RESOLUCIÓN del comité internacional de la IV Internacional

SOBRE LA OFENSIVA IMPERIALISTA MUNDIAL Y LA OCUPACIÓN DE IRAK

(28 de febrero 2005)

 

 

1) La ofensiva que han estado librando el imperialismo USA y sus aliados a escala mundial desde el 11 de septiembre de 2001 concuerda con las opciones estratégicas que el sistema imperialista mundial ha ido implementando de un modo continuado desde el hundimiento de la URSS.

Estas opciones también están totalmente orientadas hacia el mantenimiento de la lógica dominante en la fase actual de la historia del capitalismo. El neoliberalismo es en el fondo una empresa concebida para desmantelar la protección social garantizada por el capitalismo. Rompiendo el « consenso social », que había alimentado al reformismo en el movimiento obrero, va inevitablemente aparejado con el declive del reformismo y con el reforzamiento de las funciones represivas del Estado.

La contraparte de esta política a escala mundial es, por otro lado, una fuerte reducción de la ayuda al desarrollo que, a su vez, parte de la instrumentalización de la deuda por las potencias imperialistas para imponer las recetas neoliberales sobre el resto del mundo. Por otro lado, incluye la decisión de mantener un enorme aparato militar heredado de la Guerra Fría, a pesar de la desaparición de la URSS. Las decisiones presupuestarias tomadas en los EEUU hablan bien a las claras de esta situación: mientras los gastos militares de Washington, superiores a 500 billones de dólares anuales, alcanzan el 5% de su producto interior bruto y por sí solos suman mas de la mitad de los gastos militares mundiales, la ayuda oficial al desarrollo de los EEUU apenas alcanza el 0,15% de su PIB (que contrasta con un mínimo ya escandalosamente bajo del 0,7% establecido por la ONU).

La Guerra del Golfo de 1991 puso de relieve la importancia crucial del control imperialista sobre los recursos petrolíferos mundiales, agudizado por las previsiones de agotamiento de estos recursos en las próximas décadas. Demostrando el rol "indispensable" de los EEUU para garantizar el control imperialista sobre estos recursos, la guerra jugó un papel decisivo en incitar a los imperialismos europeo y japonés a confirmar su dependencia militar de Washington –combinada con relaciones complejas de colaboración y competencia a nivel económico-. Esto significo: mantenimiento de la OTAN, redefiniendo sus tareas hacia intervenciones 'para mantener la seguridad', ampliación de la organización hacia Europa del Este y renovación y revalorización del Tratado de Seguridad Japón-EEUU.

El imperialismo, después de haber confirmado hasta qué punto la supremacía militar era una victoria clave en lo que a su hegemonía global se refiere (el reforzamiento de la supremacía militar norteamericana bajo el gobierno de Reagan había sido el factor decisivo de la recuperación de la hegemonía por los EEUU después de anos de declive), aprovechó la ocasión que le brindaba el hundimiento de la URSS para completar la extensión de su red militar en todo el planeta. El retorno masivo de tropas norteamericanas a la región árabe y del Golfo Pérsico desde 1990 en adelante fue seguido de la incorporación a la OTAN de Polonia, Hungría y la República checa (1999) y posteriormente de las repúblicas ex-soviéticas del Báltico así como de Bulgaria, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia (2004). Está previsto que esta ampliación continúe y ya se está acompañando de múltiples lazos con otros países en estas regiones, en particular con Ucrania.

La intervención de la OTAN en los conflictos de la ex-Yugoslavia que se inició en 1994, y que culminó durante la guerra de Kosovo de 1999, fue la primera oportunidad de implicar a la OTAN en una intervención militar, seguida de una función de control de territorios. Contribuyó a consagrar la nueva hegemonía norteamericana sobre Europa central y oriental. Esta primera intervención fue seguida por la intervención de la OTAN en Afganistán. En Kosovo y Afganistán, los EEUU delegaron en la OTAN, en tanto que organización auxiliar, misiones de control que no eran vitales para sus propios intereses, mientras se reservaba el control unilateral directo de las misiones que si consideraba vitales, como era el caso de las operaciones realizadas en la Región del Golfo.

 

2) Los ataques del 11 de septiembre sirvieron como oportunidad y como pretexto ideológico –la "guerra contra el terrorismo"- para un nuevo impulso a la extensión de la red militar imperialista hacia regiones estratégicas en las que no existía hasta la fecha.

La intervención militar en Afganistán no solamente se proponía derribar al régimen talibán y destruir la red de Al-Qaeda. Por encima de todo, se proponía reestablecer una presencia militar norteamericana permanente, que incluyera desde "asesores" hasta bases e instalaciones, en la región estratégicamente central comprendida entre el Cáucaso y la frontera China: en Afganistán mismo, pero también en Georgia y Azerbaiyán, así como en diversas repúblicas ex-soviéticas de Asia Central (en particular Uzbekistán y Kirghistan). La cuenca del mar Caspio y el Asia Central no solo son ricas en hidrocarburos (gas y petróleo); sino que también tienen un interés estratégico considerable, ya que están situadas en el corazón de la masa continental que une a la Rusia europea y China. Rusia y China son considerados por Washington como los dos principales competidores potenciales en la lucha por la hegemonía global.

La ocupación de Irak ha sido, desde 1990, un gran proyecto de expansión imperial norteamericano. Combinado con la tutela norteamericana sobre el Reino saudita, así como sobre las demás autocracias petroleras del Golfo, sitúa a Washington en la posición de controlar directamente prácticamente la mitad de los recursos petrolíferos mundiales. El proyecto se había ido posponiendo por distintos motivos, los mismos que habían disuadido a Bush I de continuar su invasión de Irak hasta Bagdad. La Administración Bush II tuvo que recurrir a las mentiras, cuyo conocimiento es ya de dominio público, para justificar políticamente su invasión en nombre de la "guerra contra el terrorismo".

 

3) Las guerras de Afganistán e Irak ilustran tanto la fuerza del imperialismo USA –y por consiguiente del sistema imperialista mundial en su conjunto, del cual constituye de largo la principal fuerza armada- como sus límites.

Desde el final de la Guerra de Vietnam, el Pentágono ha reorientado su estrategia hacia guerras de mayor "intensidad de capital", basándose en la tecnología militar, campo en el que la superioridad norteamericana es aplastante, en detrimento de los recursos humanos. Vietnam convenció a Washington –tanto por la desmoralización de las tropas, en parte reclutadas mediante el servicio militar obligatorio, reflejando la fuerza creciente del movimiento antiguerra, y a la contribución de las bajas americanas a la desmoralización y al crecimiento del movimiento- para minimizar el recurso a las tropas. Ello fue seguido por una profesionalización de los ejércitos, que se ha ido extendiendo a distintos países imperialistas.

Ningún país del mundo es capaz de enfrentarse a la potencia de fuego de los Estados Unidos utilizando exclusivamente armas y medios llamados "convencionales". La facilidad con la que los EEUU han alcanzado sus objetivos militares desde 1991 demuestra este hecho bien a las claras. Además, la brecha que separa los medios militares norteamericanos de los del resto del mundo sigue creciendo, gracias a un presupuesto militar yanqui que no conoce rivales. Sin embargo, el número relativamente reducido de personal militar norteamericano constituye un primer gran límite al poder de EEUU. El hecho de que el Pentágono este obligado a concentrar prácticamente 150.000 soldados en Irak y, como consecuencia de ello, inmovilizar a una cantidad aún mayor de su personal –en particular los reservistas cada vez más refractarios–, además de las tropas ya estacionadas en otros lugares del extranjero, conduce a una situación en la que Washington se acerca peligrosamente a una situación de "sobreextension", reduciéndose considerablemente su capacidad de disuadir a terceros países como Irán. Mas allá de este límite humano, también existe un límite económico debido a la siempre creciente tensión causada por un déficit federal que no ha hecho mas que crecer vertiginosamente, a pesar de que Washington todavía conserva un considerable margen de maniobra en este terreno (fundamentalmente porque el déficit se debe en buena medida a una disminución de la presión fiscal).

El segundo límite del poder militar de EEUU, que viene a ser una consecuencia de la gran "intensidad en capital" de sus fuerzas armadas, puede verse en los casos de Afganistán e Irak. La potencia tecnológica, que puede aplastar a cualquier otro ejercito convencional, no es suficiente para subyugar a un pueblo. Para eso se necesitan tropas. Washington, a pesar de haber concentrado prioritariamente sus esfuerzos en Irak, no esta consiguiendo controlar el país. Afganistán esta a merced de señores de la guerra y de narcotraficantes fuera de todo control, mientras el régimen marioneta de Hamid Karzai no concentra más que un poder muy limitado más allá del perímetro de la capital, Kabul, y de otras dos o tres ciudades. Los EEUU son todavía más incapaces de controlar hoy en día a una población hostil en un país de tamaño medio de lo que lo fueron durante la Guerra de Vietnam.

 

4) Los EEUU han sido capaces de superar parcialmente el "síndrome de Vietnam", que le impidió intervenir militarmente en el extranjero de un modo masivo durante mas de 15 anos, debido a una combinación de factores ideológicos.

De un lado, el hundimiento del sistema estalinista en Europa oriental y la adhesión generalizada de los Estados "post-comunistas" a las economías de mercado desenfrenadas, de entre las cuales la norteamericana sigue siendo la campeona, proporciono al capitalismo mundial y a su Estado hegemónico un enorme incremento de poder ideológico y de legitimidad a principios de los anos 90.

Por otro lado, este mismo hundimiento del sistema estalinista contribuyo a la debacle política y/o ideológica de franjas fundamentales enteras de la izquierda mundial. En varios países y regiones del planeta abrió un enorme espacio de oposición que fuerzas políticas y religiosas reaccionarias han conseguido ocupar. Cuando fuerzas de estas características llevan a cabo la tarea de desafiar la hegemonía imperialista, el desafío cuenta con muchas menos simpatías entre la población de los países imperialistas, reduciendo a su vez la posibilidad de construir un potente movimiento antiguerra.

Además, Washington, que todavía tiene que lidiar con la persistencia parcial del "síndrome de Vietnam", desde 1989 ha atacado objetivos que resultan odiosos para la opinión pública occidental, ganando de ese modo cierta credibilidad debido a sus pretensiones "humanitarias" o "democráticas". Desde Noriega (Panamá, 1989) hasta los taliban y Al-Qaeda (2001) pasando por Zadar Hussein (1990-91), las fuerzas serbias en Bosnia (1994-95) y Milosevic (1999) , los objetivos elegidos por los EEUU y sus aliados siempre han formado parte de esta categoría.

 

5) Esta situación cambio con la guerra y la ocupación de Irak . De todas las guerras imperialistas de los últimos 15 anos, esta ultima fue sin duda la menos legitima ante la opinión pública mundial.

El régimen de Saddam Hussein ya había sido el objetivo de una agresión imperialista en 1991, e Irak había estado sometido desde entonces a bombardeos continuos y a un embargo con consecuencias genocidas. A pesar de que el régimen que estaba en el punto de mira volvía a ser un régimen odioso, ningún nuevo elemento permitía a Washington justificar la invasión del país. Washington tuvo que inventar nuevos elementos y recurrir a mentiras tan crudas como la de las "armas de destrucción masiva" supuestamente en poder de Irak (cuando Bagdad había acordado dar carta blanca a las inspecciones de la ONU) o los supuestos lazos entre Al-Qaeda y el régimen baathista. Estos argumentos eran tanto menos convincentes en la medida en que lo que en realidad estaba en juego para Washington con la ocupación de Irak -el petróleo- era manifiestamente obvio.

Las diferencias entre las potencias imperialistas mismas todavía agudizo mas si cabe la debilidad de estos pretextos. (la simple oposición de Rusia y China no habrían tenido mucho peso desde el punto de vista de la legitimación ideológica, dado que Moscú y Pekín tienen muy poca credibilidad desde este punto de vista, como demostraba el precedente de la Guerra de Kosovo.) La oposición de Francia y Alemania a la invasión de Irak contribuyo a mermar la legitimidad de la guerra.

Para Paris, el socio y el interlocutor comercial privilegiado del régimen de Saddam Hussein (como Moscú, por cierto), la perspectiva del control de Irak por los EEUU constituía una derrota desde el punto de vista de los intereses del capital y del Estado franceses. Para el gobierno de Schröder-Fischer en Berlín, se impusieron los intereses electorales : el rechazo de la invasión de Irak por el canciller Schröder, que era particularmente impopular en Alemania, contribuyo a su reelección, después de que se hubiera pronosticado ampliamente su derrota debido a la impopularidad de sus políticas social-liberales. Sin embargo, tanto Francia como Alemania facilitaron la agresión contra Irak –Alemania permitiendo el uso ilimitado de la infraestructura norteamericana en su territorio, Francia abriendo su espacio aéreo- y deseando una rápida victoria.

Estos hechos muestran los límites de la autonomía militar de las potencias imperialistas subalternas respecto al imperialismo USA, en un momento en que el tratado constitucional europeo esta completando el anclaje europeo en el seno de la OTAN. El desafío a la hegemonía americana por los imperialismos aliados no sobrepasa las peticiones de que se tengan mas en cuenta sus intereses particulares en la gestión político-militar del sistema imperialista mundial, en particular frente a la Administración Bush, cuya arrogancia y unilateralismo han ido ya muy lejos. No se da a entender ningún cuestionamiento de la asociación con Washington o del rol de Washington en tanto que principal fuerza armada del capitalismo mundial, y que ningún otro Estado esta en condiciones de reemplazar.

 

6) Los problemas políticos e ideológicos de Washington, Londres y sus aliados permitió que el movimiento antiguerra se desarrollara a gran escala. En su apogeo, el 15 de febrero de 2003, el movimiento alcanzo un nivel de movilización a escala mundial sin precedente histórico alguno. Sin embargo, no fue lo suficientemente fuerte como para evitar la invasión de Irak, ni para obligar a las tropas invasoras a retirarse del país.

En los EEUU mismos el movimiento antiguerra consiguió abrirse paso, lo cual era muy complicado dado el clima ideológico creado por el 11 de septiembre de 2001 y la practica unanimidad de la clase dominante norteamericana. En este contexto, el tamaño de las manifestaciones de Nueva York y de otras ciudades el 15 de febrero de 2003 fue muy impresionante. Sin embargo, a pesar de que el movimiento fue y todavía es mucho mas importante que el que se desarrollo durante la primera fase de la Guerra de Vietnam, todavía no es lo suficientemente fuerte como para obligar a Washington a dar marcha atrás.

Por otro lado, el movimiento mundial contra la guerra se movilizo correctamente en torno al objetivo de intentar prevenir la agresión (cosa muy improbable dado el escaso tiempo del que disponía), no se situó con suficiente claridad en la perspectiva de construir una oposición a largo plazo a una ocupación prolongada, que era el objetivo manifiesto de Washington. El 15 de febrero no se concibió como parte de una estrategia a largo plazo, que debería haberse expresado en un calendario de movilizaciones –que los planes de guerra a largo plazo de la Administración Bush ya justificaban entonces y siguen justificando actualmente- mas que en una fecha que se percibió como una cita única.

Después de haber culminado con el 15 de febrero de 2003, las movilizaciones continuaron a escala nacional o en torno a citas y campanas nacionales. Pero el movimiento se mantuvo muy por debajo del nivel alcanzado antes de la invasión. Este debilitamiento de agravo en los EEUU debido a las ilusiones electorales, a pesar de que nada justificaba esas ilusiones dado el acuerdo fundamental sobre la ocupación de Irak entre los dos principales candidatos que competían por alcanzar la presidencia. Esta situación de conjunto facilito enormemente la reelección de George W. Bush, una victoria que Bush interpreto como la evidencia de la aprobación de su agresiva política imperialista, facilitándole un mayor margen para continuarla o incluso intensificarla, como indica la reorganización de su ejecutivo.

Con la sensación de disfrutar de un mayor margen de maniobra, la Administracion Bush ha dado un nuevo paso adelante en su política agresiva y de amenazas, no solamente en el Oriente Medio sino también en América Latina -donde Cuba y Venezuela están en primera línea de fuego, a lo que hay que añadir la intervención militar en Colombia- o en el Lejano Oriente, en particular contra Corea del Norte.

 

7) Una causa importante del debilitamiento del movimiento antiguerra fue el éxito de Washington y Londres a la hora de recuperar cierta credibilidad ideológica durante la primera fase de la ocupación.

A falta de una hostilidad popular hacia los ocupantes de Irak durante el periodo inicial tras la caída de la dictadura del partido Baath –a pesar de que la reacción popular distara mucho de la bienvenida entusiasta que se pronosticaba en Washington y Londres- no dejo de desarmar ideológicamente al movimiento antiguerra. Además, las fuerzas de ocupación todavía pudieron hacer creer que estaban tras la pista de las "armas de destrucción masiva".

Esta ventaja empezó a disiparse con el ascenso irresistible de la hostilidad contra las fuerzas ocupantes, considerablemente exacerbado por su comportamiento y por los graves errores cometidos por la Administración Bush y por su procónsul en la gestión del país, cuando el pretexto de las "armas de destrucción masiva" empezó a revelarse a la luz del día como un entramado de mentiras. Sin embargo, la Administración Bush luego pudo explotar el carácter odioso de una parte de la "resistencia" a la ocupación –la parte mas espectacular y que ha recibido deliberadamente la mayor cobertura mediática- aportando de nuevo otra razón importante para explicar la debilidad del movimiento antiguerra en relación con intervenciones anteriores.

El incremento continuo de las operaciones armadas contra las fuerzas ocupantes, unos meses después del inicio de la ocupación, fue el resultado de dos tendencias que es importante distinguir. Por un lado, acciones contra las tropas ocupantes, muchas veces de carácter local e incluso individual, en algunos casos han sido la respuesta a su arrogancia y brutalidad, que alcanzo su apogeo en 2004 durante las dos oleadas de asaltos contra la ciudad mártir de Falluja. Por otro lado, algunas acciones han sido obra de redes organizadas, entre las que hay que destacar dos tipos entre las que cuentan con mas recursos: los restos de los servicios secretos baathistas, reorganizados tras la caída del régimen y que cuentan con medios financieros y militares considerables a su disposición; y las redes fundamentalistas sunis mas fanáticas, al estilo de Al-Qaeda, una parte de las cuales se origina fuera de Irak y que ya existían antes de la caída del régimen baathista.

Si bien es cierto que las acciones armadas contra los ocupantes son acciones de resistencia nacional totalmente legitimas, es igualmente cierto que los dos tipos de redes que hemos mencionado mezclan acciones legitimas dirigidas contra los ocupantes con acciones de una naturaleza profundamente reaccionaria dirigidas contra otros segmentos de la población iraquí sobre bases prácticamente racistas –ataques sectarios contra chiis, ataques étnicos contra los Kurdos- o bases xenófobas: carnicerías repugnantes contra extranjeros –trabajadores inmigrantes incluidos- que no son en absoluto responsables de la ocupación.

Distinguir las acciones legitimas de las ilegitimas, y condenar claramente las segundas, es una condición indispensable para relanzar el movimiento antiguerra a nivel de masas. El movimiento expuso claramente su condena del régimen de Saddam Hussein en 1991 y de nuevo en 2003, del de Milosevic en 1999, y del de los talibanes y Osama bin Laden en 2001, mientras explicaba que la naturaleza odiosa de esas fuerzas no justificaba en absoluto las intervenciones imperialistas, que eran en si mismas mucho mas mortíferas. Es igualmente indispensable en el caso de Irak distanciarse claramente de acciones reaccionarias, mientras explicamos que la barbarie de las acciones de esas fuerzas queda eclipsada si la comparamos con la barbarie del imperialismo USA, trágicamente ilustrado por Guantánamo, Abu-Ghraib y Falluja.

A su vez, la postura de los anti-imperialistas radicales en defensa del derecho del pueblo iraquí de resistir a la ocupación por todos los medios legítimos, incluyendo la lucha armada, debe distinguirse de la plataforma en torno a la cual debe organizarse la movilización antiguerra mas amplia posible en los países imperialistas. Esta plataforma debe centrarse en la retirada de Irak de las tropas norteamericanas y aliadas, sin dar apoyo a la resistencia iraquí, aun con las distinciones necesarias, en la medida en que dicho apoyo solo limitaría el potencial de la movilización. De todos modos, una plataforma amplia puede incluir, conforme las circunstancias lo permitan en cada país y en cada fase de la movilización, la oposición a la ocupación israelí de Palestina, dado lo mucho que ambas ocupaciones se enmarcan en el mismo terreno político. De hecho, la oposición a la ocupación israelí de Palestina ha constituido hasta ahora una importante palanca para movilizar a la gente contra la ocupación de Irak.

 

8) Las acciones armadas son solo uno de los caminos elegidos por el pueblo iraquí en su resistencia contra la ocupación de Irak. La lucha política es otro camino, y es la elección mayoritaria.

La resistencia armada a la ocupación ha sido librada fundamentalmente por miembros de la minoría árabe suni, una parte de la cual se consideraba privilegiada bajo el régimen de Saddam Hussein. Sin embargo, incluso entre la comunidad árabe suni, la mayoría –representada por grupos como la Asociación de Ulemas Musulmanes- distingue claramente las acciones legitimas de lo que denomina "terrorismo". El apoyo a las acciones armadas legitimas por la inmensa mayoría  viene acompañada de una opción, hecha a su vez por una mayoría aplastante, en favor de una lucha política contra la ocupación, concibiendo ambas formas de lucha como complementarias. Por motivos evidentes, la otra gran minoría del país –los kurdos (la mayoría de los cuales son sunis), quienes históricamente fueron oprimidos por los sucesivos gobiernos iraquís antes de que adquirieran una autonomía de facto bajo la protección norteamericana desde 1991 en adelante- no se han unido a la lucha contra la ocupación.

Entre la mayoría árabe chii del país, la opción predominante es la lucha política contra la ocupación. Esta opción incluso es compartida por la franja del movimiento musulmán chii que se opone mas radicalmente a la ocupación, la corriente fundamentalista dirigida por Muqtada al-Sadr, que se ha limitado a una combinación de lucha política y autodefensa armada, sin recurrir a los ataques. La corriente mayoritaria entre los iraquís chiis, dirigida por el ayatolá Sistani –un jefe religioso tradicionalista que representa a la corriente mayoritaria del clero chii y que pretende ejercer un control sobre la direccion politica sin tomar directamente las riendas del poder–, ha privilegiado la lucha política desde el principio de la ocupación como camino hacia el establecimiento del poder de la mayoría en Irak  –y, por consiguiente, la conquista por los chiis, por primera vez en la historia, de una rol decisivo a la hora de decidir el futuro del país- como un paso adelante en la retirada de las tropas extranjeras.

La primera fase de esta lucha política se tradujo en un choque entre el ayatolá y el procónsul norteamericano Robert Bremer sobre la cuestión del procedimiento constitucional. Esta confrontación, en la que Bremer quiso imponer un procedimiento basado en la designación por el ocupante de los redactores de la constitución, mientras que el ayatolá exigía que fueran elegidos democráticamente, constituye la mejor refutación de las pretensiones hipócritas de Washington de estar desarrollando una misión de "democratización" de la región. La confrontación acabo con una victoria del ayatolá y, tras la mediación de la ONU, el establecimiento del 30 de enero como fecha de las elecciones generales. Ante la creciente amenaza terrorista contra la participación en las elecciones en las zonas sunis y la perspectiva de una muy baja participación en esas áreas como consecuencia de ello, las fuerzas políticas mayores de la comunidad suni llamaron al boicot de las elecciones, para no dar por buena una inevitable subrepresentación de su comunidad.

Casi el 60% de los Iraquís con derecho a voto (las listas que se utilizaron se basaban en las listas de racionamiento utilizadas bajo el embargo, de modo que incluían a la totalidad de la población) fueron a las urnas en condiciones extremadamente difíciles en las zonas árabes de Irak. La lista del marioneta Allawi, fuertemente apoyado por Washington, sufrieron una contundente derrota, sin ni siquiera conseguir el 15% de los votos emitidos. La mayoría de los escaños de la Asamblea Constituyente fueron a parar a la coalición electoral apadrinada por el Ayatolá Sistani y en la que la mayoría de las fuerzas organizadas son corrientes fundamentalistas ligadas a Irán. Sin embargo, el gobierno del país requiere de una mayoría de dos tercios en la Asamblea, lo cual obliga a un compromiso entre fracciones. Además, existe una unanimidad entre las fracciones elegidas sobre la necesidad de comprometer a los lideres de la comunidad suni, que esta substancialmente subrepresentada.

La gran mayoría de las listas árabes presentadas a las elecciones, incluida la coalición mayoritaria, habían incluido en su programa la retirada de las tropas de ocupación. Sin embargo, las corrientes dominantes barajan la posibilidad de una retirada a medio plazo, dándoles tiempo para ir construyendo y consolidando un aparato de estado bajo su control, con el objetivo de evitar el caos tras la retirada de los ocupantes. Este calculo, en caso de ser sincero, demuestra una gran miopía (lo que no ha sido siempre el caso: cuando la lista del primer ministro títere Allawi habla de retirada de las tropas, por ejemplo, su hipocresía es evidente).

La historia de la ocupación desde la primavera de 2003 demuestra que su misma presencia alimenta el caos en el país y el ascenso de los grupos terroristas mas fanáticos de cada uno de los extremos del mapa político. Además, la ocupación ya esta llevando a cabo hoy, y probablemente lleve a cabo mas a menudo en el futuro, una estrategia de la tensión, destinada particularmente a exacerbar las divisiones religiosas y étnicas, con el objetivo del "divide y vencerás". Por otro lado, desde el principio de la ocupación, se han multiplicado las declaraciones en Washington sobre su rechazo de la instauración en Irak de un régimen "a la iraní" –declaraciones de una arrogancia típicamente colonial. Y que deben ponerse en relación con la escalada de amenazas de guerra proferidas por Washington contra Irán y contra el "eje del mal" regional, que supuestamente comprende desde los militantes de Hezbollah en el Líbano hasta territorio iraní, pasando por el régimen sirio. La llegada al poder en Irak de un gobierno aliado a Irán seria en este sentido una verdadera catástrofe para Washington, que hará cualquier cosa para impedir ese escenario: en primer lugar rompiendo la coalición mayoritaria, luego imposibilitando el acceso a ministerios "sensibles" (Interior, Defensa, Petróleo) de corrientes ligadas a Irán, y finalmente agudizando las tensiones étnicas y sectarias.

Estas consideraciones significan que, sea cual sea la actitud que adopte el gobierno constituido tras las elecciones, el movimiento antiguerra debe seguir exigiendo mas enérgicamente que nunca la retirada inmediata de las tropas invasoras de Irak. El argumento de que la alternativa a la ocupación es el caos es todavía mas débil hoy en día de lo que lo fue en otro momento, dada la constitución de un gobierno iraquí legitimo en lugar del gobierno títere de Allawi. La reconstrucción de un Estado iraquí será tanto mas fácil si es plenamente soberano.

 

Los eslóganes sobre Irak que hay que defender en el marco del movimiento antiguerra deben ser :

                • Retirada inmediata, total e incondicional de las tropas ocupantes;

                • El derecho del pueblo iraquí a decidir su futuro político en plena libertad y soberanía;

                • El derecho del pueblo Kurdo a la autodeterminación.

 

Las perspectivas objetivas para el movimiento antiguerra están mejorando constantemente, como ilustra el debilitamiento de la "coalición de la buena voluntad"  que ocupa Irak, de la que un numero creciente de países están retirando sus tropas, y una opinión cada vez mas extendida en las encuestas –incluyendo las de los EEUU mismos–, partidaria de la retirada de las tropas.

Las secciones de la Cuarta Internacional se comprometerán resueltamente en movilizar para la jornada internacional de manifestaciones contra la ocupación de Irak que tendrá lugar el 19 de marzo de 2005. Y abogaran por el establecimiento de un calendario inmediato de movilizaciones antiguerra a escala mundial, para dotar al movimiento antiguerra de una perspectiva a largo plazo.