PALESTINA EN LUCHA
http://www.rebelion.org/sociales/herramienta180801.htm
18 de agosto del 2001
Gilbert Achcar
Herramienta
La tesis predominante sobre el enfrentamiento militar –extremadamente desigual y cuyo escenario es desde hace varias semanas Jerusalén y los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania– afirma que los "extremistas de ambos bandos" pudieron más que los "acuerdos" de Oslo y de Washington de 1993 y remataron el "proceso de paz" que resueltos y sabios dirigentes palestinos e israelíes habrían intentado llevar valientemente a buen término bajo los benévolos auspicios del presidente Clinton. La verdad es muy distinta.
La provocación calculada
del general Sharon forma parte de una división del trabajo bien sincronizada
entre halcones y palomas, cuyo fin ha sido atenazar con más fuerza a las masas
palestinas. Es la continuación de múltiples nuevas colonias y de la anexión
progresiva de Jerusalén Este. A principios de octubre se levantaron los
palestinos de Gaza y Cisjordania, y también los palestinos que son ciudadanos,
de segunda fila, del Estado de Israel. Este levantamiento no estaba en el
programa y terminó por destruir definitivamente esta inicua "paz de los
gobernantes", con la que concluye el artículo de Gilbert Achcar que
ofrecemos a continuación.
La contribución de
Gilbert Achcar aporta elementos indispensables sobre los orígenes y la
naturaleza del Estado de Israel, sobre los orígenes y los objetivos del "plan
de paz" y el papel atribuido a Yasir Arafat y a la OLP como fuerza
mercenaria llegada del exterior para intentar imponer esta "paz"
contra los palestinos del interior, tanto los de Gaza y Cisjordania como los de
Israel. El artículo que se publica aquí es una versión abreviada de otro
artículo mucho más largo que, bajo el título de "El sionismo y la paz, del
plan Allon a los acuerdos de Washington", apareció en el número 114 de la
revista L'Homme et la Société en octubre-diciembre de 1994. El título y los
subtítulos de esta versión abreviada fueron escogidos por la redacción de Carré
Rouge, que agradece a L'Homme et la Société la autorización dada al autor para
dar a conocer lo esencial de su contenido a una nueva generación de lectores.
Gilbert Achcar**
De vuelta sobre los
orígenes: un Estado confesional y una ocupación colonial
Durante la
declaración de la independencia de Israel, el 14 de mayo de 1948, David Ben
Gurión proclamó que el nuevo Estado "garantizará la más completa igualdad
social y política a todos sus habitantes, sin distinción de religión, de raza o
de sexo". Sin embargo, la declaración de independencia estaba situada bajo
el estigma del "Estado judío", objetivo central del movimiento
sionista mundial. No era simplemente el Estado de Israel el que se proclamaba,
sino "un Estado judío en tierra de Israel que llevará el nombre de Estado
de Israel", y que "estará abierto a la inmigración judía y a los
judíos que vengan de todos los países por los que estén dispersos".
La contradicción
entre el igualitarismo esgrimido y la discriminación implícita era inherente al
proyecto sionista de colonización, al establecerse sobre un territorio ya
habitado por una población no judía.1 Tal y como lo ha dicho Maxime Rodinson, "querer
crear, en el siglo xx, un Estado puramente judío o con dominio judío en la
Palestina árabe, sólo podía llevar a una situación de tipo colonial con el
desarrollo (totalmente normal, sociológicamente hablando) de un Estado de
espíritu racista y, al final, a un enfrentamiento militar de las dos etnias".
A partir de entonces era inevitable que "los colonos de la Jewish Company"
(la expresión es de Théodoro Herzl) [1] establecieran su propio Estado
desalojando a los autóctonos, antes de poder mostrarse generosos con sus
eventuales huéspedes: "Si se encontraran entre nosotros fieles
pertenecientes a otras religiones o a otras nacionalidades, les garantizaríamos
una protección honorable y la igualdad de derechos. Europa nos ha enseñado la
tolerancia". [2] Esta tensión entre la profesión de fe democrática y el
proyecto real colonialista caracterizaría el pensamiento de Ben Gurión,
discípulo de Herzl y realizador de su proyecto. Así, el fundador del Estado de
Israel podía afirmar, en 1937, que "los habitantes árabes de Palestina
deberán gozar de todos los derechos cívicos y políticos, no sólo como
individuos, sino también como grupo nacional, igual que los judíos"; para
hacer a continuación esta confesión: "Si fuera árabe… me rebelaría aún más
vigorosa, amarga y desesperadamente contra la inmigración que un día ubicará a
Palestina y todos sus residentes árabes bajo el poder judío". [3]
Sabemos que, incluso
dentro las fronteras delimitadas por el plan de partición adoptado por la ONU
en 1947, el Estado "judío", [4] en el plano demográfico, no lo era
más que en un 55%. Lo habría sido todavía menos con las fronteras posteriores a
la guerra de 1948 (650.000 judíos y 877.000 árabes), a pesar del éxodo masivo
de los palestinos (710.000), que huían del terror y de los combates. Se han
discutido mucho las razones de este éxodo. [5] Pero, tal y como lo ha dicho
Paul Chagnollaud, "en cierta manera, hoy esta cuestión ya casi no tiene
interés, porque, en definitiva, el problema ya no es saber por qué se fueron,
puesto que sabemos perfectamente por qué no han podido volver". [6]
Por medio de un
implacable "efecto trinquete", el nuevo Estado impidió a los
refugiados palestinos regresar a sus tierras y a sus viviendas (que serán
masivamente destruidas, y algunos pueblos enteramente arrasados), impedidos de
volver (la noción de vuelta es, en este caso, indiscutible) a su territorio
secular, territorio "abierto a la inmigración judía". Por el
contrario, la ley del Retorno de 1950 acordaba automáticamente la nacionalidad
israelí a cualquier nuevo inmigrante, con la condición de que fuese "judío",
siguiendo una definición que inexorablemente debía reducirse al criterio
religioso más obtuso. [7] Así, por una cruel ironía de la historia, el
movimiento sionista –al huir de un horroroso antisemitismo europeo que erigió
la filiación religiosa confesional en factor de discriminación "racial–
acabó por establecer un Estado fundado sobre una discriminación que toma como
referencia el mismo criterio confesional, con una interpretación religiosa más
restrictiva. Y por esta misma lógica inexorable, los sionistas "socialistas"
del partido de Ben Gurión acabaron por convertir en obligatorios los cursos de
religión en las escuelas. [8]
A menudo se ha
ironizado sobre el sorprendente contraste entre la realidad del Estado de
Israel y la firme voluntad proclamada por Herzl, en su manifiesto sionista, de
impedir al clero (¡y al ejército!) "inmiscuirse en los asuntos del Estado".
[9] Ahora bien, el mismo Herzl, en el mismo escrito, traicionaba la lógica confesional
de su posición cuando describía la organización de la inmigración: "Cada
grupo tendrá su rabino, que vendrá con su comunidad (…). Los grupos locales se
formarán alrededor de los rabinos: tantos rabinos, tantos grupos (…). No hay
ninguna necesidad de convocar reuniones especiales que se perderían en
palabrerías. Los rabinos tomarán la palabra durante los servicios religiosos.
Es necesario que sea así. Nosotros sólo reconocemos nuestra pertenencia
histórica a la comunidad a través de la fe de nuestros padres, porque hemos
adoptado desde hace mucho tiempo, y de forma indeleble, las lenguas de las
diferentes naciones que nos acogieron". [10]
Alain Dieckhoff, en
una obra brillante, que no está exenta de ambigüedades y de contradicciones en
su intento de subrayar la "modernidad política" del sionismo, [11]
tropieza al explicar la patente carencia de éste en materia de laicidad.
Atribuye esta carencia principalmente a la persistencia, dentro del sionismo,
de una "ardiente aspiración a la vida comunitaria" (págs. 121-122),
explicación cuasi tautológica. Con todo, el autor muestra cómo esta carencia es
inherente a la doctrina sionista de la "nación judía", a cuya "invención"
consagra su libro sin por ello cuestionar el postulado. Ahora bien, sólo el
postulado panjudaico explica por qué "el criterio religioso era,
finalmente, el único que podía trazar de manera precisa los contornos de la
nación judía, al ser demasiado vagos los demás parámetros (culturales,
subjetivos…)" (pág. 58). La insuficiencia de este criterio para cimentar
un nacionalismo es lo que llevó al sionismo a "inventar" una
verdadera nueva nación, la nación israelí (que Dieckhoff ni siquiera menciona),
fundada sobre una lengua nueva-antigua –el hebreo moderno– y sobre la
destrucción, por asimilación, de las peculiaridades nacionales originales de
los inmigrantes, la lengua yídish en primer lugar.
A la convergencia
entre el sionismo político y el sionismo religioso más tradicionalista [12] se
sumó otra tan ineluctable. Al releer la obra de Herzl en 1946, Hannah Arendt
subrayaba hasta qué punto "el estado de espíritu" del fundador del
movimiento sionista estaba cercano al de su entorno antisemita y se inspiraba
en la tradición del nacionalismo alemán. [13] Este estado de espíritu común a
las corrientes dominantes del sionismo político llevaría a una convergencia, en
el ámbito del expansionismo armado, entre el sionismo "socialista" de
Ben Gurión y las posiciones de Jabotinsky, a quien el primero no dudaba en
comparar, a principios de los años treinta, con el fascismo y el hitlerismo.
[14] La política de potencia, la Machtpolitik, estaba inscrita incluso en la
lógica del proyecto de "Estado judío" desde el momento en que se
trataba de establecer en Palestina: sólo podía realizarse por medio de la fuerza.
En 1946, Judah
Magnes, partidario, junto con Marti Buber, de la coexistencia pacífica entre
árabes y judíos en una Palestina binacional, constataba con amargura que el
movimiento sionista había adoptado, en los hechos, el punto de vista de
Jabotinsky. [15] Cuarenta años después, Simha Flapan, antiguo dirigente del
Mapam, partido de la extrema izquierda sionista, al atacar la leyenda tejida
por el partido laborista en torno a la figura histórica de Ben Gurión, escribía
a este propósito en su obra póstuma: "(…) en lo que concierne a los
árabes, adoptó los principios fundamentales del revisionismo: la expansión de
las fronteras, la conquista de las zonas árabes y la evacuación de la población
árabe". [16]
Sobre el Estado
sionista, calificación mucho más rigurosa que la de Estado "judío",
uno de los veredictos más severos fue el que expresara, en 1959, un notable de
la comunidad judía americana, James P. Warburg: "Nada podía ser más
comprensible que el deseo de los judíos europeos, engendrado por siglos de
persecución y atizado por las inhumanas atrocidades nazis, de escapar para
siempre de la condición de minoría… Pero nada podía ser más trágico que ver la
creación de un Estado judío en el que las minorías no judías son tratadas como
ciudadanos de segunda clase, en el que ni la esposa cristiana de un judío, ni
sus hijos, pueden ser enterrados en el mismo cementerio que su padre. [17] Una
cosa es crear un refugio, muy necesario, para los perseguidos y los oprimidos.
Otra muy distinta es crear un nuevo nacionalismo chovinista y un Estado
fundado, en parte, sobre santurronería teocrática medieval y, en parte, sobre
el mito, explotado por los nazis, de la existencia de una raza judía".
[18]
Este Estado sionista
semirreligioso, fundado sobre una discriminación confesional, es
indiscutiblemente democrático para sus habitantes de ascendencia judía. Por
añadidura, los árabes palestinos poseedores de la ciudadanía israelí, aunque
ciudadanos de segunda categoría en muchos aspectos, gozan también,
indiscutiblemente, de más derechos políticos que los habitantes de los estados
árabes. Lo que ofrece un ejemplo más de que no existe una antinomia entre la
democracia política formal y la existencia de una discriminación fundadora del
demos. [19] De ahí la posibilidad de una ideología sionista del "Estado
judío y democrático", desarrollada por Ben Gurión.
En cuanto a la
plausibilidad de esta ideología respecto al universalismo igualitario
proclamado en 1948, se ve condicionada precisamente por la existencia de una
mayoría judía asegurada en el seno del demos, que oculta el hecho de que ha
sido establecida por denegación discriminatoria a los autóctonos de un derecho
elemental al regreso. El mantenimiento de una minoría de ciudadanos no judíos
dentro del demos israelí se muestra, entonces, como la prenda indispensable,
por no decir la coartada, de la democracia sionista y de su ostentado
universalismo, con la condición expresa de que esta minoría permanezca muy
minoritaria y no pueda cuestionar la "judeidad" del Estado.
Tal es el sentido de
la oposición de Ben Gurión y de sus discípulos al programa de la derecha
sionista, que preconiza la extensión de las fronteras del Estado "judío"
por anexión pura y simple del conjunto de la Palestina bajo mandato británico,
si no de las dos orillas del río Jordán, aunque tuviera que englobar a una gran
masa de árabes y acomodarse a una discriminación política intra muros,
desdeñando el mito [20] del Estado democrático. "El partido laborista
–escribía Simha Flapan– presenta las ideas y estrategias de Ben Gurión como el
otro término de la alternativa ante la concepción propia del Likud del Gran
Israel, cuando afirma que rechaza totalmente la dominación sobre otro pueblo y
que se sujeta incondicionalmente a la preservación del carácter judío y democrático
del Estado." [21]
El dirigente del
Mapam añadía a este comentario: "Efectivamente, se podría concebir la idea
de una sociedad judía democrática que pudiera ofrecer tal alternativa si
estuviera libre del impulso de expansión territorial, por la razón que sea:
histórica, religiosa, política o estratégica. Pero lo cierto es que Ben Gurión
ha edificado su filosofía política precisamente sobre estos dos elementos
contradictorios: una sociedad judía democrática sobre el conjunto, o la mayor
parte, de Palestina". [22]
Ben Gurión no
ocultó, efectivamente, que sólo aceptaba la partición como medida táctica, a
título provisional, y que su objetivo era "toda Palestina". [23] La
motivación de su expansionismo era conseguir el espacio necesario para el
proyecto sionista original de reagrupar en Palestina a la mayor parte de los
judíos del mundo, proyecto que colocó siempre por encima de toda consideración.
Además, el desacuerdo entre los herederos de Jabotinsky y los de Ben Gurión no
se manifestó nunca sobre el trazado deseable de la frontera oriental del Estado
sionista: todos estaban de acuerdo en querer que llegara hasta el Jordán y el
mar Muerto, aunque sólo fuera por razones de "seguridad". [24]
El desacuerdo apunta
sobre todo sobre la manera de arreglar en este marco el problema demográfico,
de manera tal que se preservara la "judeidad" del Estado (la
preocupación de los laboristas será preservar al mismo tiempo su reputación
democrática, cuestión vital para un Estado tan dependiente de la ayuda
exterior). Así pues, es asaz significativo que el primer gobierno de coalición
que reagrupa al conjunto de los tradicionalistas y religiosos (representados
por Manahem Begin) y los socialistas se formara en vísperas de la guerra de
junio de 1967 y en previsión de ésta. A continuación, cuando el Estado de
Israel se apoderó del resto de la Palestina bajo mandato británico, las
divergencias entre fracciones sionistas volvieron a recobrar toda su agudeza.
El dilema de las
conquistas territoriales de 1967 y el plan Allon
Contrariamente a lo
que sucediera en 1948, en 1967 la gran mayoría de la población palestina de
Cisjordania y Gaza se aferró a su territorio a pesar de la ocupación militar.
Los dirigentes sionistas se vieron enfrentados a un verdadero dilema: habiendo
alcanzado su objetivo de desplazar la frontera oriental de su Estado hasta el
Jordán, se encontraban con una vasta población árabe-palestina bajo su control.
En estas condiciones, la anexión pura y simple del conjunto de los territorios
palestinos nuevamente ocupados se volvía impracticable: si otorgaba la
ciudadanía israelí a sus habitantes, ponía en peligro el carácter judío del
Estado sionista; si rechazaba esta ciudadanía, hipotecaba su carácter
democrático. [25] Las preocupaciones del establishment laborista askenazi
fueron resumidas con gran franqueza por Saul Friedländer: "Ante la
presencia de una vasta población árabe dentro de Israel, se puede concebir el
fortalecimiento de las tendencias extremistas judías, que sugerirían tanto
motivos económicos como religiosos o nacionales para exigir la expulsión de
todos los árabes o la aplicación de un régimen de apartheid. Si se impusieran
estos elementos, el Estado judío se escindiría del mundo y de los mismos judíos
de la diáspora. En fin, si bien es probable que, con el contacto con una vasta
población árabe, los judíos 'orientales' tendrían tendencia a integrarse más
rápidamente en el seno de la población 'occidental' para distinguirse de los
árabes, tampoco se puede excluir que los elementos más pobres de entre ellos se
vieran atraídos por el proletariado árabe en el ámbito cultural y social. La
población árabe podría entonces convertirse en un elemento activo de
desintegración de la sociedad judía".
Lógicamente, la
única solución que permitía a la vez permanecer sobre la orilla oriental del
Jordán y preservar el "Estado judío", así como la reputación
democrática, era adjudicar a las zonas de alta densidad demográfica palestina
(excepción hecha de Jerusalén Este, anexionada de entrada por razones
ideológicas) el régimen de enclaves dentro de las nuevas fronteras del Estado
de Israel. [26] Fue Yigal Allon, mascarón de proa del establishment
político-militar y de la izquierda laborista, quien elaboró este proyecto de
arreglo conocido con el nombre de plan Allon. [27] Lo expuso en el gobierno de
Levi Eshkol, del que era viceprimer ministro, a principios de julio de 1967. Es
útil citar al autor mismo del plan para esclarecer las consideraciones:
"La solución
territorial debe responder a tres imperativos fundamentales: a) los derechos
históricos del pueblo israelí sobre la tierra de Israel; b) un Estado con
mayoría judía preponderante sobre el plano nacional, y democrático, sobre el
plano político, social y cultural; c) fronteras defendibles". [28] Más
lejos escribe todavía: "por consiguiente, si hay que elegir entre un
Estado binacional de facto con más territorio y un Estado judío con menos
territorio, yo opto por la segunda eventualidad, con la condición de tener
fronteras defendibles. Esta alternativa es implacablemente clara. Si
incorporáramos a Israel todos los territorios con fuerte densidad árabe, dando
a sus habitantes todos los derechos cívicos, ya no tendríamos un Estado judío.
Si los anexionamos, rechazando estos derechos a sus habitantes, dejaríamos de ser
una sociedad democrática. Pero nosotros queremos a la vez un Estado judío –con
una minoría árabe que goce de igualdad de derechos– y una sociedad democrática
en el sentido pleno del término". [29]
A la luz de estos
imperativos, Allon preconiza la adquisición definitiva, por parte de Israel, de
una franja fronteriza de unos quince kilómetros de ancho a lo largo del río
Jordán, que se extienda al oeste del mar Muerto hasta las inmediaciones de
Hebrón, así como la adquisición, además de la vieja ciudad de Jerusalén, de su
flanco oriental hasta el río, de tal suerte que se redujeran los territorios
palestinos de Cisjordania a dos enclaves separados al norte y sur de la "ciudad
santa", conectados por un estrecho pasillo. [30]
En cuanto al sector
de Gaza, Allon defendía no restituirlo a Egipto y vincularlo a los enclaves
cisjordanos, como acceso al mar "con derechos de circulación, pero sin
crear un corredor", a la vez que se mantenía el control del sur del sector
como forma de filtrar el acceso al Sinaí egipcio.
Al preconizar la
rápida restitución de ciertos territorios, a Yigal Allon no le movía, en manera
alguna, algún tipo de generosidad internacionalista o pacifista. Cuando formuló
su plan, es decir, inmediatamente después de la guerra de 1967, los territorios
concernidos acababan apenas de ser conquistados. Los pacifistas israelíes, las
verdaderas "palomas", proponían la devolución cuasi íntegra a cambio
de tratados de paz con los estados árabes. [31] El plan Allon preveía, por el
contrario, una ocupación prolongada y un proceso de anexión por medio de
requisición de tierras y creación de implantaciones, para ocupar físicamente el
territorio que él trataba de adquirir definitivamente.
Fundamentalmente, el
plan Allon era, pues, un plan de colonización y de anexión parcial, concebido
en nombre del "compromiso territorial", a diferencia de la anexión
íntegra, defendida por la derecha sionista. La diferencia entre ésta y los
laboristas partidarios del plan Allon no era entre halcones y palomas, sino "más
bien entre buitres y halcones", a ojos del internacionalista radical Eli
Lobel. [32] El plan Allon era, sin embargo, más coherente y realista que las
intenciones del Likud. Habiendo accedido al poder en 1977, este partido no se
atrevió entonces a ir hasta el final de su programa, y se enredó en las
sutilezas de un proyecto de autonomía palestina extraterritorial, que nunca
convenció a nadie. Así pues, el plan de los laboristas se impuso de hecho como
línea de conducta fundamental del Estado sionista en los territorios de 1967,
incluso bajo el Likud, quien, a pesar de haberlo enmendado a su manera, no por
ello dejó de reforzar sus disposiciones esenciales. [33]
En cuanto a la
suerte última de los enclaves palestinos, Yigal Allon casi no se pronunciaba
por razones de prudencia táctica elemental. En la medida en que su plan era
precisamente un proyecto de largo aliento, era necesario dejar que el tiempo
hiciera su trabajo y conseguir al final un interlocutor árabe dispuesto a
colaborar en el arreglo dictado por Israel [34] con, no obstante, la autoridad
requerida para ser creíble. La creación de un Estado palestino, es decir, de
una entidad que goce de los atributos de la soberanía político-militar, al
haber sido siempre categóricamente rechazada por el conjunto del establishment
sionista, las tres posibilidades contempladas para los enclaves eran:
restituirlos a la Jordania del rey Hussein, federarlos con ésta o constituirlos
como "entidad autónoma".
La importancia del
factor palestino, que percibieron bien, para cualquier arreglo creíble, empujó
a los sucesivos gobiernos israelíes a buscar interlocutores palestinos. En
1977, Yigal Allon no excluía, con relación a esto, ninguna hipótesis, incluso
la de tratar con la OLP si ésta pedía perdón. Estas intenciones adquieren hoy
un valor premonitorio: "Por supuesto, si la OLP dejara de ser la OLP,
podríamos dejar de considerarla como tal. O si el tigre se transformara en
caballo, podríamos montarlo. En ese caso, tendríamos derecho a titulares de
primera página a nuestro favor". [35]
Los acuerdos de Oslo
y de Washington de 1993
Los titulares de
primera página efectivamente se daban cita el 13 de septiembre de 1993. Los
medios de comunicación fingieron la sorpresa total, como si un nuevo milagro
hubiera ocurrido en una tierra que, es verdad, había visto tantos otros. Sólo
las voces discordantes de algunos críticos del acuerdo y buenos conocedores de
la materia, a la manera de Edward Said, Noam Chomsky o Meron Benvenisti, [36]
se permitieron recordar que los acuerdos firmados sobre el césped de la Casa
Blanca sacaban a flote una versión, puesta al día, del plan Allon. ¿De qué se
trataba exactamente?
No hay duda de que
los textos que se hicieron públicos, es decir, las cartas, la declaración de
principios y sus cuatro anexos, así como el memorando, [37] concuerdan
perfectamente con las líneas maestras del plan formulado en 1967. Ninguna de
las disposiciones de los acuerdos de Washington contradice, de la manera que
sea, lo que ha sido desde hace más de un cuarto de siglo el programa practicado
por los laboristas israelíes en Cisjordania y Gaza. Se constatará holgadamente
al examinar algunos puntos clave de estos documentos (sin entrar en todos los
aspectos de la cuestión, especialmente en los aspectos económicos). [38]
Empecemos por el que
ha sido percibido como el acontecimiento más espectacular, a saber, el "reconocimiento
mutuo". La carta de Yasir Arafat se dirige al primer ministro israelí: "La
OLP reconoce el derecho del Estado de Israel a vivir en paz y en seguridad"
y "acepta las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU".
La principal de
estas resoluciones, la 242 (de noviembre de 1967), que el Estado de Israel
suscribió desde el principio, había sido rechazada durante mucho tiempo por la
OLP porque no hacía ninguna mención del derecho de los palestinos al regreso y
a la autodeterminación, y ratifica el principio de "fronteras seguras",
interpretado por Israel como que justifica su partición y sus reivindicaciones
territoriales. [39] A cambio de esta concesión, la OLP no obtuvo, sin embargo,
ninguna mención del derecho de los palestinos a la autodeterminación o al
regreso (en los acuerdos sólo se encuentra la muy vaga fórmula de los "derechos
legítimos".
La carta de Arafat
afirma que "la OLP renuncia a recurrir al terrorismo y a cualquier otro
acto de violencia y asumirá su responsabilidad sobre todos los miembros y
personal de la OLP con el fin de garantizar su aceptación, prevenir las
violaciones y sancionar a los infractores". Como se aplicaba únicamente al
personal de la OLP, este repudio de la violencia, y el compromiso de reprimirla
frente a una ocupación que, sin embargo, se mantenía, no le bastó al gobierno
israelí. En una segunda carta dirigida al ministro noruego Holst y adjuntada a
la primera, "la OLP anima y llama al pueblo palestino de Cisjordania y de
la franja de Gaza a formar parte de las medidas que conduzcan a la
normalización, rechazando la violencia y el terrorismo…".
Con la primera
afirmación de su carta a Itzhak Rabin, Arafat repudiaba el programa fundamental
de la OLP (la liberación de Palestina). Lógicamente, él deducía que "los
artículos y los puntos de la Carta palestina que niegan el derecho de Israel a
existir, así como las cláusulas de la Carta que están en contradicción con los
compromisos de esta carta son, desde ahora, inoperantes y no válidos". O
lo que es decir, en realidad, que la misma Carta ya no era válida. El tigre se
transformó completamente en caballo con relación a los criterios israelíes; a
partir de entonces podía ser montado a horcajadas. La carta de Rabin se dirige,
ella, al ministro noruego y no a Arafat: "a la luz de los compromisos de
la OLP (…) el gobierno de Israel ha decidido reconocer a la OLP como el
representante del pueblo palestino (…)"; sin ninguna mención de derechos.
La declaración de
principios preveía "establecer una autoridad palestina interina autónoma,
el consejo elegido por los palestinos de Cisjordania y de la franja de Gaza,
por un per{iodo transitorio que no exceda los cinco años, de cara a un arreglo
permanente fundado sobre las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad"
(art. 1). La autoridad palestina "autónoma" ejercerá sus
prerrogativas en los territorios que el ejército israelí tendrá a bien evacuar.
El acuerdo especifica que serán determinados en función del principio de
retirada de los territorios con fuerte densidad árabe, lo que estaba en el
centro del plan Allon:
"(…) se
efectuará un despliegue de fuerzas militares israelíes en Cisjordania y en la
franja de Gaza (…). Durante el despliegue de sus fuerzas militares, Israel se
guiará por el principio según el cual las fuerzas en cuestión deben desplegarse
por fuera de las zonas pobladas" (art. 13).
Por supuesto,
Jerusalén Este, oficialmente anexionada por Israel después de 1967, no se
encontraba concernida. [40] Además, no sólo el acuerdo no preveía ningún
desmantelamiento de colonias, sino que garantizaba a los colonos y otros
israelíes un verdadero "régimen de capitulaciones", por medio del
cual ellos no dependían de la jurisdicción de la autoridad palestina sobre su
propio territorio. Ésta es responsable solamente del control de los palestinos,
y ello por medio de su policía. No dispondrá de ejército, siendo garantizada su
defensa exterior por Israel (sic), cuyo ejército podrá circular libremente por
territorio "autónomo". [41]
"Con el fin de
garantizar el orden público y la seguridad interna de los palestinos de
Cisjordania y de la franja de Gaza, el Consejo establecerá una potente fuerza
de policía mientras que Israel conservará la responsabilidad de la defensa
contra las amenazas del exterior, así como la responsabilidad de la seguridad
global de los israelíes, para salvaguardar su seguridad interna y el orden
público." (art. 8).
Al tratar la primera
fase de la aplicación de los acuerdos sobre la franja de Gaza y la región de
Jericó, se precisa en el memorando que "después de la retirada israelí,
Israel permanecerá como responsable de la seguridad externa, así como de la
seguridad interna y del orden público de los israelíes y en los asentamientos.
Las fuerzas militares y los civiles israelíes podrán continuar utilizando
libremente las carreteras de la franja de Gaza y de la región de Jericó".
Así, el marco
general previsto por los acuerdos de Washington es claramente el del plan
Allon: retirada israelí de las zonas árabes pobladas, con excepción de
Jerusalén Este, y despliegue en el resto de los territorios palestinos ocupados
en 1967, con mantenimiento de los asentamientos; constitución de los enclaves evacuados
en entidad palestina autónoma infraestatal, sin otros medios militares que los
de la represión interna; control israelí de los accesos a estos enclaves, y
especialmente de los puntos de paso hacia Egipto y Jordania (confirmado
posteriormente por los acuerdos de El Cairo).
Claro es que, en
1993, se trataba de arreglos interinos, a la espera de un estatuto permanente,
que debería ser definido, a más tardar, en los cinco años siguientes. Pero
realmente era creer en los milagros imaginar que, al cabo de cinco años de
montaje de la configuración prevista por el plan Allon, el Estado sionista,
como conmovido por el favor, decidiría evacuar el resto de Gaza y de
Cisjordania, incluso Jerusalén, para dejar sitio a un Estado palestino "independiente
y soberano". Sin embargo, era lo que prometía Arafat a quien quería
creerle. En realidad, si la OLP obtenía aunque sólo fuera el desmantelamiento
de algunas colonias consideradas superfluas desde el punto de vista "estratégico"
por el gobierno de Israel (es decir, las que se salían del marco del plan
Allon), debía considerarse satisfecha.
Meron Benvenisti,
especialista geopolítico israelí muy conocido, afirma que, en 1993, los
negociadores de la OLP admitieron de hecho dos principios: "ningún
asentamiento israelí será evacuado" y "los bloques de asentamientos,
al constituir una continuidad geográfica, quedarán bajo autoridad israelí".
[42] Según Bevenisti "estos bloques de asentamientos, que comprenden a la
mayoría de los asentamientos existentes, serán incorporados a Israel por medio
de una red de carreteras, sobre la que Israel tendrá el poder de desplegar
actividades de seguridad autónomas". Dividirán Cisjordania en "tres
cantones conectados entre sí por estrechos corredores". Además, "la
red de carreteras que comunica estos bloques de asentamientos transformará los
cantones palestinos en un puzzle que no dejará a la Administración (palestina)
ninguna autoridad". Los palestinos no podrán impugnar estos principios que
ya admitieron, concluye el autor.
Así pues, en 1993 el
plan Allon iba por buen camino para conseguir la consagración con la que
contaba: el reconocimiento internacional y árabe del hecho consumado israelí en
Cisjordania y Gaza; la paz a cambio de un "compromiso territorial"
que permitiera a Israel ejercer su soberanía directa o semidirecta sobre el
conjunto de la Palestina del mandato británico; la solución –algunos dirán la
liquidación– del problema palestino, con bajos costes, y la preservación del "Estado
judío y democrático", con el añadido de los titulares de primera página a
su favor de todos los medios de comunicación occidentales.
El papel reservado a
la OLP de Yasir Arafat
Sin embargo, hasta
el contexto histórico en que se ultimaron estos acuerdos da una significación
específica al papel reservado a la OLP de Yasir Arafat, una significación que
era, a lo sumo, una consideración de segundo orden para Yigal Allon. Para éste,
el argumento capital era demográfico, conforme a la composición de la población
israelí. Desde luego, no escapaba a la clarividencia del estratega sionista que
incluso el control de la población árabe de los territorios de 1967 podía al
final plantear un problema. [43] Pero el hecho es que hasta 1987, es decir,
hasta el desencadenamiento de la Intifada palestina, las tensiones dentro de
estos territorios habían podido mantenerse dentro de un margen aceptable para
el ocupante israelí. [44]
Durante la
elaboración del plan Allon, el problema principal era el de los palestinos del
exilio, organizados en la OLP, así como el "rechazo árabe", [45]
todavía ferviente al calor de la "guerra de los seis días". El tiempo
jugaba a favor de Israel, que desplegaba su estrategia territorial a golpe de
requisiciones y asentamientos ante la impotente exigencia árabe de que
restituyera totalmente las tierras ocupadas en 1967. Cuando el rey Hussein
aplastó el movimiento armado palestino en Transjordania, en 1970-1971, se
convirtió en un interlocutor potencialmente válido para el proyecto laborista,
al haber dado prueba ampliamente de sus aptitudes en materia de control de sus
súbditos. Fue entonces cuando formuló su proyecto de "reino árabe unido",
al presentarse como candidato a la recuperación de Cisjordania como provincia
federada. Sin embargo, el contexto árabe casi no le permitía lanzarse a una paz
por separado con el Estado sionista con las condiciones de éste, que fueron las
únicas ofrecidas por Israel a sus vecinos.
El asunto se
complicó cuando el monarca jordano se encontró aún más aislado inmediatamente
después de la guerra de 1973, en la que se abstuvo de participar. La OLP había
conseguido reconstituir su cuasi Estado en el Líbano y sustituía su maximalismo
nacionalista inicial por el programa del Estado palestino independiente en
Cisjordania y Gaza. [46] En 1974, la cumbre de Rabat con los jefes de Estado
árabes aprobó este nuevo programa de la central palestina y la consagró como "único
representante legítimo del pueblo palestino". Las negociaciones
árabe-israelíes (conferencia internacional de Ginebra, negociaciones militares
bilaterales), al darse a continuación de la guerra del Kippur-Ramadán, habían
relanzado la perspectiva del "arreglo negociado", pero después se
estancaron. El segundo intento de aplastar a la OLP degeneraría en una guerra
de quince años en el Líbano.
En 1977, la llegada
del Likud al poder en Israel anuló toda perspectiva de arreglo global: se daba
por excluido que la derecha sionista considerara cualquier tipo de compromiso
sobre el Golán o los territorios palestinos. Sólo el Sinaí escapaba a su
mística política; la neutralización del frente egipcio con la garantía
norteamericana podría reforzar, por otra parte, las ambiciones anexionistas del
Likud. La desbandada de Sadat desembocó en la paz por separado y la restitución
a Egipto de la vasta extensión desértica, con excepción de la franja de Gaza.
Las condiciones israelíes —desmilitarización y dispositivo de alerta bajo
control americano— garantizaban una perfecta seguridad para esta enorme "zona
tapón". El Likud se permitió entonces anexionar oficialmente el Golán, vaciado
desde 1967 el grueso de la población árabe; las consideraciones demográficas le
impidieron hacer otro tanto en Judea-Samaria y en Gaza.
La derecha sionista,
sin embargo, bregaba por la anexión: intensificación y extensión del proceso de
asentamientos; presiones de todo tipo para una expulsión progresiva de los
autóctonos; proyecto de autonomía palestina extraterritorial e intento de poner
en pie una red de colaboradores con este fin; esfuerzos para aumentar el flujo
de inmigración judía a Israel, como forma de consolidar la mayoría demográfica
judía sobre el conjunto de Palestina. Sin embargo, la invasión del Líbano, en
1982, desacreditó al Likud y puso en entredicho las relaciones entre Israel y
el padrino norteamericano. No obstante, había debilitado considerablemente a la
OLP, lo mismo que la paz con Egipto había abierto el camino para un arreglo
árabe-israelí.
Expulsado del
Líbano, Yasir Arafat había hecho elogios de la política de Ronald Reagan, se
había reconciliado con el rey Hussein y se había apresurado a reñir con Siria.
En su segunda salida del Líbano por mar (1983), se dirigió a El Cairo,
rompiendo así el boicot árabe oficial de Egipto. Después, en 1985, concertó un
acuerdo con el monarca jordano para participar en común en negociaciones con
Israel, lo que suscitó la disidencia de fracciones de izquierda de la OLP. Las
condiciones de un arreglo sobre el frente jordano-palestino parecían madurar
rápidamente por el lado árabe.
Todos contra los
palestinos del interior
Los laboristas
israelíes, cuando regresaron a los asuntos públicos en el marco de un gobierno
de coalición con el Likud, bajo la dirección de Simón Peres, tendieron la mano
al rey Hussein. Éste acentuó la presión sobre la OLP para acelerar el proceso,
y se creyó lo bastante fuerte como para proseguir sin ella. En la cumbre árabe
de Bagdag en 1987, la OLP estaba más marginada que nunca. Al final de este
mismo año explotaba la Intifada en Gaza y Cisjordania, trastocando las claves
de la situación. Por primera vez desde hacía veinte años, los palestinos del
interior se volvían incontrolables y ponían a Israel en una situación
extremadamente embarazosa. El rey Hussein, confesándose vencido, anunciaba
oficialmente su desistimiento con relación a Cisjordania. La OLP se volvía a
encontrar en posición de fuerza.
Simón Peres situaba
su campaña electoral bajo el lema del "compromiso territorial", con
una declarada invitación a la OLP a negociar con Israel. [47] Sin embargo fue
derrotado, mientras que la central palestina se plegaba, por su parte, a las
exigencias de la negociación con Estados Unidos, a falta de poder negociar con
un gobierno israelí dominado por el Likud. La situación se estancaba otra vez a
pesar de los esfuerzos norteamericanos, cuando sobrevino la crisis del golfo.
Al reforzar considerablemente el peso de Estados Unidos en la política
regional, la guerra de 1991 despejó el camino a la conferencia de paz
inaugurada en Madrid, al incluir por vez primera negociaciones directas entre
el gobierno israelí y una delegación amparada oficialmente por la OLP.
Para el Likud,
dirigido por Itzhak Shamir, sólo se trataba de temporizar para obtener el
beneplácito norteamericano que permitiera conseguir un préstamo de 10.000
millones de dólares. Israel necesitaba esta suma para poder absorber al millón
de inmigrantes previstos como consecuencia del derrumbamiento de la URSS. Para
Shamir esta providencial inmigración debía permitir la anexión de los
territorios de 1967 sin preocupación demográfica. Pero la Administración de
Bush no se dejaba engañar. Se guardó en sus manos el medio de presión
financiero, que fue un argumento clave de la campaña electoral victoriosa de
los laboristas israelíes en 1992, dirigidos por Itzhak Rabin.
Mientras tanto, las
formas tradicionales de lucha de la Intifada se habían apagado, cediendo el
paso a una radicalización palestina marcada por el irresistible ascenso del
movimiento integrista Hamas y la multiplicación de los actos de violencia que
pregonaba. Estos atentados lograron perturbar seriamente el sentimiento de
seguridad israelí en ambos lados de la frontera de 1967. Rabin intentó primero
reprimir a los integristas palestinos, al expulsar a varios centenares de ellos
hacia el Líbano en diciembre de 1992. La operación tuvo un efecto bumerán, al
reforzar considerablemente el prestigio de Hamas.
Por otra parte,
Rabin estaba convencido, y con razón, de que los palestinos del interior, los
de la delegación palestina en la conferencia de paz, al estar bajo la presión
de una población en proceso de radicalización, no estaban dispuestos a plegarse
a las exigencias del plan Allon y, aún menos, a comprometerse a reprimir la
lucha de los integristas. Sólo la burocracia palestina de la OLP en el exilio
podía consentir estas condiciones, tanto más porque estaba al borde de la
bancarrota, al haber cesado de financiarla las monarquías petroleras por su
actitud favorable a Irak en la crisis del golfo. Fue la razón por la que Rabin
y Peres decidieron entonces emprender negociaciones secretas y directas con un
Yasir Arafat que no pedía otra cosa. Estas negociaciones desembocarán
rápidamente en los acuerdos de Washington.
El recuerdo del
contexto histórico permite esclarecer el papel específico reservado a la OLP en
la aplicación actual de la fase final del plan Allon. La Intifada, y la
expansión de Hamas y de su lucha violenta en el interior —cuando las
organizaciones armadas del exilio palestino habían dejado de ser, desde hacía
mucho tiempo, una amenaza seria para la seguridad israelí—, le dieron una
importancia capital a una función que, a lo largo de los veinte primeros años
de ocupación israelí de Cisjordania y Gaza, podía parecer relativamente
benigna: el mantenimiento del orden en estos territorios y la represión de la
lucha armada antisionista. La apuesta de los laboristas israelíes fue que
Arafat y sus hombres eran los más aptos para cumplir con esta tarea.
Lo que explica,
particularmente, la excepción inédita hecha por el gobierno de Rabin a lo que
se podría llamar ley sionista del no regreso de los palestinos del exilio. Más
que negociar con los palestinos del interior lo que supuestamente era su
self-government, [48] el poder sionista decidió el destino de los territorios
de 1967 con un pequeño núcleo de dirigentes con base en Túnez, a espaldas de
los delegados del interior. Aceptó que una parte de la burocracia de la OLP,
ese pequeño aparato de Estado en el exilio, viniera a instalarse en Cisjordania
y Gaza para reunir bajo su mando a la población local. Aún más, aceptó que
miles de palestinos del exilio, soldados de unidades del muy reglamentado ELP
(Ejército de Liberación de Palestina) acompañaran a la burocracia de la OLP
para constituir el armazón de la fuerza de policía palestina. [49] En resumidas
cuentas, como lo observó Elias Sanbar: "Israel, Estado democrático para
sus propios ciudadanos, apuesta por un autogobierno palestino autoritario que
amordace a su propia oposición y evite cualquier efecto sorpresa que pueda
resultar de un cambio brusco, siempre posible, de su opinión pública".
[50] La masacre perpetrada en Gaza por los servicios de seguridad de la OLP el
18 de noviembre de 1994.
¿Paz de los
valientes o paz de los gobernantes?
Bajo la doble
aureola de la estrategia sionista definida por el plan Allon y de la misión
represora de la lucha antisionista atribuida a la OLP, la paz árabe-israelí
tomó un cariz muy distinto al de la idílica presentación que se hace
habitualmente. Más que parecerse a una "paz de los valientes" y a una
reconciliación entre los pueblos, se asemejaba a una paz entre gobernantes, concertada,
esencialmente, con las condiciones del vencedor israelí (una pax sionista, por
decirlo así). Vista por poblaciones árabes receptivas al discurso nacionalista
desde hacía decenios (hoy explotado por los integristas musulmanes), esta paz
tiene todas las posibilidades de ser percibida como una rendición, [51] que
remata el aplastamiento norteamericano de Irak.
¿No es esto acaso?
¿Cabe la menor duda sobre la dependencia directa entre la guerra del golfo y el
proceso de solución del conflicto árabe-israelí, inaugurado por George Bush en
Madrid y sellado por Bill Clinton en Washington? ¿Cómo no ver en los actuales
arreglos la puesta en marcha de un "nuevo orden árabe", anunciado
tras la estela del "nuevo orden mundial? El ciclo articulado en 1947 por
el rechazo árabe a atribuir al "Estado judío" la mitad del territorio
palestino, se acaba hoy con el reconocimiento árabe de este mismo Estado, que
tiene bajo su control la totalidad de este territorio, sin esperanza de retorno
para la mayoría de sus habitantes originarios.
Es lo que Yigal
Allon llamaba "la aceptación de la realidad". [52] Cuando la
aceptación sobreviene después de cuarenta y cinco años de rechazo de esta misma
realidad por su injusticia, se parece a una capitulación. Lúcido hasta el
final, Allon sabía perfectamente que esto no equivalía a una "revolución
de los corazones". Ésta no se encuentra aún en el lugar de cita, ni mucho
menos. Israel y Estados Unidos, sin embargo, habrán logrado desplazar la
tensión de la confrontación entre el Estado sionista y sus vecinos árabes al
enfrentamiento interno de los países árabes entre estados y movimientos
populares de protesta. Sin embargo, hasta que este último no sea
definitivamente resuelto hipotecará la "paz de los gobernantes".
* Este trabajo fue
publicado en el Nº [en blanco en el original] de la revista Carré Rouge, la
traducción del francés corresponde a Pepe Martín.
** Es maestro de
conferencias asociado en la Universidad de París VIII (Saint Denis), Profesor
asociado en la Universidad Americana de París, autor de La Nouvelle Guerre
froide. Le monde après le Kosovo. Actuel Marx Confrontation-PUF.
[1] L"État des Juifs,
París: La découverte, 1989, pág. 69.
[2] Ib., págs. 103-104: "Para
Europa, nosotros formaríamos allí abajo (en Palestina) un dique de contención
contra Asia, así como la avanzadilla de la civilización contra la barbarie"
(pág. 47).
[3] Shabtai Teveth:
Ben-Gurion : The Burning Ground, 1886-1948, Boston: Houghton Mifflin, 1987,
págs. 542 y 544.
[4] Cerca del 55% del
territorio de la Palestina bajo mandato británico fue atribuido al "Estado
judío", cuando los residentes judíos de este territorio solamente
constituían la tercera parte de la población total. Incluso aceptando que el
conjunto de los residentes –tanto los inmigrantes recientes como los
autóctonos– tuvieran los mismos derechos de soberanía sobre el territorio, el
plan de partición era claramente inicuo. De hecho, la ONU hacía suya la tesis
sionista del derecho de los judíos de la diáspora a la soberanía en Palestina. "Los
autores de esta partición veían esta relación demográfica desde una perspectiva
dinámica: la inmigración esperada debería permitir muy rápidamente que se
constituyera una mayoría judía." Jean-Paul Chagnollaud: "Palestine :
l"enjeu démographique", Revue d"études palestiniennes, 7, París,
primavera de 1983, págs. 27-29.
[5] Hoy destaca en este
debate la obra del historiador israelí Benny Morris: The Birth of the
Palestinian Refugee Problem, 1947-1949, Cambridge: Universidad de Cambridge,
1987.
[6] O. cit., pág. 31.
[7] Sobre los chuscos
debates en Israel relativos a la definición de la identidad judía, véase Akiva
Orr: The UnJewish State : The Politics of Jewish Identity in Israel, Londres:
Ithaca, 1981. Con relación a este tema, véase también: Nathan Weinstock: Le
Sionisme contre Israël, París: Maspero, 1969, págs. 310-319.
[8] Hasta el punto de que
la enseñanza de la religión judía será impuesta incluso a los árabes: "Al
final de sus estudios, el alumno árabe de un instituto de segunda enseñanza
sabe más sobre la historia del pueblo judío que sobre la de los árabes. El
Corán se estudia menos que la Torá". (Doris Bensimon y Eglal Errera:
Israéliens : Des Juifs et des Arabes, Bruselas: Complexe, 1989, pág. 443).
[9] Ib., pág. 103.
[10] Ib., pág. 80. La frase
que subrayamos oculta, y con razón, la especificidad del yídish, cuando la
aplastante mayoría de los judíos de Europa central y oriental practicaban esta
lengua.
[11] Alain Dieckhoff: L"invention
d"une nation : Israël et la modernité politique, París: Gallimard, 1993.
[12] Convergencia que se
tradujo, desde Herzl, por medio de la alianza entre las dos corrientes dentro
de la organización sionista mundial.
[13] "The Jewish State
: Fifty Years After-Where Have Herzl"s Politics Led?", en Gary Smith
(ed.): Zionism-The Dream and the Reality: a Jewish Critique, Nueva York: Barnes
& Noble, 1974, págs. 67-80 (traducción francesa en Hannah Arendt: Penser l"événement,
París: Belin, 1989).
[14] Véase Shabtai Teveth,
o. cit., en particular el cap. 26. Los encuentros entre Ben Gurión y Jabotinsky
y su acuerdo de 1934 (que abortó la oposición de la izquierda sionista) fueron
ocasión de que los dos hombres constataran su "común estado de espíritu"
(like-mindedness, Teveth: cap. 29, pág. 482). Fue la fracción Rafi de Ben
Gurión quien impuso, en 1967, la integración del Gahal de Menahem Begin en el
gobierno de unión nacional. Sobre la convergencia entre Ben Gurión y
Jabotinsky-Begin, véase Mitchell Cohen: Zion & State : Nation, Class and the
Shaping of Modern Israel, Nueva York: Basil Blackwell, 1987 (traducción
francesa: Du rêve sioniste à la réalité israélienne, París: La Découverte,
1990).
[15] "A Solution
through Force ?", en Gary Smith (ed.): o. cit., págs. 109-118.
[16] The Birth of Israel :
Myths and Realities, Nueva York: Pantheon, 1987, pág. 37.
[17] Alusión al caso del
entierro de Joseph Steinberg, hijo de padre judío y de madre cristiana, que
saltó a las primeras páginas de los periódicos en 1958.
[18] Citado en Gary Smith,
ib., pág. 131.
[19] Conjunto de individuos
que forman una unidad política (N. del T.).
[20] En el sentido en que
lo describe Élise Marientras en Les mythes fondateurs de la nation américaine
(Los mitos fundadores de la nación americana) (Bruselas: Éditions Complexe,
1992). Se sabe, por otra parte, que los mitos fundadores de la nación israelí
imitan a estos últimos, hasta el punto de que puede descubrirse una dimensión
narcisista en la admiración mutua entre las dos naciones.
[21] O. cit., pág. 234.
[22] Ib., pág. 236. Es el
autor el que subraya.
[23] Véase Shabtai Theveth:
o. cit., caps. 34 y 35, así como la página 853. Haïm Weizmann compartía el
mismo criterio (véase Norman Rose: Chaim Weizmann, a Biography, Nueva York:
Viking, 1986, págs. 320-330): se trataba, decía él, "de obtener un punto
de apoyo sobre el que colocar una palanca (…) dejando los problemas de la
expansión y de la extensión a futuras generaciones" (pág. 323).
[24] Al argumento del
espacio vital y a las remisiones a la Biblia se añadirá, después de 1949, la
motivación por la seguridad, o motivación "estratégica", que será la
que predomine para el establishment político-militar israelí, y cuyo argumento
clave será la estrechez de la franja de territorio que, entre el Mediterráneo y
la ex frontera cisjordana (la "línea verde"), reagrupa a la mayoría
de los israelíes.
[25] Saul Friedländer:
Réflexions sur l"avenir d"Israël, París: Seuil, 1969, pág. 146.
[26] Al estar este artículo
dedicado a la solución que al final se impuso, no es éste el lugar de describir
los diferentes puntos de vista que, en Israel, se enfrentaron en el debate
sobre la suerte de los territorios de 1967. Con relación a lo más
inmediatamente posterior a 1967, véase Éli Lobel: Les Juifs et la Palestine (publicado
junto con Sabri Geries: Les Arabes en Israël), París: Maspero, 1969, págs.
36-54 ; y Peretz Merhav: La Gauche israélienne, París: Anthropos, 1973, caps.
24 y 25. Para el estado más reciente de este mismo debate, véase Louis-Jean
Duclos: "La question des frontières orientales d"Israël", en
Revue d"Études Palestiniennes, 9, otoño 1983, págs. 17-31.
Por añadidura, al tratar el
artículo sobre la solución israelo-palestina, hemos desatendido los debates que
tienen que ver con los territorios árabes ocupados no palestinos.
[27] Véase Yigal Allon:
Israël : la lutte pour l"espoir, París: Stock, 1977. El plan Allon contó
con la aprobación de Estados Unidos y, particularmente, de François Mitterrand
(véanse los extractos de la obra en hebreo de Yerouham Cohen sobre Le Plan
Allon, reproducidos como anexo del libro anterior, págs. 243-247). Allon
falleció en 1978.
[28] Yigal Allon, o. cit.,
pág. 180. Subrayado por el autor.
[29] Ib., pág. 184.
[30] Para una descripción
detallada del plan Allon, véase Jean-Paul Chagnollaud: o. cit., y Alain
Dieckhoff: Les Espaces d"Israël, París, FNSP, 1989, págs. 28-33. El Likud
seccionará, a su vez, el enclave norte (Samaria) en dos partes. Es lo que Alain
Dieckhoff llama una "estrategia de segmentación del territorio y de
demarcación entre grupos humanos" (pág. 79).
[31] Véase Peretz Merhav,
o. cit. En el debate que causó estragos dentro del partido laborista en 1969,
la fracción de Yigal Allon y Ahdout Haavodad se alió con la fracción de derecha
Rafi, dirigida por Moshé Dayán y Simón Peres contra las "palomas" del
partido (Abba Eban y Pinhas Sapir, aliados con el Mapam).
[32] O. cit., pág. 85.
Posteriormente, el corrimiento a la derecha de la sociedad israelí, que puso de
manifiesto la victoria electoral del Likud, hará parecer a Allon como una "paloma".
Simha Flapan, antiguo dirigente del Mapam, no podía ser víctima de esta ilusión
óptica. En su obra póstuma, recuerda que "los primeros asentamientos en
Cisjordania fueron construidos por instigación de Yigal Allon", y que "también
fue Allon quien diera su aprobación a los intentos del rabino integrista Moshé
Levinger de establecer una comunidad judía en el corazón del Hebrón árabe"
(o. cit., pág. 239; uno de los colonos de Hebrón fue el autor de la masacre de
la Tumba de los Patriarcas-Mezquita de Ibrahim en febrero de 1994).
[33] Alain Dieckhoff ha
analizado excelentemente este proceso de anexión parcial, y las estrategias en
que se apoya, en su ya citada obra Les Espaces d"Israël. Véase también
Michel Foucher: "L"intersection jordanienne", en
Maghreb-Machrek, 108, París, abril de 1985.
[34] "La paz no será
el resultado de una 'revolución de los corazones' de ellos (los árabes), sino
el corolario de las relaciones de fuerza y de un realismo político frío. La
lucidez y la aceptación de la realidad son los que llevarán a la
reconciliación, a la negociación y a la paz." Yigal Allon, o. cit., pág.
179.
[35] Ib., pág. 204.
[36] Véase Edward Said: "Comment
conjurer le risque d"une perpétuelle soumission à l"État d"Israël",
en Le Monde diplomatique, París, noviembre de 1993; Noam Chomsky: "L"accord
d"Oslo, vicié au départ", en Courrier international, París, 3 de
marzo de 1994; así como el artículo de Meron Benvenisti en el diario israelí
Haaretz del 19 de mayo de 1994.
[37] Textos publicados en
Maghreb-Machrek, 142, octubre de 1993.
[38] A este propósito
véanse los artículos de Sara Roy: "La prospérité ou l"affrontement",
y de Mahmoud Abdel-Fadil: "Une coopération économique déséquilibrée en
faveur d"Israël", en Le Monde diplomatique, agosto de 1994.
[39] Véase Louis-Jean
Duclos: o. cit., pág. 21.
[40] El anexo 1 (punto 1)
estipula, no obstante, que "los palestinos de Jerusalén que viven en esta
ciudad tendrán derecho de participar en el proceso electoral" (las
elecciones al "consejo" palestino). Es decir, que los habitantes
árabes de la vieja ciudad –que rechazaron la ciudadanía israelí– tendrán, de
alguna manera, una condición de residentes extranjeros en su propia ciudad, al
detentar la ciudadanía de territorios que no habitan. En lo que concierne a los
santos lugares, recordemos que Herzl había previsto "una fórmula de
extraterritorialidad que compete al derecho internacional" (o. cit., pág.
47).
[41] Nathan Weinstock, en
1969, comentaba de esta manera este tipo de régimen: "Los proyectos
israelíes de constituir una entidad palestina prevén expresamente que la
soberanía reducida del Estado árabe no se extenderá a las cuestiones
esenciales. Como lo escribe el gobierno de Pretoria a propósito del Transkei: "en
lo que concierne a la defensa, los asuntos extranjeros y ciertas cuestiones
judiciales, la República tutora del nuevo Estado debe permanecer como
responsable por el momento (…)". En otras palabras, se trata de crear un
protectorado indígena bajo la autoridad de la nación dominante: un bantustán…".
O. cit., pág. 520.
[42] Artículo ya citado;
citas sacadas del boletín mensual News from Within, Jerusalén: Alternative
Information Center, junio de 1994.
[43] "He comprendido
que no era ni política ni moralmente necesario controlar a los árabes de este
territorio. Por otra parte, incluso si lo quisiésemos, sólo podríamos hacerlo
con la punta de las bayonetas, y eso sólo dura un tiempo, estamos bien situados
para saberlo." Yigal Allon, o. cit., p. 174.
[44] Véase Alain Dieckhoff:
Les espaces d"Israël, o. cit., pp. 195-197.
[45] Maxime Rodinson:
Israël et le refus arabe : 75 ans d"histoire, París: Seuil, 1968.
[46] La obra de Alain
Gresh, OLP, histoire et stratégies : vers l"État palestinien, París: SPAG,
1983, está dedicada a esta evolución programática. Véase también Nadine
Picaudou: Le Mouvement national palestinien : genèse et structures, París: L"Harmattan,
1989.
[47] Véase su artículo,
publicado en Le Monde del 23 septiembre de 1988: "La OLP deberá, a fin de
cuentas, escoger entre dos opciones: el apoyo de Siria… o el diálogo con
Jordania. Si tenemos en cuenta las divisiones dentro de la OLP, solamente con
este país puede la organización poner a punto una política de negociaciones con
Israel".
[48] En inglés en el
original: self-government, autonomía o autogobierno (N. del T.).
[49] La fuerza de policía
palestina "estará compuesta por oficiales de policía reclutados localmente
y en el extranjero (poseedores de pasaportes jordanos y de documentos
palestinos expedidos por Egipto). Los palestinos llegados del extranjero que se
conviertan en miembros de la fuerza de policía palestina deberán recibir una
formación de policía y de oficial de policía". Anexo 2 de la declaración
de principios, punto 3c.
[50] "L"autogouvernement
palestinien : premiers défis", p. 107; en Ghassan Salamé (dir.):
Proche-Orient : les exigences de la paix, Bruselas: Complexe, 1994, pp.
101-110. Véase también el artículo de Alain Gresh "Israéliens et
Palestiniens sur un terrain miné", en Le Monde diplomatique de enero de
1994.
[51] En un artículo de
título revelador ("Un accord de reddition" [Un acuerdo de rendición],
en Haaretz del 12 de mayo de 1994), Meron Benvenisti afirma: "Se puede
reconocer claramente que la victoria israelí fue absoluta y la derrota
palestina abyecta"; y añadía: "Es fácil comprender la profunda
decepción de estos dirigentes palestinos de los territorios, que han juzgado
vergonzoso el acuerdo, hasta el punto de desacreditar a su pueblo en su
conjunto".
[52] Véase la nota 42,
anteriormente.