SEMINARIO
LESBIANO/GAY/BISEXUAL/TRANSGENERO DE ESTRATEGIA
La heterosexualidad obligatoria y la existencia
lesbiana (1980)
por Adrienne Rich
(traducido por Ricardo Martinez Lacy del texto
reproducido en Powers
of Desire)
(...) Si las
mujeres son las fuentes más tempranas del cuidado emocional y de la nutrición
física para los niños tanto del sexo femenino como del masculino, parecería
lógico, al menos desde una perspectiva feminista, plantear las preguntas
siguientes: si la búsqueda de amor y ternura en ambos sexos no lleva
originalmente hacia las mujeres; por qué de hecho alguna vez las mujeres
querrían dar una nueva dirección a esa búsqueda; por qué la supervivencia
de la especie, los medios de fecundación y las relaciones emocianles y eróticas
deberían, en todo caso, volverse tan rígidamente identificados los unos con las
otras; y por qué deberían de encontrarse constricciones tan estrictas para
obtener a fuerzas la lealtad emocional y erótica de la mujer y su subordinación
a los hombres. Dudo que suficientes estudiosas y teóricas feministas hayan
hecho el esfuerzo de reconocer las fuerzas sociales que arrancan las energías
emocionales y eróticas de las mujeres de ellas mismas, de las otras mujeres y
de los valores identificados con la feminidad. Estas fuerzas, como trataré de
mostrar, van de la esclavización física literal hasta el disfrazamiento y la
distorsión de opciones posibles. (...)
En su ensayo
"El origen de la familia", Kathleen Gough enumera ocho características
del poder masculino en sociedades arcaicas y contemporáneas, características
que quisiera usar como marco de referencia: "la capacidad de los hombres
de negar la sexualidad de las mujeres o de imponerla a ellas; administrar o explotar
su trabajo para control su producto; controlar a sus hijos o despojarlas de
ellos; encerrarlas físicamente e impedir su circulación; o negarles acceso a
grandes áreas del conocimiento social y de los logros culturales".[1] (...)
Es más fácil de
reconocer la manera en que algunas de las formas en que el poder masculino se
manifiesta obligan a la heterosexualidad más que en otras. Sin embargo, cada
una de las que he enunciado contribuye al conjunto de fuerzas dentro de las
cuales las mujeres han sido convencidas de que el matrimonio y la orientación
sexual hacia los hombres son componentes inevitables de sus vidas—auque sean
insatisfactorios u opresivos. El cinturón de castidad, el matrimonio infantil,
la erradicación de la existencia lesbiana (excepto como exótica y perversa) del
arte, la literatura y el cine, la idealización del amor y el matrimonio
heterosexual; todas estas son formas bastante obvias de compulsión, las
primeras dos con el concurso de la fuerza física, las otras dos con el control
de la conciencia. Mientras que las feministas han atacado la clitoridectomía
como una forma de tortura contra las mujeres,[2] Kathleen Barry fue la primera en señalar
que esto no es simplemente un modo de convertir a una muchacha en mujer
"casable" mediante una cirugía brutal. Tiene como objeto que las mujeres
en la proximidad íntima del matrimonio polígamo no quieran formar relaciones
sexuales entre ellas, que—desde una perspectiva masculina y genital
fetichista—las conexiones eróticas femeninas, estarán literalmente excluidas,
incluso en una situación de segregación de sexos. (...)
En su estudio
brillante El hostigamiento sexual de las mujeres trabajadoras: Un caso de
discriminación sexual, Catharine A. MacKinnon traza la intersección de la
heterosexualidad obligatoria y la economía. Bajo el capitalismo, las mujeres
son segregadas horizontalmente por sexo y ocupan una posición estructuralmente
inferior en el lugar de trabajo. (...) Ella cita una gran cantidad de material
que documenta el hecho de que a las mujeres no sólo se les segrega en trabajos
de servicio mal pagados (como secretarias,
empleadas domésticas, nanas, secretarias, operadoras telefónicas,
educadoras, meseras), sino que además la "sexualización de la mujer"
es parte del trabajo. Un requisito central e intrínseco a las realidades
económicas de la vida de las mujeres es el de que las mujeres "ofrecerán
comercialmente su atractivo a los hombres, que tienden a detentar el poder y la
posición económicos para imponer sus predilecciones".[3] (...)
Esto da lugar a
una diferencia específica entre las experiencias de las lesbianas y las de los
hombres homosexuales. A una lesbiana, que oculta sus preferencias en el trabajo
por los prejuicios heterosexistas, no sólo se le fuerza anegar la verdad de sus
relaciones fuera del trabajo o en su vida privada; su trabajo depende de que
pretenda ser no sólo heterosexual, sino una mujer heterosexual en
términos de vestir y actuar el papel femenino y deferente, requerido de las
mujeres "reales". (...)
La
heterosexualidad obligatoria simplifica la tarea del proxeneta y del alcahuete
en los círculos de prostitución universales y en los "centros eros"
mientras que, en la privacidad del hogar, lleva a la hija a "aceptar"
la violación incestuosa de su padre a la madre, a negar que ello está ocurriendo,
a la esposa golpeada a permanecer con un esposo abusivo. "Hacer amigos o
cortejar" es una de las prácticas más importantes del alcahuete, cuyo
trabajo consiste en entregar la muchacha escapada o confusa al chulo para que
la prepare. La ideología del amor heterosexual, transmitido a ella desde la
infancia por los cuentos de hadas, la
televisión, las películas, la propaganda, las canciones populares, las
ceremonias nupciales, es un instrumento idóneo en manos del alcahuete, y uno
que no duda en usar, como documenta Barry. El temprano adroctinamiento femenino
en "amor" como emoción puede ser en gran parte un concepto
occidental; pero una ideología más extendida profesa la primacía y la
inconrolabilidad del impulso sexual masculino. (...)
El supuesto de que
"la mayoría de las mujeres son innatamente heterosexuales" destaca
como una piedra de choque para el feminismo. (...) Sin embargo, la omisión en
examinar la heterosexualidad como una institución es como la omisión en admitir que el sistema económico llamado
capitalismo o el sistema de castas del racismo se mantiene por una variedad de
fuerzas, incluyendo tanto la violencia física como la falsa conciencia. (...)
He escogido usar
las expresiones de existencia lesbiana y continuo lesbiano porque
la palabra lesbianismo tiene resonancias clínicas y limitantes. La
expresión existencia lesbiana sugiere tanto el hecho de la presencia
histórica de las lesbianas como de la creación continua del significado de esa
existencia. Con el término de continuo lesbiano me propongo incluir una
gama de experiencias identificadas con la mujer a través de la vida de cada
mujer y a través de la historia y no simplemente el hecho de que una mujer haya
tenido o deseado conscientemente experiencia sexual genital con otra mujer. Si
lo expandamos para que incluya muchas más formas de intensidad primaria entre
mujeres, como el compartir una vida interna rica, la asociación contra la
tiranía masculina, el dar y recibir apoyo práctico y políticosi también podemos
detectarlo en tales asociaciones como resistencia al matrimonio (...)
empezamos a captar dimensiones de la historia y la psicología femeninas que han quedado fuera de nuestra
comprensión como consecuencia de definiciones limitadas, casi todas clínicas
del lesbianismo.
La existencia
lesbiana comprende tanto la ruptura de un tabú como el rechazo de un modo de
vida obligatorio. También es un ataque directo e indirecto al derecho masculino
de acceso a las mujeres. (...)
Históricamente,
las lesbianas han sido privadas de una existencia política mediante su supuesta
inclusión como versiones femeninas de la homosexualidad masculina. Poner en el
mismo plano la existencia lesbiana y la homosexualidad masculinna porque ambas
son objeto de estigma es borrar la realidad femenina una vez más. Obviamente,
parte de la historia de la existencia lesbiana se encuentra donde les
lesbianas, a falta de una comunidad femenina coherente, han compartido una
especie de vida social y de causa común con los hombres homosexuales. Pero hay
diferencias: la falta de privilegios económicos y culturales de las mujeres con
respecto a los hombres, las diferencias cualitativas entre las relaciones
femeninas y las masculinas—por ejemplo, los patrones de sexo anónimo entre
homosexuales masculinos y la pronunciada consideración de la edad en los
patrones de atractividad sexual entre los hombres homosexuales. Yo percibo la
experiencia lesbiana, como la maternidad: una experiencia profundamente femenina,
con opresiones, significados y potencialidades particulares que no podemos
comprender si simplemente las engrapamos con otras existencias sexualmente
estigmatizadas. (...)
Si consideramos
la posibilidad de que todas las mujeres—desde la infante que mama del pecho de
su madre a la mujer crecida que experimenta sensaciones orgásmicas al dar de
mamar a su propia progenie, tal vez al recordar el olor de la leche de su madre
en el de la suya propia, a dos mujeres, como la Cloe y la Olivia de Virgina
Woolf, que comparten un laboratorio, a la mujer que muere a los noventa, tocada
y cuidada por manos de mujer—existan en un continuo lesbiano, podemos vernos
como saliendo y entrando a este continuo, ya sea que nos identifiquemos como
lesbianas, o no. (...)
No se puede
suponer de las mujeres como las que aparecen en el estudio de Caroll
Smith-Rosenberg que se casaron, seguian casadas y, sin embargo, vivian en un
mundo femenino profundamente emotivo y pasional, que hayan preferido o escogido
la heterosexualidad. Las mujeres se han casado porque era necesario para
sobrevivir económicamente, para tener descendencia que no sufriera de
privaciones económicas ni del ostracismo social, para permanecer respetable,
para hacer lo que se espera de una mujer, porque, al provenir de una niñez
supuestamente anormal querían sentirse dizque normales y porque se ha presentado el amor
heterosexual como la gran aventura, deber y consumación para la mujer. Podemos
haber obedecido a la institución de la heterosexualidad fiel o
ambivalentemente, pero nuestros sentimientos—y nuestra sensualidad—no han sido
domados ni contenidos dentro de ella. (...)
La doble vida—este
consentimiento aparente de una institución fundada en el interés y las
prerrogativas masculinas—ha sido característica de la experiencia femenina: en
la maternidad y en muchos tipos del comportamiento heterosexual, incluyendo los
rituales del cortejamiento; la pretensión de asexualidad de la esposa
decimonónica; la simulación del orgasmo de la prostituta, de la cortesana, de
la mujer "sexualmente liberada" del siglo XX. (...)
La identificación
femenina es una fuente de energía, un dínamo potencial del poder femenino, cercenado
y contenido por la institución de la heterosexualidad. La negación de la realidad y de la
visibilidad a la pasión de la mujer por la mujer y a la elección de una mujer
por otra como aliada, como compañera de vida y como comunidad, el forzar tales
relaciones al disimulo y a su desintegración bajo intensa presión han
significado una perdida incalculable del poder de todas las mujeres para
cambiar las relaciones sociales entre los sexos, para liberarnos cada una y las
unas a las otras. La mentira de la heterosexualidad femenina obligatoria
daña ahora no sólo los estudios feministas, sino todas las profesiones, todas
las obras de referencia, todos los planes de estudio, toda relación o
conversación sobre la que se cierne. (...)
Otro nivel de la
mentira es la implicación que se encuentra con frecuencia de que las mujeres se
vuelven hacia las mujeres por odio a los hombres. El escepticismo profundo, la
precaución y la justa paranoia acerca de los hombres puede de hecho formar
parte de la respuesta de cualquier mujer sana a la misoginia de la cultura
dominada por los hombres, a las formas asumidas por la sexualidad masculina
supuestamente normal, y por la incapacidad, incluso por parte de hombres
supuestamente sensibles o politizadosde percibir o considerar estos asuntos
como perturbadores. Se representa también la existencia lesbiana como un
mero refugio de los abusos de los hombres más que como una carga eclévtica y
reforzadora entre las mujeres. (...)
Podemos decir que
hay un contenido político naciente en el acto de elegir a una amante o a
una compañera de vida mujer frente a la heterosexualidad institucionalizada.
Pero para que la existencia lesbiana consume este contenido político en una
forma liberadora hasta las últimas consecuencias, la decisión erótica debe
profundizarse y expandirse en una identificación femenina consciente: en un
feminismo lesbiano.
La obra que queda
por delante, la de desenterrar y describir lo que aquí llamo "existencia lesbiana"
es potencialmente liberadora para todas las mujeres. (...)
La cuestión
surgirá inevitablemente: ¿Debemos condenar todas las relaciones heterosexuales,
incluyendo las menos opresivas? Creo que este asunto, aunque con frecuencia
emotivo, está mal planteado aquí. Hemos estado empantanados en un laberinto de
dicotomías falsas que nos impide aprender la institución en su conjunto:
matrimonios "buenos" contra "malos"; "matrimonio por
amor" contra matrimonio arreglado; sexo "liberado" contra
prostitución; relaciones sexuales heterosexuales contra violación[4]; Liebeschmerz[5] contra humillación y dependencia. Desde
luego, dentro de la institución de la heterosexualidad existen diferencias
cualitativas de experiencia; pero la ausencia de alternativa sigue siendo la
gran realidad no reconocida, y por la ausencia de alternativa, las mujeres
seguirán dependiendo de la oportunidad o de la suerte de relaciones
particulares y no tendrán el poder colectivo para determinar el significado y
el lugar de la sexualidad en sus vidas.
[1] Kathleen Gough, "The origin of the family" en Toward an anthropology of women (Hacia una antropología de las mujeres) ed. Rayna [ Rapp] Reiter (New York: Monthly Review Press, 1975), p. 69-70.
[2] Frans P. Hosken "The violence of power: Genital mutilation of females" ("La violencia del poder: La mutilación genital de las mujeres'), Heresies: A Feminist Journal of Arts and Politics 6 (1979): 28-35.
[3] Catharine A. MacKinnon, Sexual Harassment of Working Women: A Case of Sex Discrimination (New Haven: Yale University Press, 1979), p. 174.
[4] Dicotomía que funciona en inglés, no en castellano. N. del T.
[5] Dolor de amor. N. del T.