(Resolución del Congreso mundial de la Cuarta
Internacional, 2003)
1.
La defensa del servicio público
1. A pesar de que los problemas ecológicos no plantean problemas completamente
nuevos a la humanidad, están tomando, en la en nuestros días, una nueva
dimensión a causa de su alcance e intensidad. En muchos casos, el deterioro
ambiental tiene consecuencias negativas irreversibles para la humanidad y la
naturaleza; un accidente en un reactor nuclear puede poner en riesgo a la vida
de millones.
2. Durante la
mayor parte de su trayectoria, las direcciones obreras reformistas
tradicionales han ignorado o despreciado los problemas ecológicos. Incluso
ahora, se progresa con lentitud y dificultad y a menudo limitándose a hacer
meras reparaciones ambientales. De manera autocrítica, hay que decir que
también las corrientes revolucionarias del movimiento obrero, incluida la
nuestra, han debido cuestionar viejas posiciones antes de darse cabal cuenta de
todas las implicaciones de la problemática ecológica en el capitalismo tardío.
El trabajo realizado por diferentes grupos y partidos verdes pone a la orden
del día la cuestión ambiental durante tanto tiempo rechazada por el movimiento
obrero. Sin embargo, muchas de las soluciones que han propuesto son ilusorias,
pues no reconocen que la destrucción del medio ambiente está estrechamente
ligada al móvil de lucro del capitalismo o, en las sociedades de transición, al
dominio burocrático. Tomar en serio los problemas ecológicos que enfrentamos
implica salir del marco impuesto por la búsqueda de la ganancia y del mando
burocrático para entra en la perspectiva de una sociedad socialista planificada
democráticamente.
3. La crisis
ecológica, resultante de la acción del ser humano sobre la naturaleza, ha
alcanzado proporciones que pueden poner en duda la supervivencia de nuestra
especie. Debido a los intereses económicos de una pequeña minoría, enfrentamos,
por un lado, un mayor número de modos de producción cuyas consecuencias
ambientales no han sido investigadas correctamente, y, por el otro, la descarada
continuación de viejas formas de producción a pesar de que sus efectos nocivos
son conocidos. El telón de fondo de esto son las crecientes consecuencias de la
tecnología sobre la naturaleza, es decir su creciente capacidad para trastornar
o destruir el medio ambiente.
4. La revolución industrial, surgida del desarrollo del capitalismo en el
siglo XIX, aumentó la contaminación ambiental mediante emisiones y desechos
industriales, creando, a la vez, peligros suplementarios contra la salud de los
trabajadores y del conjunto de la población urbana. En general, multiplicó los
destrozos ecológicos de origen humano y sus perspectivas.
5. Sin embargo, la crisis ecológica de nuestros días no es el resultado lineal
del desarrollo industrial del siglo XIX. Resulta de un salto cualitativo
acontecido durante la expansión económica de los años 1950-60 a causa del
inmenso incremento del consumo de petróleo y del gran desarrollo de las
industrias automotriz y química y la penetración generalizada de ésta en cada
sector de la actividad humana, especialmente en la agricultura a través de los
fertilizantes e insecticidas. Este salto cualitativo se agudizó en los setenta
con la crisis económica de las economías planificadas burocráticamente,
exacerbando los aspectos irracionales de su funcionamiento, y, de un modo
particularmente dramático, con la combinación de crisis económica e
industrialización vehemente y salvaje en el llamado “Tercer Mundo”.
6. Las
actividades humanas que utilizan combustibles fósiles (producción de energía,
transportes), la utilización de leña para uso doméstico en el Tercer Mundo, y
la deforestación dramática que de esto resulta, así que las actividades
agrícolas, constituyen la causa esencial del recalentamiento climático en
curso. Estas actividades expelen en la atmósfera 7.000 millones de toneladas de
gas por año (CO2, CH4, N2O, CFC), de los que la mitad no son reciclados por los
océanos y los bosques. El efecto invernadero, responsable del mantenimiento
adecuado de la temperatura para la vida en la superficie del planeta, se
encuentra en desequilibrio, lo que induce graves perturbaciones del complejo
sistema climático planetario, cuyo recalentamiento global es tan sólo un
aspecto. En 1989, se calculó que la década de los ochenta había sido la más
calurosa que se había registrado jamás. En 2000, fue la década de los noventa
la que apareció como la más calurosa que se había registrado jamás. A pesar de
esos datos, todavía existen fuerzas burguesas dispuestas a negar la importancia
decisiva del cambio climático y la necesidad de actuar sin demora para
contrarrestar el incremento de emisiones de gases con efecto invernadero y
limitar unas consecuencias que ya son irreversibles. En numerosas regiones,
esas consecuencias serán catastróficas para la economía de vastas comunidades
humanas. Las modificaciones del ciclo atmosférico del agua son las más temidas,
cambiando el régimen de lluvias y de evaporación, aumentando la cantidad y la
brutalidad de los ciclones tropicales. La suba del nivel del mar es muy
probable. Según la amplitud, pondrá en peligro enteras zonas litorales e
insulares.
7. Este cambio
climático se combinará, según la tendencia prevista, con la disminución
continua de la capa de ozono estratosférico, y el aumento correlativo del flujo
solar de rayos ultravioletas, cancerígenos, que llegan a la tierra. La
destrucción de la capa de ozono es producto de la acumulación en la capa
superior atmosférica de compuestos orgánico-halógenos, los cloro-fluor-carbonos
(CFC), principalmente utilizados por la industria del frío y los aerosoles. Incluso si la prohibición es hoy día casi total, los CFC que se encuentran
en la atmósfera están lejos de haber terminado sus efectos devastadores,
previstos hasta 2060.
8. Los cambios globales en las regulaciones, en el seno y entre los
principales componentes del medio ambiente terrestre (atmósfera, océanos, biosfera) tendrán serias repercusiones a lo
largo del siglo XXI, a escala y tiempo variable, pero globalmente muy
superiores a los tiempos tomados en cuenta por la actividad humana que los
provocaron. Este hecho subraya la urgencia de integrar el desafío ecológico en
la organización del conjunto de las sociedades.
9. Las industrias, los transportes o la degradación de bienes de consumo más o
menos duraderos diseminan en el aire una gran variedad de sustancias tóxicas.
El crecimiento desenfrenado –y aparentemente incontrolable- de la circulación
automovilística convierte a ésta en la fuente principal de dióxido de azufre y
de óxidos de nitrógeno, que supera claramente a las calefacciones domésticas e
industriales. El aldehído fórmico, el mercurio y el amianto, por ejemplo, son
contaminantes industriales, pero están igualmente presentes, en una medida muy
importante, en los bienes de consumo corrientes, como algunos materiales de
construcción (en el caso del formaldehído y el amianto) y las pilas eléctricas
(en el del mercurio).
10. La concentración de estas sustancias en
el aire urbano puede ser mil veces superior que en las zonas rurales. La
contaminación del aire se ha convertido en una plaga de las grandes ciudades de
los países ricos y ha tomado proporciones particularmente gigantes y caóticas
en los países pobres. Ha provocado un aumento peligroso de las enfermedades
respiratorias en las urbes: seudo difteria en los niños, asma, bronquitis y
cáncer pulmonar. Estudios europeos han revelado que la contaminación en las
áreas metropolitanas principales de Europa Occidental es la causa de varios
miles de decesos cada año.
11. El asbesto ha hecho que aumente
considerablemente la mortalidad por cáncer entre los obreros portuarios y de la
construcción. Debido al tiempo de estado latente de estos tipos de cáncer, la
verdadera dimensión del problema sólo se revelará en los años por venir. El
descubrimiento de los peligros del asbesto ha llevado a que se utilice menos en
los países industrializados; sin embargo, su uso va en aumento en el “Tercer
Mundo”.
12. El bióxido de azufre y los óxidos de
nitrógeno son la causa de la lluvia ácida, causante de la destrucción paulatina
de los bosques de las zonas templadas del hemisferio norte.
13. El agua de nuestro planeta está siendo utilizada como
un inmenso basurero de desechos, domésticos, industriales, agrícolas y de toda
actividad humana. Las aguas continentales —ríos y lagos— han sido las más
afectadas, aunque los ríos y las ciudades costeñas están contribuyendo de
manera creciente a la contaminación de los océanos. Su consecuencia más grave
es la acumulación de metales pesados —mercurio, cadmio y otros— y de compuestos
orgánicos tóxicos en los sedimentos y, peor, en el agua misma; la acumulación
de sustancias grasas, nitratos y fosfatos provoca el crecimiento sin control de
ciertas plantas acuáticas. Cuando éstas entran en descomposición, consumen el
oxígeno del cuerpo acuífero, convirtiéndolo en un cementerio para otros
organismos que viven ahí.
14. La situación de los océanos se agrava rápidamente, un
hecho que no es ajeno al aumento del tráfico marítimo, más aún si se tiene en
cuenta que el estado de deterioro de muchos barcos provoca pérdidas
importantes. La búsqueda sistemática de los costes más bajos por parte de las
multinacionales petroleras es directamente responsable de catástrofes como las
del Exxon Valdez, el Erika o el Prestige. A la contaminación visible de las
mareas negras -en 1996 naufragaron 70 petroleros- vienen a añadirse las enormes
cantidades de petróleo que se escapan de las perforaciones submarinas y los
gases que despiden los barcos. El mar también se utiliza como vertedero de
residuos tóxicos, químicos y radiactivos.
15. Existe además la contaminación de la tierra,
resultado y causa de ciertos tipos de contaminación del aire y el agua. Con
esto, tienen que ver las prácticas agrícolas resultantes de la economía de
mercado: cultivo intensivo (abuso y dependencia de fertilizantes e
insecticidas), monocultivos, siembras no adecuadas a los ecosistemas y a las
condiciones climáticas locales. La industria de guerra con sus municiones
radioactivas, sus submarinos nucleares hundidos, y sus minas que hacen la
tierra inutilizable, contribuye a esta degradación. Confrontamos una enorme
destrucción de suelos, a escala mundial, causada por la contaminación, el
abuso, la desecación y la erosión masivos, lo cual está íntimamente relacionado
con las causas económicas y sociales del hambre que afecta a 800 millones de
personas en el “Tercer Mundo”.
d) La destrucción de los bosques
16. Entre las revelaciones
más dramáticas hechas por la crisis ecológica mundial, la destrucción de los
bosques es un asunto especialmente grave a causa de la magnitud de sus
consecuencias. En 50 años desapareció un tercio de la superficie forestal del
planeta. Los países tropicales han sido afectados de manera particular. En los
países industrializados, la superficie cubierta por bosques se mantiene
relativamente estable, a pesar de que estos están muriendo paulatinamente a
causa de la combinación letal de aire, tierra y agua contaminados. Sin embargo,
la crisis ecológica del “Tercer Mundo” se caracteriza por la deforestación. La
deforestación se instala en un ciclo vicioso entre pobreza y degradación de las
tierras cultivables. Otro responsable, es la sobreexplotación de las reservas
forestales tropicales, sin preocuparse por su gestión durable, que destruye la
biodiversidad (las selvas tropicales poseen más del 50 % de las especies
vegetales y animales del planeta) y los recursos de las poblaciones selváticas
para alimentar a menor costo los mercados occidentales de la construcción o del
amoblamiento.
17. Además, desde 1997, un recrudecimiento de los
incendios forestales golpea la región amazónica, América central, Rusia o el
Sudeste asiático. En Indonesia, los gigantescos incendios de selvas tropicales
destruyeron 10 millones de hectáreas en tres años, afectando a mas de 70
millones de personas, y costaron más de 4.500 millones de dólares. A escala
planetaria, la deforestación agrava el efecto invernadero.
e) La biodiversidad amenazada
18. La existencia de millares de especies está amenazada
por los numerosos ataque que sufren los ecosistemas. Un cuarto de la
biodiversidad mundial podría desaparecer en los próximos 25 años. En algunos
casos, estos ataques pueden acarrear la desestabilización de equilibrios
ambientales con incalculables consecuencias sobre las condiciones de vida de la
especia humana.
19. La biodiversidad debe defenderse no por postura
sentimental o estética, sino en nombre de la especia a la que pertenecemos. Sin
control de las consecuencias de los cambios irreversibles que puede sufrir el
medio ambiente, el hombre debe procurar desplegar sus actividades en el
contexto de una naturaleza cuyo equilibrio sea respetado.
20. El
capitalismo, que se preocupa de la polución como mala suerte, explota los
recursos con el único objetivo de la rentabilidad inmediata, a expensas de
amenazar la existencia de las selvas tropicales, verdaderos reservorios de
especies animales y vegetales, o la vida marina, que beneficia de las
innovaciones tecnológicas sin preocuparse de su posible impacto ecológico, como
en el caso de las OGM (cuya diseminación en el medio ambiente un proceso
irreversible y potencialmente peligroso), debe ser cuestionado en sus
fundamentos por cualquiera que busque proteger el equilibrio ecológico
existente.
21. La producción de organismos genéticamente
modificados, en lugar de permanecer como una técnica de laboratorio, se impone
como una de las biotecnologías claves utilizadas por el capitalismo para encontrar
nuevas salidas y extender su dominio al nivel más íntimo (hasta ahora fuera de
alcance) de una actividad humana
milenaria: la reproducción y el control genético de las especies vegetales y
animales.
f) La catástrofe industrial y el riesgo nuclear
22. Las
consecuencias devastadoras de la actividad humana también son puestas en
evidencia por accidentes a gran escala y por el riesgo de accidentes
industriales, por ejemplo, en plantas químicas o nucleares. La catástrofe de
Bophal, sus 15.000 muertos y el sufrimiento de las víctimas del isocianato de
metilo que aún mueren por centenas cada año, junto con Chernobil, es uno de los
ejemplos más trágicos.
23. La
naturaleza misma de la energía nuclear, los alcances incalculables de sus
posibles efectos nefastos, y particularmente su impacto duradero de muy largo
plazo, junto con la existencia de soluciones alternativas, correctamente
representan un ejemplo especialmente alarmante de las (aberrantes) decisiones
tomadas en el desarrollo de las fuerzas productivas.
24. El riego radioactivo no se limita tan sólo a la
amenaza de un accidente mayor. La industria nuclear nunca resolvió, desde hace
40 años, el problema del almacenamiento de los desperdicios tóxicos. Amenazada
de decadencia, la industria nuclear se reinventa virtudes ecológicas para
relanzar nuevos programas electronucleares hoy desacreditados. El átomo sería
la solución para reducir las emisiones de CO2. Este aserto oculta los peligros
de la contaminación radioactiva (desperdicios autorizados o accidentales), y el
hecho que el transporte sea la primera fuente de contaminación carbónica.
Además, dicho sistema energético, poco flexible, basado en grandes unidades de
producción y la construcción de centenares de centrales nucleares nuevas,
monopolizaría todas las inversiones en detrimento de otros sistemas (economía
de energías, energías renovables), estimularía el derroche energético vinculado
al exceso de producción y a las pérdidas en la red de distribución, perpetuando
así un modelo de desarrollo nefasto a largo plazo.
25. A este riesgo permanente se añaden las agresiones
imperialistas, con consecuencias ecológicas muy graves dada la capacidad
destructora de las armas utilizadas, con un potencial de contaminación
duradera: la guerra de Vietnam, del Golfo y de Serbia-Kosovo lo demuestran.
***
26. Lejos de generar nuevas prioridades que convertirían
en marginales los problemas económicos, sociales y políticos “tradicionales”,
el conjunto de elementos de la presente crisis ecológica se encuentra, por el
contrario, íntimamente combinado con ellos.
27. La crisis ecológica se manifiesta como un fenómeno de
enorme gravedad y en proceso de extensión, que no sólo provoca catástrofes
locales y parciales –en ciertos casos irreversibles, en otros reversibles a
corto o medio plazo, o en el término de dos o tres siglos (la edad de muchos
árboles)-, sino que genera también peligros globales como la amenaza de
recalentamiento climático o la reducción de la biodiversidad. Todo depende de
lo que se propongan de modo consciente las comunidades humanas.
III. Las
causas estructurales de la crisis
28. Aunque no
pueda situarse por fuera de las leyes naturales, el modo de producción
capitalista está, de diferentes maneras, en total contradicción con la
naturaleza y con los procesos naturales de desarrollo. Para el capital, el
factor determinante en este proceso es meramente cuantitativo, definido por la
relación tiempo de trabajo / dinero, por la ley del valor. El capitalismo no
puede tomar en consideración las relaciones cualitativas y globales.
29. Al mismo tiempo, la producción capitalista se basa en
procesos cíclicos que buscan ser completados en el lapso más breve posible y en
los que la suma invertida debe multiplicarse. La repetición constante de este
ciclo de producción del capital (que exprime todo el jugo a los recursos) y la
creciente parcelación, como condición del rédito, conducen a un gran aumento de
entropía. El resultado de esta contradicción es que el modo capitalista de
producción impone, desde afuera, un régimen de tiempo y espacio a los procesos
naturales. La explotación de los recursos existentes no puede tomar en cuenta
el tiempo requerido para su producción y regeneración natural. La producción de
mercancías no atiende las diversas formas de vida social que encuentra. La
expansión territorial requerida para garantizar la producción, las nuevas
fuentes de energía y el transporte no toman en consideración a los medios
naturales ni a las comunidades vegetales y animales. La causa de este tipo de
desarrollo destructivo no es, por lo tanto, la irracionalidad capitalista, sino
precisamente su lógica inherente. La demanda socialdemócrata de “crecimiento
cualitativo” se ve así atrapada por la lógica del capital, ya que el
crecimiento que garantice una vida de calidad para todos y la ley del valor se
excluyen mutuamente.
30. La racionalidad capitalista determina las acciones
del capital individual. Sin embargo, la competencia entre diferentes grupos
hace que el sistema en su conjunto sea irracional. La inteligencia utilizada en
el desarrollo de la producción, así como en el uso de los recursos y la
protección ambiental no rebasa el umbral de la fábrica. Esto tiene efectos
destructores en todas las esferas en que nadie se considera responsable: el
aire, el agua y la tierra. La competencia conduce a crisis periódicas de
sobreproducción, cuando que un enorme porcentaje de materia y energía ha sido
invertido en mercancías que no pueden ser vendidas. Además, el mercado también
incita a producir publicidad, drogas y armamento que, desde el punto de vista
de su valor de uso, son superfluos, si no nefastos; pero que generan jugosas
ganancias en tanto que valores de cambio. Finalmente, la competencia y la lucha
por el lucro y por obtener ganancias suplementarias originan acciones ilegales,
incluso bajo las leyes capitalistas: ignorar restricciones ambientales,
contaminación de productos, evitar tests exhaustivos de los productos,
falsificar la descripción de su contenido, descargar desechos de manera ilegal,
etc.
31. La palabra “productivismo”, popularizada por el
movimiento ecologista, traduce, a veces de forma confusa, un aspecto de lo
irracional del sistema capitalista. En lugar de crear progreso social, el
desarrollo de la productividad conduce a intensificar la explotación de la fuerza
de trabajo, las opciones de producción desconectadas de las necesidades
sociales y ecológicas, y las crisis crónicas de sobre producción. La
producción funciona como si ella misma
fuera su propio objetivo.
32.
Es en los países capitalistas desarrollados donde la
explotación económica –es decir, el proceso de cuantificación económica- del
sustrato natural, social e histórico preexistente está más avanzada. La
producción de mercancías domina ya todos les sectores de la vida social,
mientras que el proceso social de producción se halla cada vez más fragmentado
y las relaciones de propiedad –que la competencia entre propietarios de medios
de producción impide que queden fijadas por completo- están cada vez más
centralizadas.
33.
Esto ha conducido a los mismos problemas ambientales
fundamentales en todos los Estados imperialistas, lo cual contribuye a probar
que estos problemas no son producto de “averías” o “fallas” sino que son el
resultado internacional del funcionamiento mismo del sistema.
34. La privatización de los servicios públicos y la
expansión incontrolada de las ciudades, así como la construcción masiva en las
mismas, conducen a una terrible degradación del entorno urbano, con la desaparición
de espacios verdes y la destrucción de arboledas y bosques por las carreteras y
autopistas. La explotación —utilizando casi hasta el último centímetro cuadrado
para constituir zonas industriales, centros de intercambio, centros
comerciales, ciudades dormitorio, centros de vacaciones o zonas
administrativas— ha llevado a aumentar los tiempos de transporte, a pesar de
que las necesidades siguen siendo más o menos las mismas. La política de
transporte, basada en el automóvil individual con motor de combustión interna,
tiene como consecuencia el exceso crónico de automóviles y amenaza con
paralizar o asfixiar todas las grandes aglomeraciones urbanas.
35. Las relaciones que implica la propiedad concentrada
en pocas manos, en particular en el abasto energético, prefieren el uso masivo
de combustibles fósiles o de plantas núcleo-eléctricas. Estas fuentes de
energía ejercen una gran presión tanto sobre la atmósfera como sobre la salud
humana, y además implican un uso profundamente irracional de la energía.
36. La irracionalidad del mercado y la búsqueda del
beneficio son responsables, de modo decisivo, del problema de los residuos.
Para las empresas, cada vez es más “ventajoso” tirar, arrojar al vertedero o
quemar lo que resulta inútil para la producción. De ese modo, las montañas de
residuos –en particular de residuos tóxicos- se han convertido casi en un
símbolo de la sociedad capitalista de la superabundancia. Ello por no hablar
del monumental problema que plantean los residuos nucleares militares y la
destrucción del medio ambiente que causan las guerras, en especial las
expediciones militares imperialistas. El capitalismo no está en condiciones de
corregir esos “excesos”.
37. Los efectos de estos problemas ambientales
fundamentales: urbanización galopante y destrucción del paisaje,
desmembramiento del transporte, contaminación del aire por vehículos privados
de combustión interna, producción de contaminantes tóxicos de la industria
química y dependencia de ella, destrucción de la atmósfera por centrales
eléctricas a base de combustibles fósiles y por la radiación de las centrales
nucleares y la acumulación de montañas de desechos. El capitalismo es incapaz
de revertir este “desarrollo erróneo”. Eso requeriría el uso cuidadoso de
recursos como la única guía para la acción; pero eso entra en contradicción con
el principio fundamental del capitalismo. En este sistema se puede disponer
“libremente” de los recursos, como el agua y la tierra, de manera que son
usados, desperdiciados y envenenados sin que las relaciones sociales dominantes
ejerzan una autoridad restrictiva. Son concebidos como “factores externos”, y
no sólo en el sentido económico. Son objeto de la búsqueda de ganancias
privadas, de modo que los recursos sólo son escasos para quien los compra. Quienes
los venden tienen un interés fundamental en expandirse y resisten todo
racionamiento o economía.
38. Todo intento de control se topa con, entre otras
cosas, la actual campaña capitalista por la desregulación, además de que se
basan en la suposición errónea de que la ley del valor es de algún modo capaz
de distinguir entre ganancias “buenas” (no dañinas par el medio ambiente) y
“malas”. Los Estados imperialistas están condenados a ocuparse de los problemas
después de sucedidos, lo cual sólo puede tener un éxito limitado haciendo
composturas superficiales y tomando medidas para limitar los efectos como
utilizar filtros y limpiar los humos de escape o los desechos líquidos.
39. La producción capitalista también moldea al
consumidor. En esta medida, el comportamiento humano individual se suma a la
crisis ecológica e inhibe su solución. Un ejemplo flagrante de ello es lo que
se podría denominar "dictadura del automóvil", es decir, el sistema
-catastrófico desde el punto de vista ecológico- del coche individual,
promovido por la mercadotecnia de la industria automovilística, por la
ideología individualista burguesa y por la degradación deliberada de los
transportes públicos, pero también por la estructura urbanística de las grandes
ciudades, que obliga a los trabajadores a realizar grandes desplazamientos. El
credo de la ideología burguesa que afirma “que la gente es responsable de la
crisis” influye directamente sobre este factor. No obstante, es pequeña la
influencia que pueden ejercer los cambios del comportamiento individual sobre
el carácter fundamentalmente funesto de la producción capitalista sobre el
medio ambiente.
40. Un estudio del Programa de las Naciones Unidas para
el Medio Ambiente concluía sobriamente que los problemas ambientales del
“Tercer Mundo” son problemas de pobreza. Para que esta conclusión sea precisa,
necesita tomar en cuenta que la pobreza no es producto de una casualidad, sino
resultado directo de las políticas y actividades económicas de los Estados
imperialistas. Aunque es posible embrollar los hechos y presentar la crisis
ecológica de los países imperialistas como consecuencia de la “sociedad de
abundancia” y no de la economía de mercado, la conexión entre las crisis
económica y ecológica es bastante clara en los Estados dependientes de Asia,
África y América Latina. Para millones de sus habitantes, la creciente
destrucción de su biosfera y la lucha cotidiana por la supervivencia forman una
experiencia directa y común. Más de 800 millones de personas sufren
desnutrición; 40 millones mueren diariamente de hambre o de enfermedades
relacionadas con ella; cerca de 2.000 millones de individuos no tienen un
abasto regular de agua potable limpia, lo que causa 25 millones de muertes al
año; 1.500 millones de personas sufren una aguda carencia de leña, la que
representa a veces su única fuente de energía. El abasto de comida, agua y
combustible —las tres condiciones principales de la existencia física— falta
críticamente de equilibrio en estas partes del mundo. La ONU calcula que
aproximadamente 500 millones de personas son “refugiados ambientales”,
obligados a abandonar sus países a causa de sequías, inundaciones, erosión de
la tierra, aumento de la producción agrícola de exportación y otros “factores
ecológicos”. La crisis ecológica en esas regiones no es, de ningún modo, una
“bomba de tiempo” ni un problema del “futuro” sino una crisis actual.
41.
La causa fundamental de la pobreza y de la crisis
ecológica es el modo capitalista de producción. En los países dependientes, las
bien conocidas estructuras de dependencia del imperialismo y del mercado
mundial dominado por aquél han sometido a la naturaleza a una explotación
económica mucho más directa y brutal que la experimentada en los países imperialistas.
Tal es el caso, por ejemplo, de la exportación hacia el Sur de los residuos
industriales o nucleares de los países capitalistas avanzados, que transforman
a los países dependientes en gigantescos cubos de basura de materiales tóxicos
o irradiados; o también el de las biopiratería de las empresas capitalistas
–sobre todo farmacéuticas- que se apropian y patentan los conocimientos
tradicionales de las poblaciones indígenas.
42.
La destrucción del medio ambiente en función de los
dictados del mercado mundial y los intereses de las multinacionales se
encuentran, en los países dependientes, en contradicción aún más flagrante con
las estructuras sociales desarrolladas históricamente y con las tradiciones de
vida. La “administración del tiempo y el espacio” típica del imperialismo en
esos países ha generado una infraestructura casi exclusivamente orientada a las
necesidades de los centros económicos del imperialismo. En íntima relación con
esto, se destinan “centros de materias primas”, zonas libres, plantíos y
pastizales a producir bienes de exportación. La inmensa presión ejercida sobre
las víctimas de esto y la imposición de otros modos de vida y otras funciones
sociales al despreciado campo es incomparablemente mayor que los trastornos que
sufren la población y el medio ambiente —en gran medida de manera involuntaria—
en las metrópolis capitalistas.
43.
Así, también desde un punto de vista ecológico, se pueden
ver los efectos de la “ley del desarrollo desigual y combinado” en los países
dependientes. El mercado mundial está exportando su dinámica destructiva de la
biosfera y sus más agudas contradicciones con la naturaleza hasta las partes
más “atrasadas” del mundo. Sus efectos ahí son incomparablemente mayores; pero
las fuerzas que se les oponen son incomparablemente menores. Se pueden enumerar
una serie de características de este mecanismo:
44.
• La extracción directa de materias primas para el
mercado mundial (minerales, madera, algodón, hule, etc.) y el desarrollo
concomitante de la región mediante vías de transporte, ferrocarriles, centrales
eléctricas y otras infraestructuras.
45.
• La transformación de la tierra en plantaciones o
pastizales para la exportación, lo que incluye la tala rigurosa de bosques, y
se caracteriza por una gran dependencia de los muy contaminantes fertilizantes
e insecticidas artificiales.
46.
Los dos procesos anteriores hacen que el problema de la
tierra sea el más importante en la mayoría de los países dependientes. La
voracidad de las empresas del agrobusiness y las políticas de ajuste
neoliberales llevan a la deforestación o al incendio de las selvas tropicales,
así como al desgaste, la erosión o la destrucción de las capas de tierra
fértil, lo cual refuerza el riesgo de cambio climático y de intensificación de
las “catástrofes naturales”. Con frecuencia, son las comunidades indígenas las
que se movilizan para proteger el medio ambiente –en Amazonia, en Ecuador, en
la India- y actúan como guardianas del patrimonio natural del conjunto de la
humanidad, luchando contra los estragos causados por las multinacionales.
47.
• La urbanización creciente producto de una estructura
económica específica y del problema de la tierra. De acuerdo con los cálculos
de la ONU, las ciudades están creciendo en los países dependientes tres veces
más rápido que en los países capitalistas ricos. Los problemas ambientales son
mucho más extensos en aquéllas ciudades. La contaminación producto de los
combustibles para los automóviles, la calefacción y la preparación de los
alimentos representa una amenaza grave. La calidad del agua y el drenaje
constituyen el segundo problema capital de esas ciudades. El tercero es el de
los desechos. En la mayor parte de las grandes urbes de Asia, África y América
Latina, los desperdicios son simplemente acumulados en montones o incinerados al
aire libre.
48. El problema de los países dependientes que
actualmente se subraya con mayor frecuencia es el de su deuda con los bancos y
los gobiernos imperialistas. Durante el período 1990-1995, la deforestación en
los 33 países africanos pertenecientes al grupo de países pobres más endeudados
fue un 50% superior a la destrucción de bosques en otros países africanos y un
140% superior al nivel medio de deforestación mundial. Paralelamente, no
existen medios para financiar medidas de conservación de la naturaleza. Cada
vez más, las instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial y
el Fondo Monetario Internacional hacen pagar las consecuencias del
endeudamiento a los seres humanos y a la naturaleza. En el sector agrícola, la
austeridad impuesta por los planes de ajuste estructural ha comportado la
supresión de las subvenciones que garantizaban los precios y ha supuesto la
liberalización de los mercados agrícolas. La falta de inversiones públicas
acentúa los problemas de infraestructuras para el transporte o la irrigación. A
partir de 1994, los acuerdos de la Organización Mundial de Comercio han
acelerado aún más el desmantelamiento de la agricultura de los países
dependientes. La búsqueda desenfrenada de rentas de exportación, a expensas de
los cultivos dedicados a la alimentación, provoca crisis de subalimentación en
varios países de África y Asia. La pobreza extrema y el éxodo rural aumentan,
al mismo tiempo que el medio ambiente se deteriora constantemente.
49. Esto se complementa cínicamente con una serie de
acciones que destruyen directamente al medio ambiente y otros crímenes
realizados por compañías imperialistas. Con frecuencia, plantas peligrosas (en
especial de la industria química) son transferidas a los países dependientes,
donde no sólo encuentran una mano de obra barata sino también una naturaleza
que puede ser contaminada impunemente.
50. Los gobiernos de la mayoría de los países
dependientes se encuentran impotentes ante la crisis ecológica. Su
subordinación a los intereses imperialistas y sus propios intereses y
privilegios de clase contribuyen a aumentar la dependencia económica y a
exacerbar la crisis ecológica. Incluso ciertos programas de ayuda internacional
(contra el hambre, catástrofes naturales o la proposición de cancelar parte de
la deuda a cambio de medidas protectoras del medio ambiente) terminan siendo
una fuente de ingresos suplementarios para las élites dirigentes de los países
dependientes.
51. Es
inimaginable resolver la crisis ecológica en esos países sin independencia
respecto del imperialismo. Si ha fracasado la solución de los problemas
sociales más urgentes mediante una modernización “comprada” con créditos y
deuda y en realidad ha llevado a agravar esos problemas, su efecto sobre el
medio ambiente ha sido aún peor. La pobreza y la dependencia económica obligan
a millones de personas a tener un comportamiento muy destructivo de la
naturaleza, como única manera de sobrevivir en las circunstancias actuales. El
proceso de revolución permanente antiimperialista tendrá que tomar en cuenta
las cuestiones ambientales, ligándolas con el programa contra la explotación
capitalista para construir con éxito una alternativa de relaciones socialistas
de producción.
52. A pesar de la desaparición de la URSS y de la mayor
parte de las sociedades que se reclamaban del modelo soviético, es necesario
volver brevemente sobre sus políticas hacia el medio ambiente. El balance
ecológico de la URSS ha dejado claro que el estado del medio ambiente bajo una
economía burocrática de planificación centralizada no es de ningún modo mejor
que bajo el capitalismo. Por lo menos en lo que respecta la contaminación del
aire, el agua, la tierra y nuclear –¡Chernobil!– así como los problemas de los
centros urbanos, la situación es aún peor que en las metrópolis imperialistas.
53. Uno, pero
sólo uno, de los motivos de esto es que estas sociedades solo se deshicieron
parcialmente de la ley del valor y de su influencia objetiva sobre la producción.
En un número importante de sectores clave de la producción, se sigue
dependiendo del capitalismo y del mercado mundial. La explotación de recursos
naturales para producir bienes de exportación y la dependencia respecto de
productos y tecnologías capitalistas han conducido, a su vez, a una destrucción
fundamental del medio ambiente cuya profundidad es comparable con la de los
países dependientes.
54. La economía planificada es un intento por desarrollar
una economía del trabajo con un carácter directamente social. A diferencia del
capitalismo, donde el mercado decide la utilidad del trabajo (la posibilidad de
venderlo), las sociedades no capitalistas intentaron determinar primeramente la
necesidad social y planificaron la producción de acuerdo con ello. Es obvio que
esto sólo puede tener éxito cuando todas las necesidades e intereses son
establecidos mediante un proceso democrático. Cuando se trata de distribuir
carencias objetivas, la necesidad de democracia se hace aún más esencial. Sin
embargo, el carácter burocrático de las ex-sociedades de transición redujo la
democracia de manera sistemática. La multiplicidad de requerimientos sociales y
nacionales, culturales y económicos de la población fueron unificados por la
fuerza en un plan central dictado desde arriba. A causa de sus características
fundamentales, este tipo de plan se limita a normas cuantitativas y a tasas de
crecimiento, ya que todos los aspectos cualitativos han sido enterrados junto
con la democracia. Por ello, la orientación de las sociedades de transición a
aumentar la producción en términos de cantidad casi les permitió superar, en
ese terreno, a las sociedades capitalistas, bajo la iniciativa única de los
decretos del gobierno o del partido y garantizada por la represión. La protección
de recursos naturales y del medio ambiente sólo aparece, en esos planes, de
manera cuantitativa (número de plantas de potabilización de agua, filtros,
montos presupuestarios). A causa de su propia naturaleza, ese tipo de
planificación está plagado de errores enormes e incluye una proporción no menor
de desperdicio de recursos que únicamente son descubiertos cuando se lo
reconocía “desde arriba”.
55. Las
diferentes partes del plan son dictadas, asimismo, por los bloques de burócratas
que están tras ellas, lo que lleva a la megalomanía sistemática que caracteriza
a la URSS y a los países comparables con ella. Mientras más grande,
centralizado y global sea un proyecto (como desviar ríos en Siberia), más
refleja el poder de la burocracia. Sólo han existido burócratas favorables a la
protección ambiental desde los años 70; pero carecen de influencia. Pertenecen
a pequeños departamentos agregados a las administraciones principales a manera
de malas conciencias.
56. La
ideología de la burocracia predica un tipo de optimismo y fe en el progreso
obligatorio. Se respondía a esto con meras palabras: “competencia entre los dos
sistemas”; “superación” de los países occidentales. Los modelos de consumo y
modernización del capitalismo, tan devastadores del medio ambiente, fueron
rehabilitados y adoptados como metas ideológicas de importancia central que
determinaban, en consecuencia, la forma de la planificación central. Los únicos
modelos aceptados por ésta eran los que se basaban en la cuantificación de los
recursos naturales (es decir, modelos similares a los de los economistas
burgueses conservadores).
57. Es
evidente que la crisis ecológica sólo podrá agravarse en el contexto de pillaje
económico y de capitalismo salvaje que reina en Rusia desde la desaparición de
la URSS, con la bendición de las potencias occidentales y del FMI.
58. El caso de
Cuba es diferente, en la medida que, por razones de necesidad, pero también por
convicción ecológica, la economía planificada se aleja, a partir de los años
90, del modelo soviético productivista y eco-destructor. Lo mismo vale para el
remplazamiento parcial de los automóviles por las bicicletas en el tráfico
urbano.
59. Los
ecologistas acusan a Marx y Engels de productivistas. ¿Esta acusación es
justificada?
60. No,
en la medida en que nadie ha denunciado más que Marx la lógica capitalista de
producción por la producción, la acumulación de capital, de las riquezas y las
mercancías como fin en sí mismo. Incluso la idea de socialismo –al contrario de
las miserables falsificaciones burocráticas– es la idea de una producción de
valores de uso, de bienes necesarios a la satisfacción de las necesidades
humanas. El objetivo supremo del progreso técnico para Marx, no es el
acrecentamiento infinito de bienes (el tener), sino la reducción de la jornada
de trabajo, y el acrecentamiento del tiempo libre (el ser).
61. Sin embargo,
es cierto que encontramos a menudo en Marx o Engels –y todavía más en el
marxismo posterior– una tendencia a hacer del "desarrollo de las fuerzas
productivas" el principal vector del progreso, y asimismo una postura poco
crítica hacia la civilización industrial, especialmente en su relación
destructora con el medio ambiente. La siguiente cita de los Grundissees un buen
ejemplo de la admiración demasiado poco crítica de Marx hacia la "obra
civilizadora" de la producción capitalista, y por su instrumentación
brutal de la naturaleza:
62. «El capital
comienza a crear la sociedad burguesa y la apropiación y la apropiación universal
de la naturaleza y establece una red que engloba a todos los miembros de la
sociedad: tal es la gran acción civilizadora del capital. Este se eleva a un
nivel social tal, que todas las sociedades anteriores aparecen como desarrollos
meramente locales de la humanidad y como una idolatría de la naturaleza. En
efecto, la naturaleza se convierte en un puro objeto para el hombre, una cosa
útil. No se la reconoce ya como una potencia. La inteligencia teórica de las
leyes naturales tiene todos los aspectos de la treta que busca someter la
naturaleza a las necesidades humanas, ya sea como objeto de consumo o como
medio de producción».
63. Por el
contrario, encontramos también en Marx textos que mencionan explícitamente los
estragos provocados por el capital sobre el medio ambiente natural
–testimoniando así de una visión dialéctica de las contradicciones del
"progreso" inducido por las fuerzas productivas–, como por ejemplo el
célebre fragmento sobre la agricultura capitalista en El Capital:
64. «De este modo
destruye tanto la salud física del obrero urbano como la vida espiritual del
trabajador rural. Cada paso hacia el progreso de la agricultura capitalista,
cada crecimiento de fertilidad a corto plazo, constituye al mismo tiempo un
progreso hacia la ruina de las fuentes durables de dicha fertilidad. Cuanto más
se desarrolla un país, los Estados Unidos por ejemplo, sobre la base de la gran
industria, más rápidamente de concluye este proceso de destrucción. La
producción capitalista sólo desarrolla la técnica y la combinación del proceso
de producción social a costa del agotamiento simultáneo de las dos fuentes de
que emana toda riqueza: la tierra y el trabajador».
65. Incluso en
Engels, que con frecuencia celebró el "control" y la
"dominación" humana sobre la naturaleza, encontramos escritos que
llaman la atención, de modo muy explícito, sobre los peligros de dicha actitud,
como por ejemplo el fragmento siguiente del artículo sobre "El rol del
trabajo en la transformación del mono en hombre" (1876):
66. «No debemos
vanagloriarnos demasiado sobre las victorias del hombre sobre la naturaleza.
Por cada una de estas victorias la naturaleza se venga sobre nosotros. Es
cierto que cada victoria nos da, en primera instancia, los resultados
esperados, pero en segundo y tercera instancia, tiene efectos diferentes e
inesperados, que a menudo anulan los primeros. La gente que, en Mesopotámica,
en Grecia, Asia menor u otra parte, destruyeron los bosques para obtener tierra
cultivable, jamás imaginaron que eliminando al mismo tiempo los centros de
colecta y reservas de humedad, echaban las bases de la desertificación actual
de estos países (…) Los hechos nos recuerdan a cada paso que no reinamos sobre
la naturaleza del mismo modo en que un conquistador reina sobre un pueblo extranjero,
como alguien que se encuentra fuera de la naturaleza, sino que antes bien le
pertenecemos con nuestra carne, nuestra sangre, nuestro cerebro, que estamos en
su seno y que nuestro dominio sobre ella reside en la ventaja que poseemos
sobre las otras criaturas en conocer sus leyes y poderlas utilizar
juiciosamente».
67. No sería
difícil encontrar otros ejemplos como estos. Sin embargo, no es menos cierto
que falta en Marx y Engels una perspectiva ecológica de conjunto. La cuestión
ecológica es uno de los mayores desafíos de la renovación del pensamiento
marxista al umbral del siglo XXI. La ecología exige de los marxistas una
revisión crítica profunda de su concepción tradicional de las "fuerzas
productivas", y una ruptura radical con la ideología del progreso lineal y
con el paradigma tecnológico y económico de la civilización industrial moderna.
A pesar de esas debilidades, la crítica marxista de la economía política sigue
siendo fundamental para todo proyecto emancipador, y el movimiento ecologista no
puede prescindir de afrontarla.
68. La bien
meditada posición de los fundadores del socialismo científico en cuanto a la
relación de la sociedad con la naturaleza fue enterrada a medida que progresaba
el reformismo en el movimiento obrero. Y como el reformismo era integrado por
la sociedad burguesa, fue aceptando sus instituciones centrales (Estado,
ejército, leyes) y acatando los modelos productivistas y las “frases burguesas”
a las que se opuso Marx. Una declaración contundente de la Asociación Alemana de
Trabajadores Metalúrgicos del final del siglo pasado reza: «Mientras más rápido
sea el desarrollo de la tecnología, más pronto el modo de producción
capitalista habrá alcanzado el punto en el que ya no sea viable y deba ser
sustituido por una forma superior de producción».
69. La
socialdemocracia y el estalinismo, a pesar de su desacuerdo en muchas
cuestiones, poseían una posición semejante de la concepción productivista de la
economía, y una profunda insensibilidad por las cuestiones del medio ambiente. Debemos
reconocer que las corrientes revolucionarias en general –y la Cuanta
Internacional en particular– comenzaron a integrar la problemática ecológica
con mucho retraso.
70. La continua
recurrencia de catástrofes ecológicas, el crecimiento de movimientos
ecologistas y sus éxitos, así sean parciales, al igual que su transformación
política (en partidos verdes), han conducido a que se cree un abanico de
posiciones en el movimiento obrero, en una serie de países, de sindicatos
enteros o al menos importantes minorías que en su seno se oponen al uso
“pacífico” de la energía nuclear (CGIL en Italia, mineros británicos) o
muestran una sensibilidad creciente por otras cuestiones ecológicas (CUT en
Brasil, SUD en Francia, Comisiones Obreras en España, IG Metal en Alemania,
etc.).
71. Podemos
identificar cuatro corrientes principales en el movimiento obrero:
. a) La “línea
dura”, que quiere seguir “como si nada hubiera pasado”. Esta fracción ha debido
modificar su posición a la luz de las catástrofes ambientales. Piden que se
establezcan normas de emisión de contaminantes, se exija la instalación de
convertidores catalíticos y se elaboren otras reglamentaciones estatales. No
han cambiado en ningún sentido su perspectiva miope sino que aceptan
“remiendos” ambientales, en especial cuando permiten el lucro.
b) Una
corriente tecnocrática cree que los problemas ambientales pueden ser resueltos
usando alta tecnología. En realidad, esto con frecuencia significa solamente
trasladar el problema de un lado a otro, ya que, por ejemplo, no se explica qué
se hará con la inmensa cantidad de filtros usados, el fango de los sistemas de
drenaje y otros “residuos”. Peter Glotz del Partido Socialdemócrata de Alemania
(SPD) opta por la cooperación con el sector del capital de la
“end-of-the-pipe-technology”. Supone que una alianza de la “izquierda
tradicional, la élite técnica y las minorías críticas de capitalistas
orientados al crecimiento” conducirá a “innovaciones de interés social”. Se
opone abiertamente a que se ponga en tela de juicio la propiedad privada de los
medios de producción.
c) La tercer
corriente, que podría ser descrita como de “reformismo ecologista” también se
cuida mucho de hablar de relaciones de propiedad. Habría que eliminar los
“excesos ecológicos” del capitalismo, descrito púdicamente como “sociedad
industrial”. Erhard Eppler, antiguo presidente de la “comisión de valores
básicos” del SPD, afirma que, “más que nunca, la tarea de la socialdemocracia es
lanzar una política de reformas para hacer correcciones democráticas, humanas y
ecológicas a la sociedad industrial”.
d) La cuarta
corriente, más bien minoritaria, pero lejos de ser inexistente, es el
ecosocialismo, que integra los logros fundamentales del marxismo –eliminando
sus escorias productivistas–. Los ecosocialistas comprendieron que la lógica
del mercado y la ganancia (igual que la del autoritarismo tecnoburocrático de
las difuntas "democracias populares") son incompatibles con las exigencias
ecológicas. Al tiempo que critican la
ideología de las corrientes dominantes del movimiento obrero, saben que los
trabajadores y sus organizaciones son una fuerza esencial para cualquier
transformación radical del sistema.
72. En ruptura con
la ideología productivista del progreso –bajo su forma capitalista y/o
burocrática (llamada "socialismo real")– y opuesta a la expansión
infinita de un modo de producción y de consumo destructor del medio ambiente,
el ecosocialismo representa en el movimiento obrero y el movimiento ecológico,
la tendencia más sensible a los intereses de los trabajadores y de los pueblos
del Sur, es la corriente que comprendió la imposibilidad de un "desarrollo
soportable" en el marco de la economía capitalista de mercado.
73. Nuestro objetivo
como revolucionarios, es ser partícipes de esta corriente y convencer a los
trabajadores que las reformas parciales son insuficientes: hay que reemplazar
la micro-racionalidad del provecho por una macro-racionalidad socialista y
ecológica, lo que exige un verdadero cambio de civilización. Esto mismo es
imposible si una profunda reorientación tecnológica, que apunte al reemplazo de
las fuentes actuales de energía por otras, no contaminantes y renovables, tales
como la energía solar. La primera cuestión que se plantea es pues la del
control de los medios de producción, y sobre todo, de las decisiones de
inversión y de mutación tecnológica.
74. Una
reorganización de conjunto del modo de producción y de consumo es necesaria,
fundada en criterios exteriores al mercado capitalista: las necesidades reales
de la población y la salvaguarda del medio ambiente. En otros términos, una
economía de transición al socialismo fundada en la elección democrática de las
ganancias e inversiones por parte de la misma población –y no por las
"leyes del mercado" o por un buró político omnisciente–. Una economía
planificada, capaz de superar durablemente las tensiones entre satisfacción de
necesidades sociales e imperativos ecológicos. Una transición que conduzca hacia
un modo de vida alternativo, a una nueva sociedad, más allá del reino del
dinero, de los hábitos de consumo inducidos artificialmente por la publicidad,
y la producción infinita de mercancías nocivas para el medio ambiente (¡el
coche individual!)
75. El logro
principal del movimiento ecologista, que ha sacudido las conciencias en lo que
respecta al medio ambiente, es el reconocimiento de la magnitud de la
destrucción de la naturaleza realizada por el capitalismo tardío. Esta
destrucción amenaza a la humanidad entera. Al igual que en el caso de una
guerra nuclear mundial, se trata aquí de una cuestión de supervivencia. No
obstante, y a diferencia del peligro de destrucción nuclear, este es un asunto
que sigue resultando “nuevo” y que se agrava constantemente a través de
manifestaciones cada vez más evidentes. Ahora bien, el hecho de que la cuestión
se reconozca como vital para el conjunto de la humanidad no significa que deban
buscarse soluciones interclasistas, como propone la mayoría de ecologistas,
haciendo abstracción de la lucha de clases contra el capital. La distinción
entre quienes están interesados en el manteimiento del sistema, cueste lo que
cueste, y quienes tienen interés en su abolición no ha quedado borrada, sino
todo lo contrario.
76. Otra conquista
del movimiento ecologista es el cuestionamiento de la noción de “progreso”.
Esto también puso en relieve una debilidad del análisis marxista del
capitalismo tardío: ya no se puede hablar de un crecimiento positivo de las
fuerzas productivas, como en los albores del capitalismo, que sólo esté
limitado por la propiedad privada de los medios de producción o que únicamente
se haga a costa del proletariado. El capitalismo, que ha “sobrevivido” mucho
más tiempo del históricamente “necesario” para desarrollar las fuerzas
productivas, transforma cada vez más las fuerzas productivas en fuerzas
destructivas. Eso también significa, sin embargo, que éstas no pueden
simplemente ser liberadas, es decir, usadas para el bien de todos en una
sociedad socialista, sino que se tiene que hacer una selección crítica. Este no
es un asunto meramente teórico sino profundamente práctico, que incluye la
crítica de los planes de la burocracia estalinista de “rebasar al capitalismo”.
Además, por primera vez, se hizo un análisis más detallado del aspecto material
de la producción (valor de uso) orientado a los productos deseables desde el
punto de vista ecológico y social, etc.
77. El movimiento
ecologista volvió a imprimir un sello “utópico” a la política después del
descenso del movimiento de 1968. Relanzó la discusión acerca del cambio
fundamental del sistema social y sobre nuevas formas de vida y de producción.
En el debate acerca de los valores de uso, se discutieron algunas ideas de producción
útil desde el punto de vista social, se elaboraron nuevas utopías sociales y se
propagaron “planes concretos de cambio”.
78. El primer
lugar donde se desarrollo el movimiento ecológico fue en Europa. Movilizaciones
masas importantes tuvieron lugar incluso en países en donde el movimiento
obrero estaba en retroceso, como en Austria, Suiza o Alemania. Las formas de
lucha combativas y concretas, como las manifestaciones, bloqueos, ocupaciones
de sitios, propiciaron la expansión de una “cultura de la resistencia”. Si bien
en un primer momento el eje principal de las luchas fue la cuestión nuclear,
luego otros temas se verificaron también movilizadores: el combate contra la
polución y el rechazo a los OGM. Acontecimientos como la crisis de la “vaca
loca” sensibilizaron a la opinión pública sobre el tema de la “mala comida” y
los peligros resultantes de la lógica de rentabilidad del mercado capitalista.
En Francia, el ingreso de la Confederación Campesina en la escena política,
generó una dinámica radical: a raíz de una acción simbólica (desmantelamiento
de un MacDonald) contra las medidas punitivas norteamericanas frente a la
prohibición francesa de importar carne con hormonas, la lucha pronto se
extendió a la denuncia de la OMC, con el apoyo de sindicatos, asociaciones
ecológicas y partidos de izquierda, junto a una amplia simpatía de la opinión
pública. Esta simpatía se manifestó en junio del 2000, con ocasión de las
movilizaciones de solidaridad con los campesinos procesados judicialmente en
Millau (Francia).
79. Los EE.UU.
también conocieron manifestaciones ecológicas importantes, y la formación de un
movimiento completo y heterogéneo, que va desde la “deep ecology”, que pretende
priorizar los espacios vegetales y animales sobre los humanos, al ecosocialismo.
Las recientes movilizaciones de Seattle –primavera del 2000– demostraron la
potencia de dichos movimientos y la disposición de muchos de sus componentes
–como por ejemplo, la importante asociación ecológica “Amigos de la Tierra”– a
realizar alianzas con los sindicatos y los partidos de izquierda tras el
combate contra la OMC y la
mercantilización del mundo. Seattle también permitió una primera convergencia
en la lucha de los distintos movimientos norteamericanos, europeos –la
Confederación Campesina francesa estuvo representada por su portavoz, José
Bové– y del Tercer Mundo.
80. Es preciso
mencionar también la presencia de redes de acción directa, de inspiración
eco-libertaria y compuestas por jóvenes de gran combatividad, que desempeñan un
papel importante en todas las grandes movilizaciones contra el neoliberalismo.
81. Nada más falso
que imaginar que las cuestiones ecológicas afectan sólo a los países del
norte–un lujo de las sociedades ricas–. Cada vez más se desarrollan en los
países del capitalismo periféricos –el “Sur”– movimientos sociales de dimensión
ecológica.
82. Estos
movimientos responden a una agravación creciente de los problemas ecológicos en
Asia, África y América Latina, como consecuencia de una política deliberada de
exportación de la contaminación por los países imperialistas, y del
productivismo desenfrenado que exige la competitividad. Comienzan a parecer en
los países del Sur movilizaciones populares en defensa de la agricultura
campesina, y del acceso comunal a los recursos naturales, amenazados de
destrucción por la expansión agresiva del mercado (o del Estado), así que de
las luchas contra la degradación del medio ambiente inmediato, provocada por el
intercambio desigual, la industrialización dependiente y el desarrollo del capitalismo
(el “agro-business”) en el campo. A menudo, estos movimientos no se definen
siquiera como ecológicos, aunque su combate posea sin embargo una dimensión
eclógica determinante.
83. Es evidente
que estos movimientos no se oponen a las mejoras aportadas por el progreso
tecnológico: al contrario, la demanda de electricidad, de agua corriente,
canalizaciones de aguas servidas, y la multiplicación de dispensarios médicos,
figura entre las prioridades de su plataforma de reivindicaciones. Lo que
rechazan es la polución y la destrucción del medio natural en nombre de las
“leyes del mercado” y de los imperativos de la “expansión: capitalista.
84. Un texto de
1991 del dirigente campesino peruano Hugo Blanco (de la Cuarta Internacional)
expresa a la perfección la significación de esta “ecología de los pobres”: “A
primera vista, los defensores del medio ambiente o los conservacionistas se
presentan como tipos simpáticos, levemente locos, cuyo principal objetivo en la
vida es impedir la desaparición de las ballenas azules o los osos pandas. El
pueblo tiene cosas más importantes de las que ocuparse, por ejemplo, como
ganarse el pan. (…) Sin embargo, existe en Perú una gran cantidad de gente
defensores del medio ambiente. Por cierto, si se les dicen “ustedes son ecologistas”,
responderán “¡ecologistas las pelotas!”… y sin embargo, los habitantes de la
ciudad de Ilo y sus alrededores, en lucha contra la polución causada por la
Southern Peru Cooper Corporation, ¿no son acaso defensores del medio ambiente?
Y la población amazónica, ¿ no es por completo ecologista, dispuesta a morir
para defender la selva contra la depredación? Otro tanto ocurre con la
población de Lima, cuando protesta contra la contaminación del agua”.
85. Brasil es un
país donde la articulación de lo social
y lo ecológico alcanza niveles importantes. Asistimos a la movilización del
Movimiento de Campesinos Sin Tierras (MST) contra las OGM, en confrontación
directa con el gran fideicomiso multinacional Monsanto, y a la tentativa de las
municipalidades o provincias administradas por el Partido de los Trabajadores
de introducir objetivos ecológicos en sus programas de democracia
participativa. El gobierno de la provincia de Río Grande do Sul, cercana al MST
y a la izquierda del PT, quiere erradicar las OGM de la región, mientras que
los ricos hacendados denuncian este ejemplo por “anarquista” y ven en la lucha
contra las semillas transgenéticas una “conspiración para imponer la reforma
agraria”.
86. Las
poblaciones indígenas, que viven en contacto directo con la selva, se
encuentran entre las primeras víctimas de la “modernización” impuestas por el
capitalismo agrario. Las mismas se movilizan en muchos países de América Latina
para defender su modo de vida tradicional, en armonía con el medio ambiente,
contra las topadoras de la “civilización” capitalista. Entre las numerosas
manifestaciones de la “ecología de los pobres” brasileña, aparece un movimiento
particularmente ejemplar por su alcance
social y ecológico, local y planetario, “rojo” y “verde”: el combate de Chico
Mendes y la Coalición de Pueblos de la Selva en defensa del Amazonas brasileño,
contra la obra destructora de los grandes hacendados y de la agroindustria
multinacional.
87. Recordemos
brevemente los principales hitos de estos enfrentamientos. Militante sindical
vinculado a la Central Unica de Trabajadores y al Partido de los Trabajadores
brasileño, y reclamándose explícitamente del socialismo y de la ecología, Chico
Mendes organiza al comienzo de los años 80 ocupaciones de tierra por parte de
los campesinos que viven de la recolección del caucho (seringueiros)
contra los latifundistas que envían sus topadoras para arrasar la selva y
convertir vastas extensiones en campos de pastoreo. En un segundo momento,
logró reunir a los campesinos, trabajadores agrícolas, seringueiros,
sindicalistas y tribus indígenas –con el apoyo de las Comunidades de Base de la
Iglesia– en una Alianza de Pueblos de la Selva, que pone en jaque varias
tentativas de deforestación. El eco internacional de estas acciones le vale en
1987 la atribución del Premio Ecológico Global, pero poco después, el diciembre
de 1988, los latifundistas le hacen pagar caro su combate mandándolo asesinar
por sicarios.
88. Por su
articulación entre las luchas sociales y ecológicas, resistencias campesinas e
indígenas, supervivencia de poblaciones locales y salvaguarda de una apuesta
global (la protección de la última gran selva tropical), este movimiento pude
definirse como un paradigma para las futuras movilizaciones populares en el
“Sur”.
89. En algunos
países, especialmente en Europa, el movimiento ecológico logró imponer
cuantiosas reformas, que detuvieron parcialmente el avance explosivo de la
destrucción de la naturaleza. Así, por ejemplo, no se han construido
prácticamente nuevas centrales nucleares, se limitó la producción de ciertos
productos químicos (CFC, abonos, etc.), se impusieron normas restrictivas para
ciertas fábricas, para los automóviles, etc. Se desarrolló una industria del
medio ambiente capitalista, y las reformas ecológicas se incorporan incluso al
catálogo de reivindicaciones de los partidos burgueses.
90. Sin embargo, a
pesar de todas las tentativas de reformas y a pesar de la industria ecológica,
las destrucciones a escala planetaria son más graves que nunca. La
contaminación del mar, la deforestación tropical, los cambios climáticos,
muestran claramente que la dinámica global de la crisis ecológica sigue
intacta. Desde este ángulo, la presente crisis muestra la necesidad, por encima
de cualquier reforma, de un cambio fundamental de nuestra sociedad.
91. Como no existe
un programa revolucionario coherente que considere a los trabajadores como
sujeto revolucionario, el movimiento ecológico está lejos de concretizar su aspiración
de constituir una nueva fuerza social, que pueda ocupar o heredar el lugar del
movimiento obrero. Sin embargo, si hacemos abstracción de los grupos
explícitamente burgueses o reaccionarios, numéricamente escasos, el movimiento
ecológico continúa siendo un aliado importante de los revolucionarios en la
lucha de conjunto contra el sistema capitalista.
92. La destrucción
de la base vital de la humanidad que implican los efectos de la producción
capitalista sobre el clima, el aire, el agua y la tierra ha alcanzado una nueva
dimensión que, por sí misma, constituye un problema para el dominio de la
burguesía y de su ideología. Los motivos de esto son:
• El
carácter planetario de la crisis ecológica, lo que es identificado como un mal
común a causa de la lógica competitiva del capitalismo.
• Los
orígenes de la crisis ecológica deben ser buscados en el pasado; en parte
resultan del desarrollo combinado de una serie de factores aislados, es difícil
definir con precisión cuándo y cómo se originan. La superación de la crisis
ecológica requiere, asimismo, inversiones y un tiempo que harían completamente
inoperantes todas las ideas burguesas de ciclos de entrada / salida (input/output).
•
Finalmente, a diferencia de las crisis económicas clásicas, de los males
sociales del capitalismo o incluso de los conflictos militares, sólo se pueden
obligar hasta cierto límite a las clases explotadas y oprimidas a pagar la
cuenta de la crisis ecológica. Con todo, debemos tener claro que, en especial
en los países dependientes, las consecuencias de dicha crisis serán
principalmente sufridas por las clases pobres y oprimidas; sobre todo porque
sus efectos se combinan con los de las crisis social y económica.
93. El creciente
reconocimiento de la crisis ambiental y el surgimiento del movimiento
ecologista desde inicios de los 60 ha asestado un fuerte golpe contra algunos
conceptos centrales de la ideología burguesa, a saber, que la propiedad privada
y la economía capitalista permitirían el “progreso para todos”; que el
sometimiento de la naturaleza era algo bueno en sí, y que podrían resolverse
todos los problemas que surgieran de él.
94. Pero, frente
al reto ideológico, la burguesía hizo varios intentos por modernizar su ideología
durante los 70. El primero que fue conocido a nivel internacional fue el
informe del Club de Roma (“Los límites del crecimiento”, 1972) que detallaba el
aumento de la destrucción ambiental y pedía una coordinación política
internacional en materia de crecimiento de la población, desperdicio de
materias primas y destrucción ambiental. A este informe le siguieron otros, que
tuvieron un doble efecto. Por un lado, la ideología burguesa y los científicos
cercanos a ella recuperaban la iniciativa sobre las cuestiones del medio
ambiente y emprendían la discusión sobre los pronósticos y las exigencias a
plantear. Por otro lado, esto dio mayor
fuerza a la visión pesimista del futuro del planeta, dando, así, un estímulo al
movimiento ecologista. El orden capitalista mundial perdió su imagen de
superioridad, y su funcionamiento y finalidad empezaron a ser cuestionados
desde adentro. Además, estos estudios se concretaron en catálogos de demandas
tendientes a una planificación mundial y a la regulación política de la
economía. Así, entraron en aguda contradicción con la economía capitalista, el
liberalismo económico y los intentos de desregulación de los gobiernos que, en
aquella época, llevaban la delantera en todas partes.
95. A mediados de
los 80, a más tardar, se hizo necesaria una segunda ofensiva burguesa en
política ecológica; entonces sí, fue capaz de avocarse a sus contradicciones,
en términos políticos concretos. Por ejemplo, la asamblea general de la ONU
aprobó el Informe Brundtland (Nuestro futuro común) en 1988. Determinado
por la conciencia burguesa, afirma que es posible instrumentar medidas
correctivas a pesar de que, por desgracia, el capitalismo contamina el medio
ambiente. Demanda un desarrollo planetario que tome más en cuenta al medio
ambiente. Para salir de la crisis, propone hacer reparaciones, limitar la
producción de sustancias tóxicas y la destrucción de recursos naturales y
simultáneamente desarrollar nuevas tecnologías “suaves”. Explica que se trata
de una fuente de crecimiento económico, ya que las trans-nacionales podrán
sacar jugosos beneficios. Se supone que eso podría fundar las bases para un
futuro “crecimiento sostenible”, bien equilibrado.
96.
Los años 90 acentuaron la contradicción entre las
promesas de nuevas regulaciones internacionales del capitalismo mundializado y
la brutalidad de sus consecuencias sociales y en el medio ambiente. La
Declaración de Río, resultado de la cumbre de la Tierra (1992), enunció algunos
principios, como el principio de precaución, que representan un avance en la
toma de conciencia de la realidad de la crisis ecológica. Ni la Agenda 21, un
gran “ponelotodo” de 2500 medidas , ni las convenciones internacionales sobre
la biodiversidad o los cambios climáticos, no desembocaron en las soluciones
radicales que se requerían. Mientras que la creación de la OMC somete más
todavía al medio ambiente a los efectos de la liberalización del comercio
internacional, estas convenciones quedaron en letra muerta y fracasaron. Las
proclamaciones por la defensa de la biodiversidad son impotentes frente a la
degradación continua del medio natural. En el plano político, chocan con los
intereses de las multinacionales agroquímicas y farmacéuticas que buscan
apropiarse de todo lo viviente por medio de la expansión de las OGM y el patentamiento
de los genes.
97.
El protocolo de Kyoto (1997) sobre el efecto invernadero
fue rechazado por la administración Bush, que contaba con el apoyo de los lobbies
energéticos. El frágil acuerdo alcanzado en 2001 entre los demás países
imperialistas no les impone ninguna medida nacional de reducción de las
emisiones de gases con efecto invernadero y equivale a la renuncia a los
objetivos, ya muy insuficientes, contenidos en el protocolo inicial. En efecto,
el protocolo no propone más que un objetivo de reducción de un 5,2% de las
emisiones de CO2, cuando sería necesario reducirlas más de un 50% para que la
concentración de CO2 en el aire no superara los 550 ppm, el doble del nivel de
la era preindustrial, y la temperatura media del planeta no subiera más de 2ºC.
98.
En Río se habían anunciado 125.000 millones de dólares en
10 años para estas políticas de defensa del medio ambiente a escala planetaria.
Hasta 1996, sólo se habían invertido 315 millones de dólares. Entre las ideas
reformistas pregonadas por el informe
Bruntland y más tarde en Río, y el modelo ultraliberal del imperialismo
dominante, este último, es claro, ha salido victorioso. La cumbre de
Johannesburgo de septiembre de 2002 se tradujo en un fracaso estrepitoso: no se
adoptó ninguna medida internacional significativa. Por el contrario, aquella
cumbre mostró que, en el plazo de algunos años, las grandes multinacionales
habían logrado hacer prevalecer sus intenciones en los salones de las
instituciones internacionales. De ese modo, dispusieron de una tribuna para
promover la privatización de los recursos y bienes públicos por medio de
nociones como la “cooperación público/privado”.
99.
Las ONGs, fuertemente presentes en Río y a partir de
entonces, se han dejado embriagar a veces por los discursos ambientalistas del
G-7 y de las instituciones internacionales. En el futuro, no tendrán muchas más
opciones que la integración completa como barniz ecológico del capitalismo o el
retorno a una crítica ecologista radical, que estuvo presente en el fundamento
original de muchas de ellas.
100.
Hoy en día, todo gobierno burgués toma políticas
ecológicas prácticas. En general, establecen límites a la contaminación del
aire el agua y la tierra. Además, hay planes para, gradualmente, hacer más
rígidas las reglamentaciones y para deshacerse de los residuos peligrosos.
Estos últimos son materia de acuerdos internacionales. Sin embargo, se trata,
en última instancia, de paliativos; son insuficientes desde un punto de vista
ecológico, pues no se comparan con el nivel real de destrucción. También los
programas políticos y económicos que hablan de “economía de mercado ecológica”
están cobrando importancia. Los intentos por hacer que la economía capitalista
se oriente, por voluntad propia, a conservar el medio ambiente han sido infructuosos.
101.
Sin embargo, en el contexto de la mundialización
capitalista una vasta ofensiva ya está en curso para imponer un sistema de
“mercado para el derecho de contaminar” a escala mundial en el marco de la
lucha por la reducción de la cantidad de gas contaminante. Promovida por os
Estados Unidos, este mecanismo fue aceptado por la Unión Europea. Esto comparte
graves peligros que debemos combatir. En primer lugar abre la vía a un refuerzo
de la dependencia de los países subdesarrollados en relación a los del Norte:
en un dispositivo en que cada país dispone de una cuota negociable de polución,
el poder de decisión está en manos de aquellos que disponen de una potencia
financiera suficiente omo para regatear la polución a voluntad. Los países del
Sur y del Este, fuertemente endeudados, corren el riesgo de vender sus cuotas a
los países del Norte, que son ya los principales contaminadores.
102.
En segundo lugar, el sistema apunta a transformar la
polución en mercancía, y por esto, en fuente de beneficios. ¿Cómo imaginar de
este modo que de allí resulte una reducción efectiva de la polución?
103.
Por último, debemos subrayar que este dispositivo, pieza
clave de la ofensiva liberal en el terreno ambiental, tiene por objetivo
desactivar la carga subversiva de la crítica ecológica cuya lógica tiende a
cuestionar el funcionamiento de conjunto del sistema capitalista: se trata de
acreditar la idea que el mercado es el mejor instrumento en la lucha contra la
contaminación, y que más capitalismo haría al capitalismo intrínsecamente más
“limpio”.
104.
Debemos combatir esta idea al mismo título que la tesis
según la que la protección del medio ambiente podría convertirse en el motor de
una “nueva modernización de la economía capitalista”.
105.
Los Estados ricos y los Estados pobres se encuentran
separados por un verdadero abismo. Si en los países imperialistas ricos se ha
conseguido, durante los últimos años, contener algunos de los fenómenos más
graves de contaminación y destrucción, en los países pobres, incluso las
mínimas medidas necesarias fracasan ante los problemas de financiación o el
interés de algunas empresas que precisamente realizan gran parte de sus
beneficios degradando el medio ambiente. Ante esos obstáculos, a veces hay
ideólogos reaccionarios y también ciertos ecologistas que sostienen la idea de
que la superpoblación sería una causa esencial de los problemas
medioambientales y en los países subdesarrollados es necesaria una política
coercitiva de control demográfico. Esa tesis es portadora de una concepción
fundamentalmente autoritaria, e incluso racista, de la organización social. Es
preciso denunciarla con la mayor energía.
106.Existe un número creciente de partidos u organizaciones
verdes. En Europa Occidental participan en los parlamentos de países tan
disímiles como Alemania, Francia, Austria, Bélgica, Suecia y Portugal, y
constituyen un grupo significativo del Parlamento Europeo con 47 diputados.
Participan ahora también en coaliciones de izquierda en gobiernos de tres países de la Unión: Alemania, Bélgica y
Francia. También están presentes en países dependientes (como Brasil, Turquía,
etc.). En Estados Unidos, la candidatura de Ralph Nader en las elecciones presidenciales simboliza
la emergencia política , a partir de las luchas antimundialización, de un
frente de unión de los defensores del medio ambiente, de jóvenes y
sindicalistas.
107. El desarrollo de organizaciones y partidos verdes
desde hace 20 años tiene sus fundamentos en la emergencia de una crisis
ecológica con dinámica mundial, pero no puede comprenderse cabalmente sin
observar los factores políticos complementarios, como la falta de perspectiva
generales de las direcciones tradicionales del movimiento obrero o la ausencia
de perspectivas revolucionarias en la Europa capitalista después de 1968.
108. Es completamente erróneo poner en la misma bolsa a
los diferentes partidos verdes. Según los países, las culturas políticas, su origen
histórico concreto estos tienen características específicas. El espectro va
desde una fuerte influencia de las fuerzas burguesas y pequeñoburguesa, hasta
la cohabitación de corrientes de izquierda, alternativos, ecosocialistas,
pasando por grupos verdes reformistas. Podemos afirmar de modo general, y con
toda prudencia, que:
. • se tratan
de tentativas de organización de la izquierda reformista que se sitúa, a
menudo, a la izquierda de las direcciones tradicionales;
. • aunque la
base social se compone muy recientemente de 75% de asalariados, estas
corrientes no se consideran a sí misma como parte del movimiento obrero;
. • aunque con
frecuencia surgen como una plataforma electoral laxa en la que la cuestión
ambiental sirve de punto de referencia central, a menudo han desarrollado, una
vez en el parlamento, posiciones críticas en cuanto a varias cuestiones
(políticas sociales, carrera armamentista, Tercer Mundo, etc.).
109. La actividad de los Verdes está caracterizada por la
combinación de una crítica a menudo correcta de las desigualdades sociales en
ciertos sectores, y de las “estrategias” reformistas ilusorias. En la inmensa
mayoría, la actividad gubernamental o parlamentaria ahoga prácticamente la
actividad militante del partido verde, propicia la aparición de formas
tradicionales de delegación del poder, y por esto tiende a desactivar el
carácter radical del movimiento. Los Verdes de Alemania, por ejemplo, están
perdiendo todo el contenido utopista que poseía su crítica ecológica, para
transformarse en un simple “partido reformista” entre otros. Esta deriva
institucional será acentuada con las concesiones sobre el expediente nuclear,
la guerra en el Kosovo y la trayectoria cada vez más neoliberal de la política
del gobierno. Los sacudones se sucedieron con un compromiso difícil en el
terreno nuclear, la guerra del Kosovo y la acentuación de la tendencia liberal
de la política gubernamental. Por esto, no tiene sentido especular sobre el
ritmo y la forma de tal evolución y hasta qué punto la posición que asuman
cambiará su naturaleza.
110. Los marxistas revolucionarios no juzgan a los
actores políticos principalmente por lo que dicen, por su programa o lo que
opinan de sí mismos, sino por su papel real en la lucha de clases. En general,
no se puede afirmar que el surgimiento de las organizaciones verdes haya tenido
un efecto retrógrado; por el contrario, en muchos casos, han permitido un mayor
margen de maniobra para la izquierda. Sería fatal ignorar a esos partidos. Por
el contrario, deberíamos desarrollar una política activa hacia ellos que
incluya acciones comunes y discusiones teóricas. En algunos países surgieron
partidos de protesta y movimientos ecológicos que se han unido para las
elecciones y organizan una parte potencial de la crítica social. Corresponde a
cada sección examinar concretamente el mejor modo de cooperación con tal o cual
partido o movimiento.
111.Como se indica en el capítulo IV, no hay ningún
precedente en el pensamiento marxista de crítica ecológica del capitalismo.
Tampoco figuró en la IV Internacional durante sus primeros años, al igual que
en la mayor parte del movimiento obrero. No tiene sentido, por ejemplo,
buscarle mención en El programa de transición. Después de la II Guerra Mundial,
los marxistas revolucionarios eran conscientes de la destrucción del medio
ambiente y de la contaminación del aire y el agua; pero creían que era una de
las muchas consecuencias destructivas de un sistema explotador e inhumano y no
un fenómeno que estaba destruyendo las condiciones fundamentales de la vida en
el planeta.
112. Esto cambió a inicios de los 70, cuando las
tendencias auto-destructivas del capitalismo pasaron a ser muy discutidas, al
grado que incluso los ideólogos burgueses del Club de Roma las trataron en
1972. En ese período, miembros de nuestra Internacional publicaron artículos y
estudios al respecto.
113.La prueba de fuego para los partidos obreros, sin
embargo, se presentó con el surgimiento de un movimiento de masas contra la energía
nuclear, particularmente en Japón, Europa Occidental y EE.UU.
114.Prácticamente cada sección de la Internacional
intervino en este movimiento de masas; pero sólo pocas secciones fueron capaces
de consolidar su trabajo ecologista cuando los movimientos empezaron a
declinar. La experiencia de estos movimientos se dejo sentir en los debates de
nuestros congresos mundiales. A pesar de que en las resoluciones del décimo no
se mencionaba el ecologismo, en el siguiente, en 1979, la lucha de clases
contra la energía nuclear era percibida como “un asunto de vida o muerte para
la clase obrera” y la tarea de la Internacional y de sus secciones era
“fortalecer el movimiento, atrayendo a la clase obrera industrial a la lucha”.
En el congreso de 1985, las resoluciones incluyeron un análisis relativamente
extenso de los tres sectores de la revolución mundial. La principal resolución
llamaba a la Internacional y sus secciones a dar mayor importancia a la
cuestión ecológica en su propaganda y en sus actividades generales y a impulsar
acciones conjuntas con el movimiento ecologista. En 1990, un proyecto de
resolución sobre la ecología fue redactado por una comisión compuesta por
miembros de diferentes secciones de la Internacional, y sometido a discusión en
el XIII Congreso Mundial, pero se decidió profundizar el debate antes de
adoptar un documento definitivo.
115.Hoy día, la IV Internacional considera que la
destrucción del medio ambiente es uno de los peligros más graves que enfrenta
la humanidad: es una versión contemporánea de la famosa frase de Rosa
Luxemburgo “socialismo o barbarie”. Una de las principales tareas de la
Internacional es ganar al movimiento obrero y sus organizaciones a la lucha
contra la destrucción del planeta y busca propiciar la unidad de acción entre
los movimientos ecologista y obrero, no sólo contra las varias formas de
destrucción ambiental sino también contra el sistema que las extiende. La
Internacional desea participar en los debates del movimiento ecologista y
destruir las ilusiones en las posibilidades de un capitalismo “limpio”.
116.Asimismo, la Internacional participa en luchas de una
serie de países, por ejemplo contra las OGM o la destrucción de la selva
amazónica en Brasil. Algunas de sus secciones europeas han contribuido a
construir corrientes socialistas al interior de partidos verdes, otras juegan
un papel importante en el movimiento ecologista. Para la IV Internacional, la
cuestión ecológica será una de los principales puntos en torno de los que se
reestructurará el movimiento obrero.
117.A pesar de todo, no será fácil integrar este “asunto
nuevo” en nuestras actividades. Mucha gente en nuestra organización sigue
viendo la crisis ecológica como una de las muchas contradicciones del
capitalismo y considera que no puede ser resuelta antes de la revolución
proletaria. No han visto que esos problemas están en íntima relación con la
lucha cotidiana por la supervivencia de la clase obrera, contra las condiciones
inhumanas de vida y trabajo y contra la amenaza de guerra. La mayoría de las secciones
se ha preocupado por los asuntos ambientales únicamente cuando otras fuerzas
sociales ya han llevado dichos asuntos a las primeras planas de los diarios. El
resultado de esto es que la discusión en la Internacional se ha desarrollado a
un ritmo relativamente lento. Mientras que otras corrientes e individuos han
examinado la cuestión del socialismo y el medio ambiente desde hace décadas,
los marxistas revolucionarios casi no han dicho nada. Es cada vez más obvio que
los marxistas deben hacer un esfuerzo especial por aplicar su método a estos
asuntos. No basta con tomar unos cuantos elementos de crítica ecológica y
darles una mano de pintura “roja”.
118.La IV Internacional no sólo quiere debatir las
políticas ecológicas concretas sino que también busca que se den los pasos
organizativos y políticos necesarios para las acciones de masas; ya que sólo
éstas podrán cambiar las condiciones actuales.
119.Existen en el mundo un gran número de iniciativas y
movimientos contra la sobreexplotación y destrucción de la naturaleza. La IV
Internacional los apoya o está involucrada en ellos; en parte lo hace de manera
crítica, dadas sus ideas políticas generales a menudo confusas. La experiencia
del movimiento ecologista muestra que sólo las movilizaciones amplias y las
protestas de masas pueden lograr cambios reales y difundir la conciencia
ecologista.
a) Propuestas
120.Recordemos algunos de los problemas ecológicos
fundamentales que es preciso resolver si se quiere conjurar el peligro de
desaparición de la humanidad. Sólo es posible abordar todas esas cuestiones a
escala internacional; ése es el terreno sobre el que queremos concentrar
nuestras fuerzas -por ejemplo, en el marco de campañas transnacionales-,
plantear nuestras propuestas y mostrar a través de qué medios se pueden
realizar.
121.Esas movilizaciones pueden desarrollarse alrededor de
las propuestas que vienen a continuación, que no pretenden ser, en absoluto,
exhaustivas:
Reivindicaciones:
· ruptura radical,
en los países del Tercer Mundo, con el sistema agrícola explotador de la
producción para la exportación, un sistema que es fuente de hambre y miseria;
· contra el
negocio agrícola capitalista, destructor del medio ambiente y generador de
crisis sanitarias graves (por ejemplo, la de las "vacas locas");
· abandono
inmediato del ciclo nuclear;
· no a la
destrucción de las selvas tropicales y a la degradación de los bosques en los
países industrializados;
· los mares,
los ríos y los lagos deben dejar de ser considerados como vertederos;
· contra las
patentes capitalistas sobre la vida; moratoria sobre los organismos modificados
genéticamente;
• no a la
apropiación privada de bienes públicos, como el agua;
· alto a la
destrucción acelerada de especies vivientes y salvaguardia de la biodiversidad.
Alternativas:
· en el Tercer
Mundo, sistema de producción agrícola que garantice, en primer lugar, la
satisfacción de las necesidades elementales de la población;
· utilización
racional y planificada de la energía, frente al pillaje de las fuentes de
energía no renovables; desarrollo de fuentes de energía alternativas como la
energía solar, la eólica, la biomasa, etc.;
· organización
de la explotación agrícola según criterios ecológicos;
· frente al
desarrollo del transporte individual, desarrollo de los transportes colectivos
y de los ferrocarriles;
· una política
radical que tienda a evitar los residuos y a reciclarlos: las instalaciones de
filtrado, depuración, etc., no bastan por sí solas, sino que es precisa una
conversión industrial fundamental que evite, a priori y en su origen, la
contaminación.
¿Cómo realizar esas alternativas?
122. Es preciso
luchar por:
· una reforma
agraria profunda en los países del Tercer Mundo;
· la anulación
integral de la deuda de los países subdesarrollados;
· el
desarrollo de planes energéticos alternativos elaborados por el movimiento
obrero y el movimiento ecologista, en colaboración con científicos
progresistas;
· el
levantamiento del secreto empresarial (que permite, por ejemplo, ocultar las
emisiones tóxicas) y la obligación de llevar registros donde se especifiquen
las materias primas y los productos utilizados; dichos registros deberían ser
de libre acceso;
· la puesta en
pie de un "contrapoder ecológico" por medio del control social de la
producción;
· una
producción que responda a criterios ecológicos y se base en el principio de la
satisfacción de las necesidades, y no en el principio del beneficio o en el
poder de la burocracia;
· una sociedad
socialista, libre, democrática, pluralista y autogestionaria que sea respetuosa
con el medio ambiente;
b) Convergencias
entre la ecología y lo social
123.En sentido amplio, la crisis ecológica y la crisis
social se retroalimentan mediante mecanismo idénticos. Intereses de los grandes cabildeos
económicos, dictadura cada vez más exclusiva de los “mercados”, orden mundial
encarnado por la OMC, el FMI, el BM y el G8, etc., contribuyen al agotamiento
conjunto de la naturaleza y los hombres. Factores semejantes se encuentran en
la base de la crisis ecológica y social contemporánea, por lo que debemos
avanzar remedios comunes: hay que romper las limitaciones del “liberalismo
económico” para reemplazarlo por las necesidades humanas y las obligaciones
ecológicas. De ahí cierta comunión entre el combate ecológico y combate social,
en el inmediato terreno de convergencia.
124.El ejemplo del transporte ilustra perfectamente cuan
necesaria es una lógica de servicio público para responder de forma coherente a
los imperativos sociales y ecológicos. En Europa, la lógica liberal exige la
reducción de la red ferroviaria si no son rentables, propiciando el crecimiento
rutero. Las exigencias sociales (transporte público económicos, red completa,
normas salariales y de trabajo aceptables como ecológicas ( reducción de los
modos de transporte contaminantes, físicamente los más nocivos y
energéticamente más onerosos) requieren el desarrollo de los transportes
colectivos bajo una lógica de servicio público. Otro tanto ocurre en otros
terrenos
125.Esta evidencia no cierra el debate sobre la
organización necesaria al servicio público. En efecto, los monopolios estatales
son susceptibles de elaborar su política en función de objetivos no
democráticos (en el sector energético, por ejemplo, vinculaciones entre
petroleras e intervención imperialista en África, o relación entre el sector
nuclear civil y militar), según modos de gestión y producción estrechamente
capitalistas, en función de normas de rentabilidad calcadas de los monopolios privados.
126.Se toma cada vez más conciencia del costo humano (en
relación a la salud, alza de precios, etc.) y para la naturaleza (ataques
contra la biodiversidad) de la contaminación, del mismo modo que se reconoce el
rol que tienen muchos intereses económicos que promueven su agravamiento.
Preponderancia del automóvil, polución atmosférica y crecientes problemas de
salud en los centros urbanos. Preponderancia de la industria agraria y la
polución brutal del agua, con la contaminación difícilmente reversible de las
napas freáticas. Preponderancia del lobby nuclear y acumulación de desperdicios
radioactivos en Francia y otros países/ Preponderancia de los grandes intereses
privados y aumento socialmente insoportable del costo del agua potable en el
Norte —junto a un total desabastecimiento de agua potable en el Sur—. En cada
uno de estos puntos, combate ecológico y combate social exigen la oposición de
una lógica alternativa a la de los grupos económicos dominantes.
127. La cuestión del agua es ya objeto de luchas sociales
de masas, tanto en los países del Norte (Estado español) como en los del Sur
(Bolivia). Se trata de combatir tanto las privatizaciones como la contaminación,
resultado de las prácticas industriales y agroindustriales capitalistas. Es una
cuestión clave del movimiento altermundialista, que ya ha incluido la lucha por
el agua en el orden del día de distintos foros regionales y mundiales.
128.La gravedad de los problemas de polución y de salud
pública contribuye a la evolución de las conciencias. Cada vez es más difícil
imaginar los problemas ecológicos comuna serie de cuestiones marginales, ajenas
a las cuestiones sociales, como si fueran preocupaciones elitistas, un lujo
pequeñoburgués. En Europa, la crisis de la “vaca loca” representa con toda
probabilidad un punto de inflexión importante, análogo al de Cernobil para el
sector nuclear: puso en evidencia la agudeza del peligro que está
intrínsecamente contenido en el modo de producción de la agro-industria.
129.Debemos combatir sin respiro las soluciones ilusorias
tales como el mercado del derecho a contaminar que los países del Norte buscan
imponer al planeta. La polución no debe regatearse, sino erradicarse.
130.Una política de protección del medio ambiente es
portadora de empleos en cuantiosos sectores de actividad. Incluso más. Las
lógicas económicas dominantes, que sobreexplotan la naturaleza, crean la
desocupación. Estoes claro en el sector de la agro-industria que desertifica el
campo bajo el doble punto de vista del espacio (reducción drástica de la
variedad de paisajes y la biodiversidad) y de los hombres (reducción drástica
del empleo y éxodo rural). Es también
el caso de la industria del automóvil que despide masivamente al tiempo que
aumenta su productividad e impone su
dictadura sobre los medios de transporte, la expansión territorial y el
desarrollo urbano. Las lógicas socioeconómicas alternativas permiten de definir
un modo de producción a la vez menos predador frente a la naturaleza y al modo
de vida, y más abundante en el plano del empleo.
131. En particular, resulta importante formular un
programa ecológico vinculado al movimiento sindical, alrededor de temas como:
a) la relación entre salud de los trabajadores y medio ambiente; b) necesidad
de un control obrero sobre la producción, con el fin de imponer técnicas no
contaminantes; c) la reconversión ecológica de la industria, los transportes y
la agricultura como política creadora de empleos. No se trata de garantizar los
puestos de trabajo actuales –centrales nucleares, fábricas de armamento- sino
de garantizar a todo el mundo un empleo y unos ingresos, sea cual sea la
reestructuración de la producción que resulte necesaria.
132.Se trata de uno de los vectores más esenciales de la
convergencia entre movimientos sociales y ecológicos a escala internacional. No
es casual que los movimientos campesinos más radicales desde el punto de vista
social sean aquellos que tienen una conciencia ecológica más avanzada. Se trata
de luchar contra la agro-industria contaminadora, con sus OGM, sus abonos y
pesticidas que envenenan el medio ambiente, rechazando la agricultura
capitalista destructora del suelo y los bosques. En los países del Sur, este
combate es inseparable de una reforma agraria radical, contra el monopolio de
la propiedad por parte de los latifundistas, y por una redistribución de la
tierra. Pero la lucha por una agricultura alternativa respetuosa del medio
ambiente y basada en el trabajo campesino, las cooperativas, las comunidades
rurales o comunidades indígenas es un desafío planetario, que afecta por igual
al Tercer Mundo como a las metrópolis capitalistas. Uno de los actores más
consecuentes en esta batalla por la tierra es “Vía Campesina”, red
internacional de la izquierda campesina que reagrupa movimientos tan
importantes como el MST brasileño y la Confederación Campesina francesa. Estos
movimientos sociales son portadores de otra concepción de la producción
agrícola, apuntando a satisfacer las necesidades sociales de la población antes
que las del mercado capitalista mundial, respetando los derechos de los pueblos
a alimentarse ellos mismos.
133.El “desarrollo por el endeudamiento” impulsado
inicialmente por las potencias financieras del Norte, desembocó en un sistema
de control de la política económica de los países deudores (fundamentalmente
del Sur) y del refuerzo de los poderes del FMI o el BM (incluso en el Norte).
El diktat del servicio de la deuda y los cánones ultraliberales de la OMC
tienen consecuencias dramáticas para las sociedades humanas (destrucción de la
protección social, de los cultivos, etc.) como también sobre la naturaleza (destrucción
de los recursos naturales para la exportación). Los mecanismos fundamentales de
este sistema de dominación deben ser combatidos tanto desde un punto de vista
social como ecológico.
134.Las reglas comerciales instauradas por el GATT, y
luego por la OMC, refuerzan el dominio de las grandes multinacionales del
Norte. Imponiendo la apertura de los mercados locales a sus productos, éstas
acentúan la dependencia (inclusive alimenticia), socavan el equilibrio social y
acentúan irracionalmente los intercambios comerciales, alimentando así una
crisis energética y ecológica.
136.La cuestión ecológica exige tomar en cuenta algunas
imposiciones a largo plazo, los ritmo naturales que pertenecen a tiempos bien
diferentes de los del mercado (necesariamente breves). Numerosas necesidades
sociales ( educación salud, etc.) también reclaman, para ser tratados
correctamente, un tiempo más largo que el del “rey mercado” —lo que constituye
una de las razones de existencia del servicio público en sentido estricto—.
Limitaciones ecológicas y necesidades humanas exigen conjuntamente la
elaboración de políticas alternativas, integradoras de plazos largos y muy
largos, propios de la solidaridad intergeneracional. La ecología, junto con la
defensa de las necesidades sociales, otorga una nueva legitimidad a la noción
de planificación, pues ¿qué significa el largo plazo sino planificar? Pero la
ecología también contribuyó a la crítica de fondo de las experiencias
burocráticas llevadas a cabo en los países del Este.
137.Esta confluencia indispensable entre ecología,
democracia y social ¿es posible? Sí, porque las crisis ecológicas y sociales
contemporáneas tienen un origen común: en el capitalismo, precisamente. A
causas semejantes, respuestas semejantes. Lejos de ser intrínsecamente
“negativo”, el anticapitalismo permite aquí percibir el terreno de encuentro de
los combates ecológicos y sociales. Incluso ayuda a definir las alternativas
comunes, positivas y solidarias. Ilumina al mismo tiempo las causas y las
soluciones. Por el contrario, si rechaza integrar la crítica al
capitalismo, la ecología política corre
el riesgo de desplomarse, de perder todo radicalismo y replegarse en posiciones
elitistas, finalmente antidemocráticas, socialmente poco igualitarias, y al mismo tiempo impotentes e injustas.
138.Se trata antes bien de un lazo y no de una simple
identificación de la ecología con su alcance social. El pensamiento ecologista
introduce por cierto una dimensión capital que sólo encontramos en el pensamiento
social: el análisis de las relaciones entre la sociedad humana y la naturaleza.
Es su aporte más original, su terreno específico. Digamos entonces que no hay
que ni “rebajar” la cuestión ecológica al terreno social, ni tampoco ignorar el
antagonismo social en nombre de las apuestas ecológicas planetarias.