UNA NUEVA SITUACIÓN MUNDIAL

(proyecto por el CEI febrero de 2002)

 

I. Una nueva fase del movimiento obrero y popular

(1) La nueva fase

Desde el final de los anos 90 el giro de la situación política mundial ha abierto una nueva fase en la actividad,  el programa,  la estrategia y  la organización del movimiento obrero, social y popular. Este giro es el resultado de tres factores:

a) el desarrollo de las contradicciones inherentes al nuevo modo de acumulación capitalista globalizada y de dominio financiero;

b) las resistencias sociales a la ofensiva de las clases dominantes;

c) la emergencia  de una nueva ola de radicalización, a través de los movimientos antiglobalización capitalista, en una serie de sectores juveniles.

Estos factores no anulan las fuertes tendencias inauguradas, en la mitad de los anos 70, por el fracaso de las oleadas (semi)revolucionarias y el retorno de la onda larga expansiva del capitalismo, y que permitió la ofensiva neoliberal de los anos 80, una nueva reestructuración del mundo por las clases dominantes, denominada 'globalización capitalista', una nueva degradación de la relación de fuerzas de la clase obrera, etc., continuación del hundimiento de la burocracia estalinista y la restauración del capitalismo en el Este, una crisis sin precedente de la conciencia de clase, de la organización del movimiento obrero y de las dos corrientes que lo han ido dominando  a lo largo del siglo XX :  la socialdemocracia y el estalinismo. Estos datos de la situación mundial explican  el marco de la ofensiva del imperialismo americano, después del 11 de septiembre,  y de su despliegue estratégico, militar y político.

Pero la situación actual es diferente de la del inicio de los anos 90. Ciertamente, la reactivación del movimiento obrero, social y popular es desigual, adopta unas formas diferentes según las situaciones políticas nacionales, pero mas allá de tal o cual coyuntura existe, y sin duda alguna un cambio de clima social, político e ideológico.


(2) Una fase intermedia

Diez anos mas tarde la situación internacional ha conocido un cambio notable.
Los trazos actuales del periodo se inscriben en las contradicciones de una situación intermedia entre algo mas de un sistema dominado por las regularizaciones estatales y los compromisos sociales que resultan de luchas  de clases, de una organización obrera dominada por los reformistas socialdemócratas y estalinistas y el todavía no de un nuevo régimen de acumulación, de nuevas instituciones políticas y de un nuevo ciclo orgánico del movimiento obrero y de nuevos movimientos sociales.

Esta situación transitoria se caracteriza por:

-la voluntad hegemónica del imperialismo americano que se encuentra reforzada, y se traduce por una serie de guerras y de intervenciones con el objetivo de controlar el planeta, pero que incrementan las contradicciones que están resultando del capitalismo mundializado, y empeoran la estabilidad de la dominación imperialista.

-la continuación de la ofensiva de las clases dominantes, pero que tropieza a partir de ahora con obstáculos económicos y sociales importantes;

-el enorme  crecimiento de la fuerza económica y militar de la burguesía que se combina con una crisis de las formas de su dominación político-institucional, especialmente sobre el plano internacional.
-una evolución contradictoria de las relaciones de fuerzas: cuestionamiento de las conquistas sociales que resultan de una desregulación combinada con resistencias y recomposiciones de luchas y centros combativos del mundo del trabajo.

-una transformación social-liberal de los sectores dominantes del movimiento obrero y popular tradicional que debilita globalmente las posiciones del movimiento obrero, pero cuya crisis histórica libera los primeros espacios para nuevas experiencias fuera del control de los aparatos socialdemócratas y estalinistas.

-un nuevo radicalismo en las reivindicaciones, las formas de lucha y los movimientos, pero dificultades en la formación de una conciencia anticapitalista y en la construcción de una alternativa  política.
-explosiones sociales debidas a rupturas brutales de la estabilidad estatal provocada por la política neo liberal.


(3) La situación del proletariado mundial

En los ex Estados bajo reinado burocrático la preocupación principal de las masas obreras es la lucha por su supervivencia material cotidiana, mientras que el movimiento obrero queda embrionario y fragmentado. En los países de  la periferia, los núcleos productivos estables con una clase obrera sin derechos y leyes sociales, hiperexplotada de hecho, se hallan rodeados de masas populares que viven en una pobreza extrema sin precedentes, consecuencia de la destrucción de las relaciones sociales. En los países imperialistas, y concretamente en la UE, el capitalismo ha conseguido por primera vez desde hace medio siglo (re)crear una inseguridad social casi general con relación al empleo, el salario y la renta por substitución (paro, enfermedad, invalidez), y el acceso a una enseñanza de calidad, a los cuidados sanitarios. Los trabajadores que tienen un empleo sufren el cuestionamiento de las conquistas sociales, de los derechos del trabajo y de los trabajadores, la generalización de la flexibilidad, de la precariedad, austeridad salarial, individualización de los proceso de trabajo y de los salarios, descenso del número de afiliados al movimiento sindical en las metrópolis imperialistas, millones de trabajadores han acusado estos retrocesos parciales.

En este  trasfondo ha nacido una nueva situación político-ideológica, a finales de los anos 90, entre las huelgas del invierno de 1995 en Francia y la irrupción espectacular del movimiento contra la globalización capitalista en Seattle en noviembre de 1999.

Este giro no sale de la nada.

Es el fruto de una acumulación de descontentos, de tomas de conciencia, de un impulso de la solidaridad, y de luchas importantes pero que se habían  terminado en estancamiento, fracaso o derrota: en los Estados Unidos, la larga huelga de los pilotos y la de la UPS. En Europa, huelgas generales nacionales o sectoriales- en Gran Bretaña (mineros, 1984-85), en Dinamarca (huelga general, 1986), en Bélgica (1986, después los servicios públicos en 1987, huelga general en 1993, una huelga larvada del sector de la enseñanza mantenida a lo largo de dos anos), en España (huelgas generales al principio de los anos 90) y en Italia (1992 y 1994).

En  América Latina: el movimiento zapatista en México (1994),  Ecuador, Brasil , Bolivia, Venezuela y ahora Argentina. En Asia Corea del Sur e Indonesia han conocido movimientos de masa y luchas obreras importantes.

Pero mas globalmente, las contradicciones de la fase actual del sistema capitalista se traducen en luchas y movimientos parciales para la defensa de las conquistas sociales, el rechazo a los despidos, el aumento de los salarios, de las prestaciones sociales y de las pensiones.Por ultimo -fenómeno significativo-, la llegada al proceso de producción de millones de jóvenes que, por un lado, no  tienen memoria de las luchas y de la historia del movimiento obrero pero que, por otro lado, 'no llevan sobre sus espaldas el peso de las derrotas pasadas' y están dispuestos a luchar con sus propios métodos.
En este marco, con la hipoteca del estalinismo en proceso de desaparición y el capitalismo discreditándose por su brutalidad antisocial, y ya sin volver a legitimar si pesa el efecto de disgregación del estalinismo y de las derrotas del siglo sobre el proyecto socialista, sino al mismo tiempo, miles de militantes y de cuadros que no han conocido derrotas históricas permanecen en los sectores asociativos o sindicales dispuestos para reactivar o crear las condiciones de una recomposición del movimiento obrero y de los movimientos sociales sobre nuevos ejes.

(4) La nueva radicalización de la juventud

Se ha extendido una nueva ola de radicalización y de politización de la juventud a través de los movimientos antiglobalización. Constituye un elemento claves de la nueva situación política e ideológica y de la renovación del movimiento obrero y revolucionario. La movilización espectacular en Seattle y el enfrentamiento sin precedente en Génova señalan un giro en las resistencias contra la globalización neoliberal. Esta brecha internacional  del movimiento contra la globalización capitalista es el resultado de una serie de movilizaciones, menos visibles en el clima de regresión ideológica y de renuncia militante de los anos 90, que han creado un nuevo internacionalismo y nuevos movimientos, en confrontación a las cumbres de las instituciones internacionales del imperialismo (Banco Mundial, FMI, G7, la UE) en la calle, en contra cumbres y en un esbozo de reagrupamientos internacionales, del que el Forum Social Mundial de Porto Alegre (Enero 2001) es el apogeo actual. Este movimiento influye desde hoy mismo los marcos del movimiento obrero y social en el plano nacional, ofreciendo un inicio de alternativa en cuanto al análisis de la situación mundial, a las reivindicaciones, a la perspectiva de 'otra' sociedad. Es ante todo la fuerza motriz tras la nueva radicalización y politización de la juventud. Nunca ceso esta de comprometerse y de 'ocuparse de política' -en el sentido mas amplio- a través de la ecología, el tercermundismo, el humanitarismo y las grandes cuestiones éticas de la humanidad, siendo el antirracismo / antifascismo el máximo de su radicalismo militante. Pero en la medida en el que estaba activo, estaba profundamente marcado por el rechazo de lo político en general, ya no se identifica con la clase obrera y el movimiento obrero, gira la espalda al marxismo y a las organizaciones revolucionarias.

Esta juventud que se radicaliza no expresa solamente sus propias  necesidades y aspiraciones en el marco de una sociedad injusta, también manifiesta un compromiso de cara a la sociedad para cambiarla. A partir de lo cual se da un  salto adelante en el plano de la conciencia (anticapitalista), de las formas de lucha (mas radicales), de las reivindicaciones (mas globales) y de compromiso (mas militante). Es el inicio de una nueva fase.


(5) La evolución social liberal del movimiento obrero y popular

La nueva fase política es una prueba para los proyectos y programas de la socialdemocracia. Puede otorgar algunos márgenes de maniobras a los equipos gubernamentales socialdemócratas en su juego respecto a los partidos de la derecha tradicional, pero confirma la profundidad de los procesos  de social liberalización de los partidos socialistas. A pesar de las posibilidades, los PS han renunciado a cualquier política autónomo-keynesiana o neo-keynesiana. Bajo el temor a cualquier enfrentamiento serio con la patronal y las clases dominantes y en el marco de un profundo cambio político-ideológico, las direcciones socialdemócratas han agotado los contornos de la política liberal añadiéndolo un acompañamiento social. Mas allá, se trata de una profunda revisión político-ideológica de los partidos socialdemócratas.
 En Europa esto ha tomado un relieve particular por su participación gubernamental, simultáneamente y durante varios anos, en 13 de los 15 países de la UE. En algunos matices concretos,  se han inscrito en el marco de las opciones estratégicas de las clases dominantes, como lo han confirmado sus orientaciones socioeconómicas y su participación sin reserva en las tres guerras llevadas por el imperialismo en los últimos diez anos (Irak, Yugoslavia, Afganistán). Mas allá de las especificidades evidentes, se  imponen algunas consideraciones análogas en cuanto a los partidos populistas de izquierda o de centro-izquierda de América Latina. Por otro lado, los partidos de procedencia estalinista, cuyo enfoque estratégico y cuya practica en los movimientos de masa no se diferencia lo mas a menudo de la de los socialdemócratas, han entrado también en una crisis existencial.
Veinte anos de política de agresión social, han dañado profundamente las relaciones entre estas organizaciones y sus bases sociales. El resultado es un retroceso radical sin precedente de su prestigio, de su control social y de su papel de organización del proletariado y de la juventud progresista. Las recientes movilizaciones han demostrado que hoy existe espacio político, social y electoral en el que corrientes movimientos y partidos  radicales / anticapitalistas  pueden  afirmarse, adquirir una audiencia amplia en la sociedad y llegar a ser un factor importante en el movimiento obrero y social.

(6) Reconstrucción del movimiento anticapitalista y contra ofensiva imperialista.

 En Génova la movilización contra la cumbre del G-8 y el gobierno Berlusconi había dado un paso importante en la reconstrucción del movimiento obrero y social sobre una base anticapitalista,  por la dialéctica elaborada con paciencia entre las fuerzas organizadas del movimiento anti-globalización internacional y los sindicatos, entre la juventud y el mundo laboral, y por Rifondazione Comunista.
En Argentina el levantamiento semi revolucionario a surgido directamente de la crisis de derrumbamiento de partes enteras de la economía como consecuencia de la aplicación seguida de la política neo liberal. En este caso, es la lucha por la vida la que ha llevado  a la clase obrera y a los pobres ( también las clases medias) hacia la lucha y la organización. En esta movilización que choca objetivamente con la globalización capitalista ( en concreto : las empresas transnacionales extranjeras, el FMI y la constante intervención del imperialismo americano), la reconstrucción del movimiento obrero y popular no depende del ‘movimiento anti-globalización’ sino de la ‘lucha de clases’ de las masas, de sus iniciativas directas, así como de sus organizaciones anti imperialistas, anti capitalistas y revolucionarias.
La recensión de la economía mundial - ya sea brutal o estancada, o une combinación de las dos - anuncia esta nueva conformación de la lucha de clases, inherente al capitalismo global de hoy. Se ha abierto la vía a una multitud de experiencias que van a poder contribuir a la reconstrucción del movimiento obrero y social, a nivel nacional e internacional.

Las burguesías de los países imperialistas habían sentido el peligro del movimiento anticapitalista renaciente. Desde Seattle han ido buscando la táctica mas adecuada para detenerlo (combinando ataque frontal y criminalización en Nápoles (marzo 2001), Goteborg (junio 2001) y Génova (julio 2001) con la recuperación de los movimientos y de los dirigentes moderados).

El ataque militar de Al-Qaida del 11 de Septiembre le dio la oportunidad al imperialismo (especialmente al americano) para lanzar una contra ofensiva global, con alto nivel de enfrentamiento y de larga duración contra el movimiento obrero y social.

El Gran Capital apunta a derrotar al renacimiento internacional del movimiento obrero y social, retrogradándolo a su letargo y subordinación anterior. La salida no está aún decidida. Será concertada en el terreno por la lucha de clases y sus organizaciones. Es la apuesta de esta nuevo período.

 

II. La guerra y la nueva contraofensiva imperialista.

1. Tras el ataque terrorista del 11 de septiembre del 2001, el imperialismo estadounidense ha lanzado una vasta contraofensiva que marcará la situación mundial durante los años venideros. Más allá de su impacto apocalíptico, sus verdaderas repercusiones irán apareciendo en la medida en la que la "prolongada guerra contra el terrorismo internacional" se valla topando contra los numerosos obstáculos, contradicciones, resistencias y oposiciones que le saldrán al paso.


2. La destrucción de las torres neoyorquinas reveló la guerra larvada existente entre, por un lado, Al-Qaeda y el movimiento islámico radical internacional y, por el otro, el ejército estadounidense, que se viene desarrollando desde hace varios años. En juego, está el control de un región estratégica, la presencia militar y política permanente de Estados Unidos y el pillaje de riquezas por las multinacionales occidentales. Recientemente, las luchas de influencia se han agudizado en torno de la explotación del subsuelo en los territorios alrededor del mar Caspio y en Asia Central. La protección de los grandes intereses económicos (inversiones directas, instalación de explotaciones, transporte) implicaba la expulsión de la presencia soviética-rusa, la consolidación o reorganización de las alianzas regionales (Israel, Arabia Saudita, Egipto) y la estabilización de regímenes corruptos y dictatoriales al servicio del imperialismo (lo que explica la colaboración estadounidense inicial con el régimen del movimiento Talibán). En realidad, la guerra entre Al-Qaeda y el gobierno norteamericano forma parte del proceso de globalización del capitalismo y del papel preponderante que en él desempeña el imperialismo estadounidense. Sus consecuencias han afectado a todo el mundo, incluso al interior de Estados Unidos.

 

3. En primer lugar, esta guerra golpea a Estados Unidos en su propio territorio, mientras que desde hace dos siglos, este país había podido conducir guerras en el mundo entero sin sufrir repercusiones en su territorio. Este acontecimiento extraordinario constituye una humillación por la máxima superpotencia de la historia., cuyo territorio ha dejado de constituir un santuario. Esto dará lugar a una conciencia aguda de inseguridad y vulnerabilidad y, a mediano e incluso a largo plazo, influirá los todas las relaciones sociales a su interior, particularmente entre la clase dominante y las clases explotadas, y la consciencia más chovinista imperialista del mundo en la mayoría de la clase asalariada.

En lo inmediato, ha permitido crear una unión sagrada en torno al presidente Bush. Éste, inicialmente mal elegido (al interior), y desconsiderado (al exterior), ha logrado un viraje espectacular, creado una dirección enérgica y lanzado una fuerte contraofensiva a nivel interno y externo, afirmando una supremacía militar sin igual, que se sirve del enorme crecimiento de su presupuesto militar como pistón y símbolo.

En lo inmediato, el movimiento social contra la globalización ("Global Justice Mouvement") ha debido dar marcha atrás a consecuencia de ello. Se ha debilitado por el retiro del movimiento sindical AFL-CIO y la suspensión de su manifestación en Washington, programada para finales de septiembre del 2001, que debía ser la mayor y más ofensiva iniciativa desde Seattle. Sin embargo, el movimiento no ha desaparecido. Gracias a la solidaridad de los militantes del movimiento y en ausencia de una psicosis chovinista entre la población, ha logrado removilizarse rápidamente y constituir un movimiento antiguerra aún muy minoritario, pero presente en todo el país.

Esta "unión sagrada" deberá pasar la prueba de la política económica brutalmente pro-patronal del presidente Bush, de la recesión y los despidos masivos que continúan y de la bancarrota de Enron (sus consecuencias anti-sociales en términos de empleos y jubilaciones, el bandidaje financiero de los patrones y los lazos corruptores con el establishment político), un "conjunto económico" que ya ha empezado a sembrar la duda en la opinión pública en cuanto a la fuerza del sistema y la admisibilidad moral de su clase dominante.

 

4. A escala internacional, la ofensiva político-militar del imperialismo estadounidense se ha dejado sentir inmediatamente:

a) El clima de volatilidad e inseguridad globalizada se ha reforzado súbitamente, al verse amplificado por una mediatización insistente, lo cual a favorecido el creciente reforzamiento e intervencionismo públicos de los aparatos represivos y coercitivos de estado (ejército, policía, legislación, escuela). Esto, a su  vez, favorece el desarrollo de corrientes chovinistas reaccionarias en la población. Esta evolución afecta al planeta entero, país por país. En particular, las clases dominantes han relanzado sus proyectos que habían estado bloqueados, incluso logrando imponerlos (por ejemplo, los planes militares estadounidense en América Latina y el plan Colombia, o la adopción de normas policiales y jurídicas en la Unión Europea).

 

b) Se ha banalizado la guerra como medio político, y los estados la han reintegrado a sus estrategia. El derecho a la "ingerencia humanitaria" en los asuntos de otros estados, reservado a los países imperialistas, ha sido validado como un concepto de "buen gobierno" (governance). Este derecho ha sido ampliado a discreción del imperialismo (estadounidense en primer lugar) a otros estados, en nombre de la "lucha contra el terrorismo" (Rusia en el Cáucaso e Israel en Palestina, así como, en África, Uganda, Ruanda y Angola en las guerras de Congo, que han costado 2.5 millones de muertos). De esto resulta una multiplicación de los focos de tensión y conflicto, aumentando el caos, la miseria y la barbarie.

 

c) La remilitarización masiva de Estados Unidos —que ningún país está en posibilidades de imitar y ni siquiera seguir— pone un alto abrupto a los llamados "dividendos de la paz" que había permitido el derrumbe de Rusia. Ningún otro estado en el mundo puede seguirle el paso. La lógica política de esta nueva carrera armamentista es diferente de la correspondiente a la "guerra fría". Ya no se trata de armarse en exceso para garantizar la paz ("contener a la URSS" mediante el "equilibrio del terror"), sino de desatar guerras efectivas para imponer su supremacía política con todas las ventajas que se desprenden en términos económicos y monetarios. Con este propósito, Estados Unidos desea dotarse de una capacidad total sin precedentes en la historia: "reino soberano" en el espacio, lo que sirve a enmarcar militarmente al planeta entero, protección "total" del territorio nacional convertido en "bantustán", capacidad de conducir varias guerras de envergadura simultáneamente (particularmente en Asia Oriental), lanzamiento y control de las guerras "asimétricas" (como la de Afganistán) e intervenciones militares puntuales (América Latina y los Balcanes). Esta política ejercerá una fuerte presión sobre los estados del mundo, en particular dentro de la OTAN. Ese "keynesianismo militar" estadounidense, notorio por la amplitud  de la intervención del estado y el relance del endeudamiento público, sostiene la demanda interior y los sectores estratégicos de la economía norteamericana, que también producen masivamente para las exportaciones.

 

d) La lucha internacional "contra el terrorismo" amenaza las libertades democráticas y la actividad de las organizaciones populares y la sociedad civil en general. Según la situación local, se trata de reprimir o eliminar físicamente toda disidencia u oposición, criminalizar los movimientos de masas, reducir su impacto político, etcétera. La democracia burguesa —en los países y en la medida en que exista— tiene ahora la posibilidad legal de pasar al estado de excepción de acuerdo con las circunstancias. El objetivo estratégico es obvio, dado que lo habían anunciado desde antes del 11 de septiembre: sofocar el movimiento "antiglobalización" de masas que pone en tela de juicio de manera masiva, por primera vez desde 1968, el reino del capitalismo y del imperialismo, y da la señal del renacimiento del movimiento organizado de los y las explotados, oprimidos y trabajadores a nivel internacional.

 

5. Ahora, la política de guerra se combina con la primera recesión económica internacional del capitalismo globalizado, que afecta a todos los grandes países capitalistas (EEUU, UE, Japón). Su amplitud y su desenvolvimiento concretos tendrán una gran influencia sobre la situación política internacional y sobre las relaciones capital-trabajo.

 

a) Ofrece la oportunidad a la patronal para lanzar una segunda gran ola neoliberal. Este ataque brutal había iniciado desde principios de la desaceleración de la coyuntura en la segunda mitad del año 2000, y se ha mantenido desde entonces (con un millón de despidos en 2001 sólo en Estados Unidos). Se ha servido de dos condiciones favorables a los patrones, producto del proceso de globalización del capital: El "gobierno corporativo" (corporate governance), que lleva en particular a atacar inmediata y brutalmente al mundo laboral en cuanto aparece en las pantallas de la bolsa un retroceso del valor de las acciones tras el reporte de beneficios trimestral de las empresas, y que ahora se encuentran a la baja por la recesión. La extensión de la desregulación social y el debilitamiento estructural del movimiento sindical que han logrado desde los años ochenta, y que ha ahora impide una respuesta inmediata de los trabajadores. En los países periféricos, la recesión, acompañada del retiro masivo de capitales extranjeros, ha hundido a millones de proletarios y más pobres por debajo de la línea de pobreza.

b) Lo más probable no es que ocurra un krach bursátil o que se derrumbe la economía mundial, sino que ésta se valla deslizando, acompañada de recesiones fuertes y rupturas del sistema en sus eslabones más débiles (como en Argentina, aunque también en Turquía). Bajo el dominio del capitalismo, Estados Unidos desempeñará un papel determinante en limitar un retroceso drástico, aunque lo hará apoyando a sus propios capitalistas y en función de sus prioridades militares (el presupuesto 2002 ilustra esto).  Esto podría llevar a una serie de grandes países a definir una nueva coherencia, tomando en cuenta con más claridad sus propios intereses, especialmente por medio de medidas estatales y de re-regulación, sin por ello poner en duda la continuación del proceso de globalización temporalmente menos acelerado (un gobierno económico en la UE y una redefinición del Pacto de Estabilidad, un relanzamiento del Mercosur Argentina-Brasil).

 

c) La política neoliberal de los años ochenta y noventa le ha dado un gran éxito al capital. Posteriormente, la década de crecimiento en Estados Unidos, la recuperación económica de los últimos años en Europa y la inserción parcial de la periferia no han beneficiado en nada a las masas populares, llamadas a "sacrificarse"  para relanzar la maquinaria. A la hora en que llega la recesión y al gozar de tal relación de fuerzas, la clase capitalista no tiene ni la mínima intención de compartir los "frutos de la expansión". Por el contrario, las dificultades económicas del momento ofrecen la excusa para continuar reforzando, punto por punto, las recetas del neoliberalismo.

 

d) Esta recesión tendrá repercusiones contradictorias en los equilibrios de fuerza (sociales, ideológicos y organizativos) entre las dos clases fundamentales.

Empuja objetivamente al proletariado a la defensiva ante el riesgo de sufrir un nuevo retroceso drástico en sus condiciones de vida y en su capacidad para reorganizarse.  Por otro lado, seguramente ya ha destruido toda ilusión de que, después de 20 años de neoliberalismo ininterrumpido y tres fases coyunturales (recesión, crecimiento, nueva recesión), el capitalismo esté dispuesto a mejorar la suerte del proletariado. Esto ya está llevando a batallas sociales encarnizadas, incluso en la garantía de una alternativa, una perspectiva y una organización sólidas.

Hemos entrado en un nuevo ciclo de luchas más duras y amplias; pero también más difíciles, alrededor de las reivindicaciones inmediatas y parciales pero que suscitan casi espontáneamente la necesidad de solución de conjunto y que relanzan la "cuestión política" (el gobierno, el papel de los partidos políticos). Esta experiencia prolongada con la política neoliberal y con las fuerzas políticas y sociales que se las han impuesto, tendrán un papel clave en la clarificación política a escala de masas y en el renacimiento de un movimiento obrero y social reorganizado y con nuevos bríos a todos los niveles (cantidad, compromiso militante, actividad, autoorganización, reivindicaciones y programa anticapitalista).

 

6. El mundo se encuentra ante un cambio cuyo resultado final aún no se conoce.

 

a) Fundamentalmente, no ha cambiado la dinámica política y económica en curso antes del ataque del 11 de septiembre, aun si la guerra estadounidense ha cambiado toda una serie de circunstancias. El proceso de globalización del capitalismo ( en el sentido del desarrollo trans-fronterizo del capitalismo: la centralización del capital y de los intercambios comerciales) ha perdido impulso debido a la guerra, la recesión y la intervención de los gobiernos en los procesos económicos; pero la tendencia principal no se ha invertido, sino que se mantiene. Por otro lado, el movimiento contra la globalización experimentó un alto momentáneo; pero, estimulado por el creciente descrédito que azota a la política neoliberal y guerrera, ha reiniciado su crecimiento. Más que nunca, aparece como una alternativa de masas en el plano de la sociedad (poscapitalista), como una nueva esperanza y un nuevo pistón del resurgimiento radical del movimiento obrero y social internacionales. Esta confrontación internacional de clase contra clase, simbolizado por el Puerto Alegre contra Davos/Nueva York, tendrá un papel determinante en la salida a la fase política actual. Es en este marco general que tendrán lugar las próximas confrontaciones políticas, sociales y militares.

 

b) El gobierno estadounidense, que ganó la guerra en Afganistán al menor costo y ha reforzado su dominación mundial, no ha explotado esta victoria para lanzar una nueva crisis bélica contra Iraq o irán. De entrada, la situación mundial en su conjunto no es favorable a una tal política de guerra. Pero la administración Bush continúa afirmando su voluntad de tomar provisiones en ese sentido.

Por ello, el viraje que el imperialismo norteamericano le quiere imponer al planeta abre un momento de redefiniciones políticas (defining moment), cuyo efecto se hará sentir sobre todos los actores, estatales, políticos y sociales.

Necesariamente implicará una batalla política internacional prolongada y de envergadura. La cuestión es: ¿Es capaz Estados Unidos de utilizar su supremacía aplastante para imponer esta política de guerra, tomar la iniciativa, obtener victorias, incluso solo, cargar la balanza de fuerzas a su favor, ganar una base popular internacional y continuar hasta obtener la derrota "final", que sería también la derrota de las aspiraciones sociales de las masas populares y de sus organizaciones,

 

c) Esta ofensiva estadounidense se topará de entrada con una serie de obstáculos y contradicciones fuertes.

Para empezar, hay una gran distancia entre la supremacía material y la debilidad moral (social e ideológica) de Estados Unidos. Pocas veces como ahora han sido tan fuertes y extendidas a escala mundial, la desafección, la desconfianza e incluso el odio de Estados Unidos. Esta "debilidad" (handicap) incidirá de lleno en los gobiernos, bajo la presión norteamericana, que tendrán que legitimar una tal "crisis bélica" ante sus opiniones públicas respectivas.

 

d) Más ampliamente, el resultado político de la guerra y su posible continuación modificarán sustancialmente las correlaciones de fuerzas políticas y económicas entre, por un lado, Estados Unidos y, por el otro, los países imperialistas (particularmente la UE) y las grandes potencias en vías de inserción en el mercado mundial (Rusia, China), así como los grandes países semiindustrializados de la periferia (Brasil, Corea del Sur, Taiwán). La recesión agudizará esto. Esto hará mucho más difícil la (re)constitución de una coalición política internacional que parece ser una precondición, a menos de que el gobierno estadounidense se lance en una huida hacia delante. En particular, Estados Unidos tendrá que imponer su política de guerra a la Unión Europea, lo cual no se puede lograr más que provocando divisiones entre los estados miembros e iniciando el estallido de la UE. Ésta perdería lo esencia de su autonomía económica y monetaria relativa, y la cohesión que ha logrado adquirir en sus instituciones supranacionales. Más que nunca, las multinacionales no estadounidenses se toparán en cada país con Estados Unidos obrando a favor de su propia clase capitalista.

 

e) La política global del neoliberalismo choca ahora con un problema inmenso de credibilidad. No únicamente la globalización capitalista a desembocado en una guerra (Afganistán). Además, la política neoliberal llevada a cabo por las multinacionales y las instituciones internacionales (FMI, OMC y BRI, G7+1) ha provocado el derrumbe de la economía (de la sociedad) argentina, con la implicación directa del gobierno de Estados Unidos. La quiebra de Enron, la mayor de la historia, está en el centro de la ciudadela del capitalismo mundial, implica una revisión drástica de las estructuras mismas del capital financiero, así como de las reglas de la "corporate governance" (sin hablar del desastre social que constituye la pérdida total de las jubilaciones por capitalización de los trabajadores).

Mientras manifiesta un pragmatismo obstinado y cínico, los dirigentes del capitalismo mundial no pueden asistir pasivamente al debilitamiento de su doctrina. A menos de apostarle al caos (cosa que ya están haciendo en lo referente a África), están orillados a abrir el debate que plantearía la locura de su política.

 

f) La principal contradicción que atraviesa al mundo y que constituye en definitiva el obstáculo principal a la política de guerra de Estados Unidos y sus aliados, es seguramente esta: Jamás en la historia una clase dominante ha tenido una supremacía tal en el ámbito material (militar, tecnológico, económico, diplomático) mientras por otro lado millones de seres humanos —explotados, oprimidos y humillados— sufren de un sistema que jamás ha sido tan desigual ni bárbaro en los ámbitos social y humano. Esta contradicción se desarrolla cotidianamente en todos los países, en todas las sociedades. La agudeza y explosividad de la crisis social mundial, que ha engendrado la globalización del capital bajo las políticas neoliberales, sin lugar a dudas llevan a los círculos ilustrados de las clases dominantes a reflexionar. Empero, sólo la actividad consciente y organizada de las y los explotados y oprimidos podrá impedir los desastres del capitalismo. Por ello, nuestra tarea fundamental es superar la crisis histórica del "factor subjetivo" en sentido amplio.

 

III La  globalización, nueva etapa del capitalismo internacional, bajo hegemonía americana.

1. La mercantilización del mundo

La globalización determina la configuración actual del capitalismo a escala planetaria. Se traduce por una extensión radical del mercado mundial, una libre circulación sin freno de los capitales y de las mercancías, así como un proceso impresionante de concentración del capital. Tiende a unificar el mundo en un gigantesco mercado sin trabas.

 

2. Lógica capitalista y lucha de clases

Tendencia inherente al capitalismo, esta nueva etapa de la internacionalización del Capital está estrechamente imbricada en la coyuntura económica y social de los años 70 y 80. El débil crecimiento y la recesión ha provocado la respuesta neoliberal puesta en marcha desde final de los años 70 bajo Thatcher y Reagan, y rápidamente extendido al conjunto de los países industrializados. Esta política neoliberal introduce una ofensiva de gran amplitud contra la clase obrera y sus conquistas sociales desde los 50, incluso desde los 100 últimos años, y desemboca en un aumento drástico de la explotación de las clases obreras de las metrópolis imperialistas y un aumento de la masa  y de la tasa de beneficio. En los  países de la periferia  («el Sur»), la ley imperialista es la de desposeerlos del derecho a imponer cualquier obligación que sea a los movimientos de mercancías, pero también de capitales. Los países de la periferia compiten con el fin de atraerse los capitales mediante el bajo nivel de los salarios, un descenso casi total de fiscalidad, de protección social o  de legislación sobre medio ambiente.

Esta nueva etapa de la globalización capitalista no es el fruto de un puro determinismo económico o tecnológico. Es el resultado de una lucha de clases descarnada por parte de las clases dominantes y sus Estados contra el proletariado mundial.

La regresión social globalizada es la prueba de ello; su principio básico es: la satisfacción de las necesidades humanas debe estar asegurada bajo la forma de mercancías, producidas con un nivel de rentabilidad ajustada a los mejores resultados; por tanto se tiene que eliminar todo lo que no es mercantil y todo lo que no es rentable.

 

3. El reino de las sociedades transnacionales, nudo central del imperialismo

Llevan una guerra abierta contra cualquier veleidad de controlar su actuación. Esta nueva estructuración de la economía mundial les permite absorber superbeneficios, garantizar nuevos mercados para sus productos, hacer presión en los precios de las materias primas y preservar su monopolio tecnológico. Es el resultado de un movimiento sin precedente de concentración por fusión o adquisición que no escatima ningún sector ni ninguna región del globo. Aumenta el poder de los grandes grupos del Norte.

Este nuevo estatuto les confiere un poder creciente de cara a los gobiernos y a los Estados en los que se ejerce su actividad. Estos han aceptado abandonar sus  controles estatales de las operaciones financieras de control de cambios y de los movimientos de capitales. Al mismo tiempo los grandes trusas del mundos se apoyan sobre el poder de sus Estados para que prevalezcan sus intereses en las negociaciones internacionales, la diplomacia y, en ocasiones, la presencia militar. Disponiendo del mercado mundial como plaza, estos grandes oligopolios industriales o financieros gozan de una libertad de acción y de decisión sin precedente.

 

4. El apoyo de las instituciones internacionales interestatales.

La globalización es igualmente comercial. Foro informal que contempla la eliminación progresiva de las barreras en el libre cambio, el GATT se ha transformado en Organización Mundial del Comercio (OMC) el 1 de Enero de 1995. En un contexto de fuerte crecimiento de los intercambios internacionales, este organismo, ni elegido ni controlado, arbitra de aquí en adelante el comercio mundial con un rasero de criterios estrictamente  liberales en el que países ricos y países pobres se encuentran en pie de igualdad. El fracaso de la Conferencia de la OMC en Seattle en Noviembre de 1999 sólo es provisional. Ya se ha impulsado un nuevo ciclo que contempla hacer caer en el sector competencial actividades como la sanidad o la educación, la liberalización total de la inversión privada. Descartados provisionalmente, no tardarán sin embargo en hacer de ello el objeto de una nueva ofensiva. A pesar de los discursos sobre el libre intercambio, los países del Tercer Mundo se ven enfrentados a barreras en la entrada de sus productos en los mercados de los países más ricos, mientras que estos hacen  saltar, bajo presión de la deuda y del FMI, los obstáculos a la invasión de sus productos industriales y agrícolas; el resultado es el saqueo de los pequeños productores de los países en desarrollo a los que hace la competencia la agroindustria del Norte y la destrucción de su capacidad de autosuficiencia alimenticia.

 

5. El peso de la financiación del capitalismo

El peso actual de los “mercados financieros” es resultado de las medidas de desregulación generalizada adoptadas en el transcurso de los años 80 junto con el nivel entonces muy elevado de las tasas de interés. Las instituciones financieras, junto a los bancos tradicionales, se han multiplicado y diversificado, disponiendo algunas de ellas, como los fondos de pensión anglosajones, de un considerable poder financiero, que ha sido uno de los motores de las políticas de inversión. La fuerza de disuasión acumulada de este modo permite tener peso sobre las decisiones de las firmas o sobre las políticas económicas públicas, en la medida en que los Estados, por lo que respecta a la deuda pública, y las empresas quitan fondos en el mercado financiero. Esta estructuración ha aumentado por tanto la autonomía de la esfera financiera. No queda menos interdependiente de unos y de otros. Primero porque sólo recicla una parte de la plusvalía extraída en el ámbito de la esfera productiva, parte enormemente creciente por el hecho de la acentuación del reparto desigual de los rentas entre las clases; después porque su libertad de maniobra es resultado de una voluntad político y de una opción deliberada.

 

6. Un sistema profundamente jerarquizado

La globalización implica un avance radical en la internacionalización productiva situada en la internacionalización de las grandes multinacionales, lo que provoca una especialización y una jerarquización creciente. Refuerza el acaparamiento de los recursos de la periferia por el centro. Esta reestructuración también funciona, para el centro, como un amortizador de sus ciclos depresivos y como factor de ampliación de sus fases de prosperidad. Facilita estratégicamente la reproducción mundial del capital.

Establecer una diferencia entre el conjunto de los países del centro imperialista y la periferia dominada y subdesarrollada constituye el punto de salida para determinar la inserción de cada región y país en el mercado mundial, teniendo en cuenta luego las situaciones variables en el seno de la periferia. El continente latinoamericano se sitúa a un nivel superior que África, conducido a un territorio de pillaje, pero inferior a Extremo Oriente. Por continente, se reproduce una jerarquía análoga de país  a país (por ejemplo, los procesos de industrialización parcial). Estos trastornos afectan profundamente las estructuras de las sociedades, especialmente los vínculos entre las clases dominantes y el imperialismo, y que parten de la configuración de la lucha de clases.

 

7. La hegemonía americana: el dólar y la guerra.

La emergencia del capitalismo globalizado y en particular su jerarquización global y rígida tuvo necesidad de dos guerras para ubicarse. La iniciativa vuelve en manos del imperialismo americano que ha hecho valer no solamente su poder económico (durante los años 80), sino también su supremacía militar. Artesano principal de la victoria de la «guerra fría», los Estados Unidos lograron desencadenar la guerra contra Irak. Habiendo descartado la oposición abierta o escondida de la URSS y sus aliados tradicionales, de los países de la UE (con la excepción de Gran Bretaña) y de la gran mayoría de los países del Tercer Mundo, aparecieron tanto más como la única superpotencia militar y política del planeta. La UE, incapaz de contener las contradicciones que resultaban explosivas en los Balcanes, tuvo que hacer un llamamiento a los Estados Unidos. Estos utilizaron esta oportunidad para hacer demostración de su superioridad en tecnología militar y se afirmaron como una potencia europea con miras sobre Rusia. Con la fuerza de su «nueva economía» y del dólar, son los factores militares y culturales (medios de comunicación, música, comunicación) los que han impuesto a los Estados Unidos como la llave de los cielos del capitalismo globalizado.

 

IV. Caída de la burocracia estalinista y restauración del capitalismo

1. Crisis y restauración capitalista en la URSS y en Europa del Este.

1.        1. El final de los años 80 marca un giro histórico hacia la restauración capitalista en la URSS y en Europa del Este que es resultado de causas internas y de factores internacionales marcados por la ofensiva neoliberal e imperialista de los años  80.

(1). Este giro histórico expresa a la vez:

-Los callejones sin salida de las diversas tentativas de reformas post estalinistas que prolongaron durante algunos decenios el reinado de partido único y las relaciones de producción no capitalistas sin conseguir pasar a un modo de crecimiento intensivo: las contradicciones se acrecentaron entre los valores y aspiraciones de los trabajadores vinculados a la propiedad colectiva de los medios de producción, de un lado, y, por el otro, su gestión por la burocracia, sobre su espalda. La ausencia de democracia obrera en el ámbito de toda la sociedad vació de sustancia y de coherencia los eventuales derechos de autogestión acordados en los colectivos de empresa por un partido / Estado que buscaba preservar sus privilegios de poder;

-la agravación de estas contradicciones en el contexto capitalista internacional de los años 1970-1989 bajo presión de la deuda externa en divisas fuertes de varios países del Este y de la carrera de armamentos;

-el significativo bandazo de sectores de la burocracia hacia el capitalismo en los años 80 para romper las resistencias obreras buscando consolidar sus privilegios de poder en los de propiedad;

-la generalización de las relaciones mercantiles y de la propiedad privada de los medios de producción, la reaparición del paro de masas, el abandono de la antigua ideología dominante que legitima las aspiraciones socialistas en beneficio del discurso neoliberal, el cuestionamiento de las conquistas socialistas lo que constituye una derrota punzante para los trabajadores de estos países y del mundo entero que permite la extensión y la intensificación de la ofensiva imperialista iniciada a finales de los años 70;

-al mismo tiempo, diez años de restauración capitalista han producido desilusiones profundas con respecto a las promesas de eficacia que han acompañado las fórmulas neoliberales; pero la combinación de una considerable degradación social con la victoria de libertades sindicales y políticas ha acrecentado las divergencias entre generaciones y la confusión de las conciencias; las formas de solidaridades que hubieran podido estar asociadas a la crisis de modo de dominación estalinista se degradaron en beneficio de la reorientación de ideologías reaccionarias, incluso neoestalinistas;

La recomposición de un movimiento sindical y político anticapitalista y democrático se abre paso con dificultad en un contexto bastante más difícil que el de Europa occidental; será tremendamente deudor de la emergencia de una alternativa creíble para (y en) la Unión Europea y al desarrollo de un nuevo internacionalismo de las resistencias a la globalización capitalista.

(2) Cualquiera que hayan sido las variantes de reformas introducidas en la URSS y en Europa del Este desde los años 50 hasta la caída del Muro de Berlín, todas han mantenido una dictadura de partido único y relaciones de producción burocráticas globalmente protegidas por una lógica de beneficio capitalista y por una disciplina de mercado.

Después de varios decenios de aproximación de los niveles de vida a los de los países capitalistas desarrollados gracias a un crecimiento muy extensivo, las desviaciones comenzaron a ahondarse a partir de los años 70. Los beneficios sociales que se combinaban con los estropicios y la represión burocrática se deterioraron, al mismo tiempo que las aspiraciones y necesidades de  las nuevas generaciones, así como las promociones sociales verticales estaba cada vez más bloqueadas por el conservadurismo burocrático.

(a) Pero la ofensiva imperialista de los años 80 acentuó los callejones sin salida de la dictadura burocrática y las diferencias de desarrollo entre la Europa del Este y del Oeste, ahondadas por la revolución tecnológica:

-las presiones de la última fase de guerra fría y de carrera de armamentos al inicio de la era Reagan pesaron tanto más en la URSS que su crecimiento estancado: la prioridad de las industrias de armamento se realizó en detrimento de las inversiones industriales, de la  modernización de los equipamientos y del consumo;

-el endeudamiento de varios países de Europa del Este en divisas fuertes en el transcurso de los años 70 les situó bajo la presión de las políticas de ajuste estructurales del FMI que produjeron reacciones diferenciadas de los regímenes en el terreno –de la austeridad radical y explosiva impuesta por el dictador rumano Ceaucescu al aumento de los conflictos nacionales y sociales de una Federación Yugoslava paralizada, pasando  por la opción de los dirigentes comunistas húngaros de vender sus mejores empresas al capital extranjero; la llegada al poder de fuerzas de derecha en el marco de las primeras elecciones pluralistas acentuó radicalmente la aceptación por los equipos en el poder de los programas de privatización preconizados por el FMI; la anulación de una parte de la deuda polaca y los medios desplegados para corromper al portavoz de Solidarnosc acompañaron la terapia de choque impuesta en Polonia.

-la construcción de la Europa de Maastricht ha relevado los criterios del FMI como acelerador de la restauración capitalista en Europa del Este.

(b) Si la restauración capitalista se apoyó sobre poderosas instituciones internacionales y las presiones del mercado mundial, no hubiera podido progresar sin relevos internos en un contexto de confusión muy grande de las conciencias y debilidad de la autoorganización de los trabajadores: la conversión  en los años 80 de la mayor parte de la burocracia de los partidos comunistas a un proyecto de restauración capitalista, tras la represión sistemática de las fuerzas socialistas democráticas en  el transcurso de los decenios anteriores, permitió que el estallido del partido único diera el poder a fuerzas restauracionistas cualesquiera que fuese su etiqueta.

2.- La restauración capitalista se realiza en la ex – URSS y en Europa del Este, países ampliamente industrializados, en un contexto sin precedente histórico marcado inicialmente por la ausencia de todos los atributos necesarios en el funcionamiento de un  mercado capitalista y a falta de base “orgánica”, incluso si la gran masa de los burócratas del antiguo régimen aspira a transformarse en burgueses o a ponerse al servicio del capital extranjero.

(1) La sumisión de los nuevos poderes a los programas impuestos por el FMI o la UE pasó por el desmantelamiento de cualquier forma de autogestión o de soviets, la transformación de los medios de producción en mercancía acompañado por la extensión de las funciones de la moneda y la generalización de los programas de privatizaciones como “prueba” de ruptura con el pasado y criterios supuestos de eficacia universal.

(2) Pero en estos países que conocieron varios decenios de industrialización sin dominio de las relaciones monetarias y bajo las formas de propiedad híbridas que pertenecían “a todo el pueblo”, las privatizaciones                                                                                                                                                                                                                                                                                se enfrentaron a la pregunta: quién puede (legítima y prácticamente) comprar las empresas. La privatización de las grandes empresas que estructuraban en ocasiones regiones enteras y aseguraron en el antiguo sistema una distribución en especie de servicios sociales y alojamientos está en el centro de las dificultades desde la restauración capitalista: los riesgos de explosión social se doblan con un coste considerable de las reestructuraciones de cara a la insuficiencia de capital y de burguesía nacional susceptible de comprar estas  empresas y de imponer a los trabajadores una gestión capitalista.

(3) De cara a esta dificultad general, los dirigentes húngaros eligieron la venta directa de sus mejores empresas al capital extranjero. Pero, fuera de este caso, la mayoría de los nuevos regímenes en la ex –URSS así como en Europa del Este inventaron en la primera mitad de los años 90 diversas formas de “privatizaciones jurídicas” sin aporte de capital, con frecuencia a beneficio principal de los nuevos Estados convertidos en accionistas. La distribución entre la población de “cupones” que dan derecho a la compra de acciones o al acceso casi gratuito de los trabajadores a una parte sustancial de las acciones de su empresa permitieron acelerar “las privatizaciones” a los ojos de los acreedores e instituciones occidentales, engañando a los trabajadores en el “accionariado popular”. La reestructuración de las grandes empresas por tanto, haciéndose, se aminoró o “deformó”: los directores y poderes de Estado prefieren el no pago de los salarios al despido frontal y a la quiebra de las empresas. La concentración posterior de las acciones en las manos de los nuevos poderes de Estado, de los bancos y oligarcas –bajo formas muy opacas- limitó inicialmente la venta al capital extranjero.

(4) Las relaciones de trueque que se han extendido en Rusia en los años 90 al mismo tiempo que las privatizaciones y la “deflación” impuesta por el FMI, han sido a la vez una forma de protección precaria contra las nuevas obligaciones mercantiles combinada con la extensión real de las relaciones monetarias, de montajes financieros de tipo mafioso y de una subordinación del régimen Yeltsiniano a los preceptos del FMI y a los oligarcas. A la ausencia de reestructuración y de financiación de las empresas le acompaña una fuga masiva de capital al extranjero y una intensa especulación de los nuevos bancos privados a partir de títulos de Estado que condujeron a la crisis del verano de 1998.

(5) En el conjunto de los países candidatos a ingresar en la UE, las presiones para la apertura de la economía y especialmente de los bancos al capital extranjero se han intensificado en la segunda mitad de los años 90: más del 70% de los bancos están bajo control extranjero en varios países de Europa central, entre ellos Polonia cuya tasa de desempleo supera el 17%.

La carrera por la adhesión a la Unión Europea que resulta la coartada de las políticas impopulares impuestas por los dirigentes en el poder en Europa Central ha acelerado la disociación de las regiones más ricas que se desembarazan de la “carga presupuestaria” de las demás para intentar integrarse más rápidamente en la UE:

Los candidatos a la adhesión han orientado de forma radical su comercio hacia la UE, sufriendo desde entonces los gajes de su crecimiento y registrando déficits comerciales bastante sistemáticos. Los criterios impuestos por la UE a los países candidatos, aumentado la pobreza y el desempleo, provocan de hecho que la adhesión sea cada vez más costosa, al tiempo que el presupuesto europeo queda estrechamente limitado. Por tanto se intentará sin duda reducir los recursos concedidos a los países del Sur y no ampliar a los campesinos del Este los subsidios de la PAC…

Los fracasos de la UE de cara a la crisis de la ex – Yugoslavia y a sus guerras favorecieron la redefinición y la extensión al Este de la OTAN que corre el peligro de ser un sustitutivo a una adhesión real a la UE aplazada sin cesar.

(6) La alternancia sin alternativa se ha instalado tras el pluralismo político, un ascenso de la abstención, una dificultad de desprenderse de las mayorías gubernamentales y la generalización de escándalos financieros afectan a todos los partidos en el poder, cualquier que fuere su etiqueta. El retorno rápido y general de los ex – comunistas mediante las urnas ha expresado la desilusión profunda de las poblaciones hacia las recetas liberales y la esperanza de políticas más sociales, pronto frustradas pronto por la transformación social liberal de estos partidos.

(7) La llegada de Putin al poder en el embate de la crisis financiera del verano 1998 abrió una nueva fase marcada por la puesta en marcha de un poder nacionalista (“patriótico”) y de Estado fuerte  sobre varios planos: restauración del poderío ruso (especialmente en Chechenia), de un cierto orden moral y económico, puesta en marcha de medios de comunicación y de los poderes regionales,… El proyecto de nuevo Código del trabajo y los consejeros próximos sobre los que se apoya Putin ilustran los objetivos socioeconómicos burgueses de este régimen. La devaluación del rublo que siguió a la crisis del verano de 1998 permitió una frágil recuperación de la producción nacional y una baja del trueque, pero las necesidades de financiación de la industria permanecen bajo la presión imperialista.

El poder ruso busca reconquistar rastros de gran potencia en una negociación con la OTAN cuya extensión al Este crea una fuente de tensiones. Esperó confirmar una resistencia a todo el poderío de los Estados Unidos apoyándose en la UE. Pero el marco Atlántico y neoliberal en el que éste se construye limita estas veleidades.

 

2. La dinámica china

Desde el punto de vista de las grandes potencias, China no deja de representar un factor de incertidumbre en el plano geopolítico (cuestiones de Taiwán, de Tíbet, de Asia Oriental). Los grupos dirigentes de los Estados Unidos y de la UE y con más razón de Japón son conscientes de que, en todo caso, China contemplará en los próximos años jugar un papel de gran potencia y hacer valer su hegemonía en Asia. Aprendió, por lo demás, las lecciones de la guerra de Kosovo persiguiendo una modernización posterior a su potencial militar.

A pesar del  mantenimiento del régimen de transición burocrática, parece que en este momento ofrece más garantías que Rusia a los inversores extranjeros. Es por lo que todas las potencias imperialistas se han comprometido en el territorio chino  a explotar las aperturas crecientes.

De hecho, en su dinámica interna, China ha conocido, sobre todo en el último decenio, cambios de muy gran envergadura. Se persigue el crecimiento económico en tasas muy elevadas, siendo sólo de modo muy parcial afectado por la crisis asiática, y la renovación del país ha progresado considerablemente. Una capa burguesa, ligada a la economía nacional y/o  a las inversiones extranjeras y de los chinos de otros países asiáticos, ha tomado cuerpo, proviniendo lo más frecuentemente de sectores de la burocracia.

Se ha registrado en los últimos años, no obstante, una disminución bastante grave. Las fuentes oficiales no han dudado de hablar de tendencias depresivas mientras que un porcentaje elevado de grandes empresas de Estado permanece al rojo a pesar de las reestructuraciones realizadas o iniciadas. Más allá de las vicisitudes más coyunturales, se hace cada vez más claro que la integración creciente de la economía china en la economía mundial tiene como consecuencia que se produzcan fenómenos más propios del ciclo de una economía capitalista que de una economía de transición burocratizada (superproducción y superequipamiento sectoriales, exceso de competencia, baja de los precios de productos de consumo, inmuebles desocupados, etc.).  En consecuencia, los efectos negativos sobre el  terreno  social se hacen más precisos: desempleo creciente en las grandes ciudades y tasas elevadas de población denominada excedente en el campo.

En los medios dirigentes, por ejemplo, durante la decisión de incorporarse a la OMC, se produjeron vacilaciones sobre la cuestión de saber si había que entrar decididamente antes del término del nuevo curso o si fuera preferible disminuir la velocidad, incluso dar pasos atrás (se anunciaron en efecto medidas conservadoras en un momento dado). Pero la primera alternativa parece haberse impuesto. Las decisiones y los proyectos más importantes comportan, en efecto, una delimitación creciente del sector del Estado mientras que las empresas privadas operan cada vez más también en el sector llamado colectivo. Se proyecta, por lo demás, la introducción a escala más sustancial de sociedades por acciones, incluso para resolver el problema de las grandes empresas deficitarias. Puesto que tales proyectos interesan también a los inversores extranjeros, tanto en el ámbito industrial como en  el ámbito financiero y comercial, la acumulación privada podría desarrollarse sensiblemente más que en el periodo precedente. Tal perspectiva,  en el marco de una aplicación más rigurosa de criterios de rentabilidad en función del mercado y de una reducción progresiva de las protecciones aduaneras que se derivan de la adhesión a la OMC, está llena de consecuencias sociales. Se podrían reforzar las capas burguesas y aumentar sus riquezas del mismo modo que las capas medias cuyo peso no para de aumentar. Por el contrario, las capas obreras, amplios sectores del campesinado y, más en general, sectores pobres de la sociedad serían golpeados por el  desarrollo posterior del nuevo curso. Por lo demás, se han multiplicado los conflictos sociales en el transcurso de los últimos años, tanto en el campo como en las ciudades. A fin de cuentas, el equilibrio político del régimen podría estar gravemente quebrantado.

 

V. Las contradicciones que desestabilizan el nuevo orden imperialista

 

1. El límite intrínseco de la nueva estructura del capitalismo mundializado.

La fuerza expansiva de  la economía americana no es reproducible en otra parte. Los fundamentos supuestos de la “nueva economía” consisten en una revolución tecnológica que permite obtener beneficios de productividad importantes economizando gastos en capital. Las tecnologías de la información permitirían restablecer las ganancias de manera continua redistribuyendo en los salarios una fracción de estos mismos beneficios. Al mismo tiempo,  se contempla modificar la relación salarial instituyendo una remuneración en dos elementos: un salario de base, completado por rentas financieras (acciones, fondos de pensiones, etc.). El capitalismo financiero busca de este modo a constituir una base social incluso estrecha (denominada “la clase media global”) que busca asociar a sus propios intereses. La plausibilidad de un modelo semejante descansa, en última instancia, sobre la euforia bursátil.

La fragilidad de este modelo está acentuado por la debilidad del modelo EE.UU. (Este necesita el aporte masivo de capitales que proceden del extranjero). La tasa de ahorro es muy débil, incluso  nulo, el déficit comercial considerable, la tasa de endeudamiento de las empresas y los hogares enorme. Son los capitales que corresponden a los excedentes.

El equilibrio inestable depende en  última instancia de la fuerza coercitiva (monetaria, económica, financiera, política, militar,…) del imperialismo dominante que impone esta estructura disimétrica, en  primer lugar, gracias al papel del dólar en tanto que moneda universal.

Este modelo no se hubiera extendido en el conjunto de las metrópolis imperialistas. Una recesión futura en los Estados Unidos podría conducir a un derrumbe brutal de la montaña financiera que es el fundamento de este conjunto. Entonces, la salida dependerá en parte de las relaciones ínterimperialistas. Implicará el reparto de las pérdidas a nivel mundial entre las principales potencias. En esta eventualidad podrían aparecer tensiones muy agudas entre Europa y los Estados Unidos e incluso en el interior de la Unión Europea.

 

2. El ascenso de las contradicciones entre potencias imperialistas

La nueva estructura del capitalismo globalizado lleva en germen una profundización considerable de las rivalidades ínterimperialistas entre los tres bloques económicos regionales, cada uno alrededor de uno de las tres grandes potencias económicas. Los Estados Unidos, única potencia «global», asegura la estabilidad y la perennidad del sistema de explotación, abusando de esta posición de fuerza para imponer su ley a sus rivales.

 

(a) Desde hace diez años Japón está asolada por un estancamiento económico, ligado a la incapacidad de sobreponerse a los efectos de una burbuja especulativa y una gigantesca crisis bancaria. Pero esta coyuntura esconde por el momento la persistente potencia industrial y financiera del Japón, epicentro de una de las zonas (este asiático) más dinámicas de la economía mundial. La «globalización» significa la apertura del país mediante una serie de desregulaciones legales – institucionales y privatizaciones. La batalla de los grandes grupos extranjeros para implantarse está en marcha y los Estados Unidos empujan para derribar las estructuras proteccionistas. Estos últimos pesan en la región mediante su presencia militar que justifican con el argumento de la contención del ascenso en poderío (económico y militar) de China frente a Taiwán. En una perspectiva a medio plazo, se preparan para afrontar la constitución de una nueva potencia política y económica, China / Hong-Kong / Taiwán, lo que trastornaría radicalmente los  equilibrios en Asia y en el Pacífico.

 

(b) Las burguesías europeas han conseguido un éxito incontestable con la adopción de la moneda única. En la etapa actual, la Unión Europea se esfuerza por explotar mejor el espacio económico común y volverse más competitivo en el mercado mundial. Se han sucedido las operaciones múltiples de fusión y de concentración de los potentes grupos industriales, comerciales, financieros y bancarios. El Mercado Único avanza en particular sobre la harmonización de los mercados financieros. Desde la guerra de Kosovo la UE se fija como objetivo constituir una fuerza armada, autónoma de los Estados Unidos. Esto está directamente vinculado con la ampliación hacia el Este que se enfrenta con numerosos obstáculos en el seno de los países candidatos, que están obligados a introducir desregulaciones, privatizaciones y cambios estructurales exigidos. Transformando la UE en fortaleza (acuerdo de Schengen) es como la UE intenta rechazar los movimientos de población provenientes del sur del Mediterráneo, África negra, Europa oriental y una parte de Asia.

La voluntad de las clases dominantes de avanzar hacia una «Europa - potencia» implica una reforma de las instituciones, hoy muy híbridas, desembocando en una verdadera dirección política supranacional.

La UE ha conseguido dotarse de un primer nudo de un aparato de Estado verdaderamente supranacional, rodeado de una serie de coordinaciones interestatales cada vez más coherentes. Pero la construcción es transitoria y frágil. Está recorrida por fuertes contradicciones entre los (grandes) Estados miembros. Está en retroceso con relación a la democracia parlamentaria. Su legitimidad queda muy limitada entre la población a causa de su política profundamente antisocial. Al mismo tiempo, la dinámica prosigue impulsada por la globalización capitalista general y las necesidades del gran Capital europeo. Está obligado a afrontar los obstáculos y avanzar, ya que retroceder llevará a una gran crisis que pondría en peligro las conquistas (en particular la unión monetaria).

La rivalidad con los Estados Unidos es un importante estimulante para la edificación de un Estado europeo. <<SUPR. La multiplicación de las relaciones transatlánticas, que contemplan deshacer la rivalidad EE.UU.-UE, se enfrenta a dos obstáculos: no existe una clase dominante transatlántica y no existirá durante mucho tiempo; SUPR.>> El capitalismo americano dispone de un aparato de Estado poderoso y omnipresente sobre todo los continentes. Constituye el pilar indispensable en el conjunto de las burguesías imperialistas. Pero al mismo tiempo, lo utiliza para favorecer a sus propias empresas multinacionales en la lucha descarnada en el plano de la competencia económica y de las esferas de influencia política. El Gran Capital europeo no puede retroceder en su tentativa de un Estado europeo imperialista. Esto desemboca inevitablemente en una tentativa de reequilibrar la supremacía actual de los Estados Unidos. Lo que no ocurrirá sin fricciones y conflictos.

 

(c) Las relaciones contradictorias entre los Estados Unidos y Rusia, producto de la «guerra fría», se sitúan hoy en el marco de la extensión mundial del capitalismo, la transición de la ex – URSS al capitalismo y el reciclaje de la burocracia estalinista en clase burguesa.

Este proceso no es indoloro. Primero, porque esta neoburguesía contempla reconstruir la potencia mundial movilizando su historia, su conciencia nacional, sus vínculos internacionales con países tradicionalmente opuestos a los Estados Unidos, su fuerza productiva y sus recursos naturales, su mano de obra cualificada y, sobre todo, su capacidad de nocividad militar. Pero su transición es profundamente tributaria del gran capital internacional y del imperialismo. Luego, porque esta inserción en el mercado mundial es un proceso conflictivo en el que intervienen a su vez la rivalidad entre los Estados Unidos y la UE. Los dos contemplan adueñarse de la propiedad de la tierra e industrial, y de las materias primas, a partir de un encuadramiento institucional financiero y una presión forzada sobre la transición al capitalismo. La UE, Alemania a la cabeza, intenta operar una aproximación diplomática y económica en una relación calmada (que le da la proximidad geográfica, la política de ampliación hacia el Este y su propia debilidad militar), mientras que los Estados Unidos se enfrentan a Rusia en el marco de su política de hegemonía mundial.

 

3. Subdesarrollo, miseria, crisis y guerras en la periferia (Tercer Mundo)

(a) La inestabilidad de un gran número de países viene determinada por la ley fundamental de que los países imperialistas se imponen a escala mundial en detrimento de los países subdesarrollados. Estos ya no tienen el derecho de hacer valer cualquier obligación que sea no solamente a los movimientos de mercancías, sino también a los movimientos de capitales. Los países subdesarrollados compiten y están obligados a reproducir las condiciones favorables que permiten atraer los capitales mediante bajos niveles salariales, una ausencia casi total de fiscalidad, de protección social o de legislación sobre medio ambiente.

El tipo de desarrollo económico que resulta sólo puede resultar inestable, truncado, constantemente cuestionado. En el interior de los países dependientes esta lógica de funcionamiento desemboca en un fraccionamiento social extremo. En un polo, capas sociales estrechas que se aprovechan duraderamente de este sistema, en el otro polo las capas populares que sufren las consecuencias y sólo se aprovechan, en el mejor de los  casos, de modo muy parcial del crecimiento económico. Entre ambos, la clase media mundial oscila a merced de los éxitos  y de los fracasos entre un estatuto de base social estrecha de regímenes fundamentalmente desigual y situaciones de pauperización que son uno de los resortes de las tendencias  populistas o fundamentalistas.

 

(b) Es a partir de esta base como el Tercer Mundo atravesó por explosiones sociales, políticas y militares:

(1) La crisis de octubre en Medio Oriente marcó el fracaso definitivo de la operación diseñada, bajo el mando de los Estados Unidos, durante los acuerdos de Oslo. Las provocaciones de la derecha sionista, la explosión de la nueva Intifada y la represión militar del gobierno israelí determinaron la situación más conflictiva desde hace dos decenios, susceptible  de cuestionar los equilibrios geopolíticos de la  región, de quebrantar los regímenes internos de algunos países y de desembocar en una verdadera guerra que abrase a toda la región.

 

(2) El continente africano es como siempre el teatro de guerras y / o guerras civiles rabiosas, denominadas incluso «una guerra mundial africana». El país más poblado, Nigeria, no ha salido en absoluto de su crisis crónica y no ha emprendido la reorganización necesaria de una economía caracterizada por desequilibrios flagrantes. La emancipación de África del Sur del régimen de apartheid fue indudablemente una conquista capital de la lucha democrática revolucionaria llevada a cabo durante decenios por el pueblo sudafricano. La reconstrucción se enfrentó inevitablemente a dificultades gigantescas. Pero el balance es muy negativo desde el punto de vista de la mejora del nivel de vida de la gran mayoría de la población. La aceptación de los imperativos neoliberales no permitió tampoco alcanzar, sino de manera marginal, el objetivo de crear una capa burguesa negra.

Por último, muchos países africanos detentan algunos tristes records en materia de víctimas del SIDA. El porcentaje de personas, en primer lugar mujeres, golpeadas por esta enfermedad es literalmente espantoso: amplias capas de generaciones jóvenes están desapareciendo con todas las consecuencias que se desprenden para el porvenir incluso de vastas regiones del continente.

 

(3) La situación en el subcontinente indio, que engloba una cuarta parte de la población mundial, en su gran mayoría condenada a la indigencia medio siglo después de la independencia, ha estado marcada en los últimos años por las crisis políticas y los sucesivos golpes de Estado en Pakistán, la precariedad del equilibrio político en India y la guerra civil que sigue haciendo estragos en Sri Lanka. Sobre todo subsiste el conflicto entre India y Pakistán, alcanzando periódicamente conflictos militares, tanto más alarmantes cuando los dos países disponen de armas nucleares.

Indonesia, que a través de la dictadura sangrienta de Suharto había establecido un escudo de estabilidad neocolonial en el Sudeste asiático, se ha convertido en un polvorín desde el punto de vista tanto socioeconómico como político. El nuevo régimen surgido de un levantamiento popular debe hacer frente a reivindicaciones democráticas y sociales y a conflictos nacionales o regionales, en ocasiones agravadas por diferencias religiosas que podrían cuestionar el marco establecido tras el final del dominio colonial.

Filipinas se halla también golpeada por una crisis económica y social que se ha agravado en el último periodo debilitando seriamente la administración Estrada.

La crisis de Mindanao contribuyó en una medida importante en este empeoramiento, que, por otro lado, lleva a los Estados Unidos a acentuar su ingerencia.

 

(4) En América Latina el fracaso del «modelo neoliberal», basado en la especialización agroindustrial exportadora, la deuda externa, las privatizaciones, la desnacionalización del crédito y del ahorro, y una nueva deterioración de los términos de intercambio desiguales llevaron los niveles de paro, de trabajo «informal», la flexibilidad en el trabajo, la pobreza y la marginalización a más del 50% de la población latinoamericana. A ello se añade la dolarización de las economías y la presión creciente por parte de los Estados Unidos para acelerar la puesta en marcha del ALCA (Asociación de Libre Comercio de las Américas), lo que refuerza las condiciones de subordinación. Esta «neocolonización» económica por las empresas multinacionales se prolonga a partir de una reorganización de la estrategia imperialista con el fin de controlar la región y de poner fin a la «inseguridad hemisférica». El Plan Colombia es el principal instrumento que afecta principalmente a la región andina. Simultáneamente, la nueva administración Bush refuerza el bloqueo y la agresión político – diplomática contra la revolución cubana. De este modo, están presente todos los factores estructurales de la  desestabilización, de la ingobernabilidad y de las fracturas en los sistemas institucionales de dominaciones tradicionales. El estatuto neocolonial de los países del continente sale reforzado.

Tras el fin del ciclo revolucionario centroamericano (especialmente la derrota sandinista en Nicaragua) y la pérdida gradual de influencia de Cuba, la relación de fuerzas había evolucionado en un sentido desfavorable para la izquierda y para el movimiento revolucionario. Ha habido una importante regresión programática, política e ideológica.

En el nuevo contexto, asistimos a un resurgimiento de las luchas populares, una reorganización de las organizaciones de masa y una reconstrucción de la conciencia de clase. Visiblemente «antiliberal», esta removilización se inscribe, en muchos casos, en una lógica antiimperialista y anticapitalista (la Coordinadora de Defensa del Agua y la Vida en Cochabamba, la CONAIE en Ecuador, el MST de Brasil y el movimiento zapatista que ha recuperado la iniciativa política).  La zona de las tormentas engloba a Venezuela, donde ha habido un giro nacional populista, Ecuador, donde un movimiento indígena poderoso contribuye a alimentar la crisis política de las clases dominantes; Bolivia, donde los levantamientos campesinos y populares han sacudido el país y Perú, donde el régimen de Fujimori acaba de ser derribado.

Al mismo tiempo, la insurrección armada de Colombia confirma su vitalidad política y militar. El despliegue de las movilizaciones sindicales, campesinas, de las mujeres, de los activistas de los derechos humanos, de las poblaciones de los barrios y la «resurrección» de los pueblos indígenas no se limita a las zonas de «exclusión social» y de «desproletarización». Confirman la emergencia de un nuevo internacionalismo en el continente cuya expresión más importante ha sido el Foro Social Mundial de Porto Alegre.

 

(5) La implosión de la ex Unión Soviética ha dado lugar a una grave inestabilidad y una serie de guerras. En el Cáucaso, donde los conflictos por el petróleo se han mezclado con la política interior rusa, ningún país ha salido de la crisis económica y la inestabilidad política. Yeltsin inició la guerra en Chechenia para aumentar su nivel de popularidad cuando perdía altura y para lograr la elección de su delfín durante las elecciones presidenciales subsecuentes. Posteriormente, Putin ha continuado la guerra con más energía que su predecesor y el conflicto se convertido en el medio de sustentar su poder y estabilizar su mandato.

La invasión se produjo en la confusión de la guerra de la OTAN en los Balcanes y bajo condiciones políticas diferentes de la anterior —y desastrosa— invasión rusa de Chechenia en 1994. En efecto, era en parte una guerra contra la OTAN, una respuesta a la guerra de la OTAN en los Balcanes y la humillación percibida por Moscú durante ese conflicto y posteriormente. Por otro lado, se ha materializado la expansión oriental de la OTAN, una provocación que sufriera el régimen de Yeltsin  desde hace años, lo que ha constituido un factor en el conflicto de los Balcanes por la participación húngara.

Asimismo, la guerra fue un intento de reconstruir la moral y la capacidad ofensiva del ejército ruso. En 1994, el estado mayor se opuso a la invasión de chechenia; pero, en 1999,  la apoyó sin cortapisas.  También ha contribuido a reconstruir el chovinismo gran ruso, que se había deteriorado con el derrumbe de la URSS y, aún más, con la derrota de 1994 en manos de Chechenia. Por otra parte, ha lanzado una advertencia a las otras repúblicas autónomas con intenciones independentistas.

Por otro lado, también responde a los intereses estratégicos rusos, en particular en términos de control del petróleo, lo cual exige una mayor presencia de la influencia rusa en la región del Caspio. No había ningún proyecto de construcción de un nuevo oleoducto que le sacara la vuelta a Chechenia y le diera acceso al mar Negro. Para que Rusia siga siendo una actor de primer orden en la región, era menester asegurar la estabilidad y el control político. Nuestra tarea es revelar la opresión rusa de los chechenos y de apoyar por entero el derecho de Chechenia a la autodeterminación.

Ucrania, que ha conocido una regresión económica aún más grave que la de Rusia, está lejos de haber establecido un marco político – institucional estable y se halla amenazada por una fractura entre las regiones occidentales más atentas a Europa Central y Oriental  y las regiones  orientales bajo influencia del vecino ruso. Su suerte representa una apuesta mayor: el equilibrio de esta región del mundo en su conjunto depende en una amplia medida de la evolución de este país que podría bien integrarse en la zona de influencia de las potencia de la OTAN bien entrar en el regazo de Rusia renovando los vínculos rotos por el estallido de la URSS.

 

4. Un capitalismo globalizado y un gobierno mundial

 (1) La emergencia de un capitalismo globalizado exigiría un gobierno mundo para dominar las contradicciones que, desde el final de la guerra fría, son más numerosas, más agudas, más contagiosas, menos controlables. Pero un semejante Estado / gobierno queda fuera del alcance del imperialismo.

No obstante, la fuerte tendencia del último decenio es la emergencia y la afirmación de una serie de instituciones internacionales de tipo estatal. Las clases dominantes, a pesar de sus rivalidades, defienden la idea de poner en marcha un «nuevo orden» imperialista. La globalización económica, muy volátil, ha promovido y valorado «de forma espontánea» órganos de regulación, tanto en el plano regional – continental como mundial. La clave es el FMI (+BM) y la OMC. La OTAN ha enmendado su Carta y se impone a partir de ahora como el brazo armado del capitalismo global. El G7 (+Rusia) intenta asegurar una dirección política común. El proceso de globalización institucional se extiende al plano de la Justicia (Corte de La Haya) y a otros muy poderosos menos mediatizados (OCDE, Banco de Reglamentos internacionales).

Estas instituciones se han impuesto de facto, mediante la fuerza (OTAN), la astucia (AMI, OMC) o la mistificación (FMI, Banco Mundial y, a su manera, las Cortes Internacionales de Justicia).

Pero se enfrentan a contradicciones importantes: las rivalidades económicas y políticas entre las propias grandes potencias (comprendidos los bloques económicos regionales); la iniquidad social de sus políticas (contra el Tercer Mundo); la ausencia de legitimidad democrática electiva; el carácter abiertamente parcial frente a los principales conflictos (Irak, Ruanda, Palestina, Serbia, …). Desde su inicio, su legitimidad popular fue limitada.

Estas contradicciones fueron puestas en evidencia mediante las movilizaciones «contra la globalización». Su capacidad de gobernar el planeta será una dura prueba ante las turbulencias que se perfilan en el horizonte (en especial, la próxima recesión económica).

Por otro lado, la afirmación preponderante de estas instituciones de carácter ejecutivo y el papel unilateral de los Estados Unidos han acentuado la marginalización de la ONU (comprendido su Consejo de Seguridad), cuando la ONU (su asamblea y sus organismos anexos) había suministrado un marco institucional en el que los países imperialistas podían ser interpelados y «condicionados», y algunas políticas «progresistas» puestas en marcha.

El factor que subyuga el conjunto de esta arquitectura institucional es la supremacía del imperialismo americano que juega cada vez más un papel a la vez internacional y unilateral.

 

(2) La política arrogante y unilateral de los EE.UU.

Incluso en sus relaciones con sus aliados segrega su propio límite en aquello que requiere de una división del trabajo, repartos de influencia y la articulación de coaliciones con sus principales rivales y las potencias regionales secundarias. Pero los procesos de concentración y de internacionalización en curso golpean también en  el marco de una competencia cada vez más feroz a los sectores dominantes. De allí las divergencias en el seno de éstos sobre los medios, los ritmos y las estructuras a poner en pie para alcanzar el objetivo común; lo que se refleja a nivel de grupos dirigentes políticos, provocando múltiples querellas, luchas sordas y desgarramientos recurrentes. Son estas dificultades y estas tensiones y la toma de conciencia del peligro que representa para el “nuevo orden” el estado actual del mundo con sus miserias y marginalizaciones crecientes, lo que llevan a los representantes y a los portavoces las clases propias clases dominantes a ponerse una sordina al triunfalismo de la ideología hegemónica.

 

(3) Esta situación es propicia a la exacerbación de conflictos entre Estados y lleva a una remilitarización generalizada.

La guerra del Golfo y, más  aún, la del Kosovo –por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial en suelo europeo- han reactivado la remilitarización a escala internacional en nombre de la democracia y la ingerencia humanitaria. Las nuevas generaciones han podido aceptar de este modo la idea de que la guerra puede ser «indolora» y una peripecia «normal» de la historia.

Desde entonces los Estados Unidos eligieron “modernizar” más su armamento y su sistema de defensa, con la perspectiva de la NMD (National Missile Defense). Este proyecto alteraría profundamente los equilibrios y las relaciones de fuerza a nivel mundial, especialmente en el seno del imperialismo y frente a otras potencias «secundarias». La construcción de un ejército europeo por parte de la UE forma parte de este movimiento, así como Japón, dispuesto a terminar con el síndrome de 1945. Muchas potencias de segundo rango así como pequeños países, ya sea porque están comprometidos o temen ser comprometidos en conflictos regionales, ya sea en el objetivo de aumentar su papel geopolítico o de  estar en condiciones de aplastar movimientos de oposición, no cesan de armarse a su vez arruinando sus  presupuestos y agravando su deuda externa.

Al alba del nuevo siglo los protagonistas y los segundos músicos  del “nuevo orden internacional”, anunciado hace diez años, se han encaminado pues hacia una creciente militarización. Continúan transformando el planeta en el más temible polvorín de la historia.

 

5. La crisis ecológica

La crisis ecológica sin precedente está directamente vinculada a la mercantilización del mundo capitalista. Deteriora el medio ambiente, es decir las condiciones de vida en el conjunto del planeta, pero golpea de manera desigual las regiones y las capas sociales más débiles y más pobres. Los estragos causados al medio ambiente pesan en lo sucesivo sobre la supervivencia de la humanidad. La transformación de lo vivo en mercancía no cesa de progresar. Se apoya en la puesta a punto de nuevas técnicas cuyo impacto ecológico no está controlado ni a veces incluso es conocido. Se corre el peligro igualmente de acompañarlo de una dependencia creciente de los países del Sur, tanto a nivel tecnológico como alimenticio. La ofensiva de las grandes firmas de la agroindustria para imponer en el planeta los organismos genéticamente modificados (OGM) es sintomático de esta situación.

Algunas conferencias internacionales sucesivas sólo han dado resultados irrisorios: la responsabilidad incumbe sobre todo a las grandes potencias y en primer lugar a los Estados Unidos. La aproximación decidida a los problemas del medio ambiente del mismo modo que a los problemas de la alimentación y de la sanidad a escala mundial son motivos consistentes para cuestionar el capitalismo.

 

VI. La crisis social a nivel mundial

 

De cara a esta ofensiva general del capitalismo, que ha marcado numerosos puntos en estos últimos años, se desarrollan multiformes resistencias. El fracaso de la cumbre de Seattle de la OMC, tras el abandono del proyecto de Acuerdo Multilateral de Inversión (AMI), constituye un verdadero acontecimiento político. Por primera vez, una campaña internacional y con dimensión internacionalista contribuyó a que los dueños de la globalización perdieran una batalla. Este fracaso es el resultado de contradicciones múltiples que se han combinado para llegar al fracaso de la negociación: contradicción entre los intereses capitalistas europeos y americanos especialmente sobre las subvenciones en la agricultura y las barreras comerciales que se oponen mutuamente; contradicción con los intereses de los países en desarrollo, que reclaman un tratamiento especial y diferenciado, incapaces de rivalizar con la competitividad de las economías desarrolladas teniendo en cuenta su débil productividad y el peso de la deuda; contradicción con el desarrollo masivo, en la opinión pública, de una toma de conciencia de los perjuicios del liberalismo en todas partes, simbolizada por las manifestaciones de sindicatos y asociaciones que se reunieron para perturbar el desarrollo de la conferencia.

Las reacciones masivas repetidas de la juventud y de las asalariados desembocaron finalmente en una primera acumulación de fuerza y de energía. En Europa, con relación a las jubilaciones, los despidos, el tiempo de trabajo, el cuestionamiento de los servicios públicos, la burguesía todavía no ha conseguido imponer sus objetivos a escala continental, aun cuando si el movimiento obrero está a la defensiva y encaja los golpes. Las huelgas del 95 en Francia, pero también los movimientos sociales en Alemania, Italia, Dinamarca… fueron los hechos más notables. En Asia Oriental el capitalismo se ha desarrollado pero ha provocado en contrapartida el nacimiento de movimientos obreros combativos y nuevos en primera línea de combate contra las dictaduras locales. En América la entrada en vigor de la ALENA estuvo marcada por la rebelión de los pueblos indígenas de Chiapas en México,  lo que condujo a la aparición del movimiento zapatista.

Este cuadro de conjunto debe conducirnos a tener en cuenta las tensiones y las contradicciones que sufren más que nunca el sistema en su conjunto a escala  mundial y de muchos países en las diferentes regiones.

La economía mundial ha conocido una coyuntura favorable prolongada en la estela del largo ciclo expansivo de la economía americana. Pero la emergencia del «nuevo capitalismo» no desemboca en una larga fase de estabilización socioeconómica, a la manera del periodo de expansión de después de la guerra. La ralentización  actual de la economía americana, las reestructuraciones y los planes de despidos de la industria, los movimiento erráticos de la bolsa plantean una nueva recesión de la economía americana. Más en general, el contexto mundial queda caracterizado  por desequilibrios y desigualdades crecientes en detrimento de la gran mayoría de la población del planeta. El foso se hunde más en el interior de los propios países más desarrollados. Una situación semejante en el ámbito socioeconómico es, en última instancia, el origen de la crisis bastante generalizada de direcciones políticas tradicionales, incluso de su estallido, y de las dificultades contra las cuales tropiezan las tentativas de recomposición.

Las contradicciones que desgarran la sociedad contemporánea a escala mundial y provocan estragos crecientes a todos los niveles imponen en el orden del día, más que nunca, la definición y la construcción de una alternativa sistemática. Las fuerzas sociales y políticas, que rechazan la “globalización” preconizada por las clases dominantes, existen en todas las regiones del mundo y son susceptibles de luchar desde ahora, con independencia de la relación de fuerzas a nivel nacional e internacional en la etapa actual. Abrazan una gran diversidad de análisis y de respuestas políticas, yendo de un proteccionismo nacionalista – burgués hasta un internacionalismo socialista y revolucionario.

Es en el marco de semejante movilización internacional y de una reactivación más general de la lucha de clases, proyectada para los años que vienen, que hay que busca el camino de la reconstrucción completa del movimiento obrero y antiimperialista, de la emergencia de vanguardias que hagan sus experiencias en  la nueva época en que vivimos, y de un resurgimiento de un nuevo internacionalismo y de una Internacional revolucionaria.

(NB Añadir posteriormente un parágrafo sobre la coyuntura económica mundial.)