ARTIENDO CRITICAMENTE DE LA
RESOLUCION del XI Congreso Mundial, “La revolución socialista y la lucha por la
liberación de la mujer”, esta resolución tiene el fin de ser una guía de acción
para nuestras organizaciones en lo central para levantar, junto a la masa de
mujeres latinoamericanas, otros sectores feministas y otros organismos
revolucionarios, un movimiento por la liberación de las mujeres que tome su
lugar y juegue un papel decisivo en los procesos revolucionarios y en la
construcción de una sociedad socialista.
1. Los pueblos
latinoamericanos enfrentan la subyugación del dominio imperialista, con la
correspondiente miseria y la distorsión del desarrollo de nuestras sociedades.
La relación con el imperialismo es cambiante, lo que determina el surgimiento
de nuevas contradicciones sociales, económicas y políticas y, así, de
condiciones para la aparición de nuevos movimientos, y para la toma de
conciencia y de fuerza entre las masas — entre ellas las mujeres — de su
capacidad transformadora.
Los últimos 30 años han
traído cambios profundos y súbitos en nuestros países, que han transformado la
faz del sub-continente y la
vida de su población, en particular la de las mujeres:
• la crisis estructural en el
agro y el proceso desigual de industrialización, que han provocado una
migración masiva a las ciudades;
• el surgimiento de las masas
semi-proletarias de las grandes urbes como nuevo sector de desposeídos;
• el reemplazo del modelo de
acumulación capitalista de sustitución de importaciones por el de exportación
secundaria y modernización;
• la crisis de la deuda;
• el desgaste del Estado
populista;
• la instrumentación por el
imperialismo de la estrategia de los conflictos de baja intensidad, que implica
transiciones controladas de las dictaduras militares a gobiernos civiles
“democráticos” combinadas con la represión.
• la invasión de Granada y
Panamá y la creciente utilización de bases militares norteamericanas
directamente en tierra latinoamericana, muchas veces con la excusa de la
“guerra contra la droga”.
Todo ello ha implicado un
creciente empobrecimiento, un incremento de la violencia y la agudización de
las diferencias y las contradicciones sociales.
Al mismo tiempo, el triunfo
de dos revoluciones, la de Cuba y la de Nicaragua, a pesar de los problemas por
los que atraviesan, representan para las masas del sub-continente la
posibilidad de cambio.
Es bajo este contexto de los
80, que las mujeres latinoamericanas han entrado al escenario político del
sub-continente.
2. En el marco de la crisis
económica, la administración del gasto familiar y del trabajo doméstico en general,
asignados socialmente a las mujeres, se han tornado cada vez más difíciles de
realizar. La hiperinflación implica para el ama de casa de las ciudades ir de
mercado en mercado en busca del alimento más barato, comer menos para asegurar
que sus hijos tengan un poco más y la angustia de simple y sencillamente no
tener qué dar de comer a la familia. En el campo, el trabajo doméstico se ve
incrementado por la labor que representa la cría de animales y las tareas de
transformación de productos destinados a la comercialización.
La falta de servicios básicos
en el campo y la ciudad significa que la realización del trabajo doméstico se
dé en condiciones brutales. En el campo implica recorrer grandes distancias
para acarrear agua o leña y el padecimiento crónico y endémico de enfermedades
curables de los diversos miembros de la familia, especialmente los niños. En
los barrios pobres urbanos, las mujeres también llevan a cabo su trabajo
doméstico muchas veces sin agua, sin electricidad, en condiciones insalubres,
sin suficientes escuelas para los hijos, sin consultorios médicos. Estas
condiciones determinan que todas las responsabilidades se multipliquen.
3. La creciente pauperización
de las masas ha forzado a las mujeres a buscar ingresos para que la familia pueda
sobrevivir.
Entre 1950 y 1980, el
porcentaje de mujeres económicamente activas aumentó en la mayoría de países de
AL. Pero además, entre 1975 y 1984, en la mayoría de los países de los que
tenemos datos, también aumentó la proporción de las mujeres en relación al
total de la Población Económicamente Activa (PEA).
4. Entre el campesinado se ha
deteriorado la posibilidad de las mujeres de encontrar empleo remunerado, lo
que las lleva a ubicarse como aparceras asalariadas, jornaleras o
arrendatarias; al mismo tiempo siguen asumiendo las tareas del hogar.
5. En algunos casos, por
ejemplo Brasil, México y Uruguay, las mujeres entraron a la producción fabril
en números significativos. Pero aun en estos casos, generalmente entran a
laborar en departamentos de puras mujeres, sufriendo discriminación en las
condiciones de trabajo, salario y ascenso, al tiempo que siguen asumiendo las
tareas en el hogar “propias de mujeres” (la doble jornada).
Con la sola excepción de
Brasil, las mujeres que entran a trabajar engrosan las filas de la PEA
fundamentalmente en servicios y el sector informal de la economía. Para la
mayoría esto significa más trabajo pero no una proletarización en el sentido
cabal de la palabra. Estos cambios son palpables en muchas ciudades grandes, donde
en los últimos años se han multiplicado los vendedores ambulantes, la
mendicidad y la prostitución. A falta de empleos asalariados estables y con el
ingreso raquítico que aún éstos implican, las mujeres han salido a la calle a
ganarse la vida de cualquier manera.
6. Ante la crisis económica y
política, las burguesías latinoamericanas y sus Estados buscan en todo momento
crear nuevas bases de consenso para mantener su dominio sobre la sociedad. En
la medida en que las mujeres han entrado en los últimos años cada vez más a la
vida pública, aun cuando todavía la mayor parte se ve recluida al hogar, buscan
legitimarse ante ellas concertando con los movimientos organizados de mujeres y
presentándose como campeones de los derechos democráticos y civiles de las
mujeres. Ello ha implicado una ofensiva ideológica de parte de muchos gobiernos
y fuerzas burguesas hacia las mujeres en general, manifestándose en su discurso
electoral y en la colocación de mujeres en puestos del Estado.
7. En algunos países como
Brasil, México, Argentina y Uruguay, los partidos burgueses en el poder han
impulsado instituciones u organismos que
tienen el objetivo de desarrollar programas específicamente dirigidos a las mujeres
en su condición de sexo oprimido. La mayoría
se dedican a investigar, propagandizar y proponer reformas legislativas,
sin tener capacidad ejecutiva propia.
8. La mayoría de los países
han suscrito la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación de la Mujer de la ONU. A esto ha seguido el reconocimiento
expreso a nivel constitucional de la igualdad de los derechos ciudadanos para
hombres y mujeres.
Además, muchos gobiernos han
introducido cambios, a iniciativa propia, en aspectos legales referentes a la
igualdad formal y derechos sociales como el divorcio.
La ofensiva modernizadora de
muchos Estados se refleja en el terreno laboral con un planteamiento de
“igualitarismo” que busca facilitar una mayor explotación de las mujeres,
contribuyendo así a la legitimación de sus políticas económicas.
9. Es a nivel de sus
programas económicos que las políticas estatales afectan más y más la vida de las mujeres.
En muchos países, los Estados
han implementado programas que tienden a institucionalizar el mercado informal
de trabajo: capacitación y créditos a mujeres para que puedan tener ingresos
adicionales sin salir del hogar. Esto disfraza el desempleo, le ahorra a la
patronal el pago de prestaciones a las trabajadoras y dificulta su
organización.
Otros gobiernos han instituido
programas de empleo temporal destinados originalmente a los hombres. Pero han
sido las mujeres las que los han llenado sin ninguna seguridad en el empleo y
con salarios de “emergencia”.
Algunos establecen, junto con
sus programas de modernización, programas de “lucha contra la pobreza extrema”
utilizando la mano de obra femenina voluntaria para realizar obras públicas.
10. En muchos países, el
Estado realiza una política agresiva de control natal, recurriendo a la
distribución indiscriminada de anticonceptivos y a la esterilización forzada.
Muchas veces, esta política está directamente ligada a sus negociaciones con
las agencias internacionales financieras y a sus peticiones de crédito. La
falta de alternativas de la izquierda para defender el derecho de las mujeres a
decidir sobre su maternidad facilita aún más la instrumentación de esta
política cuyo objetivo es bajar la tasa de crecimiento de la población y
convencer al pueblo
de que su miseria se debe a que
“somos demasiados”.
11. Varios gobiernos han
establecido centros policiales especializados en atender a mujeres agredidas,
lo cual no sólo sirve para legitimarse frente a las mujeres como campeones de
su bienestar, sino particularmente para ampliar y legitimar su aparato
represivo.
12. El peso de la Iglesia
católica latinoamericana es enorme, política, social y culturalmente hablando.
Sin embargo, en los últimos 20 años, ha entrado en crisis, lo cual se
manifiesta con la existencia de varios sectores a su interior, incluyendo el allegado
al Vaticano y el sector conocido como el de la Teología de la Liberación, con
sus múltiples tendencias.
La jerarquía vinculada al
Vaticano apoya en general las medidas tendientes a mantener el sistema actual
de dominación y por lo tanto una posición muy conservadora respecto a las
mujeres, oponiéndose, por ejemplo, a cambios en las leyes sobre el divorcio,
los anticonceptivos, y el aborto. Por múltiples medios, promueve una política
de reforzamiento del sistema familiar tradicional y el papel sumiso de las
mujeres a su interior.
La corriente identificada con
la Teología de la Liberación está en general vinculada a procesos de
autoorganización de las masas pobres. Un altísimo porcentaje de los miembros de
las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) y Grupos de Reflexión Bíblica son
mujeres. Esto ha hecho que algunos clérigos sean más sensibles a la opresión
específica que éstas sufren y a la necesidad de asumir una acción política en
torno a ella. Pero la gran limitación en el desarrollo de su visión política al
respecto es la contradicción entre la visión moral tradicional de la que no se
apartan y las necesidades concretas y cambiantes de las mujeres en relación
especialmente a la sexualidad, la maternidad y los anticonceptivos. Han
aparecido sólo algunas contribuciones teológicas desde el punto de vista de las
mujeres y su relación con el conjunto de la vía liberadora que asume la
corriente.
En los últimos años, también
ha crecido la actividad de diversos grupos protestantes en América Latina. Entre ellos hay corrientes de la Teología de
la Liberación que han avanzado en una producción teórica feminista importante,
fundamentalmente en sectores universitarios.
Sin embargo, la gran mayoría son
sectas evangelistas, caracterizadas por una visión social y política sumamente
conservadora, y particularmente reaccionaria en relación a las mujeres.
13. Todos estos cambios en la
sociedad han tenido profundos efectos en la vida familiar para el conjunto de las
masas latinoamericanas. Sufre fuertes presiones desintegradoras sin que exista
la posibilidad material para la amplia mayoría de la población de adoptar en la
práctica el modelo de familia burguesa.
En el campo, millones de
familias siguen siendo unidades productivas, generalmente con una rígida
distribución de papeles de acuerdo al sexo, colocando a las mujeres en los
últimos escalones de la jerarquía de poder y en la toma de decisiones tanto
formal como realmente. Pero en estos casos sí toman parte en la producción, son
parte de la comunidad productiva, aunque ésta esté relativamente aislada del
resto del mundo.
Al mismo tiempo, 26 millones
de indígenas, concentrados en su mayoría en Perú, Ecuador, Bolivia, Guatemala y
México, mantienen en diferentes grados sus propias costumbres, tradiciones, y
formas de asumir el trabajo productivo de manera comunitaria. Las presiones
sobre estas nacionalidades para abandonar su cultura son enormes, pero resisten
la ladinización.
Sin embargo, la crisis
estructural del agro y una cierta capitalización del campo, presionan
fuertemente hacia la desintegración de la familia campesina como unidad de
producción, autosuficiente, sin que esto implique su transformación simplemente
en una unidad de consumo.
Con la concentración de la
población en las urbes latinoamericanas y el fortalecimiento de las relaciones
de producción capitalistas, se constituye la familia burguesa entre la gran y
pequeña burguesía y sectores del proletariado industrial. Sin embargo, la gran
mayoría de los emigrados no llegan a formar parte de la clase obrera
propiamente dicha: el capitalismo subdesarrollado sencillamente no tiene más
uso para su mano de obra que como parte del gigantesco ejército de reserva.
Pero aun en aquellas familias
donde un miembro o más llega a tener un empleo asalariado, rara vez el ingreso
de cada empleo es suficiente para que
puedan establecer su propio núcleo familiar, a pesar de que son obligados a
enfrentarse como individuos al mercado de trabajo.
El número de hijos por mujer ha bajado sensiblemente, pero la
mayoría de las familias urbanas siguen siendo grandes. Muchas veces la forma
que adoptan para sobrevivir se asemeja a las relaciones tradicionales en el
campo: el pequeño comercio familiar es muy extendido y, aún cuando no se
establece, muchas veces sigue siendo una aspiración de los asalariados; se
trasladan tradiciones indígenas a las ciudades.
Pero, en otros casos, la presión
desintegradora sobre la familia es tal que simplemente se dispersa, dándose el
fenómeno masivo de niños abandonados. Por otro lado, cada vez más las mujeres
quedan como jefas de hogar .
Además, la crisis genera
tensiones a nivel social que aumentan no sólo el número de asaltos y
violaciones, sino también la violencia intrafamiliar.
14. A finales del siglo XIX y
principios del XX, aparecen las primeras organizaciones de mujeres como tales
en base a una identificación inicial entre las mujeres de una misma
comunidad por coincidir en horarios,
problemas inmediatos a ser atacados y preocupaciones comunes. He ahí la
tradición de:
• la organización de mujeres
en apoyo a las luchas obreras desde el siglo pasado;
• las luchas de las mujeres
por su derecho al trabajo, particularmente en industrias “de mujeres”, que
arrojaron miles de cuadros experimentados para el movimiento obrero en general,
y
• clubes de madres a nivel
barrial para atender distintos problemas de la comunidad.
Pero además, hay cierta
tradición de organización de mujeres en torno a demandas de género. Las mujeres
burguesas se organizaron desde fines del siglo pasado en torno al derecho a la
educación, el acceso a las profesiones y en algunos casos el derecho al voto.
Pero en el marco de auges generales de la lucha de clases, existieron
organizaciones de masas de mujeres cimentadas en las clases trabajadoras que se
conformaron en torno a la exigencia de derechos como el voto, la tierra, el
trabajo y la educación para las mujeres de los sectores populares.
15. En los años 70 y 80
surgieron múltiples grupos feministas del tipo de los que conocieron al mismo
tiempo Europa, Estados Unidos y Canadá, bajo la influencia de éstos. A pesar de
que en Brasil surgió un movimiento feminista con carácter de masas por un corto
período al final de los 70 e inicio de los
80, en AL este proceso nunca fue la generalidad y no se generó la
construcción de un movimiento feminista orgánicamente constituido con carácter
de masas.
La mayoría de los grupos se caracterizaban por
la discusión ideológica y teórica y concentraban su actuar en la autoconciencia
y la propaganda, repercutiendo en los medios de comunicación masiva,
introduciendo así, por primera vez en muchos años, “la cuestión de la mujer” en
los medios intelectuales y de izquierda y en la sociedad en su conjunto.
Sin embargo, la labor de los grupos feministas
y de autoconciencia, aun cuando estimulara en algunos casos respuestas masivas,
no dio como resultado la construcción de estructuras generales más permanentes
en los diferentes sectores de mujeres que se movilizaron en este período, que
mantuvieran la continuidad de un movimiento específico. La acción de los grupos
feministas, además, se concentraba en las grandes ciudades o incluso, en
algunos países, sólo en las capitales.
Al estar dedicadas a discutir y propagandizar
“temas” relacionados con la opresión —trabajo doméstico, violencia, sexualidad,
aborto— estaban tocando cuestiones vitales para todas las mujeres. Pero al
tener una práctica fundamentalmente de propaganda, y una visión de construcción
del movimiento a partir de la simple multiplicación de pequeños grupos,
difícilmente podían establecer una plataforma que unificara al conjunto de los
grupos o que fuera atrayente y accesible a la mayoría de las mujeres.
La enorme mayoría de las mujeres estaban y
están organizadas permanentemente en torno a la sobre vivencia física de ellas
y sus familias y la democracia, situación en la que están colocadas por el
carácter semicolonial de nuestros países y la miseria que provoca. Además, en las
capas medias no existieron las contradicciones necesarias a nivel masivo para
que en ese sector bastante numeroso hubiera mayor respuesta.
Esta situación llevó a una
crisis de perspectivas políticas de los grupos autónomos, y en muchos casos a
su desaparición o absorción por proyectos de los Estados.
16. Pero ciertos grupos, y
muchas mujeres en lo individual, empezaron a formar otro tipo de herramientas
para expresar sus inquietudes feministas:
a) Instituciones de apoyo y/o
educación, financiadas en lo fundamental con dinero de agencias
internacionales. Varía mucho la dinámica central de su actividad. No siempre se
definen explícitamente como feministas, pero tienen un peso importante en el
feminismo por su trabajo, facilitado por el financiamiento que perciben.
b) Grupos de apoyo y/o
relación con mujeres sin financiamiento (por ejemplo, centros de servicios y de
encuentro y reunión, cineastas, trabajo barrial, campesino e indígena).
c) Grupos que editan alguna
publicación.
d) Grupos de mujeres cristianas.
e) Comisiones o agrupaciones
sindicales.
f) Grupos de mujeres en
partidos políticos de izquierda.
Todas estas experiencias del
feminismo prosperaron más en los 80 en la medida en que han regido su trabajo a
partir de un intento de aproximación a la forma concreta en que la mayoría de
las mujeres se están moviendo hoy.
17. Se ha transformado la
vida cotidiana y la visión del mundo de millones de latinoamericanas. Se han
visto forzadas a salir del umbral de la casa y a entrar en la vida pública de
manera estrepitosa, buscando sostenimiento para sus familias en actividades que
antes no hubieran contemplado.
Una generación entera de
mujeres jóvenes ha sido criada en condiciones de crisis, en su mayoría por
madres que han vivido estos cambios. Por lo tanto, no tienen como ejemplo en la
práctica —aun cuando ideológicamente se sostiene— el modelo de mujer cuya vida
se circunscribe a las cuatro paredes del
hogar.
Al mismo tiempo, la extensión
de la educación pública y la penetración de los medios masivos de comunicación
al campo y la ciudad en los últimos años ha significado una ampliación —así sea
distorsionada— del horizonte de millones de mujeres.
18. Así como ha aumentado la
participación de las mujeres en el mercado de trabajo, millones se han visto
forzadas, ante la imposibilidad de encontrar una solución individual, a tratar
de darle una solución colectiva al deterioro del nivel y de los derechos
democráticos. Como consecuencia, participan más en los movimientos sociales y
políticos en general, involucrando a millones de mujeres, dándoles en muchas
ocasiones por primera vez una experiencia de lucha.
En la actualidad, la mayoría
de las mujeres se organizan por sector social en torno a sus condiciones de
vida y trabajo (sobrevivencia familiar, condiciones de trabajo doméstico y
trabajo asalariado) y en torno al problema político más brutal, la lucha contra
la represión, por los derechos humanos y la democracia.
En los últimos 15 años, han
surgido nuevos movimientos cuyas bases de apoyo y activistas son casi
exclusivamente mujeres: la lucha urbana y la lucha por la libertad de presos y
desaparecidos políticos.
Los movimientos cívicos o
urbanos populares pugnan por solucionar problemas de vivienda, servicios y
carestía. Las mujeres, en la medida en que siguen encargadas del bienestar
familiar en todos sus aspectos y en que todavía la mayoría no tiene empleo
asalariado —con sus correspondientes horarios fuera del hogar— son las más
motivadas y las más posibilitadas para participar en este movimiento, centrado
en el lugar de residencia.
Por otro lado, los comités de
familiares de presos y desaparecidos políticos tienen como su base y fuerza
motriz a las mujeres, fundamentalmente por su identificación con su papel de
madres y esposas y su responsabilidad en la lucha por liberar a sus hijos,
esposos y hermanos de las garras de la represión.
El desarrollo de luchas
sindicales y campesinas también ha involucrado a muchas mujeres. En los
sectores en los que se concentran casi exclusivamente mujeres trabajadoras,
miles han tomado las calles por primera vez.
Las campesinas e indígenas,
por otro lado, en muchos casos también se organizan como mujeres para enfrentar
problemas relacionados tanto con la necesidad de mejores condiciones para
realizar el trabajo doméstico y el bienestar de sus familias, como para luchar
por sus propios derechos a la tierra y los créditos, y con la necesidad de
tener ingresos propios para aumentar los familiares.
19. Esta entrada a la vida
pública en distintas formas y en diferentes grados crea una dinámica
contradictoria a nivel de la conciencia de las mujeres: en su mayoría, entran a
la vida pública como madres y esposas.
Una minoría, pero una minoría significativa políticamente,
entra como jóvenes trabajadoras.
Salen de sus hogares y sus
colonias, se confrontan con el poder estatal, con la patronal, con la
burocracia sindical, con los grupos paramilitares y los caciques en el campo y
la ciudad. En resumen, hacen precisamente lo que los valores vigentes rezan no
debe hacer una mujer.
La contradicción central que
enfrentan millones de latinoamericanas es la necesidad de cumplir con el papel
tradicional de la mujer en la familia, en la casa, y en el trabajo doméstico en
su más amplio sentido, por un lado, y, por el otro, la imposibilidad de
hacerlo, dadas las condiciones generales, sin topar con esa tradición. La
existencia de esta contradicción es la base objetiva de las perspectivas de
construcción de un movimiento masivo de las mujeres por su liberación en AL y el Caribe.
Se crean condiciones para su
movilización a nivel masivo que abren posibilidades de una toma de conciencia
de su opresión como mujeres. Su salida a la calle, motivada por la necesidad y
la solidaridad, las enfrenta a obstáculos para cumplir su cometido. Si van a cumplirlo,
si van a ganar, tendrán que cambiar su comportamiento, su concepción de sí
mismas, sus condiciones de lucha. Para establecer nuevas condiciones de
solidaridad y, por lo tanto, mejorar sus condiciones de lucha, tendrían que
enfrentar su propia opresión como género. No hay salida positiva de la
contradicción sin la ruptura con las condiciones sociales, políticas y
personales que crean y mantienen el modelo tradicional de mujer --madre, esposa
y ama de casa — a partir de la lucha política de masas en la que las mujeres
estén al frente y en la dirección de la misma.
Esta contradicción es
agudizada por otras:
• las masas de mujeres tienen
hoy acceso a los medios masivos de comunicación y, a pesar de las deficiencias,
millones también lo tienen a la educación formal. Por ambos medios, conocen las enormes
posibilidades que ofrece el mundo de hoy
para el desarrollo de los individuos, al mismo tiempo que se les presentan
modelos de lo que deben ser las mujeres, modelos tanto tradicionales como
“modernos”. Estos nuevos conocimientos y
los mismos modelos chocan frontalmente con la realidad de sus vidas.
• millones de mujeres tienen
por primera vez acceso a anticonceptivos, lo que posibilita que conceptualicen
el control de sus propios cuerpos y el ejercicio consciente de su maternidad y
de su sexualidad con fines distintos a los de la procreación, aún con todos los
riesgos implícitos por el hecho de tener ese acceso a raíz fundamentalmente de
una política de control natal, nefasta en su motivación y antidemocrática en su
implementación;
• el establecimiento de
programas estatales referentes a la violencia sexista, al mismo tiempo que
significan una forma de ampliación e incluso legitimación del aparato represivo
del Estado, legitiman el carácter social de la violencia sexista, dejando al
desnudo a través de las denuncias la brutalidad y el gran número de casos en
que se presentan;
• la propaganda burguesa
respecto a la igualdad de las mujeres —sea para apoyar una política de control
natal para captar votos, o para legitimarse ante la comunidad internacional—
introduce a nivel de las masas como nunca antes, y en algunos casos por primera
vez, la idea de que las mujeres y los hombres tienen derechos iguales ante la
ley y en la sociedad. Al mismo tiempo, dentro de las organizaciones de masas
independientes que luchan contra la política estatal y de la burguesía, y que
particularmente levantan la bandera de lucha por una democracia real, las
mujeres enfrentran una discriminación y marginación en la mayoría de los casos
tanto de las bases como de las direcciones.
20. Pero el reconocimiento de estas
contradicciones y su superación a través de la lucha conciente por su
liberación no es automática. Depende de muchos factores de la lucha social, del
grado de organización de las mujeres y de la lucha de clases en general: la correlación de fuerzas general entre la
burguesía y los trabajadores; la capacidad de la burguesía y su Estado de
plantear políticas desmovilizadoras y auto-legitimadoras ante las mujeres; el desarrollo, la fuerza y relación de las
organizaciones revolucionarias y reformistas con los movimientos de mujeres que
surjan y la visión de estas fuerzas sobre la cuestión de la mujer, etc. Todos estos factores influyen en el
desarrollo de un sector del movimiento de mujeres capaz de hacer, en la
práctica, la vinculación entre un proyecto de construcción de un movimiento de
masas con carácter feminista y los puntos de partida más generales de
movilización o radicalización de las mujeres.
Sin embargo, la existencia de estas contradicciones es la base objetiva
de los avances de los
últimos años hacia la construcción de un movimiento político de las
mujeres por su liberación en nuestro continente.
21. En términos generales, la
dinámica central que hoy vivimos en AL apunta hacia la resolución favorable de
estas contradicciones. Las mujeres participan como nunca antes en las luchas
sociales y políticas; se organizan cada vez más como mujeres por sector social;
existe una creciente y renovada franja o polo feminista del movimiento de
mujeres; las organizaciones políticas no burguesas se ven presionadas cada vez
más a confrontar sus tradicionales posiciones anti-liberación de las mujeres.
Tomando en cuenta los avances y retrocesos en cada uno de los países de acuerdo
a la situación, la dinámica general es hacia la masificación del movimiento de
mujeres, con el surgimiento de un gran número de grupos de diverso tipo que
tienden cada vez más a plantear demandas de género como parte de su plataforma
de lucha y bases de unidad, combinadas con las demandas y reivindicaciones
referentes a la sobre vivencia y la democracia.
22. En las luchas por sus
reivindicaciones inmediatas, las masas de mujeres se enfrentan en cada momento
a obstáculos basados en su condición de opresión de género: son limitadas por
no “tener permiso” para salir de sus casas, por no tener dónde dejar a sus
hijos, por sentirse culpables por “abandonarlos”; son insultadas por los
hombres en reuniones del movimiento; sus organizaciones se debilitan por la competencia
entre ellas y la falta de auto-confianza y adiestramiento de sus
agremiadas. Todos estos obstáculos se
agudizan al interior de las organizaciones mixtas, de hombres y mujeres. Además, son menospreciadas y humilladas aún
más que los hombres por las autoridades, y
son violadas por la policía y los militares. Estos obstáculos tienen que
superarse si van avanzar. En ocasiones constituyen un obstáculo insuperable que
las hace retroceder en la lucha. Pero en otras, intentan plantear salidas
concretas formulando demandas colectivamente.
En estos casos, las
dirigentes naturales de muchos movimientos y organizaciones de mujeres, y con
frecuencia los grupos mismos de mujeres organizadas, buscan elementos que
expliquen la existencia y la dinámica de los obstáculos para poderlos superar.
Y es el acercamiento a los sectores más claramente feministas lo que en general
les permite comprender y construir los instrumentos de lucha y organización que
necesitan para enfrentar sus contradicciones como mujeres. Al mismo tiempo,
muchos grupos feministas ya están participando en los procesos de las
organizaciones populares. Por otro lado, en los últimos 10 años, ha surgido un
número significativo de militantes feministas dentro de los partidos políticos
que ha logrado mantener una presencia mucho más orgánica en el movimiento de
mujeres, más allá de su lucha por cambiar la mentalidad de los partidos sobre
la opresión de género.
Todo este proceso empezó a
generar una recomposición social y política del sector feminista del movimiento
de mujeres. Sin duda, muchas luchadoras
ven con recelo al feminismo. No obstante, hoy muchas otras empiezan a asumirse
como tales, identificándose con los postulados feministas al ver su utilidad
para comprender y cambiar su realidad. Por otro lado, los sectores
tradicionales feministas ya no pueden negar como en el pasado la “legitimidad
feminista” de las mujeres que combinan su militancia en el movimiento de
mujeres con la militancia partidaria.
Una prueba empírica de esta
recomposición se encuentra en la cada vez mayor asistencia de mujeres de
sectores populares a los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe de
1981 a 1990. Ha sido esta dinámica combinada de contradicciones en las luchas
de las mujeres en los sectores populares por demandas de clase y la interacción
con capas feministas del movimiento de mujeres —incluyendo cada vez más entre
éstas a mujeres que partieron originalmente de demandas de clase para activarse
o de una militancia partidaria— lo que ha permitido que en múltiples sectores
se hayan empezado a introducir demandas de género a los programas de lucha y
como base de algunas de las movilizaciones de las masas de mujeres en los
últimos años.
23. Las formas de coordinación
entre los diversos sectores del movimiento de mujeres varían en sus objetivos,
amplitud, duración y naturaleza.
En ocasiones, se ha logrado
una coordinación permanente en lo fundamental como espacio de discusión
política, contacto y apoyo mutuo, no tanto en torno a acciones o campañas,
aunque éstas pueden ser resultado de la misma coordinación.
Otras formas de coordinación
que a veces combinan fuerzas claramente feministas con otras, tanto partidarias
como del movimiento más amplio de mujeres, surgen a partir de coyunturas
particulares de la política nacional.
Por otro lado, han surgido
una serie de redes de trabajo, tanto a nivel nacional como sub-continental, en
torno a campañas o actividades permanentes de sus integrantes. En muchos
países, los contactos entre los grupos feministas se han limitado a encuentros
locales, regionales o nacionales, algunos de los cuales han resultado en el
establecimiento de redes de información entre grupos sin que planteen
propuestas políticas para todas sus integrantes.
La mayoría de las mujeres que
se coordinan permanentemente tienden a hacerlo a partir de sus sectores
sociales.
Si bien al inicio de los 80, las distintas actividades de mujeres en
torno al 8 de marzo, el 25 de noviembre u otras actividades generales fueron
impulsadas por sectores vinculados a pequeños grupos feministas, hoy, la
composición social de estas actividades e incluso la iniciativa de su
preparación parten con mucha más frecuencia de mujeres feministas vinculadas a
los sectores populares y sindicales del movimiento.
A nivel sub-continental, han habido varios
contactos y espacios para la discusión, fundamentalmente en los Encuentros
Feministas Latinoamericanos y del Caribe y en las tres conferencias del Frente
Continental de Mujeres Contra la Intervención. Además hay una multiplicidad de
encuentros, seminarios, eventos internacionales que juegan el mismo papel. Es en este tipo de eventos que las
nicaragüenses y cubanas han tenido un creciente contacto con el polo feminista
latinoamericano.
24. La dinámica general que
viven las mujeres hoy es que, a) cada vez más entran en la lucha política y
social, y b) entran objetivamente en contradicción con su opresión. Pero en el
largo tránsito que representa la transformación de esas condiciones en un
movimiento político de las mujeres por su liberación, se enfrentan a una serie
de problemas políticos que habrá que analizar e ir superando:
a) La diversidad de las
demandas de las mujeres en lucha .
Las demandas de las mujeres
generalmente tienen un enfoque local, lo que dificulta objetivamente la unidad
en sus luchas reivindicativas. Pero la falta de unidad y, por tanto, contactos
con muchas más mujeres, implica no sólo dificultades para ganar la lucha
inmediata, sino también debilita el proceso de reflexión sobre su opresión como
una cuestión social.
Sin embargo, aun cuando
existen demandas inmediatas que unifican a las mujeres de todo un sector, ello
no implica que se conforme un movimiento político general que se reconozca como
movimiento de mujeres . Evidentemente, la unidad de las mujeres, organizadas
como tales, aunque sea por sector, tiene un efecto multiplicador muy importante
en otros sectores. Pero, si el movimiento no se extiende políticamente para
incluir a mujeres de diversos sectores, hay un mayor peligro de que el mismo
sector fuerte pueda retroceder en sus adquisiciones.
Finalmente, cuando las
diversas organizaciones avanzan demandas de género, también éstas son muy
diversas y difíciles de unir en la lucha. Y es en la lucha en la que las
mujeres verán cada vez más utilidad en su organización también para sus
demandas como género.
b) El clientelismo y el
asistencialismo: dos peligros en la construcción del movimiento.
Las mujeres, particularmente
en los barrios y las comunidades campesinas, se han dotado de dos vías para
confrontar la necesidad de la sobrevivencia:
plantear demandas ante agentes externos e intentar darle solución con
medios propios.
Plantear ante el Estado las
demandas relacionadas con los problemas sociales y políticos tiene la enorme
ventaja de colocar la responsabilidad donde debe hacerse, en el conjunto de la
sociedad y sus instituciones; ello da a la acción de masas más fácilmente un
carácter político. Del éxito de las luchas y movilizaciones depende el avance
tanto de su conciencia global como de la fuerza y confianza en sí mismas que
necesitan.
La práctica nos enseña, sin embargo, que esta vía no está
exenta de peligros: por un lado puede establecerse una dinámica clientelista y
por otro, al ganar parcialmente ciertas demandas, las mujeres pueden ser
absorbidas por tareas administrativas en el abasto o los servicios.
La otra forma de autoorganización para enfrentar
la sobrevivencia, la autosolución / autoadministración, tiene la ventaja de ser
un proceso de autoorganización cooperativa que presenta soluciones inmediatas
ante problemas impostergables y valoriza el trabajo doméstico, creando un
germen de su socialización.
Sin embargo, también conlleva
dos peligros reales: la legitimación del papel establecido de las mujeres como
responsables de l quehacer doméstico y el bienestar familiar y el peligro del
asistencialismo apolítico.
c) Las dificultades para la
participación política de las mujeres trabajadoras:
Es claro que no hay una
correlación automática entre la entrada masiva de las mujeres al mercado de
trabajo y su incorporación a la lucha política y/o sindical como trabajadoras:
•Su incorporación se da
fundamentalmente en sectores de mujeres, como servicios, industrias “femeninas”
y el sector informal en general. Así como el resto del mundo, sus labores son
generalmente similares a las que realizan en el hogar o que requieren mucha
minuciosidad.
• El sector informal
generalmente implica condiciones de trabajo de aislamiento, o en pequeños
talleres, donde también muchas veces se establece una relación extremadamente
paternalista con el patrón o capataz.
• Aun en aquellos casos en
los que las mujeres son incorporadas a la gran industria, la mayoría cumple con
la doble jornada de trabajo, además de tener otras restricciones en el tiempo
para la participación política o sindical.
•Su visión de sí mismas sigue
siendo en primer lugar de madres y/o esposas y no trabajadoras, aunque sean el
único sostén de la familia.
• Los compañeros de trabajo
muchas veces presionan para que no participen, al menos activamente, en la vida
sindical; las direcciones sindicales no sólo no se preocupan generalmente por
las condiciones específicas de las trabajadoras, sino además muchas veces
bloquean abiertamente su participación.
• La mayoría de mujeres que
militan activamente en los sindicatos son solteras o todavía no tienen hijos.
Por lo tanto, tienen generalmente menos identificación con los problemas de la
mayoría de las trabajadoras.
A estas dificultades, hay que
sumar el hecho de que hay poca atención de las organizaciones revolucionarias
al trabajo sindical con mujeres.
Por todos estos motivos, la
organización de las mujeres trabajadoras no ha aumentado con la misma rapidez
que su incorporación al mercado de trabajo.
d) Los intentos de coptación
del Estado:
Donde el Estado tiene una
política relativamente agresiva hacia las mujeres, es evidente la necesidad de
responder con planteamientos políticos alternativos en la perspectiva de fortalecer
al movimiento de masas. De no presentarse una alternativa, será cada vez más
difícil mantener la independencia de clase, ya que el Estado aparecerá como más
útil que el movimiento ante las masas.
e) El predominio del sexismo
entre las direcciones del movimiento de masas:
En la medida en que la
concientización inicial de la mayoría de las mujeres se da a través de las
luchas de los movimientos más generales, encabezadas generalmente por
direcciones masculinas, el machismo de éstas representa un obstáculo importante
a su avance. Ello es particularmente importante en ausencia todavía de un
movimiento político propio de las mujeres que levante, unificado a nivel
nacional, las demandas de género que hoy las mujeres en los sectores empiezan a
plantear. A su vez, el sexismo de las direcciones constituye un obstáculo a que
este movimiento se construya.
25. Entre las direcciones no
burguesas de las masas, ha habido en los últimos años ciertos cambios en su
enfoque sobre la situación de las mujeres y su papel en la sociedad y las
luchas.
En muchos países, la crisis
de los partidos comunistas incluye el cuestionamiento de la vieja concepción
estalinista del movimiento de mujeres como “auxiliar” del movimiento de masas
en general.
Al mismo tiempo, las organizaciones
revolucionarias están discutiendo la estrategia revolucionaria, discusión en la
que el papel de las mujeres y la lucha contra la opresión de género también
está planteada, por lo menos potencialmente. Pero casi todas las direcciones
rechazan este punto como parte de la discusión estratégica y resisten
fuertemente cualquier consideración seria del asunto.
Sin embargo, al interior de
todo tipo de partidos políticos de izquierda, surgen núcleos y corrientes
feministas que plantean diversas alternativas en torno a la necesidad de las
mujeres de luchar por demandas de género. Influyen la orientación de sus partidos, no sólo en
función de su capacidad política, sino también en función de las tradiciones
más o menos democráticas de discusión, la inserción social del partido y la
capacidad política del conjunto para reconocer y enfrentar los problemas reales
de las mujeres en la lucha.
26. Los debates al seno del
movimiento de mujeres y su polo feminista han evolucionado positivamente al
pasar del examen inicial y la afirmación de puntos básicos sobre la opresión a
incluir también los caminos para la construcción de un movimiento de masas de
mujeres por sus demandas de género.
Por supuesto que influyen en
este debate elementos de los debates generales vigentes sobre política y la
sociedad en general. Por lo tanto, ejercen cierta presión sobre el debate
feminista las tendencias políticas existentes:
• la ideología burguesa
modernizadora que legitima la competencia como norma social y reduce la
democracia a la relación entre el ciudadano y el Estado, divorciándola de los
problemas y clases sociales;
• la orientación
socialdemócrata, hoy acompañada de una ofensiva política sub-continental, que
fortalece tácticas gradualistas e institucionalistas;
• la propaganda imperialista
que iguala mecanismos de mercado y democracia, por un lado, y socialismo y
dictadura, por el otro, y
• la perestroika y la crisis
de los países del Este que, además de reafirmar la falsa disyuntiva
mercado/democracia vs. socialismo/dictadura, objetivamente ha significado
presiones para los revolucionarios, debilitando así el peso de la visión
rupturista para la solución de los problemas de las masas latinoamericanas.
Ante estas presiones, algunas feministas se
han incorporado a proyectos burgueses, particularmente con las transiciones
controladas a la democracia que se han dado en algunos países. Ante la
debilidad del feminismo y la posición antifeminista de la mayoría de las
oposiciones socialistas o de izquierda, han colocado su confianza y/o trabajo
en proyectos burgueses sobre mujeres para “realmente cambiar la situación de
las mujeres” desde el poder. Algunas creen en la necesidad de “democratizar al
Estado”, creando “espacios para mujeres” a partir de él y a su interior. Otras
se identifican con planteamientos acerca de la “esencia femenina” como una
naturaleza superior a la “esencia masculina”, lo que es una forma de negar la
necesidad de la construcción de un movimiento autónomo de masas de mujeres.
Sin embargo, la gran mayoría
de las feministas son independientes de la burguesía y del Estado y se
consideran de alguna manera de izquierda, lo cual implica una amplia gama de
posiciones que se identifican con la eliminación del capitalismo y el paso al
socialismo. Este sector, por lo general mantiene como punto de referencia para
la lucha contra la opresión de género, la necesidad de construir un movimiento
de masas de mujeres. Aun así, también en este sector el debate es sumamente
difuso, dificultando así la caracterización de corrientes a su interior.
Se debate, entre otros
aspectos:
• la relación entre opresión
de género y opresión/explotación de clase;
• la lucha por la democracia
y las feministas;
• el poder al que aspiran las
mujeres;
• las mujeres como sujetos
sociales y políticos, y
• la validez o no del
concepto vanguardia en una estrategia de cambio.
27. Frente a cualquier forma
de opresión, la única salida es la autoorganización de los oprimidos para
combatirla. El caso de las mujeres no es diferente. Es la autoorganización
independiente de las mujeres mismas la que podrá forzar las reformas legales y
en la política económica estatal actual, y los cambios en las organizaciones
sociales y políticas y de masas, que constituyen tanto mejoras en su situación inmediata
como alientos y mejores condiciones para su continuada lucha. Es a partir de
esta autoorganización como base fundamental del movimiento por su liberación
que se podrá alcanzar la fuerza numérica y el desarrollo político necesarios
para tener un peso real favorable en el devenir de los acontecimientos; tanto
hoy como después de la revolución.
Sólo es a través de un proceso de
autoorganización que las mujeres podrán irse transformando a sí mismas,
colectiva e individualmente, en lo público y lo privado, de tal modo que el
papel tradicional que cumplen pueda reemplazarse por un nuevo concepto y una
nueva realidad de lo que es ser mujer, construyéndose estos en la lucha misma.
28. Una lucha feminista a
fondo, consecuente, no es sólo por la igualdad formal entre mujeres y hombres,
sino por revolucionar por completo las relaciones entre éstos, eliminando la
construcción histórico-social de género. Este cambio no puede consumarse dentro
de los marcos de la sociedad de clases, y particularmente dentro del contexto
latino-americano actual de explotación y opresión, dominados nuestros países
por el imperialismo. En este sentido está en el interés de todas las mujeres
luchar por el derrumbe del sistema capitalista patriarcal que nos oprime y la
construcción de una sociedad socialista, democrática y plural. Sólo esa
revolución y esa nueva sociedad pueden sentar las bases para eliminar de raíz
la opresión que las mujeres viven actualmente.
Sin embargo, la eliminación
de la opresión de las mujeres no es automática con la revolución
anticapitalista ni en la sociedad poscapitalista. Para que las mujeres puedan
transformar sus propias vidas, ser sujetas revolucionarias para la toma del
poder con el derrumbe de los regímenes burgueses actuales y tener la fuerza
para influir favorablemente sobre los
acontecimientos en una sociedad posrevolucionaria, necesitan constituirse desde
ahora en un movimiento político basado en sus demandas de género.
La constitución de ese
movimiento las transformará en sujeto político en lucha por sus propios
intereses; el interés histórico objetivo de las mujeres en la eliminación de la
sociedad de clases patriarcal sienta las bases para su transformación en sujeto
revolucionario. Esta transformación se podrá dar en la práctica conforme el desarrollo
político del movimiento mismo y su vanguardia.
29. Para construir este
movimiento hoy, hay que partir de las condiciones, las formas de organización y
las demandas que las mujeres sienten como suyas, sean éstas de género o
no. La autoorganización de las mujeres
por sector social en torno a sus demandas más sentidas forma parte esencial del
fortalecimiento de las mujeres social, colectiva y, por lo tanto,
individualmente, creando mejores posibilidades para --aún cuando no llevando automáticamente a--
su concientización en torno a la
opresión de género.
Sin duda, la lucha de las
mujeres por sus propias demandas seguirá sumamente ligada a las luchas del
conjunto del pueblo trabajador, aun con la conformación de un movimiento político
propio. En la construcción de ese movimiento seguramente se combinarán demandas
generales de clase con demandas de género como bases de su unidad. Por lo
tanto, la dinámica del mismo seguramente incluirá alzas y bajas en el
planteamiento de demandas específicamente feministas.
Un mayor nivel de
organización del movimiento popular favorece la posibilidad de las mujeres de
avanzar en el planteamiento y la lucha por sus propias reivindicaciones. Ello
porque un nivel mayor de coordinación y unidad no sólo implica más
posibilidades de ganar, sino también mayor nivel de politización, el
establecimiento de bases unitarias más globales y la comprensión de que se
necesita organizarse permanentemente, no sólo para atacar un problema, sino
toda una serie de problemas.
En términos prácticos,
implica que puede haber una mayor división de tareas del organismo de lucha y
una atención más detenida al análisis de su realidad.
La participación de aquellas
fuerzas que tienen como objetivo la ampliación de la conciencia de las mujeres
para incluir su opresión como tales se vuelve más eficaz al alcanzar a más
mujeres.
Pero no es mecánica la
relación entre movimiento popular general y el avance de las mujeres. Por ello
se necesita de una expresión política propia como mujeres, y ello se logrará
sólo a través de un esfuerzo consciente por promover en cada movimiento un
creciente descubrimiento y politización de la opresión de género, lo que
podemos denominar la feministización de las demandas, la organización y la
dinámica política del movimiento de mujeres.
30. En el proceso mismo de la
construcción del movimiento, se enfrentarán distintos problemas:
a) Ante la diversidad de sus
demandas, que refleja no sólo las necesidades diferentes, sino también niveles
de conciencia diferentes, hay que aprovechar cada oportunidad para conjuntar
luchas y establecer un sistema de demandas que pueda hacerlas avanzar hacia la
conformación de un movimiento político cada vez más claramente delineado como
tal.
b) Ante los peligros del
clientelismo y el asistencialismo, se necesita fortalecer tanto la democracia
interna en las organizaciones de masas en general y los espacios políticos y
las organizaciones de mujeres en particular, al igual que asegurar un
funcionamiento democrático en el movimiento de mujeres en su conjunto. Por otro
lado, se debe enfatizar el carácter político de las demandas de las mujeres —no
se solucionan con la caridad— y la imperiosa necesidad de mantener su
movimiento independiente de la burguesía y de su Estado.
c) A pesar de las
dificultades que tienen las mujeres trabajadoras para participar sindical y
políticamente, no hay que sacar como conclusión que no es central su
participación en el movimiento de mujeres. Sencillamente la cantidad de mujeres
que han entrado al mercado de trabajo implica que, con todo y los obstáculos a
su participación, más mujeres participan sindicalmente que antes. Y cuando
entran en un proceso colectivo de concientización y lucha en torno a su
opresión como mujeres, además de como trabajadoras, su avance es mucho más
rápido y consistente políticamente que entre los otros sectores, debido a sus
condiciones de vida y trabajo, su concentración numérica, en fin, su ubicación
social.
d) Ante los intentos del
Estado de coptar al movimiento de mujeres, particularmente al polo feminista
del mismo, además de mantener en alto la necesidad de su autonomía por razones
históricas, hay que avanzar en una política propositiva sobre el tipo de
cambios que se consideran necesarios desde ahora a nivel gubernamental. Para
ello, tendremos que promover los siguientes criterios, en el movimiento:
distinguir entre servicios que el Estado tiene la obligación de proveer, con el
máximo de control por parte de las usuarias, y que aceptemos o promovamos que
el Estado organice a las mujeres (caso del Programa Mujer Hoy en Argentina). En
el caso de proponer legislación, es más factible mantener la independencia del
movimiento de mujeres al proponer o apoyar tal o cual iniciativa de ley. Pero a
nivel del ejecutivo (secretarías o ministerios de salud, justicia, bienestar
social o familiar), la forma de relación que el movimiento puede establecer con
determinados programas estatales es más complicada. Si exigimos un programa de
salud para la maternidad, por ejemplo, y se logra, no podemos simplemente dejar
en manos del Estado su diseño, desarrollo y ejecución, pero tampoco el
movimiento puede responsabilizarse completamente de ello. El criterio que
podemos adoptar es el de propuestas y vigilancia de los programas, mas no
asumir su funcionamiento.
En caso que la izquierda
controle municipios, el objetivo de sus programas debe ser potenciar la
autoorganización del movimiento, como se hizo a partir del programa del Vaso de
Leche desde la base en muchos municipios en Perú. La simple instrumentación del
programa, sin la autoorganización de las mujeres, ni garatiza el futuro del
mismo, ni fortalece el movimiento de mujeres, ni, por lo tanto, los objetivos a
largo plazo de la izquierda misma.
e) Ante el sexismo
prevaleciente en el movimiento de masas y sus direcciones habrá que establecer
mecanismos de discusión a su interior, fortalecer los espacios de las mismas
mujeres en las organizaciones de masas, y promover el debate, no sólo en torno
a propuestas concretas de acción y demandas, sino también en torno a las
raíces, las manifestaciones y las salidas para la opresión de las mujeres, es
decir, la discusión teórica.
31. Para que sea posible
llevar adelante este proceso, se debe fortalecer el polo feminista de las
organizaciones y el movimiento de mujeres:
a) fortaleciendo la
recomposición de este polo para incluir cada vez más mujeres dirigentes de los
movimientos de masas para que ellas, junto con las de los grupos autónomos, de
las instituciones no gubernamentales, de los partidos políticos y jóvenes que
hoy quieran incorporarse a esta lucha, puedan ir forjándose como vanguardia
real del movimiento de mujeres en su conjunto;
b) estableciendo más espacios
para la discusión política y teórica como vanguardia a través de encuentros,
coordinaciones en torno a campañas concretas, publicaciones, seminarios, etc.;
c) orientando a este polo en
el sentido de que su prioridad es la relación con el movimiento de mujeres en
general de tal modo que pueda:
• aprovechar cada oportunidad
de plantear demandas unitarias de género;
• aprovechar cada oportunidad
de unificar el movimiento de mujeres;
• asegurar la continuidad del
mismo;
• favorecer la reflexión y
elaboración que constituye una memoria colectiva del mismo, y
• desarrollar alternativas
independientes ante propuestas de la burguesía y su Estado.
Para poder hacer esto se tendrá que ir
construyendo una alternativa política dentro del polo feminista en alianza con
otros sectores que tienen una visión similar.
También contribuiría a la construcción de esa alternativa el hecho de
que se convencieran del feminismo otras corrientes y partidos revolucionarios,
hoy claramente ausentes de la elaboración política al respecto.
Si las manifestaciones
claramente feministas del movimiento de mujeres se debilitan, la organización
de las masas de mujeres tenderá a ser socavada a la larga: las organizaciones
sectoriales de masas tenderán a dispersarse o a ser manipuladas por otros
intereses, lo que implicaría un debilitamiento político que a la vez llevaría a
la erosión orgánica.
32. La razón de ser de
nuestras organizaciones revolucionarias es la de ser un instrumento político
útil para que nuestros pueblos se organicen, propongan e instrumenten sus
propios proyectos de nación, de acuerdo a sus intereses, contrapuestos a
los de la burguesía y el imperialismo.
La revolución y la nueva sociedad socialista que buscamos crear sólo puede ser
del conjunto del pueblo trabajador y por lo mismo nuestra corriente marxista
revolucionaria asume una concepción del feminismo que busca la transformación
profunda, la subversión del orden establecido.
Para ello tenemos que ser los
primeros promotores del movimiento de mujeres por su liberación y del debate
dentro del movimiento de masas y con la izquierda revolucionaria acerca de la necesidad
y las formas de construir este movimiento.
33. Casi todas las
secciones están reorganizando y reformulando su perspectiva política para la
construcción del movimiento de mujeres.
Este esfuerzo se da en el
contexto general de la necesidad de enfrentar con mayor eficacia la
construcción de nuestras organizaciones y es parte de esa tarea. En lo
relacionado con el trabajo de mujeres, se enfrentan los siguientes problemas:
• En mayor o menor medida no
percatamos la dinámica central de radicalización de la mayoría de las mujeres y
hemos tenido que dar un giro hacia los sectores de masas, trabajando a partir
de las demandas inmediatas.
• La no masificación del
feminismo, la no centralización del movimiento general de mujeres como
movimiento político y las presiones sexistas de la sociedad en su conjunto son
fuertes contrapesos a la manutención de una posición feminista consecuente.
• Hoy hay muchas(os)
camaradas que no han sido formadas(os) en nuestra visión programática feminista,
lo que dificulta la elaboración de una orientación política concreta para el
movimiento.
• Todo esto hace que las
dificultades objetivas que enfrentan todas las militantes sean poco
contempladas por las direcciones y por tanto las tengan que enfrentar de manera
individual.
• Por lo tanto, hay una menor
preocupación por asegurar que las mujeres estén incluidas en tareas de
dirección política.
Obviamente, las posibilidades
que tiene cada sección para enfrentar esta situación difieren de acuerdo a su
inserción social y acumulación de cuadros y el grado de conformación de un
equipo de dirección colectiva.
34. Nuestro objetivo general
tiene que ser el de tener capacidad de elaborar orientaciones políticas
concretas e implementarlas en la lucha concreta. Pero para esto necesitamos:
a) Formar los cuadros en
nuestra visión programática feminista.
b) Esclarecer nuestras
posiciones teóricas en torno a los debates que se están dando en cada país para
poder intervenir con mayor claridad.
c) Encontrar formas organizativas
adecuadas en cada caso que nos permitan:
• asegurar eficacia y no
sobrecarga de tareas para las camaradas que hacen trabajo entre mujeres;
• asegurar que el conjunto
del partido, y por lo tanto en primer lugar todas las camaradas, tomen parte en
la elaboración de la posición política sobre el trabajo entre mujeres.
d) Contrarrestar, dentro de
nuestras posibilidades, los obstáculos que enfrenta cualquier militante por ser
mujer:
• facilitar la participación
de militantes madres;
• atender particularmente la
formación política de las camaradas, y
• promover consciente y
preferentemente a las mujeres para tareas, buscando en lo particular establecer
una correlación proporcional entre el número de mujeres en las instancias de
dirección y en la base, de ser necesario, utilizando el sistema de metas o
cuotas en la elección. n