SEMINARIO
LESBIANO/GAY/BISEXUAL/TRANSGENERO DE ESTRATEGIA
Liberación Gay en los Ochentas
Jamie Gough y Mike
Macnair
(traducido por compañeras
del Taller de Formación Política en Puerto Rico:
extratos de Gay Liberation in the Eighties,
Londres: Pluto Press, 1985)
Represión y el poder
masculino
Aunque la represión de la actividad sexual gay
ha sido variable a través de la historia, es posible distinguir una tendencia
más o menos constante. Dos tipos de
actividad sexual han sido consistentemente condenadas y penalizadas: cualquier
tipo de sexo entre lesbianas; y hombres adultos que son penetrados, sexualmente
"pasivos", o de otra forma "afeminados". Las excepciones notables a este patrón lo
son algunas sociedades primitivas; la antigua Esparta; y algunos casos
sancionados por religiones. Aunque
algunas sociedades antiguas (el Atenas Clásico; La China Imperial; y las
sociedades islámicas) aprobaban que niños y jóvenes actuaran como la parte
pasiva; no aprobaban que continuaran actuando así en la adultez. Otras sociedades, en teoría, condenaban la
homosexualidad, pero toleraban la pedofilia en la práctica (la antigua Roma, la
Inglaterra medieval).
El "orden natural"
ofendido por estas prácticas tabú es el
sistema del poder masculina y de la sumisión femenina, llamado por las
feministas el "patriarcado".
El sexo de lesbianas es el sexo sin el varón; son mujeres buscando sexo
activamente, opuesto a pasar de la mano del padre a la mano del esposo. El lesbianismo implica camaradería entre
mujeres, donde el orden social prescribe su aislamiento. Un hombre adulto que es penetrado, o
afeminado, por otra parte, actúa como una mujer y por lo tanto traiciona
simbólicamente el derecho de su sexo al poder.
No pensamos de ninguna forma
que el poder masculino surge de la organización de la actividad sexual de forma
directa. Pero el poder masculino y la
sexualidad están estrechamente relacionados.
Nuestra capacidad sexual es grandemente "clásica": casi cualquier relación social (y
seguramente, casi todos los estados físicos y emocionales) es capaz de ser erótica. ¿Pero porqué las relaciones de poder tienen
tan a menudo un aspecto sexual? Parte de
la contestación es que nuestra capacidad sexual implica, en el sentido más
general, una necesidad sexual. La
variedad de formas de sexualidad muestra que esta necesidad no es para nada
específica. Pero el placer de la
actividad sexual y la importancia para nosotros de variadas formas de
relaciones sexuales son en parte basadas en la necesidad sexual. Un aspecto de
esto es que la actividad sexual deriva una importancia simbólica de la
confortante manera en que confirma la sobrevivencia y vivacidad de nuestros
cuerpos. Esto es tal vez asociado con
la conexión de las formas más tempranas de nuestro placer sexual - oral y anal
— con las funciones de sobrevivencia del cuerpo.
Todas las relaciones
sociales, entonces, tienden a tener un aspecto social. Sin embargo, esto tiende a ser
particularmente cierto sobre las relaciones de poder. En una manera extrema, el sexo puede ser el factor para recibir
suficiente para comer. Si para
conseguir suficiente para comer, la sociedad es organizada de manera en que unas
personas tienen poder sobre otras, ese poder se utilizará sexualmente.
El poder masculina, entonces,
es sexual. ¿Cómo la represión de las
mujeres y de los hombres "pasivos" surge de todo esto? La objeción a ellos no es que hayan fracasado
en hacer algo el hombre dominante quiere que hagan. (De hecho, a los últimos les puede gustar el sexo entre lesbianas
como estimulante, o pueden querer tener sexo con un hombre adulto: placer
sexual impulsado por el poder.) Lo más
que podría decirse es que hacen algo diferente de lo que puede quiere el
hombre dominante. Mas bien, la razón
para la hostilidad contra el lesbianismo y el hombre pasivo es que están
amenazante sicológicamente la racionalización del poder masculino. El poder masculino no es natural. Las habilidades y necesidades sicológicas y
físicas de los sexos son muy similares.
Las diferencias por género en la sociedad como existen hoy en día son
producto de la crianza, no de códigos genéticos.
Desde esta perspectiva, el
patriarcado — y sin duda la exclusión de cualquier grupo de la toma de
decisiones en la sociedad — aparenta ser totalmente irracional. En determinados periodos históricos pudo
haber sido necesario (un punto que discutiremos más adelante). Pero esta clase de "necesidad" no
reconcilia automáticamente a las personas con su opresión. La desigualdad social — incluyendo la
opresión de las mujeres — necesita explicación. Para el de abajo, la realidad del poder puede ser una
explicación; pero esto es muy desmoralizante.
El poderoso, en contraste, tiene que tomar todas las decisiones de la
sociedad, de modo que la racionalidad de los seres humanos debe concentrarse en
ellos. Pero hasta para ellos su poder
debe parecerles irracional. De alguna
forma tienen que racionalizarlo.
La racionalización del poder
masculino está primero que todo contenida en las ideas sobre los roles de
género — sobre el comportamiento apropiado de los sexos. Las mujeres independientes y los hombres
afeminados parecen arrojar duda sobre la prerogativa masculina al poder. Su racionalización está también contenida en
su rechazo al comportamiento de las lesbianas y el comportamiento de los
hombres homosexuales pasivos: estos no pueden ser ajustados a la idea del poder
masculino, la posesión y dominación sexual de la mujer por el hombre. El sexo entre mujeres demuestra que el pene
no es el todo y absoluto final del placer sexual. La homosexualidad masculina pasiva demuestra que el hombre adulto
no necesariamente deriva placer sexual sólo de la penetración a otra persona. Los roles de género y los tabúes sexuales se
refuerzan mutuamente: la independencia
femenina implica lesbianismo y es por lo tanto incorrecta; el lesbianismo
implica la independencia femenina y por tanto es incorrecta.
Tendemos a creer en estas
racionalizaciones porque, mientras no exista una alternativa al sistema de
géneros, este no facilita a todos nosotros, poderosos y sin poder, el
tratarnos, el vivir nuestra vidas diarias.
Sólo cuando la mayoría no pueda continuar "tratándose" — sólo
en tiempos de cambio social y revolución — estas racionalizaciones han sido
fundamentalmente cuestionadas en gran escala.
Las racionalizaciones sobre
el poder masculino son a menudo integradas por la religión: la fe es el último
refugio de la irracionalidad. En la
Inglaterra medieval y renacentista la sodomía era visto como herejía, la
sodomía era conectada con la brujería.
Estas prácticas rechazaban la idea de que el poder masculino era la
única alternativa, y por lo tanto rechazaban el orden divino. Pero fue el poder masculino, no la
"tradición judeo-cristiana" u otras tradiciones religiosas, el que
nos dió los tabúes sobre la sexualidad de las lesbianas y los gays.
El sistema de la
familia
El poder masculino tiene
raíces económicas. Es parte de la
manera en que la sociedad se organiza para la producción de las los artículos
de necesidad diarios y para la reproducción de la especie. Más aún, la manera en que conseguimos
comida, abrigo, refugio, es aún hoy día el elemento dominante en nuestras
vidas: moldea y establece límites sobre todas las otras cosas que hacemos,
incluyendo la reproducción de la especie.
El poder masculino no es el resultado de la biología de los hombres y
las mujeres, ni de un impulso de dominación inherente a los machos. Por lo tanto puede ser derrocado, como parte
del cambio del sistema económico. Y ahora esperamos justificar este reclamo.
Usaremos los términos
"familia" y "clase", y definiremos que queremos decir con
estas palabras tan rebalosas. Por
"familia", nos referimos a los arreglos sociales bajo los cuales los
padres biológicos son de los niños son responsables primarios de la alimentar y
albergar a los niños y de parte de su socialización hasta la edad de la
pubertad. En este sentido, la familia
es parte de la división social del trabajo: las sociedades tienen que
asegurarse que los niños son criados en un sistema familiar, los padres
hacen el trabajo. Hay mucho más que
decir que esto sobre la familia en diferentes sociedades: pero esto, desde
nuestro punto de vista, es el esqueleto sobre lo que el resto se sostiene.
La "clase",
también, es una forma especial de división social del trabajo. Decir que la clase existe en la sociedad es
decir tres cosas. Primero, que
diferentes grupos de personas reciben distintas porciones incomparables del
excedente producido por la sociedad: la comida, etc., que sobra luego de que
todos hayan completado el trabajo diario.
Segundo, que los distintos grupos de personas tienen participaciones de
extensión completamente distintas en la toma de decisiones en la sociedad. Tercero, que el grupo al que perteneces es
determinado por tu nacimiento; esto quiere decir que, en la mayoría de los
casos, las personas pertenecen a la misma clase social a la que pertenecen sus
padres.
El sistema de clases ha
existido por varios miles de años ya, y sobrevive hasta el presente porque
tiene ciertas fortalezas como forma de organizar la sociedad. La mayoría de las personas tienen que
trabajar con sus manos la mayor parte del tiempo para mantenernos a todos vivos
además de criar a los niños; esto ha sido así desde la sociedad primitiva hasta
el presente. Podemos obtener más de los
productos que necesitamos, pero no suficiente para que todos podamos
trabajar mucho menos. Con mayor ingenio
y planificación podríamos adquirir más de los productos necesarios; pero si
tenemos que realizar trabajo manual la mayor parte del tiempo, no tenemos
suficiente tiempo para la planificación.
Quiere decir que es ventajoso utilizar el excedente para liberar a
personas del trabajo manual, para que puedan pensar mejores en como mejorar la
producción y organizar el trabajo. Las
sociedades que hacen esto se expandirán a costa de las sociedades que no lo
hagan. Es en este sentido que antes
dijimos que el sistema de clases puede ser "necesario".
El que personas vivan del
excedente social y el permitirles tomar decisiones sociales incluye el que
tendrán poder sobre todos los demás.
Tenderán a consumir mucho más que el promedio (de modo que el segundo
aspecto de nuestra definición de clase nos lleva al primer aspecto).
La responsabilidad específica
de la planificación y el consumo del excedente económico de la sociedad por si
sólo no crea una clase dominante. Estas
características también son compartidas con burocracias regentes a las que
personas son designadas o electas. Lo
que distingue a una clase es que su posición es heredada. Por tanto, la clase dominante, a diferencia
de la burocracia, necesita la organización familiar de la sociedad para
garantizar que su poder pase de padres a hijos. Una sociedad en que el cuidado de los niños es una
responsabilidad colectiva no puede tener clases.
Entonces, ¿cómo toman
existencia la familia y la opresión de la mujer? Las sociedades primitivas existían balanceándose en el filo de una
navaja: un exceso de niños no podían ser alimentados o criados; muy pocos, y la
sociedad estaría condenada a desaparecer.
Cuando la mujer amamanta por largo tiempo, en combinación con el trabajo
arduo y una pobre alimentación, hace menos probable la concepción; por esto, en
estas sociedades los niños son amamantados hasta por cuatro años. La sociedad familiar traduce esto en
limitaciones individuos. Tú
tendrás que continuar amamantando a tu hijo hasta que tenga tres o
cuatro años. Si tú tienes otro hijo
durante este tiempo, y la comida es escaza, tú deberás dejarlo morir de
hambre. La responsabilidad femenina
exclusiva por los niños también logra ese objetivo; pero la extensa niñez de
los seres humanos lo hacen impráctico.
En todo caso, los niños, antes de ser independientes, tendrán que
moverse con sus madres. Además, la
mortalidad alta de niños y adultos obliga a que las mujeres continúen teniendo
más niños a lo largo de todo el periodo fértil de sus vidas. Las mujeres deben siempre tener infantes con
ellas.
Esto en la práctica excluye a
la mujer de la caza. Como consecuencia,
en las sociedades primitivas, la posición de la mujer varía inversamente con la
proporción de carne en la dieta: a mayor carne en la dieta, menor la posición
de la mujer; hasta vemos, donde predomina la carne en la dieta, como entre los
esquimales, o en las sociedades criadoras de ganado, las mujeres son apropiadas
por los hombres como esclavas y totalmente excluídas de la producción
socialmente organizada y de la toma social de decisiones.
Parece ser posible que la
sociedad de clase emergió de este tipo de sociedad primitiva dedicada a la caza
o a la crianza de ganado. Entonces, se
cree que las clases nacen de la conquista de las clases dominantes de las
clases subordinadas: "la fuerza es la partera en la historia". En la sociedades primitivas, la tecnología
de la fuerza es la tecnología de matar animales. Las sociedades de crianza de ganado tienen la propiedad privada
de ganado y mujeres; mientras clase incluye la propiedad sobre las mujeres y,
usualmente, la propiedad privada es el medio de la producción. Tan atrás como podamos ir en la historia,
encontramos relatos de conquistadores bárbaros que sometieron pueblos con
sociedades basadas en la agricultura y convirtiéndose en sus regentes y clases
dominantes. Es muy probable que en los
pueblos conquistadores era mucho más fuerte el dominio masculino que en los
pueblos que sometían. Podemos atribuir
a esto la aparición de la sociedad de clase.
La opresión de la mujer, por
ende, vino antes (y en algún sentido, ayudó a causar) que la sociedad de
clase. Pero no fue causada por la
"naturaleza" humana ni masculina sino en un sentido muy indirecto. Fue producto de las limitaciones
demográficas y tecnológicas de las sociedades primitivas. Entonces, ¿por qué aún no ha desaparecido?
Para empezar, las
limitaciones demográficas están, al menos para las masas humanas en el mundo,
sólo en estos tiempos comenzando a desaparecer. Desde mediados del siglo XIX en los países más desarrollados, la
mortalidad infantil y general comenzó a disminuir rápidamente, y el incentivo
para una cantidad alta de embarazos comenzó a desaparecer. El siglo XX nos ha dado métodos
contraceptivos mucho más eficientes, métodos de aborto más seguros, y la
alimentación por fórmulas en botellas.
Estos cambios tecnológicos establecen algunas de las condiciones
materiales para la liberación de las mujeres.
La segunda razón para la
persistencia de la familia es la que se acomoda al interés de la clase dominante
por ser la mayor parte del cuido aún una responsabilidad privada y no pagada de
las familias, y en las familias, de las mujeres. No hay razón técnica para que esta responabilidad no haya sido
social y comunitaria. Pero esto hubiese
implicado una transferencia permanente de recursos socialmente organizados para
satisfacer estas necesidades de estas clases explotadas (como lo implicaría hoy
día). Aunque las clases dominantes han
estado dispuestas a tomar alguna responsabilidad por el cuidado de los niños en
ciertos momentos, es una política mucho más flexible y prudente desde su punto
de vista el mantener esta responsabilidad como una escencialmente privada de
las familias.
Tercero, la familia permanece
siendo importante para y en el sistema de clases. Para un miembro varón de la clase dominante, esclavizar a la
mujer le asegura que sus descendientes obtendrán sus propiedades luego
de haber muerto, o obtendrán su posición social. Lo mismo es cierto para artesanos, campesinos y comerciantes
pequeños. En los países imperialistas,
(EUA, Japón y Europa Occidental), muchos hombres trabajadores han logrado
adquirir propiedad en forma de casas, automóviles, muebles, etc. Y, a través del sistema de la familia,
muchos trabajadores diestros manuales y no-manuales han logrado traspasar sus
ventajas en el mercado del trabajo a sus hijos. Sólo la parte más pobre de la clase trabajadora , particularmente
en el tercer mundo, son desposeídos de propiedad. El deseo de prevenir que sus hijos caigan en esta sub-clase, y la
esperanza de que puedan mejorar su posición social, es común entre miembros de
clases subordinadas en la sociedad capitalista. Esto implica un compromiso con la herencia que, a su vez, implica
que la familia sea responsable de los niños.
Cuarto y más simple: el
sistema familiar le da a los hombres poder sobre las mujeres. Anteriormente en este capítulo discutimos
como la sexualidad se arregla alrededor del sistema del poder masculino. Como resultado de esto, y de la aparente
falta de cambio en la sexualidad (a lo que volveremos más adelante), los
hombres tienden a encontrar su posibilidad de placer sexual conectado a su
poder social sobre la mujer. Más aún,
este poder les concede beneficios a los hombres en términos del trabajo
doméstico y del cuidado de los niños que ya delineamos en el capítulo 1.
Finalmente, el estado en la
sociedad moderna tiene interés en preservar el orden social. La división entre familias, entre hombres y
mujeres, entre padres e hijos que el sistema familiar envuelve es un medio para
lograrlo: "divide y vencerás" es un antiguo máximo hecho por el
Estado. Esta una razón por la que el
Estado mantiene una serie de incentivos artificiales para la formación y
mantenimiento de las familias: deduciones de impuestos, el régimen legal del
matrimonio, y así por el estilo.
Para resumir: la opresión de
la mujer y el poder masculino se originaron de la condiciones materiales y
tecnológicas en sociedades primitivas.
Se han mantenido porque una cantidad de esas limitaciones también se han
mantenidas y solo recientemente han sido superadas, porque es funcional para la
sociedad de clases y para individuos en la sociedad de clases, y porque los
hombres reciben ciertos beneficios de esta opresión.
Podemos ver ahora con más
precisión las amenazas que el lesbianismo y el sexo de hombres adultos pasivos
le presentan a la familia y al sistema de poder masculino. El hecho de que personas hayan practicado
estos tipos de actividad sexual en numerosas sociedades dominadas
masculinamente muestra que el poder masculino nunca ha sido absoluto. Que todas
estas sociedades han contenido grietas y tensiones que han permitido que estas
prácticas prohibidas ocurran. A mayores
tensiones, a mayor inestabilidad de la sociedad, mayor es la amenaza a la
racionalización del poder masculino por las formas tabúes de sexo.
Pero estos disturbios a las
ideas sobre el patriarcado, por si sólas, no han amenazado al patriarcado. La única amenaza a la existencia misma de
este sistema es que sean posibles formas alternativas de controlar la
reproducción y de organizar el cuido de los niños, que no sea necesaria la
organización de la inequidad económica y de la herencia de la propiedad
privada, y que las mujeres estén conscientes de esta alternativa y organizadas
para luchar para lograrla. Como
discutiremos, esta es la situación actual.
Pero sólo ha sido así por cien inciertos años: sólo recientemente en la
historia de la humanidad la existencia del dominio masculino como tal ha sido
amenazado.
Sexo fuera de control
La represión del sexo entre
lesbianas y de los hombres que asumen el rol pasivo sexual es, entonces, basada
en el poder masculino y el sistema familiar.
En gran manera, esto no aparenta ser el arreglo social artificial que
es. Muchas personas tienen el sentir de
que estos tabúes surgen de su propia sexualidad; y esta sexualidad se siente
como una fuerza natural, con la que nacemos.
Muchas mujeres, tal vez la mayoría, ni siquiera pueden imaginarse ser
atraídas sexualmente a otra mujer. La
idea puede serles repulsiva; o lo más probable, el sexo sin un hombre le puede
parecer como si no fuera sexo (como si fuese un evento socialmente
imposible). La mayoría de los hombres
adultos se sienten repelidos por la idea de ser penetrados. ¿Por qué nuestra sexualidad parece estar
fuera de nuestro control de esta manera?
El otro lado de el sentir que
" no podría sentirme atraíd@ a eso" es el ajuste de nuestro deseo
sexual a particulares clases de persona o aspectos de personas. Sentimos: quiero tener sexo con X porque el/ella es joven, simpátic@, hermos@, tiene tetas
grandes, tiene el pene grandeÖ O mas simple: quiero tener sexo con X porque es
un hommbre o porque es una mujer. En
otras palabras, nos adherimos a un aspecto particular de la persona, y estamos
atraídos a eso.
Podemos llamar esto un tipo
de "fetichismo". Tal como la imagen supersticiosa de que un objeto
inanimado, un fetiche, tiene poder, del mismo modo le atribuimos el poder de
atracción sexual a aspectos particulares de personas. Esta es la forma en que nuestra sexualidad parece estar fuera de
nuestro control. Generalmente hablamos
de sexualidad fetichada como la atracción a ciertas cosas inanimadas (cuero,
plástico, etc.), o a partes inusuales del cuerpo (los pies, por ejemplo). Pero esto no es diferente en tipo para la
sexualidad particularizada más "normal" que todos compartimos.
Es cierto que no
necesariamente nos sentimmos atraídos a todos los que se ajustan a uno de
nuestros fetiches. Para muchas
personas, es necesario gustar y sentir confianza en alguien para sentirse
atraído a esa persona. Si esto es
particularmente cierto para las mujeres puede ser así por la vulnerabilidad de
estas en la sociedad de dominio masculino, y ser una expresión de la interdependencia
real de las personas en las relaciones sexuales que los hombres pueden ignorar
sólo apoyados en su poder como un sexo.
Sin embargo, los fetiches de variados tipos limitan el deseo sexual de
casi todo el mundo.
Un aspecto importante de este
fetiche en la sociedad moderna es que partes de nuestra sexualidad que no son
fetiches no son generalmente reconocidas como sexuales. La ternura física y el juego entre adultos y
niños, por ejemplo, es aceptado por si mismo, en lugar de para satisfacer
alguna complusión interna. Allí,
utilizamos nuestra capacidades sexuales muy directamente, y relacionándonos muy
directamente. Pero como esto no es un
fetiche, no es considerado usualmente como sexual. De modo similar, signos físicos de afecto entre mujeres
usualmente no son interpretados como sexuales.
Todo fetichismo envuelve el
ceder nuestros propios poderes a algun objeto u agencia externa; envuelve
"enajenar" nuestros poderes.
El fetichismo sexual envuelve enajenar nuestra capacidad sexual; parece
ser que no la controlamos; por el contrario, parece controlarnos a
nosotros. Porque esto es así?
Sugerimos que nuestra
capacidad sexual es enajenada porque es ejercida desde fines sociales
enajenados. Las relaciones sexuales
no son controladas por las personas mismas, buscando realizar totalmente sus
capacidades. Más bien, son reguladas
por un número de insituciones sociales sobre las cuales el individuo ejerce
poco o ningún control.
En primer lugar, hay ciertas
limitaciones en la actividad sexual heterosexual impuestas por la fertilidad de
la mujer y consideraciones de crecimiento poblacional. Segundo, la familia limita las relaciones
sexuales en una variedad de maneras. La
más obvia es la apropiación de la capacidad sexual de la mujer por el
esposo. También hay frecuentemente
apropiación forzada de la capacidad sexual de una hija por el padre en el
incesto (de hecho, y mucho más generalizado, en la fantasía). El tabú del incesto previene las relaciones
sexuales entre hermanos, y entre la madre y los hijos, en cualquier extensión
luego de la infancia. El control de
los padres sobre los hijos y también, la disposición de los hijos, limita más o
menos tajantemente la capacidad sexual de los niños y adolescentes. En relaciones sexuales entre adultos y
adolescentes es la violación del poder paternal lo que es considerado realmente
escandaloso por la sociedad moderna. En
estas formas, el compromiso paterno sobre el cuidado de los hijos — el producto
de relaciones sexuales pasadas — limita las relaciones sexuales presentes. Y, como hemos visto, el poder del hombre
sobre la mujer que envuelve la familia tiene repercusiones ideológicas que son
obstáculo a ciertas formas de expresión sexual.
Más allá de la familia, las
relaciones de clase y autoridad también limitan las relaciones sexuales. Las relaciones sexuales que siguen las
líneas de autoridad pueden pasar sin ser marcadas: un hombre que tiene sexo con
sus sirvientes, hombres o mujeres, un hombre mayor que tiene sexo con un hombre
o mujer más joven. Pero habrá una
condena donde allí los roles son invertidos, o donde el sexo lleva a los
mal-nacidos a lugares altos.
Pero no es simplemente que
estas estructuras sociales limiten el desarrollo de nuestras capacidades
sexuales. Particularmente en las
socidades capitalistas modernas, el sexo, como símbolo, en realidad se
convierte en parte de la manera en que las relaciones sociales se
mantienen. Los matrimonios se sostienen
por una "vida sexual mejorada".
Un hombre ejercerá su poder sobre otros logrando que lo complazacan o
teniendo sexo con ellos. Esta es una
forma irónica de la enajenación de la capacidad sexual. Aún cuando es utilizada por placer, refuerza
lo opuesto al placer - la dominación.
La capacidad sexual de las
personas, entonces, son realmente limitadas y desarrolladas por las formas sociales
en que vivimos. Es esto lo que las hace
enajenadas de nosostros. Las
limitaciones de la familia son particularmente importantes porque es en la
familia que nuestras más tempranas y tal vez más formativas experiencias
suceden. La primera diferencia social a
que se enfrenta un infante es una diferencia de género — la diferencia entre el
rol del hombre y de la mujer en su cuidado; esta es una importante razón por la
que nuestra sexualidad está organizada primariamente por género. Nuestra crianza familiar — y sus
peculiaridades — tiene una influencia profunda en nuestra sexualidad
adulta. La persistencia de lo que
aprendemos cuando somos jóvenes y su carácter semiconsciente le da a esta
sexualidad una apariencia de ser "algo que siempre supe sobre mi
mismo". No somos, sin embargo, en
un sentido absoluto criaturas de nuestra crianza. La impresión de nuestras tempranas experiencias es reforzada o
contradecida por nuestra vida adulta.
Nuestra actividad
sexual puede ser dictada por el poder social, y nuestra capacidad sexual
entonces es enajenada. ¿Pero es nuestro deseo sexual realmente moldeado
tan de cerca, tan "obedientemente", por los roles y actividades que
la sociedad receta para nosotros?
¿Seguramente tenemos fantasías que no son de modo alguno producto
directo de nuestras experiencias? Es
cierto que nuestros deseos son mucho más libres, mucho más amplios que nuestro
comportamiento. Pero el material crudo
de nuestra imaginación es aún las prácticas que ocurren en nuestra sociedad —
ya sean experiencias propias o no. Es
sobretodo a través de estas prácticas que entendemos nuestra relación con otras
personas, y por lo mismo, que construimos nuestros deseos sexuales. El deseo es más libre, y está en constante
tensión con nuestra actividad. Pero no
está ilimitadamente fuera del alcance de la sociedad y del poder social.
La enajenación de nuestra
capacidad sexual ha existido en todas las sociedades hasta la fecha, pero en
formas muy variadas. En las sociedades
pre-industriales no creó, para la mayoría de las personas, fetichismos
sexuales. En estas sociedades las
relaciones de poder sociales son mayormente transparentes. La capacidad sexual del esclavo o siervo es
propiedad del amo o señor, el derecho sobre la esposa es del esposo, el derecho
sobre la hija es del padre. El
principio del poder masculino aquí tiene sentido, no sobre un fetichismo
sexual, sino basado en la religión. Es
cierto que los hombres, en particular los hombres de clase alta, pueden
escoger, hasta cierta extensión, su pareja sexual, y este grado de poder de
selección crea fetichismos sexuales de atributos femeninos o de juventud,
estandares de belleza. Pero las mejores
cualidades de una mujer para el matrimonio son la riqueza, fuerza y capacidad
de parir, no el "atractivo sexual".
Veremos más adelante que en las sociedades capitalistas las cosas son
muy diferentes.
¿Por qué hay
lesbianas y homosexuales?
Una forma particular de la
fetichización de la capacidad sexual es la existencia de heterosexuales y homosexuales,
cuyos deseos sexuales son vistos por ellos mismos y por otros como limitado a
personas de un sexo en particular.
Hemos visto que estas "identidades sexuales" individuales son
específicas a sociedades capitalistas.
¿Por qué esto es así?
La familia juega una parte crucial en la regulación de
la sexualidad en todas las sociedades de clase. Pero dentro de la sociedad capitalista, el desarrollo de la
economía cada vez más despoja a la familia de la clase trabajadora de su razón
para existir. (En esta sección, por
brevedad, no discutiremos la familia o la sexualidad de la clase
dominante.) La familia de la clase
trabajadora es erosionada y en algunos casos el realmente aplastada por el
mercado. Una tremenda tensión es creada
entre la familia y el mercado y los dos sistemas de sexualidad que estos
envuelven. Argumentaremos que las
identidades heterosexual, lesbiana y homosexual son producto de esta tensión.
Pero antes, ¿qué queremos
decir con "erosión" de la familia por el mercado? Según la sociedad capitalista se ha
desarrollado, la tarea de regular el número de hijos, en el cuido de los hijos
y en el "trabajo doméstico", previamente responsabilidad de la
familia, cada vez más viene a ser ejecutada fuera del hogar: son ya sea compradas en el mercado u
obtenidas como servicio del estado. Un
ejemplo de esto es la lactancia: desde
el comienzo del periodo de la manufactura — a fines del siglo XVII en
Inglaterra — y a lo largo de la revolución industrial, mujeres eran pagadas
para lactar a infantes de otras mujeres.
El periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial ha sustituido esto por
la alimentación por botella. Desde
fines del siglo XIX las escuelas han realizado una parte cada vez mayor de la
educación de los niños. Productos
mercadeados también han ejecutado un rol creciente — juguetes, libros, y ahora,
las computadoras en las casas. Durante
el siglo XX, la fertilidad se regula por técnicas contraceptivas y de abortos
más efectivos, disponibles en el mercado o provistos por el estado.
Otras "tareas"
domésticas se han removido de hogar. La
confección de la ropa y el cultivo de los alimentos han sido casi totalmente
removidos del hogar. El cuidado de los
enfermos, la preparación de los alimentos y el lavado de la ropa han sido
removidos parcialmente. Otras tareas
han sido simplificadas por aparatos domésticos y nuevas sustancias químicas —
aunque estas también han tenido el efecto de llevar más trabajo al hogar: la
tintorería y la lavandera son sustituídos por la máquina de lavar ropa.
El trabajo removido del hogar
es ahora realizado por compañías o por el Estado. Es entonces contabilizado convencionalmente como "la
economía", el tiempo de trabajo que es medido y organizado por la sociedad,
en lugar del tiempo oculto, hora sin contabilizar de trabajo doméstico
realizado por las mujeres en las casas.
Podemos decir que este trabajo ha dejado de ser privado para ser
"socializado".
Otra forma en que el mercado
erosiona a la familia de la clase trabajadora es a través de su sed por nuevas
fuentes de trabajo. Por tal razón, el
capitalismo ha abolido el derecho legal del esposo a determinar si la esposa
puede trabajar fuera del hogar. Creando
nuevas y variadas formas de oportunidades de empleo para personas jóvenes,
recortan el poder de los padres para determinar si los hijos pueden casarse,
con quien y cuando. Para algunas
porciones de la clase trabajadora esto ha tomado formas extremas. En la revolución industrial en Inglaterra,
el trabajo femenino y el infantil, y la gran movilidad el trabajo tendían a
romper la organización familiar. Dueños
individuales de fábricas organizaban ellos mismos importantes "funciones
familiares" al proveer vivienda y el sistema de pago en mercancías, no en
dinero. Los desempleados eran
segregados sexualmente en casas de empleo y deportados de parroquia en
parroquia. Marx y Engels en el
Manifiesto Comunista comentaban que:
La trampa burguesa
sobre la familia y la educación, sobre la santificada co-relación entre padres
e hijos, se hace más desagradable aún más, por la acción de la Industria
Moderna, todos los lazos familiares entre los proletarios son rasgados aparte,
y sus hijos transformados en simples artículos del comercio e instrumentos de
trabajo.
Otros pasos en esta
dirección fueron tomados por dueños de fábricas en los estados del norte de
Estados Unidos, en las décadas de 1830 y 1840, cuando acomodaron sus
"manos de obra" en barracas segregadas por sexo, y proveían comidas
como parte del sueldo.
Estas prácticas del siglo
XVIII no eran aberraciones. El sistema
de apartheid de Sur Africa impuso la separación entre las mujeres y los hombres
negros, haciendo del matrimonio y de el hogar familiar algo sin sentido. Los trabajadores emigrantes en Alemania,
Francia y Suiza han sido albergados en forma similar en barracas y hospederías,
y separados de sus familias por periodos prolongados. En la búsqueda de mano de obra barata, patronos y gobierno en
Inglaterra han separado familias negras sin ningún remordimiento. Siempre y cuando el suministro de mano de
obra es asugurado de algún modo, el negocio individual en busca de su interés
económico no se preocupa por la existencia o no de la familia.
Otro aspecto de la erosión de
la familia es que el mercado proporciona campo para el sexo fuera de la regla
de la familia. Antes del fin del siglo
XVII, las personas que no formaban su propia familia vivían en hogares de otras
familias, como sirvientes, aprendices o huéspedes. El ascenso del mercado ha incluido el aumento en el mercado de
hospedería, comida, etc.; y el crecimiento del empleo impersonal, urbano e
industrial. Esto hace posible vivir —
al menos en las ciudades grandes, y en este siglo en la mayoría de los pueblos
— totalmente fuera de la familia, y por lo tanto totalmente fuera de la
intimidad y control social que envuelve la vida familiar. Que esto implica una mayor actividad sexual
fuera del escenario familiar puede observarse en el surgimiento de la escena
gay en Londres de comienzos del siglo XVIII y del surgimiento creciente de
figuras ilegítimas en el mismo periodo (esto último alcanzó un auge durante la
dislocación de la familia durante la revolución industrial). Estas tendencias han continuado en este
siglo y particularmente en los últimos veinte años.
Finalmente, a través de los
últimos cien años más o menos, las tensiónes que rodean la familia han
permitido a las mujeres formar un movimiento para su liberación, y esto ha
lastimado aún más a la familia.
Estos desarrollos, claro
está, no han abolido la familia de la clase trabajadora. La familia todavía organiza la herencia para
todos excepto para los más pobres; y la mayor parte del cuidado de los niños y
del "trabajo doméstico" todavía se hace dentro de la familia. Además, durante el siglo XIX, el tiempo
libre se organiza cada vez más una actividad del hogar y familiar. El mercado ha sustituido las actividades
colectivas — el teatro, el cinema, el pub, el juego de football — con
actividades privadas — la televisión, la radio, el video, los juegos de computadora.
Más aún, el capitalismo
siempre actúa de modo desigual: radicalmente erosiona la familia en algunos
periodos, la reconstituye en otros; constuye la familia de una parte la clase
trabajadora del mundo mientras la destruye para otra parte. Las consecuencias son las continuas
tensiones entre la operación directa del capital y del mercado por un lado y
del sistema familiar por el otro.
Un resultado de esta tensión
es que las personas cada vez más entran a relaciones sexuales unos con otros
como individuos "libres". Por
"libre" aquí queremos decir libre de matrimonios arreglados, de la
dirección paterna, del control de la Iglesia, de las restricciones legales,
hasta libres de los "deberes conyugales". "Libre" tambien en el sentido de la libertad económica
de un padre o un esposo. Claro está,
esta libertad está aún masivamente cirscunscrita por la familia, especialmente
para las mujeres y la juventud. Además
es puramente libertad individualista — una ausencia de limitaciones, no la
libertad para colaborar con otros. En
pocas palabras, es la libertad típica capitalista.
La libertad para escoger las
parejas sexuales ha aumentado significativamente para los hombres durante el
desarrollo de la sociedad capitalista, pero ha aumentado masivamente para las
mujeres. Más opciones para las mujeres
significa que se libera de la sujeción a los padres y esposos — pero tienden a
"ganar" sujeción al sexo masculino como un todo (tal como el fin de
la servidumbre significó la libertad en relación al amo en particular pero la
sujeción a la clase capitalista como un todo).
No tienes que casarte con Smith — pero todavía te tienes que casar con
alguien.
La importancia del sexo para
nosotros ha significado que el espacio abierto por estas nuevas libertades ha
sido utilizada. Y sin duda, el sexo
parece haber adquirido un significado simbólico adicional en nuestra sociedad
individualista. Se ha convertido en una
ficha de poco valor de nuestro control individual de nuestros cuerpos, y de los
límites de ese control. En el sexo
reafirmamos nuestra individualidad pero también perdemos control de nuestros
cuerpos a nosotros mismos o a otro —
una contradicción que nos tienta. El
resultado ha sido la sexualización creciente de nuestra sociedad.
El aumento en la libertad
para escoger nuestras parejas sexuales es más obvio fuera de la familia, ambas
heterosexual y gay, y en la forma en que las personas entran en
matrimonios. Pero también ha entrado en
la familia misma. La remoción del vínculo
entre la actividad heterosexual y el parir, y la reducción en la duración total
e intensidad de la semana de trabajo (pagada y no pagada), permite más espacio
al sexo dentro del matrimonio; en particular le permite más libertad sexual a
las mujeres. Por esto, el matrimonio
también ha sido sexualizado. Durante
este siglo esto ha sido evidente en el aumento de la consejería sobre el sexo
en el matrimonio, la venta de manuales sobre sexo, y el aumento de la
"incompatibilidad sexual" como base para el divorcio. Esto al mismo tiempo cimiento y desestabliza
el matrimonio.
Más opción en una situacion
donde aún existen limitaciones masivas, enajenación masiva, signifca aún más
fetichismo. La capacidad sexual de las
mujeres es más marcadamente fetichizada por los hombres. Y, según las mujeres empiezan a escoger
entre los hombres, los atributos masculinos también comenzan a ser
fetichizados. En la sociedad de
mercado, las capacidades de las personas para producir son percibidas por otros
en forma de mercancías que ellos venden, en objetos. En forma análoga, en una sociedad capitalista la capacidad sexual
de las personas son percibidas a otras como atributos fetichizados.
Con la creciente
sexualización del matrimonio, y el crecimiento de mercados de sexo para gays y
lesbianas, el fetiche más importante es el género de la pareja sexual. La división principal es entonces entre la
actividad heterosexual del tipo que sea y la homosexual del tipo que sea, entre
"heterosexualidad" y "homosexualidad". Ya no se hace una distinción tan marcada
entre la conducta homosexual del hombre adulto pasivo y otras actividades
homosexuales del tipo que sean: la "homosexualidad" masculina como
tal es reprimida. Además,
crecientemente, la conducta homosexual de lesbianas y de los homosexuales es
colocada en la misma categoría, "homosexualidad" — aunque el
lesbianismo y la homosexualidad masculina deben entenderse de manera distinta
mientras se mantenga la opresión de las mujeres como un sexo.
Pero esto no es todo. La sociedad capitalista no sólo nos da
mayor libertad para escoger nuestra pareja sexual, sino que el objeto de
nuestro deseo tiene mayor libertad para ajustarse a nuestra fantasía, para
ajustarse a nuestro fetiche. Yo sólo me
siento atraído a los hombres; tu te conviertes en el tipo de persona que tan sólo
responde a los hombres. Así nos convertimos
en portadores de sexualidades particulares fetichisadas: esta sexualidad es tanto lo que nosotros
deseamos como lo que queremos que otros desean en nosotros. Adquirimos una "identidad
sexual".
Cada identidad sexual se
desarrolla en relación con las otras.
Mientras más se desarrolla identidad heterosexual más se presenta
nuestra capacidad de tener relaciones homosexuales o de otras formas de placer
sexual como categorías de personas separadas:
la gente no heterosexual, gente que o no puede o no quiere
funcionar. Así nos convertimos en un
heterosexual, una lesbiana, un hombre gay.
Podemos ver esto en el
proceso de contraer matrimonio. En las
sociedades campesinas el hombre se seleciona a la mujer sobre la base de su
fuerza, de su capacidad de trabajar. En
nuestra sociedad, los matrimonios se contraen cada vez más no sólo sobre la
base de la atracción sexual sino precisamente sobre la base de la
"naturaleza heterosexual" de cada contrayente. Según decaen las razones productivas para el
matrimonio, esta razón adquiere mayor prominencia. En el pasado, la oscuridad de las verdaderas razones para el
matrimonio significaban que se presentaba como un deber religioso. Ahora las cada vez más oscuras razones para
el matrimonio hacen que se presente como un arreglo sexual, a través de una
identidad heterosexual fetichisada.
El surgimiento de la
identidad sexual no es simplemente producto de la libertad capitalista, o de la
limitación de la capacidad sexual por el capitalista: surge de su inestable combinación. No es un producto del mercado únicamente o de la familia sino de
la tensión entre ambos. Esta compleja
relación puede verse en la historia de la identidad como sexual. Los periodos de la historia del capitalismo
en que la identidad homosexual se ha hecho más marcada no han sido aquellos en
que la moralidad familiar ha sido débil sino aquellos en que la familia y por
tanto la identidad heterosexual se han fortalecido. El hombre gay apareció por primera vez a principios del siglo
XVIII en Londres. Es decir durante el
auge de la producción artesanal basada en la familia, la producción en familia
separada de la tierra. La edad de
matrimonio estaba bajando y la separación entre los niños decreciendo. La identidad gay masculina se fortaleció más
aún y la identidad lesbiana empezó a surgir a finales del siglo XIX. En esa época la familia obrera se estaba
reconstituyendo de su estremecimiento durante la revolución industrial. El trabajo de los niños terminó, las mujeres
fueron expulsadas del trabajo en las fábricas, el "salario de
familia" masculino hizo su
aparición y la contracepción empezó a usarse ampliamente.
El tercer salto ocurrió
durante la primera parte del boom de posguerra. Esa fue la época del consumerismo familiar, de la sociedad de la
abundancia, antes de que el mismo boom empezara a erosionar a la familia una
vez más. No es coincidencia que la
ideología de la guerra fría de la época se concentrará tan insistentamente en
los homosexuales como peligros a la seguridad.
El otro lado de esto es que durante la revolución industrial, cuando la
familia obrera se debilitó radicalmente, la distincción entre la sexualidad
heterosexual y gay se hizo menos prominente.
Esa fue la era del código Napoleon, que adoptó una posición extremadamente
liberal en cuanto a la desviación sexual.
La naturaleza de las
identidades heterosexuales y homosexuales han cambiado de formas que se
conectan. Durante el siglo XVIII y
hasta del siglo XIX varón heterosexual y varón homosexual fueron categorías
tanto de género como de sexualidad. El
"molly" del siglo XVIII y el "invertido" del siglo XIX
fueron sobretodo afeminados. En la
medida en que se identificaba por su sexualidad, esa sexualidad era la del tabú
tradicional — una homosexualidad adulta pasiva; y a esto se le veía sobretodo
como una ofensa a la masculinidad. Pero
durante el siglo XX y especialmente desde la Segunda Guerra Mundial el hombre
homosexual y cada vez más la lesbiana también se nos ha definido por nuestra
sexualidad, al igual que el matrimonio también se ha sexualizado cada vez
más. Ahora somos una ofensa tanto a la
"sexualidad natural" como a los roles de los géneros.
Así llegamos a una gran
paradoja. Bajo el capitalismo nuestra
capacidad sexual, que es por su naturaleza social, ha sido completamente
individualizada y fetichizada. El
capitalismo ha liberado nuestra capacidad sexual más que cualquier sociedad
anterior. Pero al hacerlo nos ha
enajenado de ella más profundamente que nunca antes. Esta paradoja es lo que ahora hace posible y necesario que la
sexualidad se convierta en un issue político.
Más allá de la
heterosexualidad
¿Es la tensión entre el
sistema de familia y los diversos tipos de libertad creados por la sociedad
capitalista inevitable y permanente? ¿Está
condenada la capacidad humana para
tener relaciones sexuales con personas del mismo sexo a ser una prerrogativa de
una minoría? ¿Serán siempre esas
relaciones sexuales vistas como algo excepcional más allá de la normalidad de
la vida de familia? De ser así, el más
grande progreso que podría lograrse sería algún grado de tolerancia para esa
minoría y la construcción de un ghetto lo más cómodo y mejor defendido
posible.
Esta perspectiva cautelosa es
una halucinación. La tensión a que nos
hemos referido no es contante: se hace
más intensa según el capitalismo se desarrolla. Es más intensa este siglo que en el siglo pasado; es más extensa ahora que en el década del
30. Esta tensión se presenta de muchas
formas. Una de ellas es la evidente
decadencia del sistema de familia. Tan
sólo 31% de los hogares en Gran Bretaña consisten en la actualidad de una
mujer, un hombre y niños. Cada vez más
la gente se ve obligada a vivir en formas para las cuales los estereotipos de
la familia no ofrecen una guia. Formas
de cuidado de las personas que reemplacen a la familia, como las escuelas, los
servicios de salud, el cuidado social de los ancianos, ya no se ven como
excepcionales sino esenciales, como naturales.
Acompañando todo esto se ha dado una enorme expansión del mercado y de
una libertad semejante al mercado para la heterosexualidad: actividad heterosexual fuera del matrimonio,
en las barras para solteros, y más abiertamente en los términos de los hombres,
de la pornografía y el hostigamiento sexual.
Esto no quiere decir que la
familia está a punto de desaparecer:
hemos visto razones por las cuales no puede hacerlo. Y las aspiraciones de la gente todavía están
fuertemente vinculadas a la familia. La
tasa de divorcios ha aumentado masivamente desde la Segunda Guerra Mundial pero
también lo ha hecho la tasa de segundos matrimonios. La necesidad del trabajo en el hogar se ha reducido, pero el
tiempo que las mujeres le dedican no se ha reducido substancialmente. Como sistema, la familia no se está desintegrando
pero se ve sometida a tensiones cada vez más dolorosas.
Otra indicación de la
creciente tensión es el hecho de que durante los últimos 40 años el número de
personas abiertamente gay y el tamaño de la comunidad gay ha crecido
contínuamente. Se estiman que más de un
cuarto de la población de San Francisco es gay. Y desde principios de los 70, un periodo en el cual el
estancamiento de los ingresos ha militado contra la expansión de la comunidad,
esta de hecho ha tenido su más rápido crecimiento. Nuestras vidas se sexualizan cada vez más: tanto la gente gay como la no gay esperan y
buscan "mejores vidas sexuales"; sin embargo, las tensiones en la
familia y la represión de la sexualidad gay, así como la escasez de tiempo y
dinero, aseguran un alto grado de frustración.
La profundidad se refleja en
el hecho de que a la misma vez que las identidades gay y heterosexuales se
están expandiendo e intensificando, un número creciente de personas se está
rehusando conscientemente a definirse a si mismas como gay o
heterosexuales. Los ejemplos más
prominentes de esto hasta la fecha se encuentran dentro del movimiento de la
mujer y entre los jóvenes punk. Esta
gente, que todavía ciertamente son una pequeña minoría, conscientemente
rechazan la familia y buscan una libertad sexual que no esté marcada por las
categorías que nos da la familia.
Lo que se encuentra detrás de
estas tensiones es el hecho de que la familia es cada vez más obsoleta. Hemos visto como el capitalismo ha
"socializado" muchas de las tareas de la familia. En la mayoría de los países capitalistas
desarrollados ya no existen barreras técnicas para que las tareas de cuidado de
los niños y el trabajo doméstico se convierten en responsabilidad de la comunidad. Estas tareas han sido aligeradas por la
tecnología moderna; y más importante, el tiempo que se requiere para producir
los demás productos necesarios que usamos ha sido reducido grandemente. Cuidado de los niños de alta calidad,
comida, lavado y cuidado de la ropa, podrían proveerse colectivamente para todo
el mundo sin una extensión masiva de la jornada laboral pagada. Ya no es necesario que estos servicios se
proveen inadecuadamente para mucha gente ni que la realización del trabajo
doméstico se asegure a través de la imposición de una segunda jornada no pagada
a las mujeres.
Como la familia es obsoleta
su rol en la perpetuación de la sociedad de clases se reduce. Pero las clases mismas técnicamente son
obsoletas. Hemos visto que la necesidad
técnica de las clases surge cuando se cuenta con un producto excelente que sólo
alcanza para concederle a una minoría el tiempo para dedicarse a la
planificación social y a la toma de decisiones. Pero la tecnología existente, si se dedicara a ese fin, le daría
a todo el mundo ese tiempo. La amenaza
de esa tecnología es millones de desempleados.
Pero su potencial es la semana de 15 o 10 horas. ¿Por qué entregarle la toma de decisiones a
una clase especial, cuando todos podrían tener el tiempo de estudiar, discutir
y tener acceso a la información para la toma de decisiones? Y si no necesitamos un sistema de clase,
¿para qué necesitamos un sistema de familia que asegura la continuidad de las
posiciones de clase?
El hecho de que la familia y
las clases son técnicamente obsoletas implica existe una base real para
liberarse de ellas. Y esta posibilidad
real ha permitido, que desde finales del siglo XIX surjan movimientos masivos
que intentan cambiar el sistema de género:
el movimiento de la mujer y el movimiento gay. Esa posibilidad real también es la raíz de la actual turbulencia
sexual. Anteriormente planteamos que
históricamente la represión de las sexualidades lesbianas y la sexualidad
masculina adulta pasiva surgió como una forma de la gente de tomar en cuenta el
poder masculino. Esas actividades
sexuales no constituían una amenaza material al poder masculino, aunque si una
poderosa amenaza a sus racionalizaciones.
En términos generales lo mismo puede decirse de la represión de las
lesbianas y de los hombres gay en la sociedad capitalista.
Pero según la familia y las
clases se hacen obsoletas, la amenaza que plantea la sexualidad gay se hace
mucho más potente. No es que la
actividad sexual gay haga la actividad heterosexual imposible. Pero la extensión de la comunidad gay y de
número de personas que viven como gay es signo de que el sistema de familia ya
está obsoleto. La actividad sexual gay
no va a derrocar el sistema de la familia.
Pero el hecho de que la familia ya es obsoleta implica que puede ser
superada y el crecimiento de una sexualidad gay abierta es un anuncio de que
esto es asi. Que ese crecimiento toma
mayormente la forma de un incremento en el número de personas gay implica que
en alguna medida el "problema" se separa del mundo heterosexual, se
le encierra en un ghetto. Pero ello
también hace el anuncio mucho más llamativo:
hay un número creciente de personas cuya "naturaleza" les
impide formar nuevas familias.
Esta es la naturaleza de la
"amenaza al sistema" que en la actualidad plantea la sexualidad
gay. La promesa, que es el otro lado de
esa "amenaza", es que la actividad sexual gay no tiene que encerrarse
en las paredes de la famila: podría
salir del ghetto.
El
futuro de la liberación gay
Pensamos que
la liberación de la gente gay se puede alcanzar a través de la construcción de
una sociedad socialista en la cual al final no existirán personas ni
heterosexuales ni homosexuales. Pero el
sistema de familia y la opresión de la gente gay que se desprende de él y de las condiciones de la sociedad
capitalista son obstáculos para el socialismo.
Luchar por el socialismo hoy por tanto también implica luchar por la
liberaciñon gay. Como hacer esto es el
tema de este capítulo.
El movimiento gay
El comienzo simbólico de la
moderna lucha por la liberación gay es el 28 y 29 de julio de 1969 cuando
hombres gay en las barras de Christopher Street en Nueva York se rebelaron
contra las redadas de la policía. Estos
hechos se convirtieron en un símbolo de la resistencia de la gente gay a los
ataques de la sociedad heterosexual.
Esto provocó el surgimiento del Frente de Liberación Gay en los Estados
Unidos y posteriormente de organizaciones similares en otros países, incluyendo
a Gran Bretaña. Si bien los movimientos
gay anteriores habían promovido la tolerancia, los luchadores de Christopher
Street y las nuevas organizaciones gay afirmaron nuestro derecho a ser gay y a
vivir como gente gay, afirmaron que gay es bueno.
Los avances de los derechos
gay siempre se han iniciado por la acción de la gente gay. La ley de 1967 fue producto de una década de
cabildeo y propaganda de la Asociación para la Reforma de la Ley de la
Homosexualidad. Las demandas originales
del movimiento de la mujer no incluyeron la sexta demanda sobre la sexualidad;
su inclusión fue producto del desarrollo de grupos feministas de lesbianas y
fue objeto de un agudo debate. Los
partidos, grupos y sectas de la izquierda mantuvieron silencio sobre los derechos
gay hasta que el Frente de Liberación Gay surgió en 1970. El Partido Laborista propuso una tímida
reforma legal en 1982 tan sólo debido a la influencia del movimiento gay en la
izquierda laborista. En los casos en
que los sindicatos han adoptado posiciones favorables a los derechos gay ello
casi siempre ha sido a través de la presión de los caucuses gay. La gente gay no es la única que es afectada
por la opresión gay; pero la gente gay vive la experiencia de esa opresión en
su forma más aguda e inescapable. La
sociedad nos convierte en gente gay; por lo general, ello no es producto de
nuestra decisión. Es más probable que
exista una vigorosa lucha contra la opresión gay si existe un movimiento
autónomo de la gente gay, luchando por nuestra liberación. La comunidad gay la forma los lugares y los
medios a través de los cuales la gente gay se encuentran unos a otros. El movimiento gay es la gente gay
organizándose para cambiar el mundo.
Pero los dos están necesariamente conectado. Una forma en que el mundo debe cambiarse para la gente gay es la
creacion de más y mejores facilidades sociales para nosotros. Por otro lado, la solidaridad y la reunión
de la gente gay son esenciales para que la gente gay adquiera la confianza de
actuar juntos para cambiar las cosas.
Por tanto, la vida social gay y política gay no deben separarse; en la medida que se separan la política gay
se debilita.
Las lesbianas tienen una
relación ambigüa con las organizaciones gay que, con la excepción de algunos
grupos gay sindicales, han sido dominadas por hombres gay. En diversos momentos las lesbianas se han
separados de esos grupos y nunca han sido una parte considerable de su
matricula; esos grupos tampoco han organizado un alto porciento de las
lesbianas activas políticamente. Más
aún, muchas lesbianas han desarrollado su sexualidad como parte del proceso de
hacerse feministas. Para ellas ha sido
más fácil luchar contra la opresión de las lesbianas en las organizaciones de
mujeres que luchar contra la opresión de la mujer en las organizaciones gay
dominadas por hombres. En la actualidad
existen muchas organizaciones lesbianas separadas. Debemos verlas como partes tanto del fragmentado movimiento de la
mujer como del fragmentado movimiento de liberación gay. Debe ser autónomas de ambos; pero sus
preocupaciones y luchas son parte de la misma lucha por la liberación gay y de
liberación de la mujer. De alguna forma
deben encontrarse los medios para realizar campañas conjuntas; y en algunos
casos esas campañas conjuntas han empezado a surgir. Si esto a decrecer, las organizaciones gay dominadas por hombres
tendrán que priorizar la acción contra la opresión de las lesbianas y de la
mujer.
Un movimiento gay fuerte, al
igual que el movimiento de la mujer, necesita autonomía: auto-gobierno y libertad de interferencias
organizativas. Esto no quiere decir que
la liberación gay tan sólo preocupa para gente gay, que sólo la gente gay la
apoyará. Tampoco quiere decir que el
movimiento gay puede evitar asumir posiciones ante otros problemas políticos;
la elección de un gobierno conservador, legislación anti-sindical, la ley de la
policía ha tenido afectos directos en los derechos gay. Pero han sido y seguirán siendo las
lesbianas y los hombres gay los que encabezan la lucha contra el
heterosexismo. Un movimiento gay organizado
por un partido o secta dominado por heterosexuales o sujeto a la regulación por
el estado carecería de la capacidad para evolucionar y de avanzar la lucha de
la gente gay más allá de lo que la gente heterosexual ya ha aceptado. Ese movimiento gay también sería menos capaz
de organizar la solidaridad social de la gente gay y sería por tanto más
débil.
Por esas razones,
socialistas, y el movimiento obrero en términos generales, deben defender
vigorosamente los derechos de la gente gay a organizarse autónomamente tanto
contra las medidas del Estado como contra los líderes del Partido Laborista y
de los sindicatos que quisieran tener organizaciones gay dóciles. Al igual que con el movimiento de liberación
de la mujer los socialistas deben apoyar y ayudar a desarrollar el movimiento
de liberación gay existente. Esperar a
que exista un movimiento gay uniformemente "socialista" o
"comunista" o "obrero" es una receta para no hacer nada.