofensiva reaccionaria de los años 80 y 90 no nos condujo al tipo de sectarismo que se refugia en la propaganda socialista como una especie de talismán, una actitud parasitaria respecto del movimiento de masas y la autoafirmación identitaria. Las organizaciones que lo hicieron, no evitaron graves crisis internas. La CI pagó también el precio organizativo del retroceso general del movimiento obrero internacional, pero logró atravesar el periodo reaccionario conservando su unidad orgánica y su cohesión política, por medio de:

-El desarrollo de un marxismo crítico y actual.

-Un debate sin tabúes sobre el “balance del siglo”

-Un régimen interno favorable a la continuidad de la discusión y una confrontación de análisis alrededor de los grandes acontecimientos constitutivos de la nueva situación mundial.

-Un arraigamiento y compromiso de fondo en el movimiento obrero y social (nacional e internacionalmente).

-un trabajo unitario sistemático en los movimientos;

-Un comportamiento unitario y radical, particularmente en la lucha por una recomposición anticapitalista pluralista.

(3) Actualmente, la situación de la CI como organización puede definirse como sigue:

-Una organización internacional de revolucionarias y revolucionarios, basada en el método del Programa de Transición y en la estrategia y las tácticas que se derivan del mismo.

-Un conjunto sin paralelo de referencias programáticas, de experiencias políticas, particularmente en cuestiones como la opresión de las mujeres, los homosexuales y las lesbianas, temas históricamente poco desarrollados por otras corrientes revolucionarias, con secciones en muchos países, basadas en las necesidades de la clase obrera de cada región.

-Una organización que respeta la autonomía de los movimientos de masa y practica el pluralismo de tendencias en su interior

- Así pues, una herramienta viva, pero muy inestable dada la debilidad de sus partes y la dificultad de recomponer una coordinación y una estructura de dirección que pudiera corresponder a su realidad militante. Haber conservado esta estructura y ser sin duda alguna el único reagrupamiento internacional existente de este tipo es un recurso precioso para el nuevo periodo político en el que surgen nuevas generaciones militantes.

(4) Nuestra tarea principal como CI consiste en contribuir a una vasta reorganización, a nivel mundial, del movimiento obrero, social y popular, en la perspectiva de la constitución de una nueva fuerza internacionalista, pluralista, revolucionaria, militante y con impacto de masas. Esta perspectiva pasará inevitablemente por un largo proceso de experiencias y de clarificaciones políticas.

De ninguna manera implica esto el debilitamiento o la disolución de nuestra organización. Al contrario, queremos fortalecernos, no para derrotar las otras corrientes revolucionarias-internacionales, sino con el objetivo de contribuir al máximo a aquel objetivo, construir una nueva fuerza a la vez que derivamos las lecciones teóricas fundamentales a extraerse de la experiencia del siglo  XX.

(5) En todo este periodo intermedio, aportamos una respuesta en tres niveles:

- Primero, tanto en el movimiento contra la globalización como en el movimiento sindical y en los otros movimientos sociales, luchamos por el “frente único” en las luchas y movilizaciones, y por crear o solidificar los movimientos, al mismo tiempo que participamos en el debate programático y político. Favorecemos la creación de movimientos internacionalistas anticapitalistas de masas alrededor de sus objetivos respectivos.

- Segundo, en el plano partidario, según la situación concreta regional / continental, impulsamos el trabajo en común de las fuerzas políticas anticapitalistas, el cual podría asumir formas diversas.

- Tercero, en el terreno de la izquierda revolucionaria, entablamos un diálogo más sistemático y más general mediante encuentros bilaterales, participaciones en reuniones internas y públicas de otras corrientes con las que compartimos la apreciación tanto de la situación mundial actual, como de las grandes orientaciones y tareas.

(6) Hacemos una doble constatación. Primero, existe una brecha importante entre nuestra influencia en el seno de los movimientos y el fortalecimiento político y organizativo de nuestras organizaciones. La influencia ideológica difusa o personal se refleja poco o nada en el fortalecimiento del partido. La calidad de nuestros análisis, el compromiso de los militantes y la difusión de la perspectiva socialista son claramente insuficientes. En segundo lugar, el proceso de repolitización en curso no conduce espontáneamente a que la gente se una partidos políticos (ya sea un partido revolucionario o en otro), siendo el obstáculo particularmente grande entre la juventud.

La conclusión de esto es que la organización marxista revolucionaria debe ser capaz de demostrar que tiene una función política propia que llenar en la actividad cotidiana, en el trabajo de masas y en los movimientos. Esto exige en particular una propaganda más regular y sostenida de nuestras ideas, una agitación más consistente, una voluntad de debate político y estratégico, y el apoyo de un sistema de organización fortalecido. En pocas palabras, una autonomía política que nos diferencie y nos identifique claramente en la sociedad, en el movimiento y respecto a las otras corrientes ideológicas o políticas en el movimiento social.

(7) Esta autonomía no apunta a inaugurar un curso sectario de denuncias, de polémicas o de operaciones “entristas” dirigidas a logros a corto plazo. Parte de la tradicional comprensión, característica de nuestra corriente marxista revolucionaria, de la relación entre el movimiento de masas y el partido: (i) el respeto por la autonomía y la democracia interna de los movimientos, lo que significa igualmente una comprensión de sus sensibilidades y  mecanismos de funcionamiento específicos, y (ii) el rechazo del concepto de una vanguardia esclarecida y arrogante, que actúa de una manera parásita o somete al movimiento.

Entre ser un simple acompañante del movimiento, por un lado, y la autoafirmación sectaria-ideológica, parasitaria del movimiento, por otro, existe otro camino que nos diferencia de las corrientes radicales sectarias que se enganchan de los jóvenes que buscan opciones revolucionarias fuertes y de compromiso militante. Nuestra respuesta no puede ser la misma.

(8) Pero nuestro mayor problema no es el sectarismo, sino más bien en un comportamiento político y organizativo que subvalora o diluye la organización marxista revolucionaria. Debemos corregir esto en tres planos combinados:

- Una orientación, perfil y comportamiento político independiente de los movimientos

- Una intervención más visible y más coherente

- Una coordinación interna más fuerte

(9) Necesitamos un fortalecimiento de una estructura de dirección internacional que apunte a cubrir las tareas descritas arriba.

La reforma de los Estatutos, que se apoya en nuestra experiencia de los últimos años, provee una base coherente, que favorecerá a la vez el debate continuo, abierto y crítico en la instancia central, el Comité Internacional, y el papel del Buró Ejecutivo, como centro activo de coordinación del trabajo.

El CI (antiguo CEI) deberá continuar jugando su papel de centro de gravedad de un debate continuo y contradictorio (entre posiciones contrapuestas). Este debate es mucho más libre en tanto que los estatutos reconocen una autonomía a las secciones que no impone ninguna obligación de asumir las decisiones adoptadas por la mayoría del CI. Y es más abierto producto de la presencia, en el CI, de organizaciones externas que participen en nuestras discusiones sin compromiso organizativo alguno con nosotros. El BE tendrá la tarea clave (además de la dirección cotidiana en los niveles de la administración, de las finanzas, de la prensa, de los contactos internos y externos) de construir vínculos más fuertes con y entre las organizaciones nacionales, y con los cuadros de las organizaciones. Esto valdrá en el plano de la elaboración, de la iniciativa, de la coordinación y de las tomas de posición públicas. El desarrollo de la prensa de la Internacional (revistas, boletines electrónicos, pagina web) es una prioridad.

Esto implica, para el BE, aprovechar la situación más saludable de varias secciones nacionales para fortalecer el Buró con camaradas integrados en direcciones de organizaciones nacionales (en particular europeas, gracias a la proximidad geográfica).

Más aún, el BE tendrá que construir o fortalecer el papel de las estructuras de trabajo, algunas a escala europea, otras más claramente internacionales (trabajo de empresas, redes-mundialización, mujeres, jóvenes, trabajo de base).

De acuerdo al desarrollo de la dimensión regional / continental del capitalismo mundializado, habrá que contemplar estructuras de trabajo según las condiciones concretas (Europa, América Latina, Asia). Dado el desarrollo de la UE como estructura para-estatal, una tarea específicamente europea consiste en erigir una real dirección europea lista para responder a las múltiples necesidades impuestas por el marco de la UE, desarrollando el peso y el ritmo de las actuales instancia (BPs europeos, Secretariado europeo).

Todas esas estructuras deben jugar a la vez un papel de coordinación, de iniciativa y también de elaboración política colectiva sobre las múltiples cuestiones del mundo actual. Deben permitir igualmente desarrollar y construir organizaciones nacionales y fortalecer los vínculos entre sus direcciones.

La Comisión de mujeres se encargará especialmente de asegurar :

- una presencia feminista y la publicación de los artículos de mujeres en nuestra prensa internacional;

- una formación feminista en el marco de la escuela internacional;

- una ayuda a las secciones apuntando introducir una política de acción positiva;

- una colaboración estrecha para integrar la perspectiva feminista en nuestro trabajo altermundialista y de inmigración/ antiracismo con las estructuras correspondientes.