Hay tres posibles acercamientos al considerar
la importancia de la integración real de la mujer y de la lucha contra la discriminación
sexual en las organizaciones políticas, particularmente en las nuestras.
En segundo lugar, desde el punto de vista de
las mujeres, nuestra presencia y participación efectiva en las organizaciones
políticas son un aspecto fundamental en el desarrollo de poder identificarnos
como revolucionarias. Si partimos de la necesidad de incorporar miembros individuales,
en la práctica, y a largo plazo, esta identidad es extremadamente débil si no
hay un gran número de mujeres, ya que entonces sólo puede ser creada por el
discurso masculino. Por ello es que no hablamos de crear apéndices al proyecto
político revolucionario que les den a las mujeres más espacio, sino de una
construcción que también involucre a las mujeres y en que la lucha contra la
opresión basada en género sea más que un discurso programático, sino la
transformación de la práctica diaria en el campo del género con el desarrollo
de los elementos políticos necesarios para transformar la sociedad.
En semejante perspectiva, la mera presencia de
las mujeres, tanto en fuerza númerica como en peso político, es esencial
porque, junto con el desarrollo del movimiento de las mujeres, es la única
garantía de que sus exigencias y necesidades estarán presentes con las
dimensión radical necesaria para un proceso revolucionario. La experiencia de
las revoluciones en varios países lo demuestra claramente. Por más liberados
del patriarcado que estén nuestros camaradas, cualquier organización o proyecto
político de organización social en que las mujeres no estén representadas de
forma igual reproduce las formas de dominación de las mujeres y su exclusión de
la vida pública.
Finalmente, desde el punto de vista del
proyecto socialista completo que queremos desarrollar, no podemos hablar del
socialismo sólo en términos masculinos, donde las mujeres se quedan en el mismo
tipo de roles y de división social, en que mantienen una personalidad dividida
y son víctimas potenciales y diarias del poder y la violencia de los hombres.
También debemos responder a la situación actual
en el movimiento de los trabajadores y en la sociedad. Hay una presión
organizada, una presión de las mujeres, no sólo para la integración de sus
exigencias y del feminismo, sino para un incremento númerico de éstas en las
organizaciones políticas y laborales. Esto proviene de la presión que ejerce el
movimiento organizado de las mujeres y de los cambios objetivos que han tomado
lugar en la situación social de las mujeres durante las pasadas décadas: al
nivel de la educación, su integración en el mercado laboral, la extensión de
métodos contraceptivos y algunas alteraciones a la estructura de la familia.
La burguesía en varias regiones –en
Latinoamérica, Europa y probablemente en otras partes del mundo- ha sido un
tanto flexible y rápida en su respuesta a las presiones creadas por esta nueva
situación. Ha tratado de ampliar la base de su dominio adoptando algunos
aspectos del discurso feminista y hasta asignándole a las mujeres algunos
espacios clave. A pesar de las limitaciones de dichas políticas, se han hecho
más exitosas gracias a la debilidad de nuestra respuesta. Esto se vuelve
particularmente evidente cuando, como en la mayoría de los casos, nos limitamos
a la adopción de un discurso que defiende los derechos de la mujer sin cambiar
nuestra práctica política o sin aumentar la presencia efectiva de las mujeres
en las esferas de poder de nuestras propias organizaciones.
Los partidos socialdemócratas han progresado en
el sentido de que han establecido cuotas de mujeres en sus listas electorales o
en sus cuerpos directivos. Por lo general, es cierto que estas medidas no han
estado acompañadas de exigencias radicales de las transformaciones sociales
necesarias para ponerle fin a la opresión de la mujer. Pero, no es menos cierto
que han sido más retantes en sus propuestas para aumentar la cantidad de
mujeres que la mayoría de los partidos revolucionarios y que nuestras propias
secciones.
Haremos el intento de explicar brevemente las
dificultades que enfrentan las mujeres en su participación política y los
obstáculos que surgen de ello.
En las organizaciones políticas, hay una
dinámica general de exclusión de las mujeres. La dinámica “natural” no es la
presencia o participación de las mujeres, sino más bien la reproducción de la
dinámica social de discriminación y exclusión de las mujeres de los espacios
públicos.
Primeramente, podemos decir que la división entre
lo público y lo privado continúa en nuestras organizaciones políticas y en
nuestra propia visión política. El rol social que se le atribuye a las mujeres
–primordialmente dentro de la familia y en la reproducción privada- les impide
el poder desarrollar una participación social y política de igual a igual. Esto
también es un elemento central en la construcción de nuestra personalidad: la
forma en que vemos las posibilidades –o la carencia de éstas- de entrar en la vida pública. La
participación de las mujeres en la vida política exige una ruptura con su
educación y socialización, ruptura que las faculte a moverse a un espacio que
por lo general no se les asigna. Esta división, llevada al nivel de un partido,
implica que los camaradas tienen grandes dificultades para relacionarse con las
mujeres como seres políticos, y reproducen la manera en que dividen entre lo
público y lo privado en sus relaciones dentro del partido. Por esta razón,
aceptamos un comportamiento esquizofrénico en que no hay coherencia entre la
vida pública y la privada. Esta es una fuente de tensiones permanentes entre
hombres y mujeres en sus relaciones dentro de una organización política.
El segundo asunto está relacionado con la
división sexual del trabajo. Es obvio que la parte más clara de esta división
es la asignación del trabajo doméstico a las mujeres, de la responsabilidad de
la familia y el hogar. Aunque ha habido algún progreso en algunos países, el
peso de las tareas y responsabilidades domésticas todavía cae sobre la mujer.
Para una gran parte de los activistas, esta ideología burguesa que forma las
estructuras familiares permanece prácticamente intacta, esencialmente debido a
los privilegios y las facilidades que les ofrece a los hombres en sus
relaciones políticas. Este aspecto de la división sexual del trabajo no sólo
priva a las mujeres de tiempo para la actividad política, sino que absorbe gran
parte de nuestra energía personal, política e intelectual.
Dentro de los partidos, este tipo de división
se reproduce de distintas maneras. Las mujeres hacen el trabajo servil, y los
hombres el político. Dentro de las organizaciones políticas, reproducimos los
mismos mecanismos de depreciación (desprecio) del trabajo de las mujeres que en
el mercado laboral. Es como el revés del relato del rey Midas: cualquier cosa
que tocamos es devaluada. El mejor ejemplo es la diferencia en el valor que se
le da al trabajo organizacional hecho por hombres o mujeres.
El tercer punto se relaciona con la
continuación del poder patriarcal establecido dentro de los partidos. Este
poder patriarcal, el poder de hombres sobre mujeres, se manifiesta con la
permanencia de un autoritarismo inmenso de los hombres: el discurso de la mujer
es devaluado y debe ser respaldado por un hombre; en algunos casos, los líderes
utilizan su posición para obtener privilegios sexuales y emocionales de las
mujeres.
Estos son algunos de los elementos que crean
esta dinámica de exclusión de las mujeres de las organizaciones políticas.
Porqué es necesaria
hoy esta discusión en la Cuarta Internacional
La mayoría de las camaradas coinciden en que se
unieron a partidos revolucionarios para hacer una revolución que fuera
socialista y feminista a la vez. Por ello es que queremos construir partidos
que sean socialistas y feministas, y que hemos puesto esta discusión en la
agenda como parte de la discusión de la construcción de la Cuarta
Internacional. Una combinación de factores internos y externos, positivos y
negativos, hace necesario que se regrese a esta discusión:
(a) La Internacional en su totalidad no
consolidó, a nivel organizativo y político, los logros alcanzados en el debate
sobre la liberación de las mujeres del Congreso Mundial de l979. Ha habido un
deterioro general en el nivel político del debate y la educación en las secciones,
y un proceso de despolitización, particularmente en la cuestión de la
liberación de la mujer. El debate sobre las medidas especiales no se completó y
llegó a algunas conclusiones erróneas.
(b) Las secciones fueron incapaces de analizar
con rapidez el carácter cambiante de la fuerza laboral y los efectos que esto tuvo
sobre la recomposición política del movimiento obrero. Aunque fuimos capaces de
establecer que durante la crisis económica actual las mujeres no serían
hechadas de la fuerza de trabajo, tendimos a subestimar el significado de la
ofensiva ideológica de la clase dominante con relación a la familia, la
reproducción, la sexualidad y el racismo. De esa manera, no estuvimos
preparados para su efecto sobre el movimiento obrero.
(c) En Estados Unidos y en varios países de
Europa occidental, la actividad de masas del movimiento independiente de la
mujer ha decaído o se ha movido hacia la derecha bajo el impacto de la crisis
económica. Con mucha frecuencia, nuestras secciones han reaccionado ante estos
hechos restando importancia al trabajo por la liberación de la mujer. Pero,
cuando las uniones están a la defensiva, las organizaciones revolucionarias no
concluyen que es imposible reclutar trabajadores. Además, aun cuando hay un
descenso en el movimiento de las mujeres o cuando la corriente feminista está
debilitada, esto no es excusa para colocar en el armario nuestras metas
feministas.
(d) En algunos países del tercer mundo, se ha
llevado a cabo un proceso masivo de organización de las mujeres alrededor de
las exigencias de la lucha general. Cuando las mujeres de los sectores
populares comenzaron a movilizarse, simultáneamente varias de nuestras
secciones comenzaron a hacer un trabajo más amplio tanto en uniones como en
otros sectores de masas que se estaban movilizando, entre éstos, las mujeres.
No obstante, esto implicaba una presión enorme sobre las camaradas que hacían
trabajo en grupos estrictamente feministas para que los dejaran porque no eran
organizaciones “de masas”. Afrontadas con esa presión, muchas camaradas
abandonaron su trabajo en esos sectores o se fueron de las secciones. De esta
forma, perdimos mujeres que eran cuadros y luego nos vimos sin participación o
muchas veces sin legitimidad en los sectores feministas de los movimientos de
las mujeres cuando empezaban a acercarse a los movimientos de masas, así como
tuvimos un gran retroceso en nuestro nivel de discusión sobre el feminismo
tanto dentro como fuera de nuestras organizaciones.
En esos casos en que, al orientarnos a los movimientos
masivos de mujeres, el feminismo quedó en un segundo plano, las medidas de
acción afirmativa también se debilitaron y se deterioró la situación de las
militantes en el partido. Hay, además, una inestabilidad orgánica en nuestras
organizaciones: secciones han aparecido y desaparecido desde 1979.
(e) En términos generales, las secciones no
previeron estos tipos de problemas o pensaron en cómo ayudar a las camaradas a
enfrentarlos. No estábamos conscientes de cuánto las mujeres se desarrollaban
desde sus experiencias directas como participantes y líderes del movimiento de
las mujeres y, por ende, no tomamos medidas conscientes para transmitirles esas
lecciones y destrezas a las mujeres miembros más jóvenes, especialmente cuando
no pudieron obtener esta experiencia por sí mismas.
(f) En Europa Occidental, hemos visto el
desarrollo de mujeres jóvenes como dirigentes políticas en organizaciones
juveniles. Esto muestra que la acción afirmativa puede tener un impacto que
cambie al partido revolucionario también. Hay dos factores que explican la
capacidad de las organizaciones revolucionarias juveniles para integrar a las
mujeres en las estructuras de liderato. El más importante es que los grupos
juveniles están preocupados constantemente por la renovación de sus
direcciones. La búsqueda de líderes nuevos hace que se enfatice en el
desarrollo consciente de liderazgo, lo que sirve de escenario para que las
jóvenes se consideren dirigentes potenciales y reciban la formación necesaria.
En segundo lugar, la consciencia de la juventud ha sido influenciada por el
feminismo y no necesita tanto arrimarse a las viejas costumbres. Las jóvenes
insisten más en el cambio; los jóvenes están al menos un poco más dispuestos a
aceptarlo.
(g) En los países tercermundistas, la juventud
constituye una proporción considerablemente mayor de la población que en los
países industrializados. Aunque la gran mayoría de las jóvenes no ha sido
directamente influenciada por el feminismo, ha sido criada en un periodo de
crisis económica y política que le ha presentado de manera objetiva una
situación en que las mujeres están más presentes en la vida pública que las
generaciones anteriores. No obstante, las mujeres siguen siendo sometidas a las
formas de opresión más brutales. A la vez, una gran cantidad de niñas y
adolescentes sigue teniendo niños, lo que significa que su integración social y
política toma lugar de formas muy semejantes a la de los adultos, contrario a
lo que les ocurre a las jóvenes en los países desarrollados. Esta es una de las
razones por las cuales ni los movimientos ni las organizaciones juveniles en
solidaridad con la Cuarta Internacional se han desarrollado. El desarrollo de
las jóvenes como dirigentes revolucionarias ocurre generalmente en el marco de
las organizaciones adultas, lo que implica contradicciones específicas en su
participación y la necesidad de prestarle mayor atención a su desarrollo.
Además, la mayoría de la juventud está más
libre de responsabilidades de lo que jamás estarán. Esto es particularmente
cierto para las mujeres. Por consiguiente, las destrezas y actitudes adquiridas
durante este periodo de cambios rápidos será importante en los años venideros.
Si las mujeres logran tener confianza política como líderes en la organización
juvenil, ello puede proveer un marco esencial para avanzar en el partido
revolucionario.
(h) Como resultado de los debates sobre la
falta de integración total y/o pérdida de miembros mujeres, muchas secciones
han decidido adoptar algún tipo de plan de acción afirmativa. Estos planes
varían de acuerdo con cada situación nacional. Algunos ejemplos son: la
invitación de las comisiones de mujeres a las reuniones del CC; la formación de
fracciones de mujeres a nivel nacional; la ejecución de escuelas especiales de
formación sobre la opresión de la mujer; el establecimiento de varias metas dirigidas
a incrementar la participación de las mujeres en las instancias de dirección; y
la realización de reuniones especiales en las que las mujeres puedan discutir y
vigilar la ejecución del plan de acción afirmativa.
Los esfuerzos que se han hecho en los últimos
años, en algunas secciones, por cambiar esta situación, fijando metas o cuotas
porcentuales de mujeres en las direcciones (particularmente en las nacionales)
han mostrado que:
1. Es posible, en la mayoría de las secciones,
elevar considerablemente el número de mujeres en las instancias de dirección:
existen mujeres capaces de asumir estas tareas y si antes no se les asignaban
era por los obstáculos que existían;
2. en las mismas instancias a las que se
incorporan más mujeres que antes como resultado de este mecanismo, en la medida
en que se acompaña de una discusión, entre ellas, de los problemas que
enfrentan como militantes y se mantiene el trabajo de construcción del
movimiento hacia afuera, puede haber un fortalecimiento de sus condiciones para
militar. Se pueden tomar más en cuenta las necesidades de entrenamiento de las
mujeres; las discusiones internas sobre violencia sexista adquieren otro tono y
otra correlación de fuerzas; se legitiman sus necesidades como propias de la
instancia de dirección (no personales) en relación a los horarios de reunión y
formas de discusión; se puede discutir con mayor ahinco y precisión nuestra
política hacia el exterior con respecto a las mujeres, etc. En resumen, se
crean las condiciones para establecer una correlación de fuerzas diferente
entre hombres y mujeres, que sienta las bases para cambiar la situación
desfavorable para las mujeres y, por lo tanto, para facilitar el desarrollo de
la organización en su conjunto.
Aun donde las mujeres son mayoría en los
órganos de dirección, no tienen el mismo poder que los hombres. Carecen, por
ejemplo, de las conecciones informales o de la autoridad política de la que
gozan los hombres que tienen muchos años de participación en la organización.
Los hombres determinan incluso el ritmo de las reuniones y definen la orden del
día. Así, hasta cuando el número de mujeres en los órganos directivos es
grande, éstas sufren con frecuencia cargas excesivas de trabajo y se sienten
ineficaces. Observan, además, que disfrutan de menos apoyo en la organización
que los compañeros. Evidentemente, la acción afirmativa no resuelve todos los
problemas; en ocasiones, sin embargo, sirve para descubrir otros.
En la mayoría de los países del tercer mundo en
los que tenemos secciones, las militantes enfrentan diversos tipos de problemas
en su trabajo político: los partidos prefieren que sean hombres los que se
encarguen de la relación con otros partidos a causa de las tradiciones misógenas.
A veces se basan en esto para justificar la exclusión de mujeres de las
instancias de dirección, así como en la falta de aceptación de la mujer en las
esferas públicas, o las dificultades que encuentran las mujeres para cumplir
tareas políticas porque en ocasiones es peligroso o ilegal que viajen o salgan
durante la noche. Donde los grupos actúan en la clandestinidad, donde la
cultura limita la vida de las mujeres de manera extraordinaria o el movimiento
feminista es débil o inexistente, como en muchos países del tercer mundo, las
dificultades para las militantes son mayores. Las dificultades para
relcutar mujeres en esos países son, asimismo, mayores.
Frecuentemente, los problemas generales del
funcionamiento de la dirección partidaria se expresan de manera más aguda entre
las capas oprimidas especificamente: las mujeres, los jovenes, los trabajadores
inmigrantes, etc. Esto muestra un proceso de selección de direcciones viciado,
así como una deficiente búsqueda de formas para ayudar a quienes enfrentan obstáculos
sociales específicos para su desarrollo político. La discusíon y colaboración
informal para preparar reuniones y tomar decisiones son aspectos importantes
del trabajo colectivo del cual las mujeres están usualmente excluídas. Las
discusiones con las camradas por lo general son sobre temas que no son las
discusiones políticas o las decisiones a tomarse. Aún cuando las propuestas a
ser sometidas afectan las responsabilidades o tareas de alguna camarada no es
un reflejo automático de los camaradas varones consultar con ella.
Dada la escacez de recursos y de tiempo, las
secciones simplemente reproducen la división sexual del trabajo de la sociedad.
Los criterios de selección de la dirección padecen frecuentemente de prejuicios
contra la promoción de mujeres, ya que se componen de una serie de
presuposiciones basadas en un modelo “masculino”, que aún no ha sido analizado.
Por ejemplo, al proponer a compañeras para realizar tareas, a veces entran en
la discusión las limitantes que puedan tener por ser madres. En la misma
discusión, al proponer a un hombre para esa tarea, no se toma en cuenta si
tiene hijos o no y si esto podría limitar sus posibilidades de llevarla acabo.
Subyace aquí la aceptación tácita de que recae sobre la camarada el cuidado de
los hijos, mientras que sobre el camarada no. Además es común que se pongan
criterios de evaluación más rígidos para las mujeres, no solamente en términos
de sus capacidades políticas sino en algunos casos inclusive de su
comportamiento personal.”
Estos obstáculos significan que la selección de
direcciones tiende a eliminar a las mujeres de estas responsabilidades de
manera creciente conforme se hace más general la instancia de dirección: hay
menos mujeres en las direcciones locales que en la base; menos en las
direcciones regionales que en las locales; menos en las nacionales que en las
regionales, y menos en las internacionales que en las nacionales.
Dado el ambiente de competencia existente a
nivel de los órganos de dirección y cierta falta de confianza de las mujeres en
sí mismas, las camaradas que lograron mantenerse en esos órganos terminaron
frecuentemente ocupadas en tareas “secundarias” y relegándose a buscar consejos
de algún hombre con más conocimientos o experiencia, o refugiándose en los
aspectos técnicos de su función.
Debates políticos orientados al incremento de
la consciencia sobre la cuestión de la mujer fueron a menudo utilizados con
otros fines, de modo que las mujeres se vieron forzadas a discutir sus
preocupaciones dentro del estrecho marco de fracciones por falta de poder o
experiencia para cambiar el clima general de la organización.
Hemos perpetuado estilos de debate que no crean
un foro donde realmente podamos discutir para encontrar una salida hacia
adelante, sino que involucran formas de terrorismo psicológico con el objetivo
de aplastar al contrincante. Las luchas fraccionales han tenido con frecuencia
el efecto de desmoralizar a las mujeres orillándolas a salirse de las
direcciones o de alentarlas a adoptar normas negativas de comportamiento para
“probarse” iguales a los hombres. Tal atmósfera de intimidación es también
insoportable para muchos hombres; pero, a diferencia de la mayoría de las
mujeres, tratan de evadir dichos problemas ajustándose a los mecanismos de
competencia y acomodándose a los modelos masculinos de dirección.
De esta manera, queda claro que un problema
central es la carencia de un funcionamiento colectivo, la cual refuerza la
división sexual del trabajo y las divisiones entre jóvenes y adultos, obreros e
intelectuales. No siempre es posible que las mujeres confronten directamente
tales formas de funcionamiento, ya que se requiere de mucha experiencia de
dirección para hacerlo con éxito.
Como se aclaró en el documento del Congreso
Mundial de 1979, debemos enfatizar que las mujeres enfrentan problemas
específicos a causa de sus responsabilidades cotidianas y el condicionamiento
social al que están sometidas. Hay que recordar, sin embargo, que las mujeres
entran al partido revolucionario proviniendo de diversos sectores sociales y
con diversos niveles educativos, a edades distintas y en diferentes momentos de
la lucha, lo cual hace que tengan niveles heterogéneos de experiencia,
conocimientos y con-fianza. Las mujeres no siempre manifestan la falta de
con-fianza en sí mismas a traves de la timidez; muchas veces puede ocurrir lo
contrario, de manera que las mujeres que estén en puestos de responsabilidad,
pueden volverse defensivamente agresivas.
Independientemente de cómo hayan actuado las
mujeres con sus respectivas estructuras de dirección, las estructuras actuales
ejercen indirectamente una discriminación contra ellas. Si no se adoptan planes
de acción afirmativa con seguimiento, este proceso continuará.
La consciencia desigual sobre la cuestión de la
mujer siempre ha constituido un problema para el movimiento marxista y ha
llevado a distintas sobre las cuestiones de la mujer y de la “moral
proletaria”. Cuestiones como la violencia sexual no han sido suficientemente
discutidas en nuestro movimiento; pero las experiencias positivas y negativas
de diversas secciones sientan las bases para que saquemos algunas conculusiones
acerca de patrones de comportamiento inaceptables hacia las compañeras.
Mucho de lo que aquí de plantea tiene
implicaciones generales para la construcción partidaria más allá de la
experiencia exclusiva de las mujeres. Consideramos
que un plan de acción afirmativa representa una ruptura con la concepción
espontaneista de la construcción del partido. No puede haber una política de
feminización sin proyecto bien desarrollado para la construcción de la
organización revolucionario en su conjunto. El debate sobre la acción
afirmariva puede usarse para fortalecer toda la organización, su aparato,
educación y funcionamiento colectivo.
Se pueden señalar algunas conclusiones sobre
este debate:
a) Las secciones deben estar alertas en espera
de nuevas formas de radicalización de las mujeres y de la evolución política de
los debates en el movimiento de la mujer.
b) Es necesario que las secciones enfaticen sus
metas feministas y socialistas más audazmente.
c) Las mujeres en las secciones deben llevar
adelante una lucha colectiva, con el apoyo del conjunto de la organi-zación,
para transformar la forma en que la división sexual del trabajo se manifiesta
al interior del partido.
d) Es indispensable comprender cómo se
manifiesta la división social del trabajo para construir direcciones colectivas
en los partidos revolucionarios. La única manera de lograr ésto es aplicando un
programa de acción afirmativa que sea vigilado. El desarrollo de una dirección
colectiva no se realizará espontaneamente, sino implementando una serie de
propuestas bien pensadas.
Esta sección bosqueja algunos aspectos específicos
de la participación de las mujeres en partidos revolucionarios en el pasado:
Bajo el capitalismo el ascenso de la lucha de
clases condujo a la auto-activación de la mujeres y su vinculación en
movimientos radicales y socialistas. Los
fundadores del marxismo contribuyeron con ciertas bases a un entendimiento
materialista de la opresión de las mujeres. Sin embargo, los puntos de vista
marxistas respecto de la autorganización de las mujeres han evolucionado de
acuerdo con el grado de presión ejercido por la masa de mujeres, tanto dentro
del partido como en la sociedad en su conjunto.
A principios de siglo, los revolucionarios se
oponían comúnmente a la organización autónoma de las mujeres, replicando que
las mujeres necesitaban organizarse como comunistas. Pero, para evadir las
leyes represivas de Bismark, las socialistas alemanas se organizaron por
separado de los hombres, con lo que se desarrolló un movimiento político
exitoso. Cuando dichas leyes cambiaron, se mantuvieron ciertas formas
específicas de actividad (por ejemplo, la celebración del día internacional de
la mujer trabajadora y la publicación de una revista de mujeres).
Durante los debates sobre el frente único y el
trabajo en los países coloniales, Lenin y Zetkin, así como otras y otros dirigentes
de
En la actualidad estamos involucradas(os) en la
organización de las mujeres en torno de sus propias necesidades (económicas,
sociales e ideológicas), lo que implica construir un movimiento de mujeres con
una perspectiva revolucionaria. Priorizamos campañas que involucren masas de
mujeres en acción y que muestren la necesidad de constituir alianzas con otros
movimientos sociales, sobre todo obreros, profundizando las relaciones entre
los movimientos de mujeres y los sindicatos. Asímismo intentamos atraer mujeres
al partido revolucionario.
Las mujeres se destacaron en en varios partidos
revolucionarios. Se trataba principalmente de intelectuales cuyas vidas eran
muy poco convencionales; los ejemplos más conocidos son los de Alexandra
Kolontai y Rosa Luxemburgo. Sus biografías muestran cómo las vidas de las
mujeres revolucionarias se encontraban llenas de dilemas personales. Estaban más
obligadas que los hombres revolucionarios de su época a romper con la moralidad
establecida y los roles de la vida familiar. Queda muy claro que un elemento
fundamental para su supervivencia como militantes políticas fue la red de apoyo
y amistad femenina que crearon.
El feminismo moderno ha comenzado a desenterrar
información acerca del papel de las mujeres obreras en los primeros movimientos
socialistas y obreros (en el socialismo utópico, el movimiento sufragista y
Las mujeres y la
Cuarta Internacional
Nuestra información sobre la historia temprana
de de la CI desde este punto de vista es muy limitada, pero nuestra impresión
inicial es que el reflujo de los 1950s incluyó una baja conciencia del
feminista. Sin embargo, algunos artículos en la prensa de la CI indican que
existía cierto nivel de comprensión de la naturaleza de la opresión de la
mujer, pero había poca discusión sobre el tema. Tradicionalmente, las mujeres habían sido “ayudantes” que se
ocupaban de las pequeñas tareas organizativas que mantenían en marcha a las
secciones de
El auge de la segunda ola del feminismo tuvo un
gran efecto en
A mediados de los setenta, las secciones
estaban inmersas en las campañas feministas. La prensa de
Hoy tenemos que revisar algunas conclusiones de
la discusión. Estuvo dominada por una visión idealista e inadecuada sobre la
asimilación de nuestro programa. No fuimos capaces de consolidar como
organización lo que entendimos políticamente porque el documento tenía una
concepción idealista de cómo pueden desafiarse las actitudes sexistas y
heterosexistas de los varones y fallaba en analizar como éstas se reproducen en
diferentes generaciones, incluso entre revolucionarios.
Esto aplica
a todos los temas relacionados con la familia y la sexualidad—no sólo la
posición de la mujer, sino todo lo que desafía el modelo heterosexual y los
prejuicios religiosos—no el derecho individual a la religión y la fe, sino las
tradiciones conservadores relacionadas con la mujer.
La otra debilidad del documento era proponer el objetivo de la completa igualdad política, social y legal de la mujer como si ésta se puediera alcanzar a través de la espontánea y gradual extensión de los derechos de los hombres. La idea no tomaba en cuenta la dinámica de la exclusión de la las mujeres de los epacios públicos y de los privilegios de los hombres.
El grado de organización de las mujeres al
interior de la Cuarta Internacional fue frenado por los efectos del giro, en
aquellas secciones que lo hicieron, o por el planteamiento irreflexivo o
esquemático de ser “un partido útil” con influencia de masas, en otras, aunque
las mujeres hayan participado en ambos procesos. Los efectos del giro a la
industria, combinados con el declive del movimiento de mujeres, llevaron a una
pérdida de cuadros mujeres, especialmente de aquellas reclutadas a principios
de los años 70. El reclutamiento de mujeres decayó y las organizaciones vieron
el trabajo de las camaradas en el movimiento de liberación de la mujer como
menos central, lo cual condujo al la marginalización del feminismo en muchas
secciones.
Las camaradas que hicieron el giro a industrias
de composición predominantemente masculina enfrentaron con frecuencia problemas
de hostigamiento sexual y de aislamiento de otras trabajadoras. Se despreciaron
las experiencias de las que se mantuvieron en sindicatos del sector público o
con ocupaciones “femeniles”. En general, las secciones no previeron estos
problemas ni pensaron cómo ayudar a las compañeras a enfrentarlos. También
perdieron prestigio las camaradas que habían dirigido algún movimiento masivo
de mujeres pero que ya no tenían tanto respaldo para su participación. A menos
de que aprendieran a funcionar en otro medio, se les vió como menos valiosas y
se les marginó.
Un error crucial fue la disolución de la
comisión internacional de la mujer, sobre todo dado el pequeño número de
mujeres en la dirección internacional. Entre 1979 y 1985, no hubo reflexión
colectiva acerca de problemas como los planteados por el movimiento de la mujer
en Europa occidental o el del surgimiento de nuevas oportunidades en el mundo
semicolonial dada la autorganización creciente de la mujer.
Cuando nuestras camaradas señalaban en varios
países la discriminación sufrida por las mujeres en la vida social y política,
se encontraron en una situación difícil, ya que encontraron la misma
problemática al interior de su propio partido. Si hemos de construir partidos
igualitarios y revolucionarios, debemos superar esta contradicción y lograr la
participación completa de la mujer en nuestro funcionamiento interno y nuestras
actividades públicas.
Con la exigencia de informes formales en las
reunio-nes de comités (burós) políticos européos y latinoamericanos se logró
que se presentaran informes en el CEI de 1986 sobre la situación de la mujer en
Europa y América Latina y una resolución autocrítica acerca del lugar de la
mujer en
En el debate de 1986 se reanimó el principio de
la acción afirmativa. Se establecieron estructuras tanto internacionales como
européas para coordinar el trabajo de la mujer. También se acordaron mecanismos
para promover el análisis político y la coordinación de las secciones
latinoamericanas. Sin embargo no hay continuidad entre el trabajo y la
elaboración teórica de la década pasada y lo que estamos tratando de emprender
ahora. El movimiento de la mujer ha cambiado dramaticamente; en la actualidad
está muy vivo en países donde no existía hace diez años y viceversa. Una
pregunta que debemos plantearnos es qué tipo de acción afirmativa se adecúa a
la situación actual.
El objetivo de una organización revolucionaria
es organizar al conjunto de la clase obrera en alianza con las masas oprimidas
para la toma del poder estatal y la eliminación de todas las relaciones
sociales de explotación y opresión. Ésto cons-tituye la meta estratégica que
fundamenta la unidad de acción de los miembros de tales partidos. La condición
necesaria para empezar a alcanzar estas metas es que la clase obrera se
involucre activamente en las organizaciones revolucionarias, ya que constituye
la fuerza decisiva para el cambio revolucionario. Así, se debe promover la
hegemonía de la clase obrera en el partido.
La comprensión de ésto debe acompañarse de una
apreciación del carácter cambiante del proletariado moderno. Nuevas capas
sociales están pasando a formar parte del proletariado tanto en el mundo
semicolonial como en Europa occidental. Por lo regular, se trata de grupos que sufren
una opresión específica, incluyendo negros, mujeres, minorías nacionales
oprimidas a quienes el movimiento laboral pasa por alto a menudo. Si los
partidos revolucionarios no toman en cuenta las diferencias de color, sexo,
nacionalidad, casta, posición social o clase, terminarán reforzando la
desigualdad dentro de sus filas, lo cual equivaldría a tratar de luchar contra
la desigualdad sin liberar la energía necesaria para realizar la tarea.
La acción afirmativa para las mujeres no se
contrapone a tomar medidas especiales dirigidas a otras capas que sufren algún
tipo específico de opresión. De hecho, a menudo las mujeres también pertenecen
a otros grupos oprimidos. Por lo tanto, muchas de las reformas que ellas desean
pueden permitir a otros sectores oprimidos cumplir un papel más importante
dentro del partido.
La acción afirmativa significa dar pasos
efectivos; quitar los obstáculos a la participación de la mujer en la vida
política del partido; reconocer la discriminación enfrentada por la mujer en la
sociedad actual; tomar en cuenta las diferencias sociales entre las mujeres y
reconocer la opresión que sufren en tanto que sexo. La acción afirmativa es más
eficaz si se sitúa dentro de un plan global que tome en cuenta las necesidades
y posibilidades de la organización, así como sus proyectos a corto y mediano
plazo; requiere de una visión consciente y autocrítica de la historia de las
organizaciones revolucionarias, rechazando la concepción de que estos problemas
puedan “ser resueltos de manera natural”. La medidas de acción afirmartiva son
“artificiales” porque deseamos combatir una tendencia “natural”.
El modo de funcionamiento, la naturaleza de la dirección y el estilo de trabajo se dan en el terreno de lo “masculino”. El privilegio del desarrollo individual se contrapone al trabajo colectivo. Lo que prevalece es que se da un valor marcadamente mayor al desarrollo individual, a la iniciativa personal y a la competencia en detrimento del trabajo colectivo.
Si queremos construir un equipo colectivo de dirección
capaz de incorporar las habilidades, la perspicacia y las experiencias de las
cuadros mujeres, debemos encontrar maneras de superar esta división nefasta. En
dicho proceso necesitamos examinar nuestros símbolos revolucionarios y métodos
de funcionamiento. (Para empezar, la imagen del obrero industrial,
revolucionario o de los héroes guerrilleros revolucionarios tienen el sello
“masculino”.) No sólo las aptitudes se encuentran separadas por género;
aquellas que se sitúan en el ámbito femenino son subestimadas y desvalorizadas,
en las secciones tanto como en el mercado de trabajo.
Para desarrollar los criterios de selección de
la dirección, es esencial identificar la variedad de aptitudes directivas
requeridas para el crecimiento de la organización, y no sólo las típicamente
“masculinas”. La verdad es que el hincapié que se hace acerca de la iniciativa
individual y la competencia ha generado, con demasiada frecuencia, un campo de
batalla de fuerzas contrarias, en lugar de una organización coherente en la
cual los debates y las diferencias sean resueltos en un ambiente de verdadero
respeto. Tanto la capacidad para teorizar de manera abstracta, como la de
trabajar en equipo deben incluirse en los criterios de dirección. Esto debe
integrarse en el espectro político del partido revolucionario; ser aprendido
por todos, y ser renovado junto con los órganos de dirección.
Un problema adicional son los criterios de
evaluación política distintos, no sólo en la distribución de las tareas como en
cuanto a los individuos. Esto es
impactante en el caso de posiciones que se consideran importantes cuando se
toma en cuenta si las mujeres tienen hijos, la forman que viven su sexualidad y
otras consideraciones que tienen un peso distinto cuando aplican a hombres o a
mujeres. Conviene mencionar que esto prejuicios también aplican a la
homosexualidad sea masculina o femenina.
Así es vital que toda la organización
desarrolle un compromiso con desafiar la reproducción de la división sexual del
trabajo. No es posible dejar esta tarea a individuos o las mujeres
solamente—pero las mujeres serán un factor importante para que logremos nuestro
objetivo. Es necesario que todo el peso de la organización presione contra la
rutina y la inercia de la división sexual del trabajo.
Además, los símbolos usados por las
organizaciones políticas son símbolos de poder masculino. No solo en términos
del lenguaje sino de las agresividad, y de todo lo que se desarrolla en la
representación de la política. Es muy frecuente encontrar una atmósfera
extremadamente intimidante en debates y discusiones no solo en la forma que se
desarrollan sino también en el intimidante alto número de hombres que siempre
ponen a las mujeres en una situación de fuerza muy desigual. Esto es aún más
cierto cuando no tenemos formas de resistir la discriminación sea en teminos de
creches, cuestiones vinculadas a la maternidad, el horario de las reuniones, y
todos los otros temas que dificultan la participación política de las mujeres
dependiendo de su situación social.
Sabemos bien que hay límites: las
organizaciones no pueden eliminar las diferencias sociales que existen en la
sociedad y esto es más difícil cuanto más pequeña se a la organización. Pero
esto no puede ser excusa para no intentar encontrar formas alternas de
facilitar la participación política de las mujeres.
Podemos decir que el medio político sigue
marcado por una atmósfera, comportamientos y formas de relación que ejerce una
violencia diaria sobre las mujeres. Se con en el uso del lenguaje, la
condescendencia ofensiva, las manipulaciones, la violencia psicológica, el
miedo se impone por ciertas de funcionamiento o debate, incluyendo la violencia
física y sexual que no está ausente en las organizaciones revolucionarias. Y
aquí, en general encontramos el desarrollo de un tipo de solidaridad patriarcal
y sexista entre los hombres que hace aún más difícil la lucha contra esta
violencia.
Otro problema es la subestimación del trabajo feminista. La debilidad de nuestra intervención en el movimiento impone grandes limitaciones a la feminización de nuestras organizaciones. La presión del movimiento es fundamental para alterar las relaciones de fuerza en favor de las mujeres. Pero la debilidas o retrocesos del movimiento no pueden ser una excusas para que no participemos en él y menos aún para no desarrollar políticas efectivas para combatir la discriminación en las organicaciones políticas. Nuestras organizaciones no pueden ser tan vulnerables que cambien su actitud hacia el trabajo feminista de acuerdo a lo que ocurre en el movimiento. Este tipo de cambio tiene sin embargo un impacto en la militancia de las mujeres y su decisión de hacer o no hacer trabajo feminista, pues esta aréa de trabajo político tiene poco status. Es evidente que nuestro activismo militante se valora a base de otros elementos y no del trabajo feminista.
Además, nuestros partidos dominados por varones producen análisis polítcos que constantemente olvidan el análisis de género. Podemos producir análisis de la coyuntura como si las mujeres no existieran; discutimos los procesos revolucionarios sin las mujeres; hacemos analísis político general de una sociedad dada como si las mujeres no existieran… Y encima de todo esto, el trabajo de la mujer se le sigue tratando como si solo fuera responsabilidad de las mujeres y no de todo el partido, incluyendo sus cuerpos de dirección. Aquí también podemos ver una dinámica de neutralización y división de las mujeres que mina nuestro desarrollo como militantes.
La consecuencia de esta dinámica de exlcusión
es que las mujeres quedan la margen del proyecto político general. Y nos
sentimos al margen porque realmente los estamos. No debido a un problema
psicológico específico de las mujeres, sino fundamentalmente porque paga un muy
alto precio personal al tratar de reafirmar nuestra indentidad política
revolucionaria cada día cuando ésta no existe dentro de nuestras
organizaciones. Esto lleva a una pérdida de militantes mujeres, que toman mucho
más tiempo en ser remplazadas. Y esto debilita nuestra intervención.
Parte de esta discusión es mirar a la imagen que nuestras secciones proyectan. Queremos asegurar que nuestras secciones son atractivas a las mujeres y proveen un ambiente adecuado para la capacitación y desarrollo de militantes mujeres. Podemos hacer esto tomando en cuenta nuestra imagen pública:
Necesitamos mostrar con claridad nuestra
voluntad de ganar mujeres a nuestro proyecto. Esto implica la utiliza-ción de
símbolos y héroes que incorporen las experiencias revolucionarias de la mujer,
así como el ocuparse de temas de interés para las mujeres, los cuales pueden
tratar de los problemas de la vida cotidiana, política y orientación sexua-les,
la comunidad, los sindicatos o la problemática internacional. Ésto permitiría
el desarrollo de las compañeras como formadoras, propagandistas, escritoras,
candidatas y portavoces de las secciones; también implicaría relacionarse con
mujeres dirigentes de una variedad de movimientos sociales y publicar declaraciones
y entrevistas de éstas en la prensa partidaria cuando sea pertinente. Así, la
presencia de la mujer en el proceso revolucionario se ratifica en todos los
sentidos.
El partido debe experimentar estructuras que
puedan ayudar a atraer más a las mujeres hacia la organización. En este sentido
deben considerarse una variedad de métodos como el establecimiento de talleres
de lectura de mujeres, círculos de estudio diseñados especificamente para ellas
(los cuales podrán ser en ocasiones mixtos y en otras no) o círculos externos
de mujeres.
Las estructuras y métodos organizativos de
funcionamiento del partido deben ser revisados con el objetivo de crear una
atmósfera interna de apollo y colaboración para las mujeres. Más que nada,
significa crear un ambiente político en el que no se haga a los miembros
sentirse imbéciles, ni intimidados, ya sea
a causa de insinuaciones u hostigamientos sexuales o de actitudes
elitistas. Es indispensable desarrollar estilos de discusión no fraccionales, y
un ánimo camaraderil de trabajo en equipo. Un ambiente tal reforzaría la
confianza de las mujeres y permitiría el crecimiento de la organización.
Comprendemos también que el tamaño de la
organización implica problemas de distinta naturaleza dependiendo de su
desarrollo. Mientras más pequeñas sean las organizaciones, más difícil será
identificar los problemas que enfrentan las mujeres como problemas objetivos de
carácter social. El crecimiento del partido con un número más grande de mujeres
implica la necesidad de prestar especial atención a las dificultades de las
mujeres. Esto es, modificar nuestros métodos educativos, de funcionamiento y
lenguaje y también discutir sobre la importancia de organizar guarderías para
reuniones y eventos externos del partido. Independientemente de cuáles
soluciones colectivas parezcan apropiadas, es importante recordar que madres y
padres necesitan estar seguros de que su prole está siendo bien cuidada. Se
debe evitar hacer guarderías (al igual que reuniones) mal preparadas.”
El desarrollo de una política de acción
afirmativa significa el desarrollo de una política general y no de políticas
aisladas. Es una política general para luchar en contra de la dinámica
“natural” de la exclusión. En ese sentido, es obviamente artificial, ya que lo
“natural” significa la exclusión de las mujeres. Aquí podemos decir que la
primera condición yace en la alteración de la relación de poder. En
este sentido, necesitamos desarrollar no sólo una integración general
programática y política, sino una política consciente para cambiar nuestro
funcionamiento, para asegurar una política fundamental de integración de las
mujeres a la dirección y a las tareas directivas.
Nosotros, las mujeres y los hombres en los
partidos políticos, hemos sabido por mucho tiempo que los cambios reales no
ocurren si no se dan en las direcciones.
Además, es fundamental para el fortalecimiento
de las mujeres el que sean capaces de organizarse internamente de todas las
formas necesarias para los distintos objetivos de construir nuestra fuerza: en
términos numéricos, de las condiciones organizacionales y del desarrollo de la
solidaridad entre las mujeres. La implementación de sólo una medida, cualquiera
que sea, como solución al problema, tiene un efecto limitado.
No obstante, es importante dar algunas ideas
sobre posibles medidas a ser incluidas en dicha política:
Organizando nuestro trabajo feminista
i. Crear y/o fortalecer las comisiones de las
mujeres en las secciones.
ii. Fortalecer los organismos que existen para
organizar el trabajo de liberación de las mujeres en la Internacional, y
fomentar la organización general de las mujeres en la CI.
iii. Discutir regularmente el trabajo de
liberación de las mujeres en los cuerpos directivos y tomar responsabilidad
colectiva por cualquier problema que surja. Los desacuerdos y las diferencias
entre las mujeres saldrán a relucir, y esto debe verse como algo saludable. No
deben ser ocultados de la organización en su totalidad.
iv. Invitar a las miembros de las comisiones de
las mujeres a discusiones de la dirección si no son miembros del cuerpo en
cuestión.
Educación
i. Asignarle una alta prioridad a la educación,
al debate y al análisis de los asuntos de la liberación de las mujeres para todos
los miembros, y asegurarnos que algún entendimiento de estos asuntos sea
central a los criterios de reclutamiento.
ii. Organizar eventos educativos en que las
mujeres tomen un rol igual o mayoritario. Asegurarnos que los estilos
discursivos no sean tan tradicionales que desalienten la participación de las
mujeres y camaradas menos experimentados
iii. Las
reuniones de las escuelas de fracciones europeas han sido relativamente
exitosas, dado los pocos recursos que se le asignan a su construcción, porque sirven
para unir a camaradas que han tenido experiencia organizando por mucho tiempo y
a camaradas más jóvenes que hoy están dirigiendo las organizaciones juveniles.
El aspecto educativo de las reuniones de las fracciones latinoamericanas ha
sido importante en el desarrollo de un entendimiento común entre los camaradas
sobre un sinnúmero de cuestiones políticas y teóricas. Este tipo de iniciativa
debe continuar en estas dos regiones y ser extendido a otras mientras sea
posible.
v. El primer seminario internacional de las
mujeres de la CI fue exitoso. Debemos asegurarnos que el segundo también lo
sea.
Imagen y perfil del partido
i. Asegurarnos que la prensa tenga artículos de
y sobre las mujeres –y que cubra asuntos que atañen particularmente a las
mujeres. Los panfletos y demás publicaciones necesitan tener un perfil
feminista.
ii. Asegurarnos que tengamos campañas de
reclutamiento dirigidas a las mujeres.
Liderazgo
i. Asegurarnos que las mujeres sean visibles
como líderes de la organización.
ii. Fomentar el desarrollo de las jóvenes como
líderes políticas en las organizaciones y secciones juveniles.
iii. Tomarnos el tiempo para la formación de
las mujeres con relación a las responsabilidades en las direcciones nacionales
y de las ramas para que se sientan competentes en las tareas que ejercen.
iv. No sobrecargar un pequeño número de mujeres
con tantas tareas que llegan a “quemarse” y se ven forzadas a retirarse del
activismo.
v. Hacer que el conocimiento e interés sobre
los asuntos de las mujeres sean criterios para la participación en las
direcciones.
Comportamieno y funcionamiento general
i. Tener un código de práctica que prohíba
específicamente las formas de intimidación y violencia sexuales.
ii. Evitar el lenguaje y las bromas sexistas.
iii. Organizar reuniones que faciliten un
máximo de participación por medio de una preparación adecuada de los
procedimientos de dirección y turnos que aseguren el mismo derecho a todos los
participantes.
iv. Tomar en cuenta los problemas de los padres
con hijos a la hora de planificar eventos nacionales y locales.
v. Hay una necesidad de darle más valor al
desarrollo de un ambiente de convivencia en nuestra actividad política, por
ejemplo, tener actividades sociales
en eventos políticos.
Recordemos, antes de reiniciar el debate sobre
este punto, cuales son los parámetros de una organización revolucionaria. Es
imposible liberar a la mujer antes de abolir las relaciones de propiedad
privada, ya que éstas reproducen su subordinación en la sociedad. La
participación en una organización revolucionaria está determinada por la
comprensión de esto. Así, ninguna forma organizativa puede eliminar la opresión
de la mujer antes de la revolución.
Muchos camaradas usan esta limitación objetiva para argunentar que “no se puede hacer mucho, las mujeres no pueden liberarse sin cambiar las estructuras sociales y hacer la revolución”. Debemos rechazar este tipo de razonamiento como conservador y reaccionario. Las organizaciones marxistas revolucionarias, a la vez que comprenden las limitaciones materiales, deben adoptar la actitud de crear todas las contra-tendencias posibles en la actualidad ante las formas existentes de opresión. Hacemos esto en relación a los límites del movimiento de los trabajadores y la opresión racial. También hay que hacerlo en cuanto a la opresión de las mujeres.
Sin embargo, las organizaciones revolucionarias
pueden dar pasos para dirigirse a las mujeres en su propio lenguaje, tomar en
consideración sus experiencias políticas y ajustar su propio funcionamiento,
haciéndolo tan agradable para las mujeres como sea posible. Comisiones,
fracciones y organizadoras de mujeres pueden ayudar a hacer avanzar tal
proceso.
En general, las experiencias y discusiones más
positivas tienen lugar cuando las direcciones las han estructurado a través de
la comisión de la mujer o del CC. Para promover la autorganización de la mujer,
puede ser muy útil realizar reuniones especiales de mujeres (en lugar de
mantener estructuras no mixtas permanentes) para discutir asuntos plíticos de
interés para ellas. A estas reuniones debe invitarse a todas las militantes de
la organización.
El problema de la dirección es importante en la
discusión de la acción afirmativa; si no se aborda bajo una perspectiva global,
no atacará los problemas de la mujer en el conjunto de la organización.
Necesitamos crtiterios objetivos de dirección; no una mentalidad que reduzca
todo el problema al de cuotas numéricas. Así como la continuidad política es
uno de los factores que juegan en la selección de la dirección, también lo son
el trabajar en equipo, tomar la iniciativa en el desarrollo de areas de trabajo
claves y haberse ganado la confianca política de la base. El que la composición
de la dirección nunca refleje el número de mujeres en la organización, muestra
la existencia de problemas de funcionamiento. Donde sea posible, debemos buscar
la re-presentación equitativa; pero esto no debe constituir un esquema rígido e
inflexible, ya que las mujeres no buscan invertir los papeles, sino transformar
el funcionamiento del partido. Donde la equidad numérica no sea realizable,
debemos fijarnos metas para aumentar la representación de las mujeres en los
organismos más importantes de dirección.
Para integrar nuevas compañeras en los órganos
de dirección, se les debe dar el tiempo adecuado para que aprendan sus nuevas
taréas, así como la oportunidad de señalar los mecanismos que requieren ser
cambiados. Ésto se facilita a través de comisiones, fracciones o reuniones no
mixtas de mujeres, las que pueden ayudar a identificar tales aspectos y
preparar informes para las instancias directivaos adecuadas. Estas últimas
deben mantener informada a toda la organización respecto de sus actividades.
Conclusión
En síntesis, el objetivo del presente documento
es reiniciar el debate sobre la acción afirmativa. En cierto sentido, aparece
con diez años de retrazo; pero, como lo mostró la escuela europea de mujeres,
aún no es demasiado tarde para concretizar logros organizativos y políticos a
partir de un importante periodo de radicalización de la mujer, apoyado sobre la
autorganización de las mujeres y promovido por la dirección.
El movimiento de la mujer no posée la expresión
institucional característica de los sindicatos. Hemos tratado de crear
estructuras y una comprensión al interior de nuestras secciones y en
Tomando las medidas especiales que se han
mencionado, con la idea de integrar al partido como un todo, no sólo se logrará
combatir el filisteísmo entre los comunistas, sino también ganar y mantener más
mujeres en nuestras filas.
Vale la pena insistir en el carácter positivo
de la política desarrollada en años recientes por la CI. Se han implementado
una serie de medidas importantes que sin embargo no son suficientes. El desafío
sigue siendo obtener que este tipo de política se adopte de manera más completa
en las secciones. Al tomar estas medidas especiales, dentro del marco de la
unificación del partido como conjunto, no solo contrarrestaremos el
filistinismo entre los comunistas, sino que ganaremos y retendremos más mujeres
en nuestras filas. Esto es central para asegurar que los proyectos políticos de
nuestras organizaciones sean proyectos colectivos de hombres y mujeres.