11. Emigrados.
Los flujos de emigración están en gran medida determinados por las necesidades
económicas de los países imperialistas y por los desordenes del sistema
dominante (guerras, hambrunas...). La emigración tiene una historia y presente
rasgos diferentes según los períodos. En este terreno, la figura simbólica del
destino que reserva a los emigrantes el nuevo orden neoliberal es reveladora:
el inmigrante indocumentado, una mujer sin derechos, condenada a la
superexplotación dentro de las empresas o al trabajo doméstico, incluso cuando
beneficie de una verdadera formación en su país de origen. ¿Qué puede ser más
emblemático para un sistema que apunta a generalizar la precariedad?
En otros contextos históricos, los emigrantes
pudieron encontrar, a pesar de las dificultades, un lugar y un porvenir en los
países que los acogieron. Tal perspectiva se les niega hoy. Viven todo el
tiempo en una extrema precariedad sólo para continuar manteniendo a sus
familias, amenazadas por la miseria la miseria y la desocupación. En muchos
países de origen, el dinero enviado por los emigrantes constituye un recurso
económico fundamental y permitió evitar que algunas crisis no lleguen no
desemboquen en la irremediable desintegración social. Con la mundialización
capitalista, vivimos la emigración del sacrificio.
Los inmigrantes comenzaron la lucha contra su
condición de clandestinos, por el derecho a ser reconocidos, a su existencia
legal; han suscitado importantes movimientos de solidaridad y realizaron
victorias significativas, aunque parciales, en algunos países europeos.
Abrieron así un nuevo frente en el combate común por la dignidad, la igualdad y
una sociedad solidaria.