(Resolución del 15º Congreso mundial, febrero 2003)
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6. Construir amplios Partidos
anticapitalistas del proletariado
(1) Nuestro objetivo es construir partidos proletarios que
- sean anticapitalistas, internacionalistas, ecologistas y feministas
- sean amplios, pluralistas y representativos
- que estén profundamente vinculados a la
cuestión social y defiendan consistentemente las reivindicaciones inmediatas y
las aspiraciones del mundo del trabajo,
- expresen la combatividad de los
trabajadores / as, la voluntad de emancipación de las mujeres, la revuelta de
la juventud, la solidaridad internacional, y asuman la lucha contra todas las
injusticias,
- fundamenten su estrategia en el combate
extraparlamentario y la autoactividad y autoorganización del proletariado y de l@s oprimid@s y
- asuman una clara posición a favor de la
expropiación del capital y por el socialismo (democrático y autogestivo).
Para el caso de América Latina, nuestro objetivo es construir partidos y/o
reagrupamientos anticapitalistas amplios, pluralistas y con una real
implantación en el proletariado y los movimientos sociales que articulan la
resistencia anti-neoliberal en el cuadro de la lucha contra la mundialización
capitalista. Como corriente marxista revolucionaria, estamos por la
construcción del “núcleo duro” de la izquierda. Esta perspectiva no se puede
construir suplantando el pensamiento estratégico, la acción radical, y las
iniciativas audaces, por una actitud sectaria de “autoafirmación” y conservadora de “nuestra identidad”.
(2) La lucha por tales partidos pasará por
etapas, tácticas y formas organizativas que serán específicas en cada país.
Semejante recomposición anticapitalista persigue de entrada un objetivo clave:
promover una efectiva y visible polarización entre ella y todas las fuerzas
adictas al neoliberalismo social (socialdemocracia, post-estalinismo,
ecologistas, populistas) a fin de acelerar su crisis y darle una salida
positiva.
Esto requiere:
- La
presencia de fuerzas políticas significativas donde las corrientes marxistas
revolucionarias colaboran con corrientes o representantes importantes o
emblemáticos que rompen con los partidos reformistas sin alcanzar por ello
posiciones marxistas revolucionarias.
- Una relación respetuosa pero estrecha con
el movimiento social, cuya recomposición alterne las demandas y la acción
- Una representatividad reconocida en la
sociedad que rompa el monopolio de los partidos adeptos al
social-neoliberalismo, gracias a una presencia en las asambleas elegidas
mediante el sufragio universal, a nivel local, regional e internacional (Europa).
- Un funcionamiento pluralista que, más allá
de la simple democracia interna, favorezca al mismo tiempo la convergencia y el
debate y que posibilite el mantenimiento y el funcionamiento de una corriente marxista como parte de
un todo más amplio.
(3) La experiencia de los últimos diez años
muestra que la izquierda revolucionaria no sectaria puede jugar un papel clave
para mantener el rumbo impulsando una orientación a la vez radical y unitaria,
que combine la acción extraparlamentaria con la representatividad electoral.
Para ello, deberá atravesar un camino complejo que comprende etapas y rodeos
que le permitan acumular fuerzas, clarificar paso a paso las posturas,
reactivar los medios militantes y construir pacientemente los vínculos con el
movimiento social.
Cuatro elementos importantes del último
decenio deben incorporarse en la táctica en el inicio de una nueva fase
política:
-Ninguna corriente de izquierda amplia en los
partidos establecidos se ha organizado y pronunciado por una recomposición
anticapitalista
-Las tendencias de izquierda socialdemócrata
son timoratas, poco confiables y poco coherentes.
-Los (grandes) partidos comunistas
“sobrevivientes” se acercan a su fin. Sus posiciones contra el neoliberalismo y
el imperialismo no han desembocado en un proyecto político anticapitalista y un
modo de funcionamiento democrático-pluralista (con la excepción de
Rifondazione) y no ha surgido ninguna tendencia de izquierda no estalinista
vertebrada nacionalmente;
-Los (grandes) partidos verdes no han logrado
encarnar una verdadera alternativa política y social. Algunos (como los Grünen
alemanes) pasan francamente al lado del estado burgués. La oposición interna en
esos partidos no desemboca en la organización de una verdadera oposición de
izquierda social-ecologista.
(4) Eso no significa que en esos partidos y
en el movimiento social no exista interés y disponibilidad por una
recomposición anticapitalista. Esta toma formas diversas. Nuestra conclusión no
debe ser darle la espalda a esos partidos y sus militantes. Al contrario, una
amplia recomposición en esta dirección, mediante una política sistemática de
colaboración y de convergencia es indispensable para crear un polo de atracción
muy amplio capaz de abatir al neoliberalismo. La conclusión fundamental que se
desprende de nuestra experiencia es que la recomposición dependerá, mucho más
que en el pasado, del desarrollo de un fuerte y autónomo polo de atracción y de
una correlación de fuerzas externa capaz de atraer y organizar esas simpatías.
En esta etapa, solamente la izquierda
revolucionaria está en posibilidad de tomar la iniciativa de la recomposición
anticapitalista y mantener el rumbo hacia un proyecto radical y pluralista,
socialmente enraizado, con carácter de masas. Pero esto implica una ruptura
profunda, razonada y práctica con el sectarismo. Implica también que los
acercamientos en el seno de la izquierda revolucionaria no pueden contemplarse
más que en el marco y a través de la experiencia común de esta recomposición
anticapitalista.
(5) No obstante, esos procesos ponen
firmemente a la orden del día el tema del reagrupamiento de las fuerzas
revolucionarias, ya que la izquierda revolucionaria no puede ser un catalizador
de reagrupamientos amplios si no se aplica a la resolución de sus propias
divisiones.
(6) A la vez que la Cuarta Internacional contribuye a una basta organización del
movimiento obrero, social y popular a nivel internacional, con la perspectiva
de crear una nueva fuerza pluralista, internacionalista, revolucionaria,
militante, con un impacto sobre las masas, también debemos reforzar nuestra
propia organización. No con objeto de hacer la competencia y vencer a las otras corrientes
revolucionarias internacionales, sino para contribuir tanto como sea posible a
la construcción de esa nueva fuerza y a la vez clarificar las principales
lecciones teóricas y sacar las experiencias de las revoluciones del siglo XX.
7. Refundar el programa de transición
(1) El nuevo periodo histórico del
capitalismo y de combate socialista-revolucionario exigirá una verdadera
refundación programática a la medida de los sacudimientos estructurales
sociales y culturales del capitalismo y al interior de las clases explotadas y
capas oprimidas. Ese programa ha de incorporar el balance crítico de 150 años
de movimiento obrero y de la experiencia de las primeras revoluciones
socialistas victoriosas y su degeneración. Tomará debida cuenta de la
conciencia actual de las masas populares y se vinculará a sus reivindicaciones
y sus modos de acción y de organización. A esto contribuiremos al máximo,
sabiendo que semejante programa transitorio para el siglo veintiuno no será
privativo de un grupo o corriente particular. No se trata de un rápido
ejercicio libresco. Al igual que los programas de transición que se sucedieron
a partir de Marx, hará falta una vasta discusión libre, una elaboración
colectiva, una colaboración “mundializada”, un debate crítico y autocrítico y una apertura a las experiencias
sociales en curso así como las futuras. Se trata de un verdadero desafío en la
medida en que la lucha política entre corrientes y organizaciones no cesa y que
toda organización activista tiene necesidad, ante las apremiantes exigencias
del trabajo de militancia, de ofrecer sus respuestas inmediatas.
(2) En el debate programático estratégico que
envuelve al conjunto de los problemas de la lucha por el socialismo,
alimentaremos la discusión sobre:
(i) La necesidad de formular un programa
universal sobre las necesidades sociales y los derechos humanos a partir de la
crisis ecológica mundial, de la regresión social generalizada, de la extrema
pobreza de la mayoría de la humanidad y de las desigualdades sociales en el
mundo del trabajo.
(ii) La necesidad de un programa ecosocialista, completamente integrado en
el combate anticapitalista, como la sola alternativa radical para las
catástrofes ecológicas de la lógica destructora del sistema capitalista (contra
el efecto invernadero y “el mercado de derechos a la polución”, para la salida
de la energía nuclear y un moratorio sobre los OGMs).
(iii) La existencia de la propiedad privada
de las riquezas y de los medios de producción y de intercambio, que constituye
la base de una clase dominante y poseedora, como obstáculo a la realización de
ese programa social. La expropiación de esa clase a favor de la colectividad
humana es, por tanto, una necesidad insoslayable.
(iv) Ante los discursos
superficiales y moralistas sobre “pobres contra ricos” y los “excluidos”, ponemos en el centro de nuestro análisis la explotación
de hombres y mujeres como trabajadores industriales y de cuello blanco,
administradores asalariados, desempleados, marginados y excluidos, es decir, la
clase asalariada obligada a vender su fuerza de trabajo a un patrono.
(v) El rol decisivo para una estrategia
anticapitalista y socialista de la clase asalariada global, de la cual debemos
desarrollar un análisis renovado y concreto que contribuya a su unidad ante la
explotación y opresión capitalista. Ese análisis debe incluir la multiplicidad
de sus situaciones concretas, sus métodos de lucha, sus reivindicaciones
inmediatas, sus formas de organización.
(vi) El rol decisivo del derecho a la
autoorganización de las mujeres y los homosexuales y lesbianas
(vii) La exigencia de democracia, de
transparencia y de control como principio y práctica, entendidos como
intervención activa de la sociedad y en particular de su parte explotada y
oprimida, como elemento crítico de la experiencia estalinista y como
cuestionamiento radical de la democracia burguesa.
(viii) Una
concepción de partido que tenga en cuenta la experiencia histórica y las nuevas
condiciones sociales y culturales de las sociedades y de las clases explotadas
y
(ix) La necesidad de la lucha
por el poder, quien asumirá tal lucha y cuales son sus características
fundamentales.
(3) En América Latina en particular ese « programa transitorio »,
pasa por cuestiones como:
- el carácter que asume la recolonización económica y la cuestión de la
soberanía nacional (antiimperialismo concreto);
- la reformulación de los procesos de integración regional como alternativa
al ALCA (propuestas de un real desarrollo);
- el no pago de la deuda ;
- la lucha de los movimientos campesinos por la tierra y por una reforma
agraria radical, la lucha de las comunidades indígenas por sus derechos o por
la autonomía y el papel de los movimientos campesinos e indígenas en la
constitución de nuevas fuerzas políticas anticapitalistas en México, Bolivia,
Ecuador o en otros lugares ;
- la lucha contra las privatizaciones ;
- la cuestión de la democracia política, de re-apropiación de los derechos
confiscados, tanto como el carácter, alcance y límites de una orientación de
democracia participativa a nivel local o municipal (la izquierda
latinoamericana gobierna ciudades capitales tanto como pequeños pueblos en
Brasil, Uruguay, México, El Salvador, Ecuador, Perú, Colombia);
- la relación entre luchas urbanas y rurales ;
- la relación entre la resistencia social y la organización política ;
- las nuevas formas que adquieren los « sujetos » que se
reproducen al calor de la fragmentación de la clase obrera (piqueteros,
asambleas populares, ocupantes de tierras y cooperativas de viviendas;
- experiencias de autodefensa, barrios que pelean por los servicios
públicos, espacios juveniles, mujeres que organizan la auto-subsistencia, las
distintas experiencias de economía de trueque);
- las políticas de alianzas sociales y políticas.
8. Hacia una nueva internacional
revolucionaria de masas
(1) La construcción de las internacionales
que han existido históricamente ha estado vinculada a desarrollos sociales y
políticos de gran alcance. El nuevo ciclo de reorganización política plantea
desde el principio el problema de una nueva internacional revolucionaria
anti-capitalista y anti-imperialista de masas. Un nuevo internacionalismo ha
surgido con gran fuerza a partir de "Seattle". Diversos impulsos lo
habían preparado, desde el viraje de los años 1989-91: el surgimiento del
neo-zapatismo, el Llamado de la Bastilla que inaugura la larga campaña por la
anulación de la deuda del tercer mundo, las Euromarchas, la serie de
contra-cumbres en oposición a las instituciones de la globalización capitalista,
FMI/BM, la larga serie de reuniones en las que la “sociedad civil” (frecuentemente ONGs) enfrentan a las
cumbres oficiales (sobre la Tierra en Río, la Mujeres en Pekín, la Cumbre
Social de Copenhague). Luego de dos reuniones del Foro Social Mundial en Porto
Alegre y una proyectada tercera reunión, junto a foros regionales, se ha
iniciado un proceso de consolidación organizativa y programática. A la misma vez ha surgido un proceso de
clarificación y diferenciación bajo el impacto de los más importantes eventos
políticos mundiales.
(2) A diferencia del periodo “internacionalista” de los años 60 y 70,
no se trata prioritariamente de una solidaridad y de un apoyo político a un
proceso social o democrático-revolucionario. Su fuerza proviene de un movimiento
de resistencia, necesariamente internacional, contra una nueva etapa de la
internacionalización del capitalismo, su política y sus instituciones. Aparece
en esta etapa como un movimiento social “nuevo” dotado de gran legitimidad, impulsado por
fuerzas sociales-políticas que escapan al control de las burocracias
tradicionales del movimiento obrero y popular. Se sitúa igualmente al margen de
las organizaciones revolucionarias internacionales y, en general, rechaza la
integración de los partidos políticos. Al mismo tiempo, este movimiento es
profundamente político. Ha generado una espectacular polarización frente a las
clases dominantes, reabriendo una perspectiva anticapitalista y una esperanza
de emancipación, creando un espacio público a la vez centralizado y
descentralizado en el que se combinan reflexión analítica, confrontación
política y compromiso militante, un terreno en el que las corrientes políticas
organizadas existen de hecho.
En esta etapa, estas significativas y
diversas fuerzas no pueden constituirse en una nueva organización política
internacional, pero pueden fortalecerse políticamente a través de un proceso de
experiencia y clarificación y a través de la intervención en estos debates de
fuerzas revolucionarias, en particular la CI.
(3) Los reagrupamientos pluralistas de
izquierda, anticapitalistas y anti-imperialistas, todavía son débiles e
informales, pues, en ausencia de un poderoso ascenso social, se les hace
difícil escapar de la inercia histórica y a su “cultura política” totalmente ineficaz para abordar la nueva
etapa de la lucha de clases (la izquierda socialdemócrata es débil, las
corrientes salidas de los PCs están en un impasse programático y tienden hacia
comportamientos estalinistas y la mayoría de las organizaciones revolucionarias
padecen un sectarismo congénito). Los progresos iniciales se ubican ante todo
al nivel de una región / continente: en América Latina, el Foro de Sao Paulo
cuya dinámica inicial se esfumó, la importancia mantenida por el PT brasileño;
en Europa, las modestas Conferencias de la Izquierda Anticapitalista y algunos
encuentros en Asia. Ante la UE, la perspectiva de un partido “anti-capitalista”
europeo está sobre el tapete.
Solamente el enfrentamiento directo entre la
clase dominante y el proletariado, sólo la lucha de las masas en defensa de sus
condiciones de trabajo y de vida, podrán trastornar la relación de fuerzas,
lograr un arraigamiento social y proveer militantes para construir, a nivel
nacional, una nueva fuerza política anti-capitalista, internacionalista,
feminista en la perspectiva de construir una nueva Internacional.
El movimiento anti-globalización ha creado
una esperanza, un referente y un punto de apoyo importantes, pero, como existe
actualmente, no constituye la fuerza motriz para una nueva Internacional. Las
discusiones políticas y estratégicas que reflejan las diferencias políticas
existentes se harán cada vez más presentes en el seno de este movimiento y
harán al siguiente periodo mucho más complejo.
(4) En tercer lugar, existe una evolución
importante en el seno y entre algunas corrientes provenientes o que se reclaman
del “trotskismo”. Todas las organizaciones, incluida la CI, han debido realizar
un importante esfuerzo para estar a la altura de la nueva situación mundial, en
los terrenos del análisis, de la orientación y de la actividad. La capacidad de
respuesta, a tiempo y en buenas condiciones, ha tenido un impacto sobre la
continuidad de todas las corrientes. Existe hoy una gran diversidad de grupos
salidos o que se reclaman del “trotskismo”, algunos han mantenido una
organización internacional relativamente coherente, otros han estallado en
grupos nacionales o federados. Esto vale todavía más para las organizaciones ex
“maoístas”. La unificación de los “trotskistas” o de ex “maoístas”, en nombre
de un programa o de una política vuelta hacia una época superada del movimiento
obrero revolucionario y apoyada en la defensa del record de una organización no
puede de ninguna manera servir para el reagrupamiento, ni una fusión. Un acercamiento
entre agrupaciones que se reclaman del marxismo y de la revolución socialista,
no puede tener sentido más que respecto a las batallas, el movimiento real y
las tareas actuales y futuras.
Constatamos que en la actualidad coexisten
tres desarrollos políticos y organizativos de tipo internacionalista: el
“movimiento real” contra la globalización y sus corrientes socio-políticas; la
convergencia de corrientes anti-capitalistas y políticas pluralistas; las
corrientes de la izquierda revolucionaria. Esta situación podría prolongarse
durante todo un periodo. Sin embargo, allí donde los acercamientos
sean posibles, tomaremos iniciativas unitarias para avanzar hacia
reagrupamientos serios.
9. La CI, ayer, hoy y mañana
(1) La CI nació en resistencia a las más grandes
derrotas del proletariado y del movimiento obrero internacional: el fascismo,
el estalinismo y la guerra mundial. Nuestras secciones eran pequeñas minorías
en el movimiento obrero internacional y fueron reprimidas por todas las fuerzas
contrarrevolucionarias (socialdemócratas, estalinistas, los estados burgueses
fascistas o democráticos). No lograron transformarse en verdaderos partidos
(revolucionarios). A pesar de su compromiso destacado en todos los grandes
combates revolucionarios y cotidianos, fueron reducidas demasiadas veces a
comentar los acontecimientos y a defender las conquistas del marxismo
revolucionario ante las falsificaciones burocráticas. En los años 70, los
ascensos revolucionarios en el mundo hicieron pensar que la hora había llegado
para el avance hacia una Internacional de masas. La CI participaba, entonces,
en una disputa con los otros reagrupamientos internacionales trotskistas
(lambertistas, morenistas, la corriente “Militant”, el corriente “capitalismo
de Estado” / SWP) sobre cual era la corriente “trotskista” legítima (sucedió lo
mismo en el seno de la CI con el SWP norteamericano frente a la mayoría de la
internacional). Incluso si la CI nunca cayó en los delirios sectarios de otros
reagrupamientos, se consideraba no obstante la vanguardia política legítima, el
núcleo alrededor del cual se realizaría la recomposición de una Internacional
revolucionaria.
(2) El cambio de periodo, patente en los años
80, la crisis de la CI y la caída del Muro provocaron una oscilación pendular que
acarreó el riesgo de poner en entredicho la existencia de la CI. Nuestra
resistencia a la enorme ofensiva reaccionaria de los años 80 y 90 no nos
condujo al tipo de sectarismo que se refugia en la propaganda socialista como
una especie de talismán, una actitud parasitaria respecto del movimiento de
masas y la autoafirmación identitaria. Las organizaciones que lo hicieron, no
evitaron graves crisis internas. La CI pagó también el precio organizativo del
retroceso general del movimiento obrero internacional, pero logró atravesar el
periodo reaccionario conservando su unidad orgánica y su cohesión política, por
medio de:
-El desarrollo de un marxismo crítico y
actual.
-Un debate sin tabúes sobre el “balance del
siglo”
-Un régimen
interno favorable a la continuidad de la discusión y una confrontación de
análisis alrededor de los grandes acontecimientos constitutivos de la nueva
situación mundial.
-Un arraigamiento y compromiso de fondo en el movimiento
obrero y social (nacional e internacionalmente).
-un trabajo unitario sistemático en los
movimientos;
-Un comportamiento unitario y radical,
particularmente en la lucha por una recomposición anticapitalista pluralista.
(3) Actualmente, la situación de la CI
como organización puede definirse como sigue:
-Una organización internacional de revolucionarias y
revolucionarios, basada en el método del Programa de Transición y en la
estrategia y las tácticas que se derivan del mismo.
-Un conjunto sin paralelo de referencias programáticas,
de experiencias políticas, particularmente en cuestiones como la opresión de
las mujeres, los homosexuales y las lesbianas, temas históricamente poco
desarrollados por otras corrientes revolucionarias, con secciones en muchos
países, basadas en las necesidades de la clase obrera de cada región.
-Una organización que respeta la autonomía de los
movimientos de masa y practica el pluralismo de tendencias en su interior
- Así pues, una herramienta viva, pero muy
inestable dada la debilidad de sus partes y la dificultad de recomponer una
coordinación y una estructura de dirección que pudiera corresponder a su
realidad militante. Haber conservado esta estructura y ser sin duda alguna el
único reagrupamiento internacional existente de este tipo es un recurso
precioso para el nuevo periodo político en el que surgen nuevas generaciones
militantes.
(4) Nuestra tarea principal como CI consiste
en contribuir a una vasta reorganización, a nivel mundial, del movimiento
obrero, social y popular, en la perspectiva de la constitución de una nueva
fuerza internacionalista, pluralista, revolucionaria, militante y con impacto
de masas. Esta perspectiva pasará inevitablemente por un largo proceso de
experiencias y de clarificaciones políticas.
De ninguna manera implica esto el
debilitamiento o la disolución de nuestra organización. Al contrario, queremos
fortalecernos, no para derrotar las otras corrientes
revolucionarias-internacionales, sino con el objetivo de contribuir al máximo a
aquel objetivo, construir una nueva fuerza a la vez que derivamos las lecciones
teóricas fundamentales a extraerse de la experiencia del siglo XX.
(5) En todo este periodo intermedio,
aportamos una respuesta en tres niveles:
- Primero, tanto en el movimiento contra la
globalización como en el movimiento sindical y en los otros movimientos
sociales, luchamos por el “frente único” en las luchas y movilizaciones, y por
crear o solidificar los movimientos, al mismo tiempo que participamos en el
debate programático y político. Favorecemos la creación de movimientos internacionalistas
anticapitalistas de masas alrededor de sus objetivos respectivos.
- Segundo, en el plano partidario, según la
situación concreta regional / continental, impulsamos el trabajo en común de
las fuerzas políticas anticapitalistas, el cual podría asumir formas diversas.
- Tercero, en el terreno de la izquierda
revolucionaria, entablamos un diálogo más sistemático y más general mediante
encuentros bilaterales, participaciones en reuniones internas y públicas de
otras corrientes con las que compartimos la apreciación tanto de la situación
mundial actual, como de las grandes orientaciones y tareas.
(6) Hacemos una
doble constatación. Primero, existe una brecha importante entre nuestra
influencia en el seno de los movimientos y el fortalecimiento político y
organizativo de nuestras organizaciones. La influencia ideológica difusa o
personal se refleja poco o nada en el fortalecimiento del partido. La calidad
de nuestros análisis, el compromiso de los militantes y la difusión de la
perspectiva socialista son claramente insuficientes. En segundo lugar, el
proceso de repolitización en curso no conduce espontáneamente a que la gente se
una partidos políticos (ya sea un partido revolucionario o en otro), siendo el
obstáculo particularmente grande entre la juventud.
La conclusión de esto es que la organización
marxista revolucionaria debe ser capaz de demostrar que tiene una función
política propia que llenar en la actividad cotidiana, en el trabajo de masas y
en los movimientos. Esto exige en particular una propaganda más regular y
sostenida de nuestras ideas, una agitación más consistente, una voluntad de
debate político y estratégico, y el apoyo de un sistema de organización
fortalecido. En pocas palabras, una autonomía política que nos diferencie y nos
identifique claramente en la sociedad, en el movimiento y respecto a las otras
corrientes ideológicas o políticas en el movimiento social.
(7) Esta autonomía no apunta a inaugurar un
curso sectario de denuncias, de polémicas o de operaciones “entristas”
dirigidas a logros a corto plazo. Parte de la tradicional comprensión,
característica de nuestra corriente marxista revolucionaria, de la relación
entre el movimiento de masas y el partido: (i) el respeto por la autonomía y la
democracia interna de los movimientos, lo que significa igualmente una
comprensión de sus sensibilidades y
mecanismos de funcionamiento específicos, y (ii) el rechazo del concepto
de una vanguardia esclarecida y arrogante, que actúa de una manera parásita o
somete al movimiento.
Entre ser un simple acompañante
del movimiento, por un lado, y la autoafirmación sectaria-ideológica,
parasitaria del movimiento, por otro, existe otro camino que nos diferencia de
las corrientes radicales sectarias que se enganchan de los jóvenes que buscan
opciones revolucionarias fuertes y de compromiso militante. Nuestra respuesta
no puede ser la misma.
(8) Pero nuestro mayor problema no es el
sectarismo, sino más bien en un comportamiento político y organizativo que
subvalora o diluye la organización marxista revolucionaria. Debemos corregir
esto en tres planos combinados:
- Una orientación, perfil y comportamiento
político independiente de los movimientos
- Una intervención más visible y más
coherente
- Una coordinación interna más fuerte
(9) Necesitamos un fortalecimiento de una
estructura de dirección internacional que apunte a cubrir las tareas descritas
arriba.
La reforma de los Estatutos, que se apoya en
nuestra experiencia de los últimos años, provee una base coherente, que
favorecerá a la vez el debate continuo, abierto y crítico en la instancia
central, el Comité Internacional, y el papel del Buró Ejecutivo, como centro
activo de coordinación del trabajo.
El CI (antiguo CEI) deberá continuar jugando
su papel de centro de gravedad de un debate continuo y contradictorio (entre
posiciones contrapuestas). Este debate es mucho más libre en tanto que los
estatutos reconocen una autonomía a las secciones que no impone ninguna
obligación de asumir las decisiones adoptadas por la mayoría del CI. Y es más
abierto producto de la presencia, en el CI, de organizaciones externas que
participen en nuestras discusiones sin compromiso organizativo alguno con
nosotros. El BE tendrá la tarea clave (además de la dirección cotidiana en los
niveles de la administración, de las finanzas, de la prensa, de los contactos
internos y externos) de construir vínculos más fuertes con y entre las
organizaciones nacionales, y con los cuadros de las organizaciones. Esto valdrá
en el plano de la elaboración, de la iniciativa, de la coordinación y de las
tomas de posición públicas. El desarrollo de la prensa de la Internacional
(revistas, boletines electrónicos, pagina web) es una prioridad.
Esto implica, para el BE, aprovechar la
situación más saludable de varias secciones nacionales para fortalecer el Buró
con camaradas integrados en direcciones de organizaciones nacionales (en
particular europeas, gracias a la proximidad geográfica).
Más aún, el BE tendrá que construir o
fortalecer el papel de las estructuras de trabajo, algunas a escala europea, otras
más claramente internacionales (trabajo de empresas, redes-mundialización,
mujeres, jóvenes, trabajo de base).
De acuerdo al desarrollo de la dimensión
regional / continental del capitalismo mundializado, habrá que contemplar
estructuras de trabajo según las condiciones concretas (Europa, América Latina,
Asia). Dado el desarrollo de la UE como estructura para-estatal, una tarea
específicamente europea consiste en erigir una real dirección europea lista
para responder a las múltiples necesidades impuestas por el marco de la UE,
desarrollando el peso y el ritmo de las actuales instancia (BPs europeos,
Secretariado europeo).
Todas esas estructuras deben jugar a la vez
un papel de coordinación, de iniciativa y también de elaboración política
colectiva sobre las múltiples cuestiones del mundo actual. Deben permitir
igualmente desarrollar y construir organizaciones nacionales y fortalecer los
vínculos entre sus direcciones.
La Comisión de mujeres se
encargará especialmente de asegurar :
- una
presencia feminista y la publicación de los artículos de mujeres en nuestra
prensa internacional;
- una
formación feminista en el marco de la escuela internacional;
- una
ayuda a las secciones apuntando introducir una política de acción positiva;
- una colaboración estrecha para integrar la perspectiva feminista en
nuestro trabajo altermundialista y de inmigración/ antiracismo con las
estructuras correspondientes.