(Resolución del 15o
Congreso Mundial)
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V. Las contradicciones que
desestabilizan el nuevo orden imperialista
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5. El polvorín asiático
El impacto sobre Asia de los actuales
acontecimientos mundiales es particularmente profundo, explosivo. Tiene efectos
en todos los terrenos: diplomático, económico y social, político y militar… Los
alineamientos internacionales forjados durante la guerra fría se han puesto en
entredicho, en particular en el sur y occidente de Asia, sin dar cabida a una
nuevo sistema estable de alianzas. En el marco del nuevo desorden mundial, las
tensiones interestatales se han agudizado al punto de acelerar la proliferación
nuclear (enfrentamiento Pakistán-India, chantaje nuclear de Corea del Norte
ante Estados Unidos, gran potencia nuclear de ocupación en Corea del Sur).
Fue en Asia oriental donde hizo su aparición la
primera crisis "financiera" mayor de la mundialización, en 1997-1998,
con consecuencias duraderas: proceso de (re)colonización económica y ruptura
del tejido social (Corea del Sur…), desestabilización política (crisis
estructural del régimen en Indonesia…), deslegitimación de las instituciones
internacionales y en particular del FMI (márgenes de maniobra temporalmente
ganados por Malasia…), estancamiento prolongado (Japón…).
Más allá de Afganistán, la vertiente militar de la
mundialización capitalista también ha tenido implicaciones muy graves para
Asia. El imperialismo norteamericano redespliega sus fuerzas en el conjunto de
la región; implanta nuevas bases en zonas en que antes no tenía (ex-repúblicas
soviéticas…); refuerza nuevamente su presencia en países en que había tenido
que reducirla; es el caso particular de Filipinas, su antigua colonia, en donde
las tropas norteamericanas han sido enviadas incluso en zonas de combate.
Gracias al Acuerdo de las Fuerzas Visitantes (VFA por sus siglas en inglés), el
Pentágono ha obtenido acceso ilimitado a las instalaciones militares del país.
Washington pretende aquí, como en otros lugares, tanto objetivos locales
--asegurar un mejor acceso a las riquezas agrícolas, petroleras y minerales del
sur de Filipinas-- como regionales : vigilar Indonesia, prepararse para la
posibilidad de actuar en el mar del sur de China, controlar los estrechos entre
los océanos Indio y Pacífico, por donde transita el petróleo del Medio Oriente
hacia Japón…
Washington quiere reconstituir y completar en Asia
Oriental, frente a China, el viejo cordón sanitario de la guerra fría que va de
Seúl a Manila, pasando por Tokio y Taipei. Nuevamente las ambiciones
imperialistas de Estados Unidos son tanto económicas (control de las reservas
de petróleo y gas y de sus flujos comerciales..) como geoestratégicas
(consolidar elementos claves de un redesplazamiento militar de envergadura
propiamente mundial)
De Cachemira a la península de Corea, pasando por
Mindanao y el archipiélago indonesio, la nueva doctrina intervencionista de
Washington y la ideología "antiterrorista" agregan un obstáculo más a
la búsqueda de soluciones políticas a los conflictos territoriales; soluciones
basadas en el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de los pueblos
implicados. Contribuyen a criminalizar los movimientos populares y
revolucionarios, así como a erosionar las libertades democráticas más
elementales. La globalización capitalista tiende a agravar también en esta
región las opresiones de género y las tensiones entre comunidades, a favorecer
el incremento en fuerza de las corrientes comunalistas y fundamentalistas de
extrema derecha. Este es también el caso en los países en los que la presión de
la mundialización económica se ha hecho sentir relativamente tarde, como en
India: una fracción significativa de la burguesía se ha orientado hacia el BJP
para imponer las contrarreformas liberales, permitiendo a las corrientes
hinduistas del hindutva amenazar las reformas laicas del Estado.
La guerra que prepara Washington en Irak y la
ocupación militar que le sucederá van a acentuar más las contradicciones en el
seno de la región, que la intervención en Afganistán ya había agudizado. Las
consecuencias de esta guerra no deben ser subestimadas, al momento en que Asia
comprende un conjunto de focos de crisis mayores: relaciones
chino-norteamericanas (incluyendo Taiwán), la península coreana,
Afganistán-Pakistán-India, Indonesia-Filipinas-mar del Sur de China…
Ante esta
situación, los partidos progresistas y revolucionarios en Asia tienden, entre
muchos de ellos, a tejer vínculos solidarios más estrechos que en el pasado.
Los movimientos sociales, asociaciones y movimientos por la paz coordinan cada vez más eficazmente campañas
conjuntas contra las dinámicas de guerra y por los derechos de los pueblos. La
reunión en India del Foro Social Mundial, en enero de 2004, puede dar a estas
convergencias una dimensión mayor.
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IV. Caída de la burocracia
estalinista, restauración del capitalismo, integración en la economía mundial
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2. La dinámica china: apertura
creciente al capitalismo detrás de la conservación del partido / estado
Desde el punto de vista de
las grandes potencias, China no deja de representar un factor de incertidumbre
tanto en el plano geopolítico (cuestiones de Taiwán, de Tíbet, de Asia
Oriental), como el socio-económico. Los grupos dirigentes de Estados Unidos y
de la UE y con más razón de Japón están conscientes de que, en todo caso (salvo
el de una desintegración, difícil de concebir, a pesar de las fuerzas
centrífugas potenciales), China intentará en los próximos años jugar un papel
de gran potencia y hacer valer su hegemonía en Asia. China aprendió, además,
las lecciones de la guerra de Kosovo, al insistir en una modernización de su
potencial militar. En comparación con la caída de la producción que se
ha observado en Rusia y en todos lo países de Europa del Este a principios de
los años 1990, con un nivel del PIB en el año 2000 que no ha alcanzado el de
hace 10 años, salvo en cinco países de Europa central, China ha experimentado desde
hace 20 años una tasa de crecimiento de casi 10% por año, manteniendo incluso
un crecimiento del 8% durante la crisis asiática. Las estadísticas chinas de
descenso en el número absoluto de pobres durante estos últimos veinte años son
las que permiten a las estadísticas mundiales hablar de una reducción de las
desigualdades en el mundo – cuando en realidad se incrementan, salvo en el caso
de las estadísticas chinas desde hace 20 años.
Al mismo tiempo, las desigualdades en los ingresos
se han profundizado en China paralelamente al cuestionamiento de logros
sociales en la salud y la educación, y de las protecciones al empleo: la lógica
de privatización capitalista está en curso, cada vez más legalizada. De ahí el
ascenso de las explosiones sociales de protesta contra las desigualdades y que
se alimentan sobre todo de las discrepancias entre los discursos
"socialistas" y la realidad capitalista en desarrollo.
Paradójicamente es por la retórica neoliberal, el
mantenimiento del poder de un Estado / partido fuerte, que es a la vez
represivo e impulsor del crecimiento, por lo que es más atractivo para el
capital extranjero. Al final del milenio, la reserva acumulada de inversiones
extranjeras directas (IED) era de aproximadamente 300 mil millones de dólares
en China, contra 12 mil millones para Rusia. Pero la apertura China hasta
entonces fue controlada y masivamente "china", y los financiamientos
del crecimiento no fueron de origen principalmente extranjero –lo cual, con sus
precedentes comerciales considerables, dio a China un poder de resistencia a
los preceptos neoliberales. En comparación con el tamaño del país, las cifras
de IED son aun más significativas: en el año 200 con del orden de 160 dólares
por habitante en el caso de China, contra 85 para el caso de Rusia, pero 571
para Kazajstán, alrededor de 1000 para Polonia y del orden de los 2000 en
Hungría o en la República Checa. En esencia, el crecimiento chino obedece a un
neomercantilismo basado en un intervencionismo y protección del Estado más
inspirado en lo que fueron Corea del Sur y Japón en sus años de gran
crecimiento, que en los preceptos neoliberales.
Hasta el final de la década de los noventa la
apertura de China a los intercambios internacionales se hizo sobre bases
extremadamente protegidas (notablemente por la no-convertibilidad de su moneda
y los límites estrictos impuestos a los financiamientos por los no residentes),
como lo muestra el hecho de que no haya sido afectada por la crisis asiática de
1997-98.
La adhesión a la OMC fue acompañada por una
radicalización de las reformas con vistas a transformar cada vez más las
grandes empresas en sociedades anónimas y la apertura del sistema financiero al
capital extranjero acompañando la apertura del PCC a los empresarios.
Paralelamente el desmantelamiento de las antiguas protecciones sociales sigue
adelante.
El proceso en curso es retrasado por las
resistencias sociales que van incrementándose frente a las desigualdades cada
vez más acentuadas y al desarrollo de la precariedad de la existencia de las personas.
Esas resistencias -cuyo origen se remonta al
movimiento de Tienanmen- son las que van a poder resquebrajar la fachada única
del régimen y llegar a la ruptura del marco institucional del estado-partido.
La retórica socialista tiene evidentemente que ser cuestionada tanto frente a
medidas de extensión de las relaciones de producción capitalistas como a
cualquier ala "moderada" o conservadora que no pusiera en el centro
de la resistencia anticapitalista necesaria la introducción de derechos de
auto-organización y los derechos de gestión de los trabajadores sobre la
propiedad colectiva.