LA “Acción afirmativa” y La construcción de partidoS entre las mujeres

 

Texto aprobado por el CEI de diciembre de 1988.

(Los anexos serán publicados en un BDI próximo.)

 

 

“¿Qué está en el fondo de la actitud incorrecta de nuestras secciones nacionales? En última instancia, es la subestimación de las mujeres y de sus logros. ¡Es exactamente eso! Desafortunadamente, aún se puede decir de muchos de nuestros camaradas: “Ráspale al comunista y aparece un filisteo”. Para estar seguro, hay que rasparle en un lugar sensible, como su mentalidad con respecto a las mujeres.” (Lenin, citado por Clara Zetkin en Recuerdos de Lenin, l9l9)

 

Introducción

Hay tres posibles acercamientos al considerar la importancia de la integración real de la mujer y de la lucha contra la discriminación sexual en las organizaciones políticas, particularmente en las nuestras.

 

Primero está, desde el punto de vista de la lucha de clases, la lucha política en general. La integración de la mujer es esencial si verdaderamente queremos lograr la unidad de los trabajadores, del proletariado. No podemos ignorar la situación de las mujeres. Pero, al construir la unidad verdadera de todos los oprimidos, hay que trabajar con las distintas contradicciones que aún existen entre los oprimidos bajo la dominación capitalista patriarcal, que son resultado de la opresión y subordinación de las mujeres. Hoy hay otro elemento –el incremento en la cantidad de mujeres en la fuerza laboral organizada, un cambio en la composición social del proletariado con una diferenciación más aguda en la explotación basada en las diferencias de género-, pero es una razón adicional, no la fundamental, para que se adopte una política agresiva para integrar a las mujeres a las organizaciones revolucionarias.

 

En segundo lugar, desde el punto de vista de las mujeres, nuestra presencia y participación efectiva en las organizaciones políticas son un aspecto fundamental en el desarrollo de poder identificarnos como revolucionarias. Si partimos de la necesidad de incorporar miembros individuales, en la práctica, y a largo plazo, esta identidad es extremadamente débil si no hay un gran número de mujeres, ya que entonces sólo puede ser creada por el discurso masculino. Por ello es que no hablamos de crear apéndices al proyecto político revolucionario que les den a las mujeres más espacio, sino de una construcción que también involucre a las mujeres y en que la lucha contra la opresión basada en género sea más que un discurso programático, sino la transformación de la práctica diaria en el campo del género con el desarrollo de los elementos políticos necesarios para transformar la sociedad.

 

En semejante perspectiva, la mera presencia de las mujeres, tanto en fuerza númerica como en peso político, es esencial porque, junto con el desarrollo del movimiento de las mujeres, es la única garantía de que sus exigencias y necesidades estarán presentes con las dimensión radical necesaria para un proceso revolucionario. La experiencia de las revoluciones en varios países lo demuestra claramente. Por más liberados del patriarcado que estén nuestros camaradas, cualquier organización o proyecto político de organización social en que las mujeres no estén representadas de forma igual reproduce las formas de dominación de las mujeres y su exclusión de la vida pública.

 

Finalmente, desde el punto de vista del proyecto socialista completo que queremos desarrollar, no podemos hablar del socialismo sólo en términos masculinos, donde las mujeres se quedan en el mismo tipo de roles y de división social, en que mantienen una personalidad dividida y son víctimas potenciales y diarias del poder y la violencia de los hombres.

 

También debemos responder a la situación actual en el movimiento de los trabajadores y en la sociedad. Hay una presión organizada, una presión de las mujeres, no sólo para la integración de sus exigencias y del feminismo, sino para un incremento númerico de éstas en las organizaciones políticas y laborales. Esto proviene de la presión que ejerce el movimiento organizado de las mujeres y de los cambios objetivos que han tomado lugar en la situación social de las mujeres durante las pasadas décadas: al nivel de la educación, su integración en el mercado laboral, la extensión de métodos contraceptivos y algunas alteraciones a la estructura de la familia.

 

La burguesía en varias regiones –en Latinoamérica, Europa y probablemente en otras partes del mundo- ha sido un tanto flexible y rápida en su respuesta a las presiones creadas por esta nueva situación. Ha tratado de ampliar la base de su dominio adoptando algunos aspectos del discurso feminista y hasta asignándole a las mujeres algunos espacios clave. A pesar de las limitaciones de dichas políticas, se han hecho más exitosas gracias a la debilidad de nuestra respuesta. Esto se vuelve particularmente evidente cuando, como en la mayoría de los casos, nos limitamos a la adopción de un discurso que defiende los derechos de la mujer sin cambiar nuestra práctica política o sin aumentar la presencia efectiva de las mujeres en las esferas de poder de nuestras propias organizaciones.

 

Los partidos socialdemócratas han progresado en el sentido de que han establecido cuotas de mujeres en sus listas electorales o en sus cuerpos directivos. Por lo general, es cierto que estas medidas no han estado acompañadas de exigencias radicales de las transformaciones sociales necesarias para ponerle fin a la opresión de la mujer. Pero, no es menos cierto que han sido más retantes en sus propuestas para aumentar la cantidad de mujeres que la mayoría de los partidos revolucionarios y que nuestras propias secciones.

 

Haremos el intento de explicar brevemente las dificultades que enfrentan las mujeres en su participación política y los obstáculos que surgen de ello.

 

En las organizaciones políticas, hay una dinámica general de exclusión de las mujeres. La dinámica “natural” no es la presencia o participación de las mujeres, sino más bien la reproducción de la dinámica social de discriminación y exclusión de las mujeres de los espacios públicos.

 

Primeramente, podemos decir que la división entre lo público y lo privado continúa en nuestras organizaciones políticas y en nuestra propia visión política. El rol social que se le atribuye a las mujeres –primordialmente dentro de la familia y en la reproducción privada- les impide el poder desarrollar una participación social y política de igual a igual. Esto también es un elemento central en la construcción de nuestra personalidad: la forma en que vemos las posibilidades –o la carencia de éstas-  de entrar en la vida pública. La participación de las mujeres en la vida política exige una ruptura con su educación y socialización, ruptura que las faculte a moverse a un espacio que por lo general no se les asigna. Esta división, llevada al nivel de un partido, implica que los camaradas tienen grandes dificultades para relacionarse con las mujeres como seres políticos, y reproducen la manera en que dividen entre lo público y lo privado en sus relaciones dentro del partido. Por esta razón, aceptamos un comportamiento esquizofrénico en que no hay coherencia entre la vida pública y la privada. Esta es una fuente de tensiones permanentes entre hombres y mujeres en sus relaciones dentro de una organización política.

 

El segundo asunto está relacionado con la división sexual del trabajo. Es obvio que la parte más clara de esta división es la asignación del trabajo doméstico a las mujeres, de la responsabilidad de la familia y el hogar. Aunque ha habido algún progreso en algunos países, el peso de las tareas y responsabilidades domésticas todavía cae sobre la mujer. Para una gran parte de los activistas, esta ideología burguesa que forma las estructuras familiares permanece prácticamente intacta, esencialmente debido a los privilegios y las facilidades que les ofrece a los hombres en sus relaciones políticas. Este aspecto de la división sexual del trabajo no sólo priva a las mujeres de tiempo para la actividad política, sino que absorbe gran parte de nuestra energía personal, política e intelectual.

 

Dentro de los partidos, este tipo de división se reproduce de distintas maneras. Las mujeres hacen el trabajo servil, y los hombres el político. Dentro de las organizaciones políticas, reproducimos los mismos mecanismos de depreciación (desprecio) del trabajo de las mujeres que en el mercado laboral. Es como el revés del relato del rey Midas: cualquier cosa que tocamos es devaluada. El mejor ejemplo es la diferencia en el valor que se le da al trabajo organizacional hecho por hombres o mujeres.

 

El tercer punto se relaciona con la continuación del poder patriarcal establecido dentro de los partidos. Este poder patriarcal, el poder de hombres sobre mujeres, se manifiesta con la permanencia de un autoritarismo inmenso de los hombres: el discurso de la mujer es devaluado y debe ser respaldado por un hombre; en algunos casos, los líderes utilizan su posición para obtener privilegios sexuales y emocionales de las mujeres.

Estos son algunos de los elementos que crean esta dinámica de exclusión de las mujeres de las organizaciones políticas.

 

Porqué es necesaria hoy esta discusión en la Cuarta Internacional

La mayoría de las camaradas coinciden en que se unieron a partidos revolucionarios para hacer una revolución que fuera socialista y feminista a la vez. Por ello es que queremos construir partidos que sean socialistas y feministas, y que hemos puesto esta discusión en la agenda como parte de la discusión de la construcción de la Cuarta Internacional. Una combinación de factores internos y externos, positivos y negativos, hace necesario que se regrese a esta discusión:

(a) La Internacional en su totalidad no consolidó, a nivel organizativo y político, los logros alcanzados en el debate sobre la liberación de las mujeres del Congreso Mundial de l979. Ha habido un deterioro general en el nivel político del debate y la educación en las secciones, y un proceso de despolitización, particularmente en la cuestión de la liberación de la mujer. El debate sobre las medidas especiales no se completó y llegó a algunas conclusiones erróneas.

(b) Las secciones fueron incapaces de analizar con rapidez el carácter cambiante de la fuerza laboral y los efectos que esto tuvo sobre la recomposición política del movimiento obrero. Aunque fuimos capaces de establecer que durante la crisis económica actual las mujeres no serían hechadas de la fuerza de trabajo, tendimos a subestimar el significado de la ofensiva ideológica de la clase dominante con relación a la familia, la reproducción, la sexualidad y el racismo. De esa manera, no estuvimos preparados para su efecto sobre el movimiento obrero.

(c) En Estados Unidos y en varios países de Europa occidental, la actividad de masas del movimiento independiente de la mujer ha decaído o se ha movido hacia la derecha bajo el impacto de la crisis económica. Con mucha frecuencia, nuestras secciones han reaccionado ante estos hechos restando importancia al trabajo por la liberación de la mujer. Pero, cuando las uniones están a la defensiva, las organizaciones revolucionarias no concluyen que es imposible reclutar trabajadores. Además, aun cuando hay un descenso en el movimiento de las mujeres o cuando la corriente feminista está debilitada, esto no es excusa para colocar en el armario nuestras metas feministas.

(d) En algunos países del tercer mundo, se ha llevado a cabo un proceso masivo de organización de las mujeres alrededor de las exigencias de la lucha general. Cuando las mujeres de los sectores populares comenzaron a movilizarse, simultáneamente varias de nuestras secciones comenzaron a hacer un trabajo más amplio tanto en uniones como en otros sectores de masas que se estaban movilizando, entre éstos, las mujeres. No obstante, esto implicaba una presión enorme sobre las camaradas que hacían trabajo en grupos estrictamente feministas para que los dejaran porque no eran organizaciones “de masas”. Afrontadas con esa presión, muchas camaradas abandonaron su trabajo en esos sectores o se fueron de las secciones. De esta forma, perdimos mujeres que eran cuadros y luego nos vimos sin participación o muchas veces sin legitimidad en los sectores feministas de los movimientos de las mujeres cuando empezaban a acercarse a los movimientos de masas, así como tuvimos un gran retroceso en nuestro nivel de discusión sobre el feminismo tanto dentro como fuera de nuestras organizaciones.

En esos casos en que, al orientarnos a los movimientos masivos de mujeres, el feminismo quedó en un segundo plano, las medidas de acción afirmativa también se debilitaron y se deterioró la situación de las militantes en el partido. Hay, además, una inestabilidad orgánica en nuestras organizaciones: secciones han aparecido y desaparecido desde 1979.

(e) En términos generales, las secciones no previeron estos tipos de problemas o pensaron en cómo ayudar a las camaradas a enfrentarlos. No estábamos conscientes de cuánto las mujeres se desarrollaban desde sus experiencias directas como participantes y líderes del movimiento de las mujeres y, por ende, no tomamos medidas conscientes para transmitirles esas lecciones y destrezas a las mujeres miembros más jóvenes, especialmente cuando no pudieron obtener esta experiencia por sí mismas.

(f) En Europa Occidental, hemos visto el desarrollo de mujeres jóvenes como dirigentes políticas en organizaciones juveniles. Esto muestra que la acción afirmativa puede tener un impacto que cambie al partido revolucionario también. Hay dos factores que explican la capacidad de las organizaciones revolucionarias juveniles para integrar a las mujeres en las estructuras de liderato. El más importante es que los grupos juveniles están preocupados constantemente por la renovación de sus direcciones. La búsqueda de líderes nuevos hace que se enfatice en el desarrollo consciente de liderazgo, lo que sirve de escenario para que las jóvenes se consideren dirigentes potenciales y reciban la formación necesaria. En segundo lugar, la consciencia de la juventud ha sido influenciada por el feminismo y no necesita tanto arrimarse a las viejas costumbres. Las jóvenes insisten más en el cambio; los jóvenes están al menos un poco más dispuestos a aceptarlo.

(g) En los países tercermundistas, la juventud constituye una proporción considerablemente mayor de la población que en los países industrializados. Aunque la gran mayoría de las jóvenes no ha sido directamente influenciada por el feminismo, ha sido criada en un periodo de crisis económica y política que le ha presentado de manera objetiva una situación en que las mujeres están más presentes en la vida pública que las generaciones anteriores. No obstante, las mujeres siguen siendo sometidas a las formas de opresión más brutales. A la vez, una gran cantidad de niñas y adolescentes sigue teniendo niños, lo que significa que su integración social y política toma lugar de formas muy semejantes a la de los adultos, contrario a lo que les ocurre a las jóvenes en los países desarrollados. Esta es una de las razones por las cuales ni los movimientos ni las organizaciones juveniles en solidaridad con la Cuarta Internacional se han desarrollado. El desarrollo de las jóvenes como dirigentes revolucionarias ocurre generalmente en el marco de las organizaciones adultas, lo que implica contradicciones específicas en su participación y la necesidad de prestarle mayor atención a su desarrollo.

Además, la mayoría de la juventud está más libre de responsabilidades de lo que jamás estarán. Esto es particularmente cierto para las mujeres. Por consiguiente, las destrezas y actitudes adquiridas durante este periodo de cambios rápidos será importante en los años venideros. Si las mujeres logran tener confianza política como líderes en la organización juvenil, ello puede proveer un marco esencial para avanzar en el partido revolucionario.

(h) Como resultado de los debates sobre la falta de integración total y/o pérdida de miembros mujeres, muchas secciones han decidido adoptar algún tipo de plan de acción afirmativa. Estos planes varían de acuerdo con cada situación nacional. Algunos ejemplos son: la invitación de las comisiones de mujeres a las reuniones del CC; la formación de fracciones de mujeres a nivel nacional; la ejecución de escuelas especiales de formación sobre la opresión de la mujer; el establecimiento de varias metas dirigidas a incrementar la participación de las mujeres en las instancias de dirección; y la realización de reuniones especiales en las que las mujeres puedan discutir y vigilar la ejecución del plan de acción afirmativa.

 

Los esfuerzos que se han hecho en los últimos años, en algunas secciones, por cambiar esta situación, fijando metas o cuotas porcentuales de mujeres en las direcciones (particularmente en las nacionales) han mostrado que:

1. Es posible, en la mayoría de las secciones, elevar considerablemente el número de mujeres en las instancias de dirección: existen mujeres capaces de asumir estas tareas y si antes no se les asignaban era por los obstáculos que existían;

2. en las mismas instancias a las que se incorporan más mujeres que antes como resultado de este mecanismo, en la medida en que se acompaña de una discusión, entre ellas, de los problemas que enfrentan como militantes y se mantiene el trabajo de construcción del movimiento hacia afuera, puede haber un fortalecimiento de sus condiciones para militar. Se pueden tomar más en cuenta las necesidades de entrenamiento de las mujeres; las discusiones internas sobre violencia sexista adquieren otro tono y otra correlación de fuerzas; se legitiman sus necesidades como propias de la instancia de dirección (no personales) en relación a los horarios de reunión y formas de discusión; se puede discutir con mayor ahinco y precisión nuestra política hacia el exterior con respecto a las mujeres, etc. En resumen, se crean las condiciones para establecer una correlación de fuerzas diferente entre hombres y mujeres, que sienta las bases para cambiar la situación desfavorable para las mujeres y, por lo tanto, para facilitar el desarrollo de la organización en su conjunto.

 

Aun donde las mujeres son mayoría en los órganos de dirección, no tienen el mismo poder que los hombres. Carecen, por ejemplo, de las conecciones informales o de la autoridad política de la que gozan los hombres que tienen muchos años de participación en la organización. Los hombres determinan incluso el ritmo de las reuniones y definen la orden del día. Así, hasta cuando el número de mujeres en los órganos directivos es grande, éstas sufren con frecuencia cargas excesivas de trabajo y se sienten ineficaces. Observan, además, que disfrutan de menos apoyo en la organización que los compañeros. Evidentemente, la acción afirmativa no resuelve todos los problemas; en ocasiones, sin embargo, sirve para descubrir otros.

 

En la mayoría de los países del tercer mundo en los que tenemos secciones, las militantes enfrentan diversos tipos de problemas en su trabajo político: los partidos prefieren que sean hombres los que se encarguen de la relación con otros partidos a causa de las tradiciones misógenas. A veces se basan en esto para justificar la exclusión de mujeres de las instancias de dirección, así como en la falta de aceptación de la mujer en las esferas públicas, o las dificultades que encuentran las mujeres para cumplir tareas políticas porque en ocasiones es peligroso o ilegal que viajen o salgan durante la noche. Donde los grupos actúan en la clandestinidad, donde la cultura limita la vida de las mujeres de manera extraordinaria o el movimiento feminista es débil o inexistente, como en muchos países del tercer mundo, las dificultades para las militantes son mayores. Las dificultades para relcutar mujeres en esos países son, asimismo, mayores.

 

Frecuentemente, los problemas generales del funcionamiento de la dirección partidaria se expresan de manera más aguda entre las capas oprimidas especificamente: las mujeres, los jovenes, los trabajadores inmigrantes, etc. Esto muestra un proceso de selección de direcciones viciado, así como una deficiente búsqueda de formas para ayudar a quienes enfrentan obstáculos sociales específicos para su desarrollo político. La discusíon y colaboración informal para preparar reuniones y tomar decisiones son aspectos importantes del trabajo colectivo del cual las mujeres están usualmente excluídas. Las discusiones con las camradas por lo general son sobre temas que no son las discusiones políticas o las decisiones a tomarse. Aún cuando las propuestas a ser sometidas afectan las responsabilidades o tareas de alguna camarada no es un reflejo automático de los camaradas varones consultar con ella.

 

Dada la escacez de recursos y de tiempo, las secciones simplemente reproducen la división sexual del trabajo de la sociedad. Los criterios de selección de la dirección padecen frecuentemente de prejuicios contra la promoción de mujeres, ya que se componen de una serie de presuposiciones basadas en un modelo “masculino”, que aún no ha sido analizado. Por ejemplo, al proponer a compañeras para realizar tareas, a veces entran en la discusión las limitantes que puedan tener por ser madres. En la misma discusión, al proponer a un hombre para esa tarea, no se toma en cuenta si tiene hijos o no y si esto podría limitar sus posibilidades de llevarla acabo. Subyace aquí la aceptación tácita de que recae sobre la camarada el cuidado de los hijos, mientras que sobre el camarada no. Además es común que se pongan criterios de evaluación más rígidos para las mujeres, no solamente en términos de sus capacidades políticas sino en algunos casos inclusive de su comportamiento personal.”

 

Estos obstáculos significan que la selección de direcciones tiende a eliminar a las mujeres de estas responsabilidades de manera creciente conforme se hace más general la instancia de dirección: hay menos mujeres en las direcciones locales que en la base; menos en las direcciones regionales que en las locales; menos en las nacionales que en las regionales, y menos en las internacionales que en las nacionales.

 

Dado el ambiente de competencia existente a nivel de los órganos de dirección y cierta falta de confianza de las mujeres en sí mismas, las camaradas que lograron mantenerse en esos órganos terminaron frecuentemente ocupadas en tareas “secundarias” y relegándose a buscar consejos de algún hombre con más conocimientos o experiencia, o refugiándose en los aspectos técnicos de su función.

 

Debates políticos orientados al incremento de la consciencia sobre la cuestión de la mujer fueron a menudo utilizados con otros fines, de modo que las mujeres se vieron forzadas a discutir sus preocupaciones dentro del estrecho marco de fracciones por falta de poder o experiencia para cambiar el clima general de la organización.

 

Hemos perpetuado estilos de debate que no crean un foro donde realmente podamos discutir para encontrar una salida hacia adelante, sino que involucran formas de terrorismo psicológico con el objetivo de aplastar al contrincante. Las luchas fraccionales han tenido con frecuencia el efecto de desmoralizar a las mujeres orillándolas a salirse de las direcciones o de alentarlas a adoptar normas negativas de comportamiento para “probarse” iguales a los hombres. Tal atmósfera de intimidación es también insoportable para muchos hombres; pero, a diferencia de la mayoría de las mujeres, tratan de evadir dichos problemas ajustándose a los mecanismos de competencia y acomodándose a los modelos masculinos de dirección.

 

De esta manera, queda claro que un problema central es la carencia de un funcionamiento colectivo, la cual refuerza la división sexual del trabajo y las divisiones entre jóvenes y adultos, obreros e intelectuales. No siempre es posible que las mujeres confronten directamente tales formas de funcionamiento, ya que se requiere de mucha experiencia de dirección para hacerlo con éxito.

 

Como se aclaró en el documento del Congreso Mundial de 1979, debemos enfatizar que las mujeres enfrentan problemas específicos a causa de sus responsabilidades cotidianas y el condicionamiento social al que están sometidas. Hay que recordar, sin embargo, que las mujeres entran al partido revolucionario proviniendo de diversos sectores sociales y con diversos niveles educativos, a edades distintas y en diferentes momentos de la lucha, lo cual hace que tengan niveles heterogéneos de experiencia, conocimientos y con-fianza. Las mujeres no siempre manifestan la falta de con-fianza en sí mismas a traves de la timidez; muchas veces puede ocurrir lo contrario, de manera que las mujeres que estén en puestos de responsabilidad, pueden volverse defensivamente agresivas.

Independientemente de cómo hayan actuado las mujeres con sus respectivas estructuras de dirección, las estructuras actuales ejercen indirectamente una discriminación contra ellas. Si no se adoptan planes de acción afirmativa con seguimiento, este proceso continuará.

 

La consciencia desigual sobre la cuestión de la mujer siempre ha constituido un problema para el movimiento marxista y ha llevado a distintas sobre las cuestiones de la mujer y de la “moral proletaria”. Cuestiones como la violencia sexual no han sido suficientemente discutidas en nuestro movimiento; pero las experiencias positivas y negativas de diversas secciones sientan las bases para que saquemos algunas conculusiones acerca de patrones de comportamiento inaceptables hacia las compañeras.

 

 

Mucho de lo que aquí de plantea tiene implicaciones generales para la construcción partidaria más allá de la experiencia exclusiva de las mujeres.  Consideramos que un plan de acción afirmativa representa una ruptura con la concepción espontaneista de la construcción del partido. No puede haber una política de feminización sin proyecto bien desarrollado para la construcción de la organización revolucionario en su conjunto. El debate sobre la acción afirmariva puede usarse para fortalecer toda la organización, su aparato, educación y funcionamiento colectivo.

 

Se pueden señalar algunas conclusiones sobre este debate:

a) Las secciones deben estar alertas en espera de nuevas formas de radicalización de las mujeres y de la evolución política de los debates en el movimiento de la mujer.

b) Es necesario que las secciones enfaticen sus metas feministas y socialistas más audazmente.

c) Las mujeres en las secciones deben llevar adelante una lucha colectiva, con el apoyo del conjunto de la organi-zación, para transformar la forma en que la división sexual del trabajo se manifiesta al interior del partido.

d) Es indispensable comprender cómo se manifiesta la división social del trabajo para construir direcciones colectivas en los partidos revolucionarios. La única manera de lograr ésto es aplicando un programa de acción afirmativa que sea vigilado. El desarrollo de una dirección colectiva no se realizará espontaneamente, sino implementando una serie de propuestas bien pensadas.

 

Experiencias pasadas—la mujer y el movimiento marxista revolucionario

 

Esta sección bosqueja algunos aspectos específicos de la participación de las mujeres en partidos revolucionarios en el pasado:

 

Bajo el capitalismo el ascenso de la lucha de clases condujo a la auto-activación de la mujeres y su vinculación en movimientos radicales y socialistas. Los fundadores del marxismo contribuyeron con ciertas bases a un entendimiento materialista de la opresión de las mujeres. Sin embargo, los puntos de vista marxistas respecto de la autorganización de las mujeres han evolucionado de acuerdo con el grado de presión ejercido por la masa de mujeres, tanto dentro del partido como en la sociedad en su conjunto.

 

A principios de siglo, los revolucionarios se oponían comúnmente a la organización autónoma de las mujeres, replicando que las mujeres necesitaban organizarse como comunistas. Pero, para evadir las leyes represivas de Bismark, las socialistas alemanas se organizaron por separado de los hombres, con lo que se desarrolló un movimiento político exitoso. Cuando dichas leyes cambiaron, se mantuvieron ciertas formas específicas de actividad (por ejemplo, la celebración del día internacional de la mujer trabajadora y la publicación de una revista de mujeres).

 

Durante los debates sobre el frente único y el trabajo en los países coloniales, Lenin y Zetkin, así como otras y otros dirigentes de la Tercera Internacional, discutieron de una ma-nera bastante más amplia. El apoyo de los organismos de la Segunda y Tercera Internacionales fue vital para combatir el atrazo en diferentes situaciones nacionales. Se tomaron medidas especiales para organizar el trabajo de la mujer en el mundo colonial (véanse las resoluciones del tercer congreso de la COMINTERN, 1921).

 

En la actualidad estamos involucradas(os) en la organización de las mujeres en torno de sus propias necesidades (económicas, sociales e ideológicas), lo que implica construir un movimiento de mujeres con una perspectiva revolucionaria. Priorizamos campañas que involucren masas de mujeres en acción y que muestren la necesidad de constituir alianzas con otros movimientos sociales, sobre todo obreros, profundizando las relaciones entre los movimientos de mujeres y los sindicatos. Asímismo intentamos atraer mujeres al partido revolucionario.

 

Las mujeres se destacaron en en varios partidos revolucionarios. Se trataba principalmente de intelectuales cuyas vidas eran muy poco convencionales; los ejemplos más conocidos son los de Alexandra Kolontai y Rosa Luxemburgo. Sus biografías muestran cómo las vidas de las mujeres revolucionarias se encontraban llenas de dilemas personales. Estaban más obligadas que los hombres revolucionarios de su época a romper con la moralidad establecida y los roles de la vida familiar. Queda muy claro que un elemento fundamental para su supervivencia como militantes políticas fue la red de apoyo y amistad femenina que crearon.

 

El feminismo moderno ha comenzado a desenterrar información acerca del papel de las mujeres obreras en los primeros movimientos socialistas y obreros (en el socialismo utópico, el movimiento sufragista y la Socialdemocracia alemana); pero su participación estaba mucho más limitada con relación a las posibilidades que ahora tiene la mujer. El modelo de vida cambiante de las mujeres, su ingreso continuo a la fuerza de trabajo asalariada, la influencia del feminismo, su nivel cultural y político superior y su mayor acceso al control de la fertilidad hacen que en la actualidad sea mucho más fácil que antes ganar amplios sectores de mujeres a los partidos revolucionarios y verles desarrollarse como dirigentes. Sin embargo, las etapas de la vida de las mujeres y el hecho de que aún sean las principales responsables de los niños implican que se siga esperando que escojan entre ser madres o ser militantes revolucionarias, por no mencionar que cumplan papeles de dirección en la organi-zación. Debemos hacer lo posible por disminuir el efecto de los problemas específicos que enfrentan las mujeres y, a través de la práctica, convencer a la militancia del partido de que se está hablando en serio.

 

Las mujeres y la Cuarta Internacional

 

Nuestra información sobre la historia temprana de de la CI desde este punto de vista es muy limitada, pero nuestra impresión inicial es que el reflujo de los 1950s incluyó una baja conciencia del feminista. Sin embargo, algunos artículos en la prensa de la CI indican que existía cierto nivel de comprensión de la naturaleza de la opresión de la mujer, pero había poca discusión sobre el tema. Tradicionalmente, las mujeres habían sido “ayudantes” que se ocupaban de las pequeñas tareas organizativas que mantenían en marcha a las secciones de la Internacional durante los periodos difíciles. Con frecuencia tomaban empleos de tiempo completo para asumir el papel de sostén económico y así permitirle a la organización que pagara los míseros sueldos de sus maridos.

 

El auge de la segunda ola del feminismo tuvo un gran efecto en la Internacional. Las camaradas canadienses y las del SWP de EU se orientaron hacia el movimiento de la mujer, en parte porque el movimiento feminista y la campaña por el derecho al aborto se desarrollaron en esos países antes que en la mayoría de los demás. Las secciones lograron una composición relativamente alta de mujeres en sus filas como resultado de la participación de las camaradas en algún movimiento feminista y del reclutamiento de integrantes del movimiento. Si los partidos revolucionarios anteriores a la primera guerra mundial nunca excedieron una membrecía femenina del 10 por ciento, en los años 1970, algunas secciones lograron más del 40 por ciento.

 

A mediados de los setenta, las secciones estaban inmersas en las campañas feministas. La prensa de la Internacional hacía eco de los debates estratégicos del movimiento e informaba sobre las nuevas investigaciones acerca de la historia de la mujer. Las comisiones de la mujer de Europa, Estados Unidos y México contribuyeron al análisis político e ideológico que daría lugar al documento de la mujer de 1979. La discusión referente a la acción afirmativa se concentró en Europa, Canadá, Estados Unidos y Australia, debido a que ahí ya había consenso con respecto a muchos temas básicos acerca de la opresión de la mujer, lo cual se explica por la existencia de un movimiento feminista masivo. El texto fue en especial útil para explicar el auge del movimiento de la mujer, cómo debían intervenir las revolucionarias en él y la necesidad de construirlo en los países capitalistas desarrollados. Dicho texto fue fundamental para educar a la membrecía sobre los principios básicos del feminismo. Sin embargo el debate quedó incompleto y la asimilación de los principios presentados fue parcial y desigual.

 

Hoy tenemos que revisar algunas conclusiones de la discusión. Estuvo dominada por una visión idealista e inadecuada sobre la asimilación de nuestro programa. No fuimos capaces de consolidar como organización lo que entendimos políticamente porque el documento tenía una concepción idealista de cómo pueden desafiarse las actitudes sexistas y heterosexistas de los varones y fallaba en analizar como éstas se reproducen en diferentes generaciones, incluso entre revolucionarios.

 

 Esto aplica a todos los temas relacionados con la familia y la sexualidad—no sólo la posición de la mujer, sino todo lo que desafía el modelo heterosexual y los prejuicios religiosos—no el derecho individual a la religión y la fe, sino las tradiciones conservadores relacionadas con la mujer.

 

La otra debilidad del documento era proponer el objetivo de la completa igualdad política, social y legal de la mujer como si ésta se puediera alcanzar a través de la espontánea y gradual extensión de los derechos de los hombres. La idea no tomaba en cuenta la dinámica de la exclusión de la las mujeres de los epacios públicos y de los privilegios de los hombres.

 

El grado de organización de las mujeres al interior de la Cuarta Internacional fue frenado por los efectos del giro, en aquellas secciones que lo hicieron, o por el planteamiento irreflexivo o esquemático de ser “un partido útil” con influencia de masas, en otras, aunque las mujeres hayan participado en ambos procesos. Los efectos del giro a la industria, combinados con el declive del movimiento de mujeres, llevaron a una pérdida de cuadros mujeres, especialmente de aquellas reclutadas a principios de los años 70. El reclutamiento de mujeres decayó y las organizaciones vieron el trabajo de las camaradas en el movimiento de liberación de la mujer como menos central, lo cual condujo al la marginalización del feminismo en muchas secciones.

 

Las camaradas que hicieron el giro a industrias de composición predominantemente masculina enfrentaron con frecuencia problemas de hostigamiento sexual y de aislamiento de otras trabajadoras. Se despreciaron las experiencias de las que se mantuvieron en sindicatos del sector público o con ocupaciones “femeniles”. En general, las secciones no previeron estos problemas ni pensaron cómo ayudar a las compañeras a enfrentarlos. También perdieron prestigio las camaradas que habían dirigido algún movimiento masivo de mujeres pero que ya no tenían tanto respaldo para su participación. A menos de que aprendieran a funcionar en otro medio, se les vió como menos valiosas y se les marginó.

 

Un error crucial fue la disolución de la comisión internacional de la mujer, sobre todo dado el pequeño número de mujeres en la dirección internacional. Entre 1979 y 1985, no hubo reflexión colectiva acerca de problemas como los planteados por el movimiento de la mujer en Europa occidental o el del surgimiento de nuevas oportunidades en el mundo semicolonial dada la autorganización creciente de la mujer.

 

Cuando nuestras camaradas señalaban en varios países la discriminación sufrida por las mujeres en la vida social y política, se encontraron en una situación difícil, ya que encontraron la misma problemática al interior de su propio partido. Si hemos de construir partidos igualitarios y revolucionarios, debemos superar esta contradicción y lograr la participación completa de la mujer en nuestro funcionamiento interno y nuestras actividades públicas.

 

Con la exigencia de informes formales en las reunio-nes de comités (burós) políticos européos y latinoamericanos se logró que se presentaran informes en el CEI de 1986 sobre la situación de la mujer en Europa y América Latina y una resolución autocrítica acerca del lugar de la mujer en la Cuarta Internacional. Se aprobó un documento sobre la mujer en el CEI de 1987, durante el cual se hizo además un informe sobre el feminismo latinoamericano. En la orden del día para el CEI de 1988, se incluyó un punto sobre la mujer en el tercer mundo.

 

En el debate de 1986 se reanimó el principio de la acción afirmativa. Se establecieron estructuras tanto internacionales como européas para coordinar el trabajo de la mujer. También se acordaron mecanismos para promover el análisis político y la coordinación de las secciones latinoamericanas. Sin embargo no hay continuidad entre el trabajo y la elaboración teórica de la década pasada y lo que estamos tratando de emprender ahora. El movimiento de la mujer ha cambiado dramaticamente; en la actualidad está muy vivo en países donde no existía hace diez años y viceversa. Una pregunta que debemos plantearnos es qué tipo de acción afirmativa se adecúa a la situación actual.

 

 

¿A qué nos referimos con acción afirmativa?

El objetivo de una organización revolucionaria es organizar al conjunto de la clase obrera en alianza con las masas oprimidas para la toma del poder estatal y la eliminación de todas las relaciones sociales de explotación y opresión. Ésto cons-tituye la meta estratégica que fundamenta la unidad de acción de los miembros de tales partidos. La condición necesaria para empezar a alcanzar estas metas es que la clase obrera se involucre activamente en las organizaciones revolucionarias, ya que constituye la fuerza decisiva para el cambio revolucionario. Así, se debe promover la hegemonía de la clase obrera en el partido.

La comprensión de ésto debe acompañarse de una apreciación del carácter cambiante del proletariado moderno. Nuevas capas sociales están pasando a formar parte del proletariado tanto en el mundo semicolonial como en Europa occidental. Por lo regular, se trata de grupos que sufren una opresión específica, incluyendo negros, mujeres, minorías nacionales oprimidas a quienes el movimiento laboral pasa por alto a menudo. Si los partidos revolucionarios no toman en cuenta las diferencias de color, sexo, nacionalidad, casta, posición social o clase, terminarán reforzando la desigualdad dentro de sus filas, lo cual equivaldría a tratar de luchar contra la desigualdad sin liberar la energía necesaria para realizar la tarea.

 

La acción afirmativa para las mujeres no se contrapone a tomar medidas especiales dirigidas a otras capas que sufren algún tipo específico de opresión. De hecho, a menudo las mujeres también pertenecen a otros grupos oprimidos. Por lo tanto, muchas de las reformas que ellas desean pueden permitir a otros sectores oprimidos cumplir un papel más importante dentro del partido.

 

La acción afirmativa significa dar pasos efectivos; quitar los obstáculos a la participación de la mujer en la vida política del partido; reconocer la discriminación enfrentada por la mujer en la sociedad actual; tomar en cuenta las diferencias sociales entre las mujeres y reconocer la opresión que sufren en tanto que sexo. La acción afirmativa es más eficaz si se sitúa dentro de un plan global que tome en cuenta las necesidades y posibilidades de la organización, así como sus proyectos a corto y mediano plazo; requiere de una visión consciente y autocrítica de la historia de las organizaciones revolucionarias, rechazando la concepción de que estos problemas puedan “ser resueltos de manera natural”. La medidas de acción afirmartiva son “artificiales” porque deseamos combatir una tendencia “natural”.

 

El modo de funcionamiento, la naturaleza de la dirección y el estilo de trabajo se dan en el terreno de lo “masculino”. El privilegio del desarrollo individual se contrapone al trabajo colectivo. Lo que prevalece es que se da un valor marcadamente mayor al desarrollo individual, a la iniciativa personal y a la competencia en detrimento del trabajo colectivo.

 

Si queremos construir un equipo colectivo de dirección capaz de incorporar las habilidades, la perspicacia y las experiencias de las cuadros mujeres, debemos encontrar maneras de superar esta división nefasta. En dicho proceso necesitamos examinar nuestros símbolos revolucionarios y métodos de funcionamiento. (Para empezar, la imagen del obrero industrial, revolucionario o de los héroes guerrilleros revolucionarios tienen el sello “masculino”.) No sólo las aptitudes se encuentran separadas por género; aquellas que se sitúan en el ámbito femenino son subestimadas y desvalorizadas, en las secciones tanto como en el mercado de trabajo.

 

Para desarrollar los criterios de selección de la dirección, es esencial identificar la variedad de aptitudes directivas requeridas para el crecimiento de la organización, y no sólo las típicamente “masculinas”. La verdad es que el hincapié que se hace acerca de la iniciativa individual y la competencia ha generado, con demasiada frecuencia, un campo de batalla de fuerzas contrarias, en lugar de una organización coherente en la cual los debates y las diferencias sean resueltos en un ambiente de verdadero respeto. Tanto la capacidad para teorizar de manera abstracta, como la de trabajar en equipo deben incluirse en los criterios de dirección. Esto debe integrarse en el espectro político del partido revolucionario; ser aprendido por todos, y ser renovado junto con los órganos de dirección.

 

Un problema adicional son los criterios de evaluación política distintos, no sólo en la distribución de las tareas como en cuanto a los individuos.  Esto es impactante en el caso de posiciones que se consideran importantes cuando se toma en cuenta si las mujeres tienen hijos, la forman que viven su sexualidad y otras consideraciones que tienen un peso distinto cuando aplican a hombres o a mujeres. Conviene mencionar que esto prejuicios también aplican a la homosexualidad sea masculina o femenina.

 

Así es vital que toda la organización desarrolle un compromiso con desafiar la reproducción de la división sexual del trabajo. No es posible dejar esta tarea a individuos o las mujeres solamente—pero las mujeres serán un factor importante para que logremos nuestro objetivo. Es necesario que todo el peso de la organización presione contra la rutina y la inercia de la división sexual del trabajo.

 

Además, los símbolos usados por las organizaciones políticas son símbolos de poder masculino. No solo en términos del lenguaje sino de las agresividad, y de todo lo que se desarrolla en la representación de la política. Es muy frecuente encontrar una atmósfera extremadamente intimidante en debates y discusiones no solo en la forma que se desarrollan sino también en el intimidante alto número de hombres que siempre ponen a las mujeres en una situación de fuerza muy desigual. Esto es aún más cierto cuando no tenemos formas de resistir la discriminación sea en teminos de creches, cuestiones vinculadas a la maternidad, el horario de las reuniones, y todos los otros temas que dificultan la participación política de las mujeres dependiendo de su situación social.

Sabemos bien que hay límites: las organizaciones no pueden eliminar las diferencias sociales que existen en la sociedad y esto es más difícil cuanto más pequeña se a la organización. Pero esto no puede ser excusa para no intentar encontrar formas alternas de facilitar la participación política de las mujeres.

 

Podemos decir que el medio político sigue marcado por una atmósfera, comportamientos y formas de relación que ejerce una violencia diaria sobre las mujeres. Se con en el uso del lenguaje, la condescendencia ofensiva, las manipulaciones, la violencia psicológica, el miedo se impone por ciertas de funcionamiento o debate, incluyendo la violencia física y sexual que no está ausente en las organizaciones revolucionarias. Y aquí, en general encontramos el desarrollo de un tipo de solidaridad patriarcal y sexista entre los hombres que hace aún más difícil la lucha contra esta violencia.  

 

Otro problema es la subestimación del trabajo feminista. La debilidad de nuestra intervención en el movimiento impone grandes limitaciones a la feminización de nuestras organizaciones. La presión del movimiento es fundamental para alterar las relaciones de fuerza en favor de las mujeres. Pero la debilidas o retrocesos del movimiento no pueden ser una excusas para que no participemos en él y menos aún para no desarrollar políticas efectivas para combatir la discriminación en las organicaciones políticas. Nuestras organizaciones no pueden ser tan vulnerables que cambien su actitud hacia el trabajo feminista de acuerdo a lo que ocurre en el movimiento. Este tipo de cambio tiene sin embargo un impacto en la militancia de las mujeres y su decisión de hacer o no hacer trabajo feminista, pues esta aréa de trabajo político tiene poco status. Es evidente que nuestro activismo militante se valora a base de otros elementos y no del trabajo feminista.

 

Además, nuestros partidos dominados por varones producen análisis polítcos que constantemente olvidan el análisis de género. Podemos producir análisis de la coyuntura como si las mujeres no existieran; discutimos los procesos revolucionarios sin las mujeres; hacemos analísis político general de una sociedad dada como si las mujeres no existieran… Y encima de todo esto, el trabajo de la mujer se le sigue tratando como si solo fuera responsabilidad de las mujeres y no de todo el partido, incluyendo sus cuerpos de dirección. Aquí también podemos ver una dinámica de neutralización y división de las mujeres que mina nuestro desarrollo como militantes.

 

La consecuencia de esta dinámica de exlcusión es que las mujeres quedan la margen del proyecto político general. Y nos sentimos al margen porque realmente los estamos. No debido a un problema psicológico específico de las mujeres, sino fundamentalmente porque paga un muy alto precio personal al tratar de reafirmar nuestra indentidad política revolucionaria cada día cuando ésta no existe dentro de nuestras organizaciones. Esto lleva a una pérdida de militantes mujeres, que toman mucho más tiempo en ser remplazadas. Y esto debilita nuestra intervención.

 

Reclutamiento de mujeres a partidos revolucionarios

 

Parte de esta discusión es mirar a la imagen que nuestras secciones proyectan. Queremos asegurar que nuestras secciones son atractivas a las mujeres y proveen un ambiente adecuado para la capacitación y desarrollo de militantes mujeres. Podemos hacer esto tomando en cuenta nuestra imagen pública:

 

Necesitamos mostrar con claridad nuestra voluntad de ganar mujeres a nuestro proyecto. Esto implica la utiliza-ción de símbolos y héroes que incorporen las experiencias revolucionarias de la mujer, así como el ocuparse de temas de interés para las mujeres, los cuales pueden tratar de los problemas de la vida cotidiana, política y orientación sexua-les, la comunidad, los sindicatos o la problemática internacional. Ésto permitiría el desarrollo de las compañeras como formadoras, propagandistas, escritoras, candidatas y portavoces de las secciones; también implicaría relacionarse con mujeres dirigentes de una variedad de movimientos sociales y publicar declaraciones y entrevistas de éstas en la prensa partidaria cuando sea pertinente. Así, la presencia de la mujer en el proceso revolucionario se ratifica en todos los sentidos.

 

El partido debe experimentar estructuras que puedan ayudar a atraer más a las mujeres hacia la organización. En este sentido deben considerarse una variedad de métodos como el establecimiento de talleres de lectura de mujeres, círculos de estudio diseñados especificamente para ellas (los cuales podrán ser en ocasiones mixtos y en otras no) o círculos externos de mujeres.

 

Las estructuras y métodos organizativos de funcionamiento del partido deben ser revisados con el objetivo de crear una atmósfera interna de apollo y colaboración para las mujeres. Más que nada, significa crear un ambiente político en el que no se haga a los miembros sentirse imbéciles,  ni intimidados,  ya sea  a causa de insinuaciones u hostigamientos sexuales o de actitudes elitistas. Es indispensable desarrollar estilos de discusión no fraccionales, y un ánimo camaraderil de trabajo en equipo. Un ambiente tal reforzaría la confianza de las mujeres y permitiría el crecimiento de la organización.

 

Comprendemos también que el tamaño de la organización implica problemas de distinta naturaleza dependiendo de su desarrollo. Mientras más pequeñas sean las organizaciones, más difícil será identificar los problemas que enfrentan las mujeres como problemas objetivos de carácter social. El crecimiento del partido con un número más grande de mujeres implica la necesidad de prestar especial atención a las dificultades de las mujeres. Esto es, modificar nuestros métodos educativos, de funcionamiento y lenguaje y también discutir sobre la importancia de organizar guarderías para reuniones y eventos externos del partido. Independientemente de cuáles soluciones colectivas parezcan apropiadas, es importante recordar que madres y padres necesitan estar seguros de que su prole está siendo bien cuidada. Se debe evitar hacer guarderías (al igual que reuniones) mal preparadas.”

 

 

¿Qué otras medidas debe incluir un plan de acción afirmativa?

El desarrollo de una política de acción afirmativa significa el desarrollo de una política general y no de políticas aisladas. Es una política general para luchar en contra de la dinámica “natural” de la exclusión. En ese sentido, es obviamente artificial, ya que lo “natural” significa la exclusión de las mujeres. Aquí podemos decir que la primera condición yace en la alteración de la relación de poder. En este sentido, necesitamos desarrollar no sólo una integración general programática y política, sino una política consciente para cambiar nuestro funcionamiento, para asegurar una política fundamental de integración de las mujeres a la dirección y a las tareas directivas.

 

Nosotros, las mujeres y los hombres en los partidos políticos, hemos sabido por mucho tiempo que los cambios reales no ocurren si no se dan en las direcciones.

 

Además, es fundamental para el fortalecimiento de las mujeres el que sean capaces de organizarse internamente de todas las formas necesarias para los distintos objetivos de construir nuestra fuerza: en términos numéricos, de las condiciones organizacionales y del desarrollo de la solidaridad entre las mujeres. La implementación de sólo una medida, cualquiera que sea, como solución al problema, tiene un efecto limitado.

 

No obstante, es importante dar algunas ideas sobre posibles medidas a ser incluidas en dicha política:

 

Organizando nuestro trabajo feminista

i. Crear y/o fortalecer las comisiones de las mujeres en las secciones.

ii. Fortalecer los organismos que existen para organizar el trabajo de liberación de las mujeres en la Internacional, y fomentar la organización general de las mujeres en la CI.

iii. Discutir regularmente el trabajo de liberación de las mujeres en los cuerpos directivos y tomar responsabilidad colectiva por cualquier problema que surja. Los desacuerdos y las diferencias entre las mujeres saldrán a relucir, y esto debe verse como algo saludable. No deben ser ocultados de la organización en su totalidad.

iv. Invitar a las miembros de las comisiones de las mujeres a discusiones de la dirección si no son miembros del cuerpo en cuestión.

 

Educación

i. Asignarle una alta prioridad a la educación, al debate y al análisis de los asuntos de la liberación de las mujeres para todos los miembros, y asegurarnos que algún entendimiento de estos asuntos sea central a los criterios de reclutamiento.

ii. Organizar eventos educativos en que las mujeres tomen un rol igual o mayoritario. Asegurarnos que los estilos discursivos no sean tan tradicionales que desalienten la participación de las mujeres y camaradas menos experimentados

iii. Las reuniones de las escuelas de fracciones europeas han sido relativamente exitosas, dado los pocos recursos que se le asignan a su construcción, porque sirven para unir a camaradas que han tenido experiencia organizando por mucho tiempo y a camaradas más jóvenes que hoy están dirigiendo las organizaciones juveniles. El aspecto educativo de las reuniones de las fracciones latinoamericanas ha sido importante en el desarrollo de un entendimiento común entre los camaradas sobre un sinnúmero de cuestiones políticas y teóricas. Este tipo de iniciativa debe continuar en estas dos regiones y ser extendido a otras mientras sea posible.

v. El primer seminario internacional de las mujeres de la CI fue exitoso. Debemos asegurarnos que el segundo también lo sea.

 

Imagen y perfil del partido

i. Asegurarnos que la prensa tenga artículos de y sobre las mujeres –y que cubra asuntos que atañen particularmente a las mujeres. Los panfletos y demás publicaciones necesitan tener un perfil feminista.

ii. Asegurarnos que tengamos campañas de reclutamiento dirigidas a las mujeres.

 

Liderazgo

i. Asegurarnos que las mujeres sean visibles como líderes de la organización.

ii. Fomentar el desarrollo de las jóvenes como líderes políticas en las organizaciones y secciones juveniles.

iii. Tomarnos el tiempo para la formación de las mujeres con relación a las responsabilidades en las direcciones nacionales y de las ramas para que se sientan competentes en las tareas que ejercen.

iv. No sobrecargar un pequeño número de mujeres con tantas tareas que llegan a “quemarse” y se ven forzadas a retirarse del activismo.

v. Hacer que el conocimiento e interés sobre los asuntos de las mujeres sean criterios para la participación en las direcciones.

 

Comportamieno y funcionamiento general

i. Tener un código de práctica que prohíba específicamente las formas de intimidación y violencia sexuales.

ii. Evitar el lenguaje y las bromas sexistas.

iii. Organizar reuniones que faciliten un máximo de participación por medio de una preparación adecuada de los procedimientos de dirección y turnos que aseguren el mismo derecho a todos los participantes.

iv. Tomar en cuenta los problemas de los padres con hijos a la hora de planificar eventos nacionales y locales.

v. Hay una necesidad de darle más valor al desarrollo de un ambiente de convivencia en nuestra actividad política, por ejemplo, tener actividades sociales en eventos políticos.

 

 

Autorganización y centralismo democrático

Recordemos, antes de reiniciar el debate sobre este punto, cuales son los parámetros de una organización revolucionaria. Es imposible liberar a la mujer antes de abolir las relaciones de propiedad privada, ya que éstas reproducen su subordinación en la sociedad. La participación en una organización revolucionaria está determinada por la comprensión de esto. Así, ninguna forma organizativa puede eliminar la opresión de la mujer antes de la revolución.

 

Muchos camaradas usan esta limitación objetiva para argunentar que “no se puede hacer mucho, las mujeres no pueden liberarse sin cambiar las estructuras sociales y hacer la revolución”. Debemos rechazar este tipo de razonamiento como conservador y reaccionario. Las organizaciones marxistas revolucionarias, a la vez que comprenden las limitaciones materiales, deben adoptar la actitud de crear todas las contra-tendencias posibles en la actualidad ante las formas existentes de opresión. Hacemos esto en relación a los límites del movimiento de los trabajadores y la opresión racial. También hay que hacerlo en cuanto a la opresión de las mujeres.

 

Sin embargo, las organizaciones revolucionarias pueden dar pasos para dirigirse a las mujeres en su propio lenguaje, tomar en consideración sus experiencias políticas y ajustar su propio funcionamiento, haciéndolo tan agradable para las mujeres como sea posible. Comisiones, fracciones y organizadoras de mujeres pueden ayudar a hacer avanzar tal proceso.

 

En general, las experiencias y discusiones más positivas tienen lugar cuando las direcciones las han estructurado a través de la comisión de la mujer o del CC. Para promover la autorganización de la mujer, puede ser muy útil realizar reuniones especiales de mujeres (en lugar de mantener estructuras no mixtas permanentes) para discutir asuntos plíticos de interés para ellas. A estas reuniones debe invitarse a todas las militantes de la organización.

 

Criterios para la selección de la dirección

El problema de la dirección es importante en la discusión  de la acción afirmativa;  si no se aborda bajo una perspectiva global, no atacará los problemas de la mujer en el conjunto de la organización. Necesitamos crtiterios objetivos de dirección; no una mentalidad que reduzca todo el problema al de cuotas numéricas. Así como la continuidad política es uno de los factores que juegan en la selección de la dirección, también lo son el trabajar en equipo, tomar la iniciativa en el desarrollo de areas de trabajo claves y haberse ganado la confianca política de la base. El que la composición de la dirección nunca refleje el número de mujeres en la organización, muestra la existencia de problemas de funcionamiento. Donde sea posible, debemos buscar la re-presentación equitativa; pero esto no debe constituir un esquema rígido e inflexible, ya que las mujeres no buscan invertir los papeles, sino transformar el funcionamiento del partido. Donde la equidad numérica no sea realizable, debemos fijarnos metas para aumentar la representación de las mujeres en los organismos más importantes de dirección.

 

Para integrar nuevas compañeras en los órganos de dirección, se les debe dar el tiempo adecuado para que aprendan sus nuevas taréas, así como la oportunidad de señalar los mecanismos que requieren ser cambiados. Ésto se facilita a través de comisiones, fracciones o reuniones no mixtas de mujeres, las que pueden ayudar a identificar tales aspectos y preparar informes para las instancias directivaos adecuadas. Estas últimas deben mantener informada a toda la organización respecto de sus actividades.

 

Conclusión

 

En síntesis, el objetivo del presente documento es reiniciar el debate sobre la acción afirmativa. En cierto sentido, aparece con diez años de retrazo; pero, como lo mostró la escuela europea de mujeres, aún no es demasiado tarde para concretizar logros organizativos y políticos a partir de un importante periodo de radicalización de la mujer, apoyado sobre la autorganización de las mujeres y promovido por la dirección.

El movimiento de la mujer no posée la expresión institucional característica de los sindicatos. Hemos tratado de crear estructuras y una comprensión al interior de nuestras secciones y en la Internacional de manera que la continuidad revolucionaria en torno a la problemática de la mujer no sea olvidada o abandonada. En algunos países, el movimiento de la mujer ha sufrido un reflujo; pero, si los logros del feminismo moderno se mantienen en nuestro programa a la vez que en nuestra práctica, no se habrán perdido sus lecciones, ni en cada uno de esos países ni a nivel internacional. Solamente trabajando a través de las propuestas de todas las secciones, seremos capaces de extraer un balance positivo de este asunto.

 

Tomando las medidas especiales que se han mencionado, con la idea de integrar al partido como un todo, no sólo se logrará combatir el filisteísmo entre los comunistas, sino también ganar y mantener más mujeres en nuestras filas.

 

Vale la pena insistir en el carácter positivo de la política desarrollada en años recientes por la CI. Se han implementado una serie de medidas importantes que sin embargo no son suficientes. El desafío sigue siendo obtener que este tipo de política se adopte de manera más completa en las secciones. Al tomar estas medidas especiales, dentro del marco de la unificación del partido como conjunto, no solo contrarrestaremos el filistinismo entre los comunistas, sino que ganaremos y retendremos más mujeres en nuestras filas. Esto es central para asegurar que los proyectos políticos de nuestras organizaciones sean proyectos colectivos de hombres y mujeres.