La apertura y mercantilización de los espacios gueis
Maricas en un mundo paupérrimo
Alan Sears
(traducción de Francisco Javier Lagunes Gaitán)
Tomado de: Against the Current #89, noviembre/diciembre de 2000
El movimiento queer (marica, rarito, torcido,
joto; queer podría lexicalizarse en español como kuir, por
analogía a guei) ha logrado conquistas impresionantes en los 31 años
posteriores a la formación del Gay Liberation Front, que surgió de los
disturbios de Stonewall, en la Ciudad de Nueva York, en 1969. Ahora es posible
para muchas lesbianas y hombres gueis vivir vidas relativamente abiertas en un
ambiente básicamente tolerante, con acceso real a recursos comunitarios.
Aunque muchos otros también se han beneficiado de
estas conquistas, ha habido muy pocos cambios en la vida de las maricas más
vulnerabilizadas, lo que incluye a la gente transgénera, a las maricas que
viven en la pobreza, a las personas de color, a quienes viven en el clóset y a
muchas mujeres.
Antes de los disturbios de Stonewall, las maricas, en
su mayoría, eran culturalmente invisibles, a excepción de los estereotipos
negativos. Una lesbiana u hombre guei libidinosos aparecían retratados en
alguna película, obra teatral o novela, pero generalmente eran aniquilados para
el momento del desenlace. Ahora, series como Will and Grace son éxitos
en horario estelar de televisoras conservadoras usamericanas.
Las revistas, libros, películas y piezas teatrales
tienen muchos personajes maricas, desde las heroínas lesbianas de novelas
detectivescas, hasta maestros closeteros de preparatoria. Es una verdadera
conquista contar con puntos de referencia en la cultura popular, aún cuando a
menudo se trate de imágenes castas de gueis o lesbianas clasemedieros.
En Canadá, las maricas han alcanzado logros
significativos en áreas como la protección a los derechos humanos y los
beneficios laborales. El gobierno federal, así como cada provincia canadiense,
incluyen ahora el principio de no discriminación con base en la orientación
sexual en sus códigos de derechos humanos. Muchos sindicatos, particularmente
en el sector público, han negociado la inclusión de cláusulas de no
discriminación en los contratos colectivos y de otorgamiento de prestaciones
completas para las parejas del mismo sexo.
Desde luego, desde la perspectiva de Canadá y de la
mayoría de Europa Occidental, los estados unidos representan un caso
excepcional de rezago por su rechazo a aceptar plenamente de los derechos humanos.
Esto resulta particularmente sorprendente si recordamos que el movimiento de
liberación homosexual surgió inicialmente en los Estados Unidos de América
(EUA).
Estos logros no deben hacernos caer en la
autoindulgencia. El estado continua ejerciendo coerción policial sobre la
sexualidad. Agentes masculinos de la policía de Toronto recientemente llevaron
a cabo una redada en unos baños públicos femeninos, usando como pretexto los
reglamentos sobre la venta de bebidas alcohólicas para hostigar y aterrorizar.
El espionaje y las operaciones de provocación con
agentes encubiertos en aseos públicos y parques por toda Norteamérica siguen
victimizando a los hombres de clóset quienes frecuentemente resultan expuestos
a los reflectores de la publicidad destructiva (recordemos el famoso caso del
cantante George Michael, sorprendido por un policía encubierto, en los
sanitarios de un parque, N. Del T.). La secundaria y el bachillerato siguen
siendo un ámbito asolado por el hostigamiento y la violencia contra los jóvenes
etiquetados como maricas o raritos.
Es claro que la amenaza de violencia y hostigamiento
heterosexista es endémica. Los horripilantes incidentes que han atraído la
atención del público, tales como el brutal asesinato de Matthew Shepard, solo
constituyen la punta del iceberg. La amenaza de violencia pende incluso
sobre las maricas más evidentes, quienes frecuentemente deben realizar
complicados cálculos del riesgo a exponerse en determinadas situaciones.
El peligro de violencia se incrementa catastróficamente
en la medida en que uno se desvíe de las expectativas normativas del género
(las imágenes estereotipadas fijadas en la conciencia del público amplio sobre
el homosexual y la lesbiana). La gente transgénera, las personas de color y las
maricas de la calle son el blanco privilegiado del hostigamiento y la violencia
cotidiana, lo que incluye el abuso frecuente a manos de la propia policía.
Victorias
en tiempos paupérrimos
Estamos
en una situación en la que muchas conquistas reales de algunos homosexuales y
lesbianas deben apreciarse en una realidad en el que la mayoría de las maricas
ha ganado muy poco o nada. Incluso, las más destacadas de estas victorias han
tenido lugar en los últimos 20 años, un
periodo señalado por un claro giro a la derecha. El clima político general ha
estado marcado por los ataques contra los pobres, los retrocesos de las medidas
de acción afirmativa a favor de las mujeres, los ataques a los inmigrantes, el
ascenso de la derecha, la declinación de la izquierda y un movimiento obrero
generalmente a la defensiva.
Las conquistas obtenidas se han debido a dos causas.
En primer lugar, han sido producto de la lucha: las maricas se han movilizado
una y otra vez, han tomado las calles para protestar contra la violencia del
estado, los ataques a las maricas, la falta de acción sobre el sida y la
negación de los derechos humanos. Al hacerlo, hemos cambiado el mundo y, lo que
es quizás más importante, nos hemos transformado en activistas. Ninguno se
estos logros estaría aquí hoy si no fuera por este intrépido y decidido
activismo.
Las maricas no son el único grupo que se ha movilizado
contra la ofensiva de la derecha. Los grupos contra la pobreza, los partidarios
de los derechos de los inmigrantes, los activistas antirracismo, las feministas
y los movimientos sindicales han contra atacado con fuerza. Es necesario
investigar con mayor alcance, a fin de entender los cambios en la sociedad
capitalista que han creado ciertos espacios para la consolidación de las
identidades lésbicas y gueis, en un clima generalmente hostil.
El
capitalismo y la sexualidad
La
palabra homosexual surgió en la década de 1860. Se requería una nueva
palabra para describir un fenómeno relativamente nuevo. Desde luego, no tenía
nada de nuevo que mujeres tuvieran sexo con otras mujeres, o que hombres lo
hicieran con otros hombres. El nuevo aspecto que el término homosexual
intentaba captar era el surgimiento de una orientación sexual hacia el mismo
sexo, como una identidad de tiempo completo.
Esta transformación fue resultado de relaciones de
producción específicamente capitalistas. La separación del hogar (industria a
domicilio) y el empleo remunerado, en las sociedades capitalistas, fue la base
para el surgimiento del homosexual.
En las sociedades precapitalistas, los individuos
producen (gastan energía para transformar la naturaleza de manera que satisfaga
sus deseos y necesidades) y se reproducen (restauran su energía y crían a la
próxima generación) con la misma gente. La gente caza, recolecta, siembra,
come, juega, cría a los niños y tiene sexo en la misma comunidad organizada por
parentesco.
En las sociedades capitalistas la producción está
separada de la reproducción y el empleo asalariado se traslada de los hogares.
Esto abre nuevos espacios, así como nuestro acceso a los recursos productivos
clave en la sociedad ya no dependen directamente de nuestra ubicación en las
estructuras de parentesco. En buena medida, el patrón en una sociedad
capitalista no tiene que ocuparse de lo que los empleados hacen en su tiempo no
pagado, siempre y cuando lleguen listos para el trabajo.
El capitalismo tuvo un efecto doble, abrió nuevas
posibilidades para la exploración de la sexualidad y, al mismo tiempo, erosionó
las estructuras familiares dominantes a través de una larga jornada de trabajo
y de una paga inadecuada. A fines del siglo XIX y principios del XX, los
tomadores de decisiones y reformadores morales comenzaron a preocuparse de que
la clase obrera atravesaba un proceso de degeneración moral.
En muchos hogares, los hombres, las mujeres y los
niños fueron todos empleados asalariados fuera de casa. Unidades domésticas
sobrepobladas significaron que los niños fueron expuestos al sexo, y que niños
y niñas vivieron en una cercanía física notable. Las relaciones sexuales
extramatrimoniales y la homosexualidad parecían prosperar en calles y bares.
Los tomadores de decisiones públicas vieron la reforma moral, en parte, como un
antídoto a la militancia de la clase trabajadora.
Una familia proletaria revigorizada era vista como un
pilar potencial de la estabilidad, así como una fuente continua de nuevos
trabajadores. El estado desarrolló una gran variedad de nuevas formas de regulación
moral para moldear a la familia proletaria en el periodo que va de 1880 a 1920,
en Canadá, Gran Bretaña y los EUA. La homosexualidad masculina fue proscrita
(las mujeres quedaron omitidas en la legislación británica, debido a que los
legisladores sexistas no podían siquiera concebir que la mujer pudiera ser
capaz de una sexualidad independiente de la de los hombres).
El nuevo orden de los géneros fue reforzado a través
de actividades, tales como clases de economía doméstica segregadas por
clase social para las niñas, y los talleres técnicos para los niños en las
escuelas. El trabajo no remunerado para las mujeres en el hogar fue sujeto a
nuevas formas de escrutinio, como las enfermeras de salud pública mostrarían
con la introducción de la inspección y la instrucción.
Desregulación
moral y capitalismo marica
El
régimen de regulación moral que emergió a principios del siglo XX fue
incorporado en las estructuras del estado de bienestar que surgió luego de la
Segunda Guerra Mundial. Permaneció básicamente intacto hasta la década de los
60. Los últimos 35 años hemos atestiguado una desregulación moral parcial, ante
los cambios en la sociedad capitalista y el surgimiento de movimientos
militantes lésbicogueis y de mujeres.
El capitalismo abrió nuevos espacios para el
desarrollo de la sexualidad y los clausuró á través de un régimen de regulación
moral. En el pasado reciente, este régimen de regulación moral ha sufrido
importantes cambios.
Ha habido una desregulación moral parcial, en la
medida en que las reglas se han relajado en determinadas áreas de la vida. Si
bien, al mismo tiempo, nuevas formas de vigilancia y control han sido
introducidas, por ejemplo, en el hostigamiento de la gente que recibe
beneficios sociales, así como de quienes viven sin techo.
Esta desregulación moral se ha relacionado
cercanamente con la más profunda penetración de la mercantilización (la
producción de bienes específicamente para el mercado) dentro de la cotidianidad
de nuestras vidas. En los EUA y Canadá, el pan antes horneado en casa ahora se
adquiere en las tiendas. Las fiestas de cumpleaños cada vez con mayor
frecuencia se organizan en establecimientos comerciales, como los restaurantes
de comida rápida.
El Mercado es fundamentalmente amoral. Su único
objetivo es lucrar. El Viejo régimen de regulación moral constituía en realidad
una barrera para el lucro, de alguna manera. Por ejemplo, las restricciones
para la especulación mantuvieron a la industria de elevadísimas ganancias en
los márgenes de la vida de los EUA y Canadá.
El giro a la derecha en los últimos 20 años ha
incluido una buena cantidad de desregulación, en la medida en que las barreras
a la expansión depredadora del mercado han sido eliminadas. Las industrias del
transporte, por ejemplo, han sido desreguladas de manera tal que se ha llegado
a disminuir sensiblemente la cantidad y calidad de las inspecciones de salud y
seguridad, así como las salvaguardas de seguridad y los límites a la
competencia. También ha habido elementos de desregulación moral. Los casinos ahora
compiten por sacar el dinero de los bolsillos a la gente de clase trabajadora
en Windsor y Detroit.
Esta desregulación moral ha seguido fundamentalmente a
las fuerzas del mercado y por ello ha incluido elementos de liberación sexual.
La mercantilización está fuertemente asociada con la sexualización, en la
medida en que la publicidad pretende dar una carga de deseo a los objetos
cotidianos. La regulación sexual excesiva es un obstáculo para este proceso de
sexualización.
La desregulación de la sexualidad es, de alguna
manera, paralela a la legalización de la especulación. El estado ha reorientado
las actividades que faltaban en la dirección de de la obtención de ganancias.
Los aspectos susceptibles de una explotación mercantil en la existencia lésbica
y guei han ganado así algún espacio
Desde luego, toda la idea de comunidad guei se
asocia generalmente con espacios comerciales como bares, publicaciones,
tiendas, desfiles del orgullo con grandes patrocinios y elementos de estilo y
apariencia personal marica, como los que se expresan en la ropa y en los cortes
de pelo. Los últimos 20 años han atestiguado el cierre de muchos espacios y
publicaciones comunitarias gueis ante la competencia comercial.
Este estilo de vida guei comercializado no es
equitativamente accesible a todos Estos espacios tienden a orientarse más hacia
los hombres que a las mujeres, en parte debido a que los hombres tienden a
tener generalmente un mayor poder de compra. La gente con menores ingresos
tiene un acceso muy limitado a estos espacios, que generalmente tienen como
requisito un pago para acceder a sus servicios.
La gente de color generalmente no se ajusta a la imagen
generada por las industrias culturales maricas comercializadas y hay que
enfrentar el racismo en las comunidades maricas. La gente transgénera
frecuentemente es excluida por la orientación normativa de género que priva en
estos espacios.
Ciertamente, los hombres gueis han sido pioneros en el
desarrollo de una nueva masculinidad orientada al Mercado que se extiende progresivamente
a los hombres heterosexuales. ¡Está bien que se preocupen por su apariencia!
¡No tnego nada contra verse viriles y comprar todo, al mismo tiempo!
El ascenso de un estilo de vida guei comercial se ha
asociado a un giro politico de alejamiento de movimientos políticos
liberacionistas maricas. Los movimientos liberacionistas radicales
lésbicogueis, surgidos en los años 70 del siglo XX, luego de los disturbios de
Stonewall, han establecido un conjunto de políticas que marcaron un serio
alejamiento de las organizaciones maricas originales. En un principio centraban
sus esfuerzos en la lucha contra el poder establecido, más que en intentar
ganarse el favor de los poderosos; la visibilidad, más que la respetabilidad; y
la oposición a un sistema familiar obligatorio, en vez de la asimilación dentro
de él, la búsqueda de terminar con el monopolio estatal para definir las
relaciones aceptables.
Estas políticas liberacionistas tuvieron altibajos en
los 30 años desde Stonewall. Para los años 80, una orientación más moderada
hacia la reforma dominó el movimiento. Este movimiento orientado hacia el
reformismo gradual favoreció el cabildeo para introducirse al poder, más que el
activismo militante, la respetabilidad más que la visibilidad, y la asimilación
dentro del sistema familiar heterosexista, en vez de oponerse a él.
Las políticas liberacionistas adquirieron nuevos bríos
con una nueva ola de activismo militante sobre sida, a partir de 1987. El sida
tuvo un efecto devastador en las comunidades maricas. La respuesta que los
gobiernos y los medios dieron a la crisis fue el silencio absoluto, con la
excepción de algunas referencias infamantes ocasionales.
En las comunidades maricas se organizó una gran
variedad de servicios de sida e intervenciones preventivas. La ira alrededor
del sida también relanzó las políticas militantes liberacionistas, alrededor de
organizaciones como ACT UP (Coalición en Sida para Desencadenar el Poder), AIDS
Action Now (Acción en sida ahora), Queer Nation (Nación Marica), y The Lesbian Avengers
(Las Vengadoras Lesbianas).
Capitalismo
marica, clase y liberación
La
década de los 90 del siglo XX atestiguó la consolidación del capitalismo marica
comercial. Una capa de profesionistas maricas de élite (que incluye a gente de
negocios, abogados, médicos, periodistas y profesores universitarios) se erigió
como vocera de las comunidades maricas. Ante la ausencia de movimientos
liberacionistas maricas, esta clase profesional frecuentemente define las comunidades
y políticas lésbicogueis.
Este grupo tiende a favorecer las demandas ante los
tribunales, más que la movilización, y los festivales comerciales (como los
Desfiles del Orgullo Guei), más que las protestas. Dada la ubicación específica
de las comunidades maricas en muchas ciudades usamericanas, esta clase
profesional marica frecuentemente se ha destacado por ser la principal
promotora de la reforma urbana elitizada y excluyente (gentrification) y
de la coerción policiaca contra las personas sin techo.
El surgimiento de un capitalismo marica hace
particularmente importante entender las relaciones entre las políticas de clase
social y la liberación marica. Los individuos del ámbito empresarial y
profesional que frecuentemente hablan por las comunidades maricas no
necesariamente toman en cuenta los intereses de las maricas más
vulnerabilizadas socialmente. Vivimos una era en la que crece la polarización
social, así que los ricos se hacen cada
vez más ricos, y los pobres más pobres, polarización que se refleja en la
comunidades maricas, donde ciertamente algunas se benefician de los cambios
sociales contemporáneos, mientras que otras los sufren.
El carácter específico de las relaciones de clase
dentro de las comunidades maricas requiere mayor atención de la que le puedo
aquí, por ejemplo, revisar las relaciones entre la clase trabajadora en los
servicios maricas (en bares tiendas y otros servicios) y sus empleadas maricas
(a veces), las relaciones laborales dentro del comercio sexual, y las
experiencias específicas que han tenido las maricas en los sistemas de
seguridad social y como personas sin techo.
La división en clases sociales de las comunidades
maricas es también un recordatorio sobre las estrategias para organizarse y
construir alianzas. Un fuerte movimiento obrero puede ayudar a impulsar los
derechos maricas. El movimiento lésbicoguei contemporáneo, surgido inicialmente
en los EUA, cuenta ahora con una infraestructura organizacional muy bien
desarrollada, aunque comparado con su homólogo canadiense, las lesbianas y
gueis en los EUA han obtenido relativamente poco en lo referente a derechos y
reconocimiento oficial.
Las maricas canadienses tienen un movimiento
proporcionalmente más débil, aunque cuentan substancialmente con más derechos.
Una de las razones que determinan esta diferencia está en que los más poderosos
movimientos obreros en Canadá (y en gran parte de Europa) han contribuido de
manera importante al desarrollo y reconocimiento de estos derechos. En 1981, el
sindicato más militante de Canadá (Canadian Union of Postal Workers) fue el
primero en ganar una cláusula específica, en su contrato colectivo, que
prohibía la discriminación con base en la orientación sexual. En 1985, los
trabajadores bibliotecarios de la Canadian Union of Public Employees fueron los
primeros en conquistar prestaciones completas para las parejas del mismo sexo y
sus dependientes.
En cada uno de estos casos, los sindicalistas gueis
han debido organizarse y luchar para convencer a sus hermanas y hermanos de que
los derechos maricas eran un asunto sindical. Una vez que un conjunto de
trabajadores ha conquistado estos derechos, es posible diseminarlos a través de
la población sindicalizada. Estos derechos se han extendido actualmente a
través de la mayor parte del sector público en Canadá; su irrupción en el
sector privado ha sido más difícil de asegurar, ante la resistencia de ciertos
patrones.
El
socialismo y la liberación marica
La
liberación marica real es una cuña decisiva en la lucha por quebrar el sistema
de represión de sexo y género que empobrece sexual y emocionalmente nuestras
vidas. El capitalismo nos chupa la energía vital al obligarnos a luchar
permanetemente por la sobrevivencia, a través del trabajo en condiciones
desventajosas, o en las calles.
El sistema desplaza nuestras energías sexuales e
íntimas hacia las transacciones comerciales, de manera que obtenemos
gratificación al comprar. Nos coloca la una contra la otra en una competición
por cortar la garganta ajena. Si el socialismo significa algo, esto debería ser
el acceso a los recursos, al conocimiento y al poder de controlar nuestros
cuerpos y nuestras vidas. La liberación marica no es un añadido opcional al
marxismo, sino un asunto fundamental de la política socialista.
Así como la liberación marica siempre sera parcial en
una sociedad capitalista desigual, también nuestra visión del socialismo no
puede estar completa sin acabar con la opresión sexual y de género. La
liberación marica debe ser parte de una lucha la libertad para todas y todos.
Alan Sears
presentó este documento en la Escuela de Verano de Solidarity (organización
socialista revolucionaria usamericana), en agosto del 2000. Él es miembro del New Socialist Group de
Canadá y es profesor de sociología en la Universidad de Windsor. Traducido
al español por Francisco Javier Lagunes Gaitán.