La Globalización
amenaza los Derechos Laborales
Charles Tilly [1]
Como podemos
apreciar en Europa y en Asia, la globalización política y económica se dio, al
menos, en tres oportunidades entre el siglo X y el siglo XX:
- en el siglo
XIII, cuando los Mongoles construyeron "un Imperio
continental que abarcaba, desde la
región este de Europa y Rusia por el oeste, las costas del pacífico al este,
los bosques de Siberia al norte y la región de la Mesopotamia al sur" (
Barfield 1994: 173).
- en el siglo
XVI, cuando la expansión militar y económica de los europeos conectó la India
con el Caribe, constituyendo un denso entramado de intercambio y dominación.
- en el siglo
XIX, cuando las 4/5 partes del mundo quedaron bajo el dominio de
los europeos.
Durante estos
mil anos, además, Janet Lippman Abu-Lughod (1992) sostiene que el mundo se
globalizó culturalmente en dos oportunidades antes del siglo XX: con la
introducción de la imprenta en el siglo XV, y con la introducción del telégrafo
y del teléfono en el siglo XIX. De este modo, tenemos por lo menos cinco
candidatos que habrían dado lugar a distintas olas de globalización entre los
siglos XI y XX. Algunos de ellos han colapsado: por ejemplo la dominación
mongol parece haber sucumbido ante la combinación de la plaga, de factores
climáticos -lo cual redujo la productividad agrícola de los Mongoles-, y de la
expansión marítima europea,
flanqueando, de esta manera, la ruta a través de la cual se establecía el
comercio terrestre entre el este de Asia y Europa.
Que podría
decirse acerca del siglo XX? Son las transformaciones políticas, económicas y
culturales de nuestro tiempo, nuevas formas, y hasta más intensivas de
globalización, comparables con los ejemplos citados precedentemente? Algunos especialistas han dicho que los recientes cambios superaron
anteriores períodos de globalización ( e.g. Castells 1993, Featherstone 1990,
King 1991, Luard 1990, Mittelman 1994). Cualquiera sea la hipérbole, esta
requiere ser definida y medida. Idealmente,
la globalización implica un incremento en los alcances geográficos de las interacciones sociales locales relevantes,
especialmente cuando aquel incremento extiende una proporción significativa de
todas las interacciones, de una parte a otra de los límites internacionales o
intercontinentales. Cada uno de los períodos anteriores de globalización
hicieron justamente esto. En una medida ideal, esta definición podría
expresarse de la siguiente manera:
_1
d (E[DC]*N )
DxC comprende
todas las interacciones, D (en un rango de 0-1) representa el continuo que va
desde el mínimo hasta el máximo posible de las distancias en la superficie de
la tierra, C (Igualmente 0-1) representa la consecuencialidad, desde las
cuestiones más triviales hasta transformaciones de la vida, y N representa el
número total de interacciones. Una valoración positiva en algún índice,
registraría la globalización, y una valoración negativa, la territorialización.
Estamos muy lejos de la evidencia para tal medición.
En la búsqueda
de aproximaciones más fáciles, supongamos que focalizamos el análisis en
aquellas interacciones que atraviesan los límites del estado, y pensamos en un
espacio de dos dimensiones: (la proporción de todas las interacciones que
atraviesan los límites del estado) x ( la influencia de aquellas interacciones
en la vida local). Cuando la proporción y la influencia local de aquellas
interacciones se incrementa, hay globalización. La figura 1 presenta esta
versión simplificada. A pesar de que carecemos de indicadores válidos que den
cuenta de manera indiscutible de los procesos, su impacto y alcance, una gran
cantidad de senales apuntan a la globalización, así definida, como una de las
tendencias dominantes de la era. Consideremos esto en el entramado
internacional:
* En 1990, la
venta mundial de Exxon fue de 90.5 billones de dólares, cifra que excedió el
Producto Bruto Nacional de algunos países europeos como Albania, Bulgaria, Checoslovaquia,
Grecia, Hungría, Islandia, Irlanda, Luxemburgo, Malta, Noruega, Polonia,
Portugal, Rumania, Turquía y Yugoslavia, para no mencionar a la mayoría de los
países de Asia, África y América del Sur (UNCTAD 1993: 26; Sivard 1993:43-44).
* Los ciudadanos
de Kuwait constituían el 55 % de la población de Kuwait en 1957, en 1985 un 40
% , de los cuales un 78 % de la fuerza de trabajo de Kuwait no eran ciudadanos
(Shah 1986:815). Asimismo, otros países de la zona del Golfo reclutaban
mayoritariamente trabajadores extranjeros.
* En los '80, un
Ford Escort armado en Halewood (Reino Unido) o en Saarlouis ( República Federal
Alemana) contenía partes provenientes de Bélgica, Reino Unido, Holanda, Suecia, Noruega, Dinamarca,
Alemania, Austria, Japón, Suiza, Italia, España, Estados Unidos, Canadá y
Francia (Banco Mundial 1987:39).
* Desde 1970
hasta 1991, las inversiones extranjeras a nivel mundial tuvieron un incremento
de alrededor del 13 % anual, mientras el producto bruto interno creció a una
tasa declinante, promediando cerca del 4 %. (UNCTAD 1993: 92-93).
* Se estima que
la contribución humana mundial por ano al calentamiento del planeta, con el
consecuente efecto invernadero, es seis veces mayor durante los '80 que lo
registrado en el período 1765-1960; una
vasta mayoría de este incremento es resultado de la quema de combustible y del
uso de clorofluocarbonos, ambos originados, principalmente, en áreas
industriales urbanas, diseminando sus efectos a lo largo del mundo ( Stern,
Young & Druckman 1992: 47-51).
* "La
empresa IBM (Estados Unidos) forjó una alianza con Thomson-CSF (Francia) en el
mercado de los microprocesadores, con Toshiba (Japón) para cooperar en el
desarrollo de los chips de acceso a la memoria random estática, con Siemens
(Alemania) para trabajar en el desarrollo de los chips de acceso a la memoria
random dinámica, y con Toshiba y Siemens para construir un nuevo megabyte chip
de 256" (UNCTAD 1993: 143).
* A pesar de que
la primera epidemia reconocida de SIDA ocurrió en Norte América, en los '90 se
calcula que en el mundo hay 8.8 millones de portadores de HIV, de los cuales
5.8 millones se concentran al sur de la región del Sahara en África (Banco
Mundial 1993: 33, 99).
* De los 1,95
trillones de dólares en inversiones extranjeras en 1992, 1.17 trillones
vinieron de Estados Unidos, Reino Unido, Japón y Alemania; alrededor de las
tres cuartas partes del total fueron invertidas en países ya
"desarrollados". (UNCTAD 1993: 14).
* Al final de
los '90, el mundo hospedó a cerca de 17 millones de refugiados designados oficialmente, población
desplazada de sus países de origen por iniciativa estatal o por desastres
naturales. Alrededor de 5.7 millones de ellos estaban en África, otros 7.9
millones en Asia (Naciones Unidas 1993a: 20-21). En 1994, el total estimado se
incrementó a 19 millones ( New York Times, 20 marzo 1994).
Estos puntos no
revelan solamente el carácter internacional de estos cambios, sino sobre todo
las influencias intercontinentales de grandes esferas en constante expansión.
Si bien no es posible tener cifras estadísticas compactas, la actual tendencia
en el flujo de enfermedades, trabajadores, polución, armas, drogas, tecnología,
información, mercancías, prácticas políticas y formas culturales, en general,
dan una impresión de globalización.
No todos los
cambios, para ser exactos, van en la misma dirección. De 34 países pobres,
solamente 12 -República Dominicana, Egipto, El Salvador, Jamaica, Lesotho,
Mali, México, Filipinas, Sri Lanka, Suaziland, Túnez y Yugoslavia- obtenían
mayores proporciones del total de moneda extranjera proveniente de los envíos
de los emigrantes en 1990 que en 1981 (Naciones Unidas 1993b: 17). La recesión
mundial y el cambio hacia las exportaciones, probablemente contribuyeron a esta
desglobalización. David Gordon, por otra parte, ha señalado el proceso reciente
de globalización no tanto como una transformación del mundo sin precedentes,
sino como una fase relativamente menor en el proceso de larga duración de
acumulación del capital (Gordon 1988). Desde otro punto de vista, Paul Hirst y
Grahame Thompson (1992) han leído las recientes transformaciones económicas,
como una constante creación de bloques comerciales, que en realidad no hacen
más que intensificar la supremacía estatal en competencia con aquellos bloques
comerciales, mas que crear una economía global antiestado o sin estado. Casi
todos los especialistas acuerdan con que en las últimas décadas las conexiones
globales se han visto intensificadas, pero la significación de esta
intensificación aparece como dudosa.
Permítasenos
señalar tres conclusiones posibles: 1) si es que la globalización está
ocurriendo, esta no consiste en un único camino, sino en un movimiento que toma
una dirección global con una gran significancia de los contra-movimientos; 2)
como es usual, corremos el riesgo de confundir fluctuaciones cíclicas con
tendencias de larga duración y transformaciones permanentes; 3) algunas
generalizaciones que nosotros efectuamos en el trabajo, requieren de mediciones
más diferenciadas y abarcativas del conjunto. No podemos estar seguros si nunca
serán revertidas las tendencias, pero si podemos asegurar que en las décadas
recientes, el mundo, entendido en un sentido global, ha experimentado un
significativo incremento en los alcances geográficos de las interacciones
sociales locales relevantes.
Como es
apropiado para un artículo polémico, correré el riesgo de asumir que si la paja
corre en una misma dirección, es porque todas deben responder a un único y
fuerte viento. No me voy a concentrar en los orígenes, o en la naturaleza del
temporal, pero si en las consecuencias. Lo que intentaré argumentar es que la
globalización amenaza la estabilidad de los derechos laborales en el sentido que esta estaría socavando la
capacidad del estado para garantizar la vigencia de aquellos derechos. Para
llevar adelante mi razonamiento sobre la cadena causal implicada en este
movimiento, voy a valerme exclusivamente de la historia del Oeste Europeo, que
por otra parte, es la historia que mejor conozco. Trataremos de profundizar en
esta historia, con la convicción que en este caso, y como también sucede a
menudo, una perspectiva histórica contribuye a clarificar lo que está
sucediendo hoy en el mundo, y lo que podría suceder en el futuro. Basadas en
una lectura de la historia europea, las principales ideas de este ensayo son
las siguientes:
1- Los derechos
( reclamos que se pueden hacer valer públicamente) llegaron a constituirse como
tales como resultado de negociaciones en las que se instauran contratos; las
autoridades, especialmente las de gobierno, son siempre partes -algunas veces
la parte principal, otras quienes los hacen valer públicamente, algunas ambas.
Sin autoridades los derechos no existen. De todos modos, las autoridades relevantes
no son siempre estados soberanos.
2- A pesar de que en algunos países de
occidente los derechos adquiridos por algunos grupos de trabajadores fueron
sancionados por municipalidades y otras organizaciones con anterioridad a 1800
los estados tenían una escasa participación en esos contratos antes del siglo
XIX. Dicho de otra manera, hasta ese momento, los trabajadores gozaban de pocos
derechos a escala nacional.
3- A través de una intensa actividad
huelguista, de profundas transformaciones en la organización de los estados,
los trabajadores, en los países capitalistas, adquirieron una sustancial
cantidad de derechos colectivos alrededor de 1850. Aquellos derechos se
expandieron irregularmente durante la segunda Guerra Mundial.
4- La ciudadanía
y la democracia llegaron a depender del mantenimiento de esos derechos.
5- Estos
derechos vinculaban colectivamente los trabajadores a estados particulares, y
por lo tanto, dependía de la capacidad que los estados tenían para hacer valer
los reclamos de los trabajadores frente a otros, especialmente los
capitalistas.
6- En general,
la misma capacidad de los estados para llevar a cabo políticas sociales,
incluyendo los derechos laborales, también dependía de la creación de controles
efectivos alrededor de los flujos y reservas de armas, enfermedades, personas,
polución, drogas, dinero, otros capitales, tecnología, información, mercancías,
prácticas políticas, y formas culturales, dentro de territorios bien
delimitados.
7- Después de
alrededor de 1850 los estados capitalistas lograron imponer controles
significativos sobre aquellas reservas y flujos señalados anteriormente.
8- Como
resultado de esto, los ciudadanos (incluidos los trabajadores) demandaron un
incremento en los programas estatales destinados a expandir y garantizar sus
derechos, y de ese modo, se sancionaron una gran cantidad de controles
estatales sobre aquellos flujos y
reservas.
9- La
globalización de muchas actividades económicas y la creación de poderosas
organizaciones supranacionales, está minando la capacidad de los estados
nacionales de monitorear y controlar estas reservas y flujos, y por ende, su
capacidad efectiva de poner en práctica
políticas sociales efectivas, incluyendo los derechos laborales.
10- Por lo
tanto, los cambios que están ocurriendo actualmente amenazan a todos los
derechos ensamblados en el estado, incluidos los derechos laborales.
11- En el mundo,
los capitalistas han sabido reconocer y han sabido tomar ventaja de estos
cambios más rápidamente que los trabajadores.
12- Sin embargo,
reacciones chauvinistas y otras reacciones de los trabajadores, implican una mayor conciencia de estas
transformaciones.
13- Las
respuestas chauvinistas y proteccionistas no defenderán los derechos laborales.
14- El mundo
capitalista, por lo tanto, asiste a la finalización de aquel ciclo de
establecimiento de derechos que comenzó alrededor de 1850.
15- Para que los
trabajadores puedan gozar de derechos laborales en el nuevo orden mundial
deberán inventar nuevas estrategias en una escala internacional del capital.
16- Esto no
parece estar sucediendo. Contrariamente, aún a nivel de estados individuales,
los derechos parecen estar decayendo.
17- En el largo
plazo, esta pérdida amenaza no sólo los derechos laborales, sino la democracia
en general.
Las tesis que he
expuesto pueden tener algunos errores, pude haber leído mal la historia
europea, pude haber interpretado erróneamente las actuales tendencias, mis
razonamientos pueden contener problemas lógicos, y podría decirse que la
experiencia pasada europea, sencillamente no puede aplicarse a la situación
actual. Seguramente, he cometido algunos de esos errores, tal vez todos; la
pregunta es cuáles, cómo, y con qué consecuencias para poder seguir mi
razonamiento. Continuando con la crítica a mi trabajo, por ejemplo, me gustaría
señalar -y reconozco que no me detengo en esto en el trabajo- que los derechos laborales han evolucionado
de forma diferente en Holanda, Finlandia y en los Balcanes. Sin embargo, no
queda claro que mi descuido en la inclusión de estas variaciones, vicie el
argumento central del trabajo.
Algunas de las
ideas expuestas en las tesis, en todo caso, tienen cierta familiaridad; las
últimas de la lista, por ejemplo, han aparecido con frecuencia en discusiones
sobre el trabajo en la Comunidad Europea y en el Tratado del Libre Comercio en
los países de América del Norte. Anarquistas, anarco-sindicalistas, y aquellos
quienes proclaman una única federación centralizada, han batallado sobre las
consecuencias que traería aparejado colaborar con el estado, por más de un
siglo. El mérito de mis conjeturas es que intento conectar temas familiares de
forma más explícita y a lo largo de un período mayor que el usual.
1- Los derechos
( reclamos que se pueden hacer valer públicamente) llegaron a constituirse como
tales como resultado de negociaciones en las que se instauran contratos; las
autoridades, especialmente las de gobierno, son siempre partes -algunas veces
la parte principal, otras quienes los hacen valer públicamente, algunas ambas.
Sin autoridades los derechos no existen. De todos modos, las autoridades
relevantes no son siempre estados soberanos.
Los derechos son
reclamos que pueden hacerse valer públicamente. La gente hace una gran cantidad
de reclamos que no pueden imponerse públicamente: por respeto, por la
intervención divina, por paz y tranquilidad, y por mucho más. Estos reclamos de
índole privada no tienen fuerza pública. Sabemos que para que los reclamos
tengan fuerza pública tienen que intervenir terceros, incluyendo a las agencias
de gobierno, ( por "gobierno" entiendo una organización que controla
sustancialmente los medios de coerción, y que tiene prioridad en el uso de esos
medios de coerción sobre otras organizaciones en un territorio delimitado). En general,
los derechos toman la forma de contratos públicos, incluidos los contratos
implícitos y los no escritos; ellos especifican reclamos lícitos y con fuerza
de ley de una parte a otra, involucran a terceras partes como árbitro y
garante. En el mundo, los derechos emergieron como resultado de luchas,
negociaciones, tratados, y pactos.
En el límite
diferentes agencias de gobierno constituyen dos tercios del triángulo; los
derechos de los veteranos de guerra, por ejemplo, dan una categoría formalmente
identificable para la gente que reclama por sus derechos al estado -derechos de
pensión, de empleos preferenciales-; pero en aquellos casos de disputa, los
demandantes recurren, especialmente, no a otros grupos de ciudadanos sino a
otras ramas del mismo estado. Otros tipos de gobierno que no es el estado, como
las comunidades locales, a menudo cumplen el mismo rol. Todos los derechos se
enraízan en autoridades particulares y en un determinado juego de relaciones
sociales. Aquellos derechos a los que nosotros llamamos "generales"
son simplemente aquellos que alcanzan a todos los ciudadanos de un estado o de
una serie de estados conectados.
Los
participantes en movimientos sociales a menudo sostienen que este principio es
falso: como si los derechos fueran dados por Dios, por la naturaleza, por
lógica, o por aprobación universal, como si su existencia fuera anterior a las
obligaciones del estado de hacerlos cumplir. No obstante, si miramos bien,
algunos reclamos siempre tienden a demandar que las autoridades reconozcan, garanticen,
aprueben, los derechos en cuestión. Los movimientos sociales se centran en
reclamar a las autoridades establecidas por cambios sustanciales en nombre de
poblaciones injustamente desaventajada. A pesar de esto, algunas veces, los
derechos en cuestión consisten simplemente en no estorbar la existencia,
simplemente reclaman y tratan de imponer esos derechos. Solamente adquieren
esos derechos como derechos cuando las autoridades acuerdan actuar en refuerzo
de sus reclamos. Los activistas en movimientos sociales nacionales intentan
obligar a las autoridades -mayoritariamente agencias del estado- hacia la
sanción de derechos aplicables a nivel nacional.
2- A pesar de que en algunos países de
occidente los derechos adquiridos por
algunos grupos de trabajadores fueron sancionados por municipalidades y otras
organizaciones con anterioridad a 1800, los estados tenían una escasa
participación en esos contratos antes del siglo XIX. Dicho de otra manera,
hasta ese momento, los trabajadores gozaban de pocos derechos a escala
nacional.
En Europa antes
de 1800, diferentes grupos de trabajadores hacían uso de sus derechos,
definidos frecuentemente de esta manera:
para monopolizar la producción y vender las mercancías dentro de lo
estipulado en el mercado, para regular la entrada de nuevos productores y de
nuevos proveedores dentro de sus oficios, para negociar colectivamente con
empleadores locales sobre las condiciones de producción y de remuneración, para
ganar un acceso preferencial al suministro alimentario local en tiempos de
crisis, para recoger, cazar, y/o pastorear en tierras comunes o desiertas, para
llevar las quejas a la corte, y para disciplinar a miembros renegados de su
propio sindicato. En general, los trabajadores no eran muy proclives a
compartir derechos que eran específicos de los trabajadores como organizar
sindicatos, luchar en contra de los empleadores individualmente, ofrecerle a
candidatos políticos apoyo organizado,
dirigirse directamente a autoridades políticas nacionales, portar armas,
u obtener compensaciones monetarias por injurias de fondos públicos. A pesar de
que la gente hacía uso de sus derechos individuales como miembros de
comunidades, iglesias, familias, y
otras organizaciones, los derechos de los trabajadores se aplicaban a los
trabajadores de forma individual cuando tenían una real pertenencia a un oficio.
Antes del siglo
XIX el estado raramente actuaba como el tercer actor en la constitución de
estos derechos. A cambio, municipalidades, parroquias, tribunales, y
autoridades similares, pero de menor jerarquía, garantizaban esos derechos, los
arbitraban, y finalmente los hacían valer
públicamente. En Inglaterra, algunas veces los historiadores hablaban
como si el Estatuto de los Trabajadores, el Estatuto de los Artesanos, la Ley
de Pobres, el Tribunal que regula el precio del pan, se encargaran de
establecer las reivindicaciones de los plebeyos contra la corona, pero en
realidad, la mayor parte de las veces, servían para justificar a los
magistrados de los condados, que eran los intermediarios autónomos sancionados
por la Corona. El Parlamento, por ejemplo, intervenía en el suministro de
alimento, pero casi exclusivamente otorgando permisos, o prohibiendo
exportaciones, y comprometiendo el envío de provisiones a la guerra. La Corona,
de esta manera, intervenía especialmente en el envío de fuerzas armadas para
proteger los embarques o para disolver a la muchedumbre que se apoderaba
de los granos. La legislación
parlamentaria del siglo XVIII para los tejedores de Spitalfields y los marinos
mercantes se destacaba por su excepcionalidad, que en ningún modo le otorgaba a
otros trabajadores la posibilidad de solicitar protección estatal. Por encima
de todo, los derechos de los trabajadores, en los lugares donde existían, se
restringían a las relaciones entre grupos de trabajadores particulares y los
municipios, no los estados nacionales.
3- A través de una intensa actividad
huelguista, de profundas transformaciones en la organización de los estados,
los trabajadores, en los países capitalistas, adquirieron una sustancial
cantidad de derechos colectivos alrededor de 1850. Aquellos derechos se
expandieron irregularmente durante la
segunda Guerra Mundial.
La situación
cambió profundamente durante el siglo XIX. Como consecuencia especialmente de
la expansión de la guerra, los estados intervinieron mucho más directamente en
la vida de la población después de 1750, generando, por lo tanto, nuevas
resistencias, luchas, negocios, y convenios en la forma de derechos. Además, la
significativa expansión de la capacidad del estado, implicó que el estado
llegara a tener una participación en una más amplia variedad de transacciones
que antes, y de este modo, se constituía en un blanco más atractivo como objeto
de nuevas demandas. El estado capaz de
recaudar impuestos y ejercer el poder de policía estaba en condiciones también
de regular las condiciones de trabajo, organizar escuelas, y construir
carreteras. Al mismo tiempo, la concentración y la nacionalización del capital,
le dieron a los trabajadores conexiones y objetos centrales de reclamos que
ellos previamente no habían conocido.
Solamente
después de 1850, como consecuencia de esto, los trabajadores llevaron a cabo
una muy sostenida acción colectiva, que les otorgó derechos para organizarse
colectivamente, para hacer huelgas empresa por empresa, o para buscar representación
política. Este es un calendario de las principales fechas de adquisición de los
derechos de los trabajadores a formar asociaciones públicas:
1824: Reino
Unido ( incluyendo Irlanda)
1864: Suecia
1830: Bélgica
1869: Alemania
1839: Noruega
1870: Austria
1848: Suiza
1884:
Francia
1855: Holanda
1890: Italia
1857: Dinamarca
( Ebbinghaus 1993: 46)
Obviamente estos
datos son aproximados, como deben serlo las fechas relativas a algún derecho
específico. En Francia, por ejemplo, las corporaciones sindicales realmente
llegaron a existir y actuar en un marco legal, antes de la Revolución de 1789.
La ley Le Chapelier de 1791 prohibía todas las asociaciones de trabajadores;
las leyes de 1810 y 1834, luego agudizaron las penalizaciones para esas
asociaciones. El segundo día de la revolución de 1848, la nueva República
Francesa declaró la libertad de asociación, sufragio para los hombres, y el
"derecho a trabajar" -lo que esencialmente significaba que el
gobierno garantizaba que los trabajadores encontrarían trabajo. Sin embargo,
luego de unos meses de expansión de los derechos laborales, el gobierno implementó
una ola de restricciones, que continuó expandiéndose a través del golpe de
estado de Louis Napoleon de Diciembre de 1851 y el establecimiento del imperio
el ano siguiente.
Mientras la
legislación de 1864 legalizó un vasto número de huelgas, aún declaraba que los
sindicatos estaban fuera de los límites. En 1868, el Emperador Louis Napoleon
decretó una medida de tolerancia para las organizaciones de los trabajadores
sin garantizarles una total libertad de acción. En 1884, La ley
Waldeck-Rousseau concedió
"personalidad civil" a los sindicatos, lo cual significaba que
podían tomar posiciones públicas y ser dueños de propiedades. La ley aún
prohibía las federaciones de sindicatos. Los empleados públicos, además,
estuvieron regulados por otros estatutos y decretos más restrictivos
hasta 1946, y también hasta entonces carecían del derecho a huelga. Además, el
Frente Popular propugnaba por una extensión de los derechos a organizarse,
mientras los regímenes de Vichy y de la ocupación restringieron radicalmente
todos esos derechos. De este modo, 1884
marca un punto de inflexión , una fecha crucial en la cronología francesa,
aunque esto no signifique que de una vez y para siempre se avanzaría en el
levantamiento de la prohibición de todos los derechos de asociación de los
trabajadores.
La experiencia
francesa ofrece una nueva advertencia en contra de un punto de vista que
concibe a los derechos en expansión/evolución pareja y ascendente. En general,
los acuerdos efectuados entre los tres actores, los capitalistas, los
trabajadores y el estado, delineaban líneas de separación entre la legalidad y
la ilegalidad de las formas de organización y de acción más claro de lo que
habían prevalecido hasta el momento. Cuando aceptaron el derecho legal a la
huelga, los trabajadores también aceptaron restricciones más fuertes en
relación a: la destrucción de
maquinarias, el ataque directo a empleadores, el disciplinamiento violento de
trabajadores renegados, las apelaciones insurreccionales a los oficiales
locales, y una gran variedad de otras cuestiones que, previamente, habían florecido en una tierra de sombras
legal. Cuando la elección entre huelgas aceptadas y actividades revolucionarias
inaceptables se hizo más definitiva, los vínculos entre los sindicalistas y los
revolucionarios disminuyeron.
Estas
disminución en las huelgas provee la razón de ser ( el pathos ) al sugestivo
tratamiento que hace Michel Perrot de las huelgas en Francia entre 1870 y 1890
(1974); para Perrot, la masiva y ordenada huelga del 1ro de mayo de 1890, marcó
no tanto los orígenes del levantamiento de los trabajadores sino el fin de
su potencial revolucionario. Sin
embargo, Gerald Friedman ( 1988, 1990) ha mostrado que en comparación con los
trabajadores americanos, los trabajadores franceses obtuvieron algunas ventajas
a partir de su colaboración, específicamente una mayor probabilidad de que la
intervención del estado en las huelgas no conduciría a una represión sino a satisfacer
las demandas de los trabajadores. El punto, en este sentido, no es que cada
derecho adquirido evidenciaba una traición de los trabajadores, sino que cada
negociación implicaba un balance entre la obligatoriedad de los derechos
adquiridos y las oportunidades y
prácticas perdidas.
Aquellos
derechos fueron muchos. En la enumeración de los derechos de la ciudadanía de
Thomas Janoski, los derechos de los diferentes grupos de trabajadores en tanto
trabajadores, se relacionaban con contratos, organización del empleo,
rehabilitación física, educación vocacional, compensación por desempleo, seguro
por lesiones de trabajo, programas de creación de empleos, servicios de
colocación de empleos, seguridad laboral, codeterminación, participación de
clientes en agencias, acción afirmativa y valores comparables, negociación
colectiva, política de salarios y de ingresos, fondos de los asalariados y de
los sindicatos; sin explicación previa, Janoski omite el derecho de huelga y el
derecho a acumular pensiones ( Janoski 1990: 18). Es más, como ciudadanos, los
trabajadores algunas veces han ejercitado una serie de derechos personales, de
asociación, legales y políticos más generales
- por ejemplo: el derecho a asociarse y a votar- que afectan su poder
como trabajadores. A pesar de la considerable variación que hay de una
industria a otra, y de un estado a otro estado, tales derechos se expandieron
sustancialmente a través de las luchas que se sucedieron después de 1850.
4- La ciudadanía
y la democracia llegaron a depender del mantenimiento de esos derechos.
Es necesaria
otra pausa para realizar algunas definiciones. La ciudadanía consiste en una
serie de obligaciones y derechos mutuos que ligan a agentes estatales con una
población definida exclusivamente por las relaciones legales que mantiene con
ese estado. En la medida en que el vínculo de la población con el estado se da
mediante la religión, la protección, tributos, monarquía, simple subordinación
militar, u otras formas indirectas de dominio, a través de las cuales
históricamente los estados han mantenido su hegemonía, la palabra
"ciudadano" describe de forma muy pobre su posición vis à vis
el estado; reservemos, en este sentido,
la noción de ciudadano para situaciones en las cuales hay derechos
relativamente directos y extensivos. La democracia, desde mi punto de vista,
tiene cuatro componentes:
1) una
relativamente amplia ciudadanía;
2) una relativa
igualdad en la ciudadanía;
3) una consulta
obligatoria a los ciudadanos en relación con el personal del estado y con las
políticas del estado;
4) una
sustancial protección de los ciudadanos de la acción estatal arbitraria.
Tal definición
es un tipo ideal, estatista y conductista: un tipo ideal que caracteriza a una
política como democrática siempre que haya ampliación e igualdad de la
ciudadanía, consulta popular y protección; estatista en el sentido que liga la
democracia con las características del estado; y conductista al considerar que
el grado de democracia determina no tanto la estructura formal del estado sino
su forma de operar. Esta definición se encuentra a mitad de camino entre: a)
definiciones más institucionales de la democracia, que ponen énfasis en la
presencia de un gobierno parlamentario, elecciones libres, diversas formas de
organización, sin reparar en sus consecuencias sociales, y b) definiciones más
sustantivas de la democracia, que insisten en la generalización de la igualdad,
la adecuada representación de intereses, la satisfacción de necesidades, o
similares resultados, sin reparar en la intervención del estado o en su
estructura formal. Si simplificamos cada uno de estos componentes en una
dicotomía -alto (1) y bajo (0)- podemos caracterizar una plena democracia como
1111, y una total tiranía como 0000, una oligarquía como 0010 o 0011 dependiendo
de su propensión a una competencia letal entre las fracciones dominantes, una
dictadura totalitaria como 1100, y así sucesivamente mediante una serie de
combinaciones.
Esta formulación
es importante para nuestro propósito dada la medición de democracia a la que se
comúnmente se llega en los países de occidente mediante la ampliación y la
igualación de la ciudadanía, en situaciones en las que una elite ya gozaba de
derechos categóricos sustantivos, a través de una extensión de los derechos que
miembros de esa elite ya hacían uso;
las trayectorias comunes se organizaban de la siguiente forma:
0010-----0011-----1011-----1111
0001-----0011-----0111-----1111
en los puntos
extremos de ninguna forma encontramos una universalidad o una igualdad total de
la ciudadanía, pero si estaba más cerca de aquellos límites de lo que ha sido
usual en la historia de los estados europeos aproximadamente en sus 8,000 anos
de existencia. En Europa y sus alrededores, la expansión y la igualdad se
dieron considerando dos mecanismos: por un lado, otorgando mayor poder a las
autoridades electas, y por el otro, a partir de la extensión del sufragio.
En este punto
encontramos el cruce entre democracia y evolución de los derechos de los
trabajadores. La expansión de la proletarización del trabajo en Europa durante
el siglo XIX, por un lado, y la expansión del sufragio más allá del 50 % de los
hombres adultos en casi todos los países de Europa después de 1840
aproximadamente, por el otro, dio como resultado el otorgamiento de derechos a
algunos asalariados. En 1843, por ejemplo, alrededor del 70 % de la fuerza de
trabajo total de Saxony, considerada asalariada, estaba compuesta por jardineros,
peones de campo o trabajadores urbanos en relación de dependencia ( Blaschke
1967: 190-191). En el agro inglés, los peones sin tierras constituían
aproximadamente el 49 % de todos los trabajadores hombres en 1862, el 76 % en
1831, para llegar a un pico del 81 % en 1851; la proletarización continuó a un
ritmo similar en las fábricas. Por lo tanto, En Saxony, Inglaterra, así como en
otros lugares, la extensión del sufragio a la mayoría de los hombres implicó el
otorgamiento de derechos a muchos asalariados.
Así, durante el
siglo XIX, la expansión de la ciudadanía mediante la extensión del sufragio en
los países de Europa, necesariamente implicó la incorporación de los
trabajadores, incluyendo a los trabajadores de oficios mejor remunerados,
quienes, en relación al promedio, estaban más organizados que otros
trabajadores, como los peones sin tierras. El otorgamiento de mayor poder a las
autoridades electas, especialmente los miembros del parlamento nacional,
implicaba, simultáneamente, transformar a las elecciones en un camino para
incrementar el poder. La derrota electoral suponía una pérdida de poder
significativa, de este modo, los votantes tenían una capacidad de influencia
que hasta el momento no habían ejercitado: ellos podrían expulsar a las
autoridades de las posiciones por ellos anheladas. Los trabajadores y sus
aliados burgueses, comúnmente, propugnaban no sólo por la expansión del
electorado, más aún, por una igualación de los derechos de los ciudadanos -al
menos de los derechos de los ciudadanos hombres.
La figura 2
muestra la relación temporal entre la expansión del sufragio y la primera
legalización dramática de asociaciones de trabajadores en algunos estados de
Europa Occidental durante el siglo XIX ( Ebbinghaus 1993: 46). En él se
identifican dos grupos: los estados que han instituido el sufragio
tempranamente como respuesta a las revoluciones de 1848 ( Suiza, Dinamarca, y
Francia) o a la guerra Franco-Prusiana
( Alemania en el
nivel federal), y otro grupo de estados -Reino Unido, Bélgica, Noruega,
Holanda, Suecia, Austria e Italia- en los cuales hay una relación casi lineal
entre la extensión del sufragio y los derechos de asociación de los trabajadores.
En el primer grupo, el punto crítico
del 50 % de sufragio masculino ocurrió con una relativa proximidad a la primera
legalización sustantiva de las asociaciones de trabajadores, mientras que en el
segundo grupo, el sufragio quedó retrasado en relación a las asociaciones por
un período de 40 o 60 anos. Francia ocupa la posición más desviada, con el
establecimiento del sufragio durante la revolución de 1848, nunca totalmente
eliminado por las maniobras electorales de Louis Napoleon, pero sin una legalización de las
asociaciones de trabajadores hasta 1884 -una cronología lo suficientemente
fácil para explicar en términos de la historia política particular de Francia,
pero no obstante, una advertencia para no imaginar una trayectoria lineal de la
democratización y los derechos de los trabajadores.
5- Estos
derechos vinculaban colectivamente a los trabajadores a estados particulares, y
por lo tanto, dependía de la capacidad que los estados tenían para hacer valer
los reclamos de los trabajadores frente a otros, especialmente los
capitalistas.
La variada
cronología en los derechos de los trabajadores refuerzan mi argumento: el
derecho de huelga, de asociación, de establecer sanciones en contra de
condiciones laborales paupérrimas, de solicitar beneficios por desempleo, de
percibir pensiones, todos ellos obedecen no tanto a un ethos de los europeos o de los occidentales, sino
a la buena voluntad de un estado en particular que valida los derechos en
cuestión. Una prueba de esto la encontramos en la capacidad de los estados para
suspender alguno o todos los derechos en tiempos de guerra o de luchas civiles,
como hicieron la mayoría de los estados europeos durante la Primera Guerra
Mundial ( Haimson & Sapelli 1992). Otro ejemplo lo encontramos en las estrategias
relacionadas con el trabajo que llevaron a cabo líderes de diferentes estados,
incluyendo la simultánea represión de las organizaciones sindicales y la
elaboración de programas de seguridad de enfermedades, de la vejez, y de
accidentes, implementados por Bismarck. Del mismo modo, la dependencia en
relación al poder estatal de los trabajadores
para excluir mano de obra extranjera y, de este modo, reforzar los
derechos laborales domésticos para trabajar, enraizó a los trabajadores de cada
país con la propia capacidad del estado para controlar las fronteras.
Desde luego, el
grado de enraizamiento en estados particulares variaba de institución en
institución y de estado en estado. Bo Rothstein señalaba, por ejemplo, que los
movimientos de los trabajadores europeos tenían que elegir entre dos tipos de
proyectos de seguro de desempleo: "(1) un sistema obligatorio administrado
por agencias del gobierno, y (2) un programa voluntario aunque con apoyo
público administrado por sindicatos o fondos en dominio de los sindicatos"
(1992: 39-40) Este último, llamado sistema Ghent, se originó en los acuerdos
legales que se hicieron en la ciudad belga del mismo nombre. Suiza, Dinamarca,
Finlandia, Islandia, y Bélgica -en décadas recientes, los países europeos mas
altamente sindicalizados- han adoptado el sistema Ghent. En cualquiera de los
dos sistemas, el derecho a la seguridad por desempleo depende en última
instancia del estado, mucho más, en este sentido, de lo que dependía en el
siglo XIX de la acumulación privada de fondos por parte de los sindicatos y de
las sociedades de ayuda mutua. En ambos sistemas los trabajadores prefieren
suspender su autonomía en favor de depender de la mayor capacidad financiera
del estado. A pesar de esto, el sistema estatal obligatorio pasa por sobre los sindicatos y establece
conexiones directas entre los trabajadores y las agencias estatales, mientras
que el sistema Ghent constituye a los sindicatos en intermediarios
privilegiados.
Además de la
larga lista de derechos de los trabajadores -no sólo seguro de desempleo, sino
también beneficios de asistencia social y de salud, entrenamiento vocacional,
seguridad ocupacional, salario mínimo, sindicalización, y derecho de huelga- el
actual ejercicio de derechos depende fundamentalmente de la capacidad y de la
propensión del estado para disciplinar al capital. En realidad, muchas de las
políticas laborales de los países de occidente, pivotean, precisamente, en
demandar que el estado haga cumplir públicamente tales derechos frente a la resistencia
capitalista. A cambio, los estados pueden contar con el compromiso de los
trabajadores en relación a sus
políticas internacionales, como aprendieron con consternación los
internacionalistas socialistas en vísperas de la Primera Guerra Mundial: en
general, los trabajadores abandonaron el pacifismo y la solidaridad
internacional en favor de apoyar los esfuerzos de guerra de sus propios
países.
6- En general,
la misma capacidad de los estados para llevar a cabo políticas sociales,
incluyendo los derechos laborales, también dependía de la creación de controles
efectivos alrededor de los flujos y reservas de armas, enfermedades, personas,
polución, drogas, dinero, otros capitales, tecnología, información, mercancías,
prácticas políticas, y formas culturales, dentro de territorios bien
delimitados.
Además de
controles estatales sobre los capitalistas, la concesión de algunos derechos a
los trabajadores suponía un aumento en la intervención del estado en las reservas y en los flujos, que previamente habían
escapado a la intermitente influencia del estado. La garantía estatal a la
educación vocacional dependía de la regulación estatal o de la creación de una
gran variedad de instituciones educativas, mientras la compensación por
desempleo suponía un importante control del empleo y una acumulación de gran
parte de las reservas financieras. Estas instituciones, a su vez, implicaban la
capacidad del estado para cumplir y controlar la acumulación, los gastos y las transferencias
de enormes cantidades de recursos. De otra manera, los efectos de las políticas
gubernamentales serían impredecibles, y la capacidad de los gobiernos para
cumplir con sus compromisos, poco solvente en el mejor de los casos. Michael
Mann se refiere a esta clase de capacidad en términos de "poder
infraestructural":
La capacidad
institucional de un estado central, despótico o no, de penetrar en un
territorio e implementar decisiones. Esto es poder colectivo, "poder que
atraviesa la sociedad", coordinando la vida social por medio de la
infraestructura estatal. Weber sostenía que este poder también incrementaba su
poder despótico sobre la sociedad. Pero esto no es necesariamente así. El poder
infraestructural es como una calle con dos direcciones: también le permite a
los grupos de la sociedad civil controlar el estado, como enfatizan los
marxistas y los pluralistas. Un aumento del poder infraestructural no
necesariamente incrementa o reduce el poder despótico distribitivo ( Mann 1993:
59).
El poder
infraestructural se erige a través del delineado de los límites del estado,
acompanado por el monitoreo y la intervención en las reservas y los flujos de
una gran cantidad de recursos, tanto dentro como fuera de esos límites.
7- Después de
alrededor de 1850 los estados capitalistas lograron imponer controles
significativos sobre aquellas reservas y flujos señalados anteriormente.
Entiéndase bien:
mi intención no es argumentar que el reconocimiento de derechos a los
trabajadores y a los ciudadanos, en su generalidad, causaron la expansión del
poder del estado. Tengo en mente un escenario bastante diferente. Durante
milenios los gobernantes de la mayoría de los estados obraban, especialmente,
para aumentar su capacidad de participar en guerras, para mantenerse
oligárquicamente en el poder, y para reforzar las prerrogativas de esas
oligarquías vis à vis los súbditos; los grupos que están por fuera de
las clases dominantes solamente ganaban autonomía o poder cuando servían a una
de esas actividades o cuando se aprovechaban de las contradicciones entre estas
actividades ( por ejemplo: cuando las oligarquías eran renuentes a hacer la
guerra, y las coronas les solicitaban préstamos a los comerciantes), o cuando
podían evadir los alcances del estado.
Sin embargo,
alrededor de 1750 una combinación de: 1) un gran aumento en la escala y el
costo de las guerras internacionales, con
2) un fuerte vuelco hacia el
reclutamiento de tropas entre los hombres jóvenes de los propios países,
generaron: una gran expansión de los aparatos fiscales del estado, el
consecuente crecimiento de las estructuras del estado, la extensión de la
resistencia, las luchas entre la población y los oficiales del estado sobre los
medios de guerra, y negociaciones que establecían un mínimo de derechos para
los ciudadanos. La expansión de los derechos confrontaron a los estados cuya
capacidad de extracción se había incrementado enormemente; lo cual significaba
que aumentó la capacidad de perseguir los intereses que un grupo bien
organizado tenía mediante la intervención estatal. El resultado es paradójico:
una intensificación de los compromisos para la supervivencia del estado, junto
con una intensificación de las luchas para obtener mayores ventajas del estado.
Este escenario
se desarrolló en mil maneras: en presupuestos estatales sin precedentes, nuevas
burocracias, serios intentos para definir y controlar las fronteras,
establecimiento de sistemas públicos de educación, creación de una oficina
central de estadística y censo, organización de mapas nacionales y catastros,
fundación de museos, formación de partidos políticos, otorgamiento de visas y
pasaportes, estandarización del calendario y de la hora oficial, patentamiento
de inventos, imposición de la conscripción obligatoria, uniformidad de la
moneda de curso legal, instalación de inspectores en el empleo, establecimiento
de servicios de salud públicos, investigaciones sobre pobreza, y mucho más. En
general los esfuerzos tienen dos aspectos: circunscripción y control central. Circunscripción
se refiere a la capacidad en aumento para regular las reservas y los
flujos de recursos dentro y a lo largo de las fronteras nacionales. En un grado
previamente inimaginable, los estados europeos comenzaron a regular la
acumulación, el movimiento y la transferencia de ideas, tecnologías, bienes,
personas, y capital, con la suficiente eficacia como para poder intervenir
deliberadamente en la provisión de dinero, innovación tecnológica, inversión, y
empleo. Comenzaron a requerir pasaportes para la entrada y salida del país, a
restringir el pasaje de toda clase de recursos a través de las fronteras; por
lo tanto, a considerar la pervivencia de enclaves internacionales y de regiones
que están bajo la jurisdicción de múltiples estados como anomalías indeseables.
Control central se refiere a la
penetración estatal de grupos y actividades existentes en todos los niveles a
través de la coordinación, mandato, y vigilancia. Los estados comenzaron a
ejercer un control sin precedentes sobre las condiciones laborales, de
transporte, de educación, formas urbanas, y sobre mucho más. Control central
que incluía la reforma de la cultura: entendimientos compartidos y sus
objetivaciones. Durante el siglo XIX y el siglo XX, las escuelas estatales, los
museos, los festivales, y las publicaciones, todos favorecieron la
autoidentificación nacional; a través de las historias, las lenguas, los
credos, se etiquetaban a los rivales como inferiores, primitivos, equivocados o
aún subversivos. Cada cultura promovida a escala nacional, implicaba una
historia irreversible, con un origen y un destino; la incorporación de
historias culturales, lingüísticas y sociales, a una narrativa política,
produce una cronología nacional sin precedentes. Las narrativas nacionales,
además, situaban a sus estados en relación a otras cronologías, reclamando un
lugar para los rusos o los noruegos en la historia de Europa en general. De
dondequiera que la idea del estado nación y su prioridad por encima de otras
formas políticas haya provenido originalmente, el control cultural la asentó en
su lugar.
8- Como
resultado de esto, los ciudadanos (incluidos los trabajadores) demandaron un
incremento en los programas estatales destinados a expandir y garantizar sus
derechos, y de ese modo, se sancionaron una gran cantidad de controles
estatales sobre aquellos flujos y
reservas.
Como implica
este escenario, los presupuestos del estado no sólo se expandieron, sino
también dejaron de lado el gran interés que habían tenido previamente en la
guerra y las deudas que la guerra trajo aparejada. Pusieron énfasis en bienes
colectivos como carreteras, ferrocarriles, escuelas, y eventualmente,
asistencia social, gracias a un proceso de negociaciones sobre la disposición
de expandir la capacidad del estado. Después de documentar la gran expansión de
los estados europeos en el siglo XIX, Raymond Grew señaló que en algún sentido
los dominantes, no obstante, se retiraron
de la intervención: "Un sistema de poder basado en la ley es puesto en peligro por leyes que no puede
hacer valer, y gradualmente la mayor cantidad de los estados en el siglo XIX
abandonaron sus esfuerzos por controlar salarios, consumos, precios, iglesias,
huelgas, organizaciones laborales y la prensa" ( Grew 1984: 101). Sin
embargo, lo que en realidad sucedió fue que se circunscribió el alcance del
estado sin ejercer gran control central -se fijaron límites, pero no se
regulaba mucho dentro de esos límites. En el caso de las huelgas y de las
organizaciones laborales, como hemos visto, el establecimiento de límites
obligó a los trabajadores a abandonar formas de organización y de acción que
habían empleado previamente.
9- La
globalización de muchas actividades económicas y la creación de poderosas
organizaciones supranacionales está minando la capacidad de los estados
nacionales de monitorear y de controlar estas reservas y flujos, y por ende, su
capacidad efectiva de poner en práctica
políticas sociales efectivas, incluyendo los derechos laborales.
En los inicios
del artículo, señalamos que estamos ante una inundación descomunal, pero no
mostramos con claridad suficiente como el ascenso del agua está afectando los
cimientos del estado. Considero que los efectos son profundos. Con respecto a
la mano de obra migrante, ambos, los Estados Unidos y la Comunidad Europea, se
han mostrado bastante incapaces a la hora de detener la entrada de trabajadores
ilegales. Con respecto al capital, casi todos los estados han sido vulnerables
a las salidas de inversiones e incompetentes para monitorear las entradas y
salidas de grandes sumas de dinero. Con respecto a las drogas ilegales,
prácticamente ningún país en el mundo ha podido levantar barreras efectivas a
su circulación, venta o consumo. Lo mismo sucede con la libre circulación de
armas a través de las fronteras, así
como también con las enfermedades. La televisión, la radio, el fax, las redes
de computación, emiten información,
entretenimiento, y cultura popular, por todo el mundo, a pesar de los esfuerzos
de algunos estados por contenerlos. Astutas evaluaciones de los movimientos de
bienes entre estados pero a través de las firmas, le permiten a las
empresas multinacionales evadir
impuestos, mientras que el empleo temporario, el empleo de medio día, las
comisiones por ventas, y la subcontratación, le permiten a estas empresas
eludir las obligaciones estatutarias propias de los empleos de larga duración.
Las corporaciones multinacionales, bancas sindicales internacionales, y una
cantidad de grandes organizaciones criminales, están dándole forma a algunos de
estos cambios, así como también lo están haciendo organizaciones
multinacionales, como la Comunidad Europea.
Un número de
regímenes de Occidente, especialmente regímenes conservadores como el de
Margaret Thatcher y el de Ronald Reagan, reaccionaron ante la disminución de la
efectividad de la acción del estado buscando el achicamiento del estado.
Como señala
James Cronin:
Lo que es más
distintivo históricamente del conservadurismo bajo el gobierno de Thatcher, fue
su obsesión con el estado y con las bases institucionales de poder y de
política. Ellos demostraron un deseo particular de limitar la extensión y
reestructurar la forma misma del estado, para reducir la responsabilidad del
gobierno, en el bienestar económico y social de los ciudadanos; para disminuir
la capacidad del estado en comprometerse o para eludir tal responsabilidad; y
para eliminar aquellas instituciones y políticas del estado que proveen de apoyo al Trabajo. En este
sentido, ellos se mostraron muy entusiastas en relación a las políticas
recientes y demostraron un intuitivo entendimiento del proceso a través del
cual la mayor parte de la estructura del estado determina las políticas:
creando expectativas y oportunidades para llevar demandas al gobierno, abriendo
o limitando la arena para la movilización política, ofreciendo o quitando el
reconocimiento político de los intereses, lo cual es sumamente esencial para su
existencia y movilización exitosa ( Cronin 1991: 247).
En otras
palabras, respondieron a los excesivos compromisos del estado rechazando
compromisos y destruyendo los mecanismos que produjeron esos compromisos.
Sin embargo, los
efectos más sorprendentes de la globalización sobre la actividad del estado,
probablemente se encuentre en el área de la guerra. Según la definición
weberiana, el estado posee el monopolio de la violencia legítima, de este modo,
uno podría suponer que el uso de la fuerza sería el último lugar en el cual el
estado perdería parte de su poder. Los estados europeos, después de todo, realizaron un enorme desarme de su población
civil entre 1600 y 1900, mientras se armaban con tanta eficacia que sólo una
sublevación de las tropas del gobierno hacía posible apoderarse del poder por la fuerza. Con la guerra del
Golfo, los Estados Unidos apostaron a convertirse en el más fuerte vendedor de
armas al mundo. Sin embargo, el involucramiento de los estados más importantes
-Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, y Francia, representan el 80 % del
comercio mundial de las principales armas convencionales ( Sivard 1993: 19)-
promovió la adquisición de armas por actores no estatales.
El proceso tuvo
dos dimensiones: oleadas de envío de armas internacional, para transformar las formas del combate,
incluídas las guerras civiles, involucrando fuerzas distintas de los ejércitos
nacionales. Aún dentro de Europa, en la antigua región de Yugoslavia y de la
Unión Soviética, han proliferado
docenas de fuerzas armadas que no pertenecen a estados reconocidos como tales.
En el resto del mundo, las fuerzas irregulares han llegado a ser tan
prominentes y poderosas que la guerrilla ha desplazado a los combates entre las
tropas de los gobiernos como la forma dominante de guerra. En Somalia, Liberia,
Colombia, México, Afganistán, Sri Lanka, y otras regiones llamadas de
Conflictos de Baja Intensidad, mueren miles de personas por ano.
El estado es
sumamente importante en estos conflictos, no solamente como proveedor de armas,
sino también como partidario de una intervención en las políticas de otros
estados, como incitadores y objetos de rebelión, como patrocinadores de los
escuadrones de la muerte, como anhelo de los movimientos separatistas de
independencia. La proliferación del genocidio, el "politicidio", la
expulsión de minorías como técnicas de autoridad desde 1945, no remite al hecho
de la desaparición sino al abuso del
poder del estado. Es aún sorprendente la medida en que la violencia a gran
escala, distinta de la generada en las guerras entre estados, ha aumentado
desde 1945, y la medida en que los estados están perdiendo su habilidad para
contener esa violencia. Estos cambios certifican el debilitamiento de las
capacidades estatales a escala mundial.
10- Por lo
tanto, los cambios que están ocurriendo actualmente amenazan a todos los derechos enraizados en el estado, incluidos los derechos
laborales.
Jelle Visser y
Bernhard Ebbinghaus señalan que el poder de los trabajadores y la densidad de
los sindicatos han ido disminuyendo desde alrededor de 1980 en el mundo
capitalista en su totalidad, aún incluyendo las social democracias históricas.
"Desde una posición doméstica
debilitada", agregan:
Los sindicatos
se enfrentan a un doble desafío en Europa: la creciente integración política y
económica de los 12 estados miembro de la Comunidad Europea, y las demandas por
beneficios, desarrollo y apoyo financiero de los países de Europa del Este y
Central. Con el avance de la integración económica y una Unión Monetaria Europea,
la soberanía nacional en materia de políticas económicas y sociales corre
peligro de ser limitada, y las vias por las cuales los sindicatos solían buscar
la protección y el aumento del empleo, de la asistencia social y de la
seguridad, en la agenda nacional, será cada vez más restringido. La
internacionalización de los mercados y de las organizaciones ha erosionado, y
reducirá aún más, las zonas que iban quedando de autonomía nacional en la
elaboración de políticas sociales y económicas. Dado el avance de las empresas
multinacionales y, dentro de las empresas, de la centralización en la toma
decisiones sobre cuestiones estratégicas, y la constitución de un órgano de
toma de decisiones supranacional en la Comunidad Europea en las principales
cuestiones económicas y monetarias, los sindicatos no tienen otra elección que
desarrollar alguna capacidad transnacional para la organización y la acción (
Visser & Ebbinghaus 1992: 206-207).
Pero señalan que
la diversidad de movimientos sindicales europeos erige dos obstáculos muy
serios a la hora de aunar esfuerzos: en primer lugar, la dificultad para
encontrar fórmulas comunes para la gran variedad de estructuras organizativas;
en segundo lugar, la división estratégica entre aquellos movimientos laborales
relativamente poderosos a nivel nacional ( los cuales tienen capacidad para
actuar pero también mucho que perder en el aunamiento de esfuerzos) y aquellos
que tienen menos poder ( quienes no están en condiciones de liderar una acción
colectiva continental). Hasta el momento, los trabajadores europeos se las han
arreglado para crear una Confederación Sindical Europea con muchos miembros y
pocos poderes, así como también algunas
federaciones multinacionales, dentro de algunos sectores como los
mineros y los trabajadores del metal, pero en capacidad para llevar a cabo
acciones efectivas a escala europea es aún insignificante.
Las
circunstancias que describen Visser y Ebbinghaus resultan precisamente del
enraizamiento de los derechos laborales en los estados europeos particulares a
lo largo de los últimos 150 anos. Al aumentar la escala de la acción
económica y al acelerarse la libre
circulación de los recursos entre las economías de la Comunidad Europea,
declina la capacidad de los estados individuales para intervenir a favor del
empleo, la utilidad de tal intervención, y el poder de la mano de obra
organizada en relación con el capital internacional. Dado que los derechos
dependen de que se los haga valer públicamente, todos los derechos garantizados
estatalmente declinaron. Esto fundamentalmente incluye a los derechos de los
trabajadores.
11- En el mundo,
los capitalistas han sabido reconocer y han sabido tomar ventaja de estos
cambios más rápidamente que los trabajadores.
Hasta cierto
punto, los capitalistas causaron los cambios en cuestión, creando
deliberadamente estructuras transnacionales para evadir el control por parte de
cualquier estado en particular y de su mano de obra organizada. Nuestras instituciones
económicas internacionales más poderosas -Gatt, el Banco Mundial, el Fondo
Monetario Internacional, y la Comunidad Europea- reflejan fuertemente el
interés de los capitalistas. Una perspectiva de la globalización,
efectivamente, se centra en las estrategias de poder y de ganancia de las
corporaciones multinacionales. Pero los capitalistas europeos no quisieron el
aumento de la competencia por parte de Japón, Corea del Sur, Singapur, Taiwán,
y Hong Kong, dentro del mercado europeo. Respondieron de dos maneras:
incrementando el alcance internacional de sus inversiones, y expandiendo el
ámbito geográfico de sus multinacionales. Las firmas multinacionales todavía
mantienen la sede central financiera y administrativa donde concentran el
grueso de sus inversiones de investigación y desarrollo pero diseminan la
producción, logros, ventas, y niveles administrativos interiores, alrededor del
globo, como una forma de acceder a diferentes mercados ( Dicken 1992: capítulo
7). Del mismo modo, en algunas industrias como la electrónica, la organización
de procesos de producción dispersados internacionalmente, con los componentes
trasladándose entre distintos continentes, ha llegado a ser mucho más común
desde los anos 60.
Los capitalistas
han también generalizado el uso del empleo temporario y el empleo por medio
día, la terciarización, y la
subcontratación, de tal forma que reducen la proximidad y la durabilidad de las
conexiones entre grupos particulares de trabajadores y concentraciones particulares de capital. Peter Dicken ofrece el
maravilloso ejemplo de los multimillonarios juguetes Lewis Galoob:
Sólo 115
empleados realizan toda la operación. Los inventores independientes y companias
de entretenimiento imaginan la mayoría de los productos Galoob mientras
que especialistas externos hacen la
mayor parte del diseño y de la ingeniería. Gallob le encarga la manufactura y
el empaquetado a más de una docena de
contratistas en Hong Kong, y ellos, a su vez, envían lo que requiere de mano
obra intensiva a las fábricas en China. Cuando los juguetes llegan a Estados
Unidos son distribuidos por representantes autorizados del fabricante. Gallob
ni siquiera lleva sus cuentas. Este le vende lo que recibe a la Corporación de
Crédito Comercial, una compañía que también fija la política crediticia de
Galoob ( Dicken 1992: 221, citing Business Week, 3 March 1986).
A pesar de que
las técnicas tengan características comunes con la industria textil del siglo
XVIII y las fábricas de subcontratación del siglo XIX, las tecnologías del fax,
telex y computadoras aceleraron las conexiones y aumentaron enormemente sus
alcances. Si lo comparamos con las innovaciones hechas por el capital en la
fase de transformación de las oportunidades internacionales, el empleo parece
suspendido en el molde organizacional del siglo XIX.
12- Sin embargo,
las reacciones chauvinistas y otras
reacciones de los trabajadores,
implican una mayor conciencia de estas transformaciones.
Como resume
Hanspeter Kriesi:
El final de la
década del 80 y el inicio de la década del 90 ha sido testigo del surgimiento
de una nueva ola de protestas en Europa Occidental, la cual parece estar
siguiendo una lógica completamente diferente de aquella de los [Nuevos
Movimientos Sociales]. Con la caída del antagonismo Este-Oeste, el conflicto
entre el Norte y el Sur se hizo más prominente. Mientras la preeminencia del
antagonismo Este-Oeste reforzaba la imagen del conflicto de clase, el
antagonismo Norte-Sur refuerza la imagen del conflicto étnico, religioso o
nacionalista. Mientras que el mundo estaba dominado por el conflicto
Este-Oeste, el Sur representaba una fuente lejana de emancipación para la gente
de izquierda. Pero ahora el Sur se ha transformado en una inminente amenaza
para la gente de derecha. En un buen número de países de Europa occidental, la
nueva derecha se moviliza con un éxito considerable por la defensa del Norte en
contra de peligros reales o imaginados que provienen del Sur. Lo que es común a
la gran variedad de movimientos de la nueva derecha en todos los países es la xenofobia de todos sus seguidores. Una
segunda característica de estos movimientos es su populismo, esto es: su
anti-elitismo y su apelación al pueblo ( Kriesi 1993: 266).
Los Skinheads y
los neofascistas en Alemania, la Liga Lombarda en Italia, el Frente Nacional en
Francia, representan todos diferentes voces del chauvinismo. A pesar de que la
gente de izquierda desearía que fuera de otra manera, estos movimientos
tienen una considerable atracción entre
trabajadores amenazados. Además, en lo que serían versiones más moderadas, aún
los izquierdistas han llegado a apoyar la protección laboral a través de
tarifas, y en los países pobres, han llegado a oponerse a las políticas de
exportación de mano de obra barata.
13- Las
respuestas chauvinistas y proteccionistas no defenderán los derechos laborales.
A corto plazo,
proteccionismo y chauvinismo probablemente tengan éxito; disminuirán la entrada
de trabajadores con bajos salarios en los mercados de trabajo nacionales y reducirán la competencia de mano de obra
barata en otros lugares. Sin embargo, y aún en el corto plazo, no fortalecerán
la capacidad individual del estado, o la propensión a mantener los derechos
laborales. Ausentes los controles al capital, aumentarán la capacidad de maniobra,
y por ende el poder de los capitalistas en relación al estado y a las
organizaciones del trabajo. Aumentarán los incentivos a los trabajadores con
bajos salarios para entrar a los mercados protegidos con salarios altos. No
apoyarán las capacidades del estado para garantizar beneficios financieros por
enfermedad, jubilaciones, lesiones, y desempleo. Dada la desigual
vulnerabilidad de las industrias y de las regiones frente a la penetración
extranjera, finalmente, ellos van a hacer enfrentar a los trabajadores entre si; de este modo, disminuirá
sustancialmente su capacidad para la acción colectiva. Estas divisiones se
parecerán a aquellas que atormentaban al movimiento laboral norteamericano
durante los finales del siglo XIX ( Earle 1993, Hanagan 1988, Montgomery 1987,
Voss 1993).
14- El mundo
capitalista, por lo tanto, asiste a la finalización de aquel ciclo de
establecimiento de derechos que comenzó alrededor de 1850.
Mi análisis
indica que los sustanciales logros de derechos realizados por los trabajadores
en los países capitalistas después de 1850, ahora atraviesan por una fase de
reversión devastadora. Nada en el análisis sugiere que está por surgir un nuevo
ciclo de adquisición de derechos.
15- Para que los
trabajadores puedan gozar de derechos laborales en el nuevo orden mundial deberán inventar nuevas estrategias en
escala del capital internacional.
En la medida que
los derechos emergieron de luchas organizadas, y las luchas que se dan
actualmente todavía oponen a los trabajadores al capital, solamente una acción
colectiva a escala internacional tiene más posibilidades de obtener ganancias
para el trabajo, o aún de detener las pérdidas del trabajo. De este modo, los
gobiernos involucrados como garantes, tendrán que ser agencias internacionales,
coligadas o asociadas a estados existentes.
16- Esto no
parece estar sucediendo. Contrariamente, aún a nivel de estados individuales,
los derechos parecen estar decayendo.
Casi en todas
partes el trabajo organizado está en retroceso. En el caso del NAFTA, por
ejemplo, no se hicieron intentos muy serios para unir a los trabajadores
canadienses, mexicanos y norteamericanos en alguna clase de colaboración
efectiva; en cambio, los trabajadores norteamericanos se quejan de la
competencia de las maquiladoras,[2] iniciada por el Gobierno mexicano
para disminuir la migración fronteriza de la mano de obra, y los trabajadores
canadienses se quejan por ser devorados
una vez más por la ballena norteamericana.
17- A largo
plazo, esta pérdida no sólo amenaza los derechos laborales, sino la democracia
en general.
Mi razonamiento
es simple: la Democracia consiste en una relativa ampliación e igualdad de la
ciudadanía, proporcionándole a los ciudadanos consultas obligatorias en lo
concerniente a las políticas del estado y el personal del estado, así como
también protección de la acción estatal arbitraria. En la medida que el estado
se disuelve, también lo hace la ciudadanía, y en consecuencia, la democracia.
El control de la autonomía del poder militar es una condición para la
democracia; las coaliciones entre clases que involucren trabajadores
constituyen condiciones altamente favorables; y una relativa igualdad, sumada a
una redistribución, aparece como un importante estabilizador. Las grandes
desigualdades del poder económico amenazan a la democracia porque otorgan
incentivos y medios a minorías poderosas para subvertir los cuatro elementos de
la democracia; por lo tanto, hacen que
las coaliciones entre clases, y por tanto, las alianzas parciales entre los
capitalistas y los trabajadores, sean
menos esenciales para conducir los negocios públicos. En este sentido, el poder
del trabajo organizado, representa y fomenta las políticas democráticas.
Nuestro mundo va
en dirección creciente hacia la desigualdad y la proletarización, en el sentido
más simple de la palabra: más y más gente depende para su supervivencia de los
salarios que recibe por el trabajo que lleva a cabo con el capital de otra
gente. La globalización aumenta la proletarización y el incremento de la
desigualdad a escala mundial, y esto lo puede hacer también al interior de
jurisdicciones de estados individuales. Si el trabajo no encuentra formas
alternativas y efectivas de organización a nivel del capital internacional, uno
de los grandes acontecimientos de nuestra era -la democratización incompleta-
corre peligro de ser pisoteado por las nuevas oligarquías del capital.
Hace falta que haga
hincapié en la insuficiencia de mis argumentos y de la evidencia del artículo?
He tejido una desigual cantidad de conjeturas, extendiéndolas alrededor de una
colección dispar de hechos y argumentos, anclados estos en una tendenciosa
lectura de la historia europea, trasladando mis términos de referencia
frecuentemente sin advertencias; de este modo, he dejado grandes agujeros en el
tejido. Déjenme anhelar, sin embargo, que la reconstrucción de estos diseños
incompletos ayudará a los lectores a encontrar regularidades en el pasado,
presente y futuro del trabajo.
Notes
[1] Working Paper Nro 182. Center for Studies of Social Change. New
School for Social Research. March 1994.Traducción: Marcela González. Edición: Javier Auyero
[2] N. del T: en español en el original.